El Egipto de Hosni Mubarak
El pasado 25 de febrero murió el expresidente de Egipto Hosni Mubarak, quien sostuvo una prolongada influencia en la política de su país a pesar de su austeridad y falta de carisma. Egipto ocupa el tercer lugar en cuanto a población y poder económico en el continente africano y es un enclave geopolítico importante, al servir de ruta del este al Mar Mediterráneo. La larga trayectoria de Mubarak como jefe de Estado egipcio (1981-2011) vuelve necesario realizar una breve recapitulación biográfica.
Nació el 4 de mayo de 1928 en el seno de una familia de clase media en la villa de Kafr Al Musaylah (al norte de El Cairo). En 1949 se graduó de la Academia Militar Egipcia e ingresó a la Academia del Aire Egipcia para formarse como piloto militar. Desde el ejército Mubarak comenzó a construir su carrera militar y política, la cual tendría un rápido ascenso a partir de la década de los setenta.
En 1970 fue promovido a Mariscal Aéreo y Ministro Representante de Defensa, y en 1973 se convirtió en Jefe Mariscal Aéreo por su participación en la Guerra de Yom Kipur (luchada contra Israel y que tendría como resultado una ganancia de control territorial al este del Canal del Suez hacia la Península del Sinaí, perdida desde 1967 por el gobierno egipcio).
El régimen de Anwar el Sadat (1970-1981) lo cobijó debido a su fama construida de “eficiencia y bajo perfil” dentro de las líneas de la fuerza aérea. En 1975 se incorporó a las altas esferas gubernamentales como vicepresidente, con la tarea fundamental de controlar el aparato coercitivo (militar y policial) nacional contra una oposición político-religiosa en auge, los Hermanos Musulmanes que a la vuelta de unos decenios resultarían los sucesores fugaces del gobierno de Mubarak.
1981 fue un año decisivo en Egipto: un grupo de fanáticos asesinó a Sadat en represalia a la firma de los Acuerdos de Campo David de 1978, los cuales daban por concluida la Guerra Árabe-Israelí de 1948, pero que eran un duro revés para la causa Palestina y la unidad política árabe, entonces en plena efervescencia. Tras un referéndum, Mubarak fue designado como el cuarto presidente de la República Árabe Egipcia.
En términos económicos, Mubarak continuó la política sadatiana de la Infitah (apertura) hacia las inversiones y capitales de occidente, marcando así, en plena Guerra Fría, un total acercamiento a Estados Unidos y su esfera de influencia, en contraste con las políticas aplicadas desde el gobierno de Gamal Abdel Nasser (1956-1970).
Esto generó una dependencia de capitales y ayuda estadounidense que hasta la fecha no ha podido corregirse, además del fortalecimiento de una clase social privilegiada por una política económica injusta y no-redistributiva, y con claras deficiencias para establecer impuestos regresivos (más al que gane más) que fomenten un orden social estable.
Tres fenómenos determinaron la vida social egipcia durante la era Mubarak:
1) el carácter autocrático y personalista del gobierno: no existieron instituciones efectivas e independientes, sino relaciones coercitivas y clientelares (ejercidas de manera ininterrumpida desde el gobierno de Nasser), que fragmentaron la solidaridad nacional y la confianza en el gobierno;
2) la Revolución Islámica de Irán (1979): este terremoto político-religioso e ideológico se hizo sentir en todo Medio Oriente, y en el caso egipcio sirvió de impulso a los Hermanos Musulmanes, que abogaban por una vía de desarrollo independiente que garantizara la permanencia de la moral y los valores identitarios; y
3) una explosión demográfica sin precedentes: entre 1980 y 2009 la población pasó de los 43 millones a los 83 millones, con una concentración del fenómeno en el entorno urbano.
Hasta sus últimos días, el régimen de Mubarak mantuvo una vinculación totalmente subordinada a la figura presidencial (tanto en términos administrativos como militares) y un crecimiento económico modesto. La presión de Estados Unidos lo obligó a liberalizar de manera paulatina la vida nacional: desde la participación a partidos opositores en las elecciones hasta la libertad de prensa, sin tener un impacto verdadero en la sociedad egipcia.
Las elecciones de 2005 mostraron las contradicciones entre el sistema autoritario y el surgimiento de una población joven nacida durante el crecimiento económico; las elecciones quedarían marcadas por la persecución judicial del candidato opositor mejor posicionado, Ayman Nour.
En vísperas de la elección presidencial de 2011, creció la inconformidad respecto a que Mubarak buscara otra reelección. Las manifestaciones antigubernamentales masivas en la Plaza Tahrir en el Cairo demandaban la renuncia inmediata del presidente. Mubarak ofreció a los manifestantes una reforma constitucional que atendiera sus anhelos, pero la presión aumentó y lo obligó a renunciar a principios de febrero de 2011 a favor del Consejo Supremo de las Fuerzas armadas egipcias.
Entre 2010 y 2012, también Argelia, Baréin, Libia, Siria, Túnez y Yemen experimentaron manifestaciones contra sus respectivos liderazgos dictatoriales y antiguos, conocidas como la Primavera Árabe. Lo que al principio pareció el inicio de nuevos procesos políticos más justos, incluyentes y democráticos, tuvo distintos efectos.
En Egipto, Libia y Yemen se consiguió derrocar a los regímenes, sin embargo los nuevos gobiernos fueron derrocados vía golpes de Estado; es el caso de Mohamed Morsi, de los Hermanos Musulmanes, quien fue presidente de Egipto entre 2012 y 2013, y murió en 2019 en prisión, acusado de incitar al asesinato de manifestantes en las protestas de 2012.
En Siria, Yemen y Libia la sociedad en general colapsó en procesos de guerra civil apuntalados por las aventuras neoimperialistas de diversas potencias euroatlánticas y regionales. Los efectos de estas guerras han sido las migraciones masivas hacia Europa y la completa destrucción del poco entramado institucional y gubernamental que había logrado establecerse en aquellos países.
Entre 2011 y 2017 Mubarak enfrentó cargos por enriquecimiento ilícito y asesinato de manifestantes, y fue encarcelado en El Cairo junto con sus hijos, pero tras ser condenado y vuelto a enjuiciar fue absuelto de todos los cargos. Finalmente, la salud de un muy desmejorado Mubarak se agravó y el 25 de febrero del presente año murió en un hospital militar de El Cairo a los 90 años.
La vida de Mubarak es una estampa ejemplar de la vigencia de las dictaduras militares, un fenómeno actual en África, el Sureste de Asia y siempre amenazante en América Latina. Se trata de Estados con un aparato militar hipertrofiado para el control y la dominación interna, pero con un nulo consentimiento o una adhesión poco significativa de sus ciudadanos.
Bajo el ropaje de la democracia procedimental (para que sus gobiernos no sean proscritos del escenario internacional), muchas colectividades se encuentran sujetas a los designios de una élite militar dominante inmune a las protestas y demandas de los menos favorecidos.
Fuentes
https://web.archive.org/web/20100323064657/http://www.mmc.gov.eg/branches/AIRFORCE/gg16.htm
Al-Sayyid, Afaf, A History of Egypt From the Arab Conquest to the Present, Cambridge University Press, Estados Unidos, 2007.
Daly, M.W., The Cambridge Hisotry of Egypt Volume 2: Modern Egypt, from 1517 to the end of the twentieth century, Cambridge University Press, Estados Unidos, 1998.