Leer la obra de Elena Garro es explorar mundos luminosos y sombríos, donde la imaginación amplía las fronteras de la realidad, lo fantástico rompe la línea rígida del tiempo, y conviven personajes históricos y ficticios, seres apegados a lo cotidiano, con sus desventuras y alegrías, y seres que aspiran a vivir lejos de la mediocridad y la violencia.
Desde ese otro Madrid, el de los desterrados, los amenazados y los dolidos, la voz de María Fernanda Ampuero dialoga en estas cartas imaginarias con las sombras que dejó a su paso por la capital española la joven Elena Garro, durante su visita para defender las causas de la Segunda República.
Como guionista y argumentista lo mismo de textos comerciales que de obras experimentales, Elena Garro conoció un éxito a medias: mientras algunos productores chocaban con su visión de cine de denuncia, otros de plano le regatearon su crédito.
Para Elena Garro, que transitaba libremente entre géneros, el teatro representó una manera de condensar sus preocupaciones sociales a través de personajes tan cautivadores como los de sus novelas y con diálogos tan vitales como los de sus guiones cinematográficos.
Uno siente que el mundo ya se acaba porque cuanto termina es su vida,
su pobre vida tan independiente de él:
empezó cuando ella misma quiso
y concluirá nadie sabe dónde ni cuándo ni de qué manera.