Tierra Adentro

Toda lengua recrea lo que somos, a través de ella accedemos a los mundos que la voz enuncia. Así conocemos los relatos que oímos de las personas que habitan en nuestro entorno. Narraciones que hablan sobre mitos y cantos del sol, de seres que coexisten en la naturaleza, de serpientes oníricas que amenazan la vida de las personas. Además, nos permite saber el devenir de nuestra descendencia marcada por situaciones violentas, de sufrimiento, de muerte, pero también de lucha que nos lleva a creer e imaginar otras formas de vida posibles. Todo lo contado y vivido, entonces, se transfiere a la escritura. 

Escribir es una extensión de las potencialidades que las personas poseen. Se escribe para dar vida a las narraciones escuchadas con el fin de suscitar alguna impronta en quien lee. Sin embargo, el acto de escribir es distinto al de leer, aunque involucra un mismo punto de partida: el reconocimiento del idioma. Particularmente, las literaturas en lenguas originarias implican un triple esfuerzo: crear una gramática, escribir y traducir. En este sentido, dicha literatura es un acto político de invención, creación y reivindicación lingüística, cultural e identitaria en un país donde existen 68 lenguas originarias. Esto devela la pluriversidad que hay de norte a sur, de este a oeste, en las cuatro esquinas y el centro de México. Una pluriversidad que existe como una ofensiva lingüística ante un monolingüismo del castellano impuesto por un Estado colonial, mestizo, racista y clasista.

En un esfuerzo por visibilizar, fomentar y difundir las escrituras creativas, la revista Tierra Adentro –en el marco del Día Internacional de las Lenguas Maternas– ha organizado una edición especial de lenguas originarias para compartir la experiencia de quienes se han atrevido a expresar su sentipensar. En esta edición se reúnen cuentos, poesías, relatos y ensayos que permiten fascinarnos por la vitalidad de cada lengua; por la forma en que se construyen los paisajes, los personajes, las sensaciones, los tiempos y escenarios de cada obra, que despiertan un tifón sensorial en cada línea. Ya no se trata solamente de una literatura sobre ancestralidad, mitología y leyendas, sino de situaciones del presente que van desde los dilemas de escribir en una lengua y traducir a otra, hasta las revelaciones afectivas marcadas por el llanto, el dolor, la ausencia, el abandono, pero también el asombro y el reencuentro, que conmueve a mujeres y a hombres. 

En esta edición participan autores y autoras dignas de admirar como son: Miriam Hernández, lakty’añ (ch’ol). Alberto González, hñöhñö. Mayahuel Xuany, mexicano (náhuatl variante zona norte de Guerrero). Juana Albañez, paipai. Cristina Patihstán, tsotsil. Ángel Aristarco Alonso, zapoteco (variante sierra sur de Oaxaca). Jaime Velasco, zoque. Miguel Canté, maya. Humberto Gómez, tsotsil. Geovanny Chávez Zeferino, naáyeri (cora). Josué MayChi’, maya. Zitlali Xaurima, wixárika. Inocencia Arellano Mijarez, o’dam (tepehuano del sur bajo). Yolanda Domínguez, cucapá. Y Norma Carvajal, kumiai. Una amplia geografía lingüística que devela la difícil situación en la que se encuentran las lenguas con alto riesgo de desaparecer como el cucapá, paipai, kumiai y cmiique iitom; escenario que cinco mujeres valiosas intentan revertir y que enuncian en las obras que han escrito. Esto no supone que las demás lenguas y sus hablantes estén exentos de amenaza, sufrir exclusión y discriminación por el “simple” hecho de hablarlo.

Impulsar espacios para el fomento y la difusión de las lenguas originarias a través de distintas posibilidades del lenguaje, como la literatura, requiere de mucha voluntad y responsabilidad. No es fortuito que cada persona escritora de esta edición asuma un compromiso no sólo con su lengua, sino con el pueblo del que son parte y que lucha porque no desaparezca. Pues, al hacerlo, no sólo el idioma muere, sino toda una sabiduría que expresa los fonemas que únicamente los pájaros, los árboles, el cielo y las nubes logran entender en la lengua originaria que los nombra. 

Dejo estas líneas finales para agradecer a cada persona que aceptó colaborar. Sepan que hablar, escribir y leer en nuestra lengua es una forma de reafirmar nuestra existencia; de sostener la memoria familiar, de revitalizar la sabiduría de nuestras primeras madres y padres, de decir: ¡Aquí estamos! Que lo que aquí nos convoca sea un aliciente para afirmar que no queremos más un país sin nuestros pueblos y lenguas. Y a la comunidad lectora la invito a maravillarse con cada texto y a solidarizarse con las luchas por abatir el racismo y la discriminación que todavía los pueblos originarios y afrodescendientes viven. Ich’a spatobil awo’tanik. 

Delmar Penka

Desde algún lugar del Sur, 25 de enero de 2024