Tierra Adentro
Terry Gilliam, el filtrador de historias. Sergio Ceyca.

Pero sí, oirás de pronto esa palabra —como ahora, donde esté Pavese oye la nuestra—, sentirás la anhelada presencia, el esperado signo de un ser que desde otra isla oye tus gritos, alguien que entenderá tus gestos, que será capaz de descifrar tu clave. Y entonces tendrás fuerzas para seguir adelante, por un momento no sentirás el gruñido de los cerdos. Aunque sea por un fugitivo instante, sentirás la eternidad.

Ernesto Sábato

 

Así como Don Quijote se levanta una mañana y abandona su hogar con incertidumbre y esperanzas por primera vez, así tomé el autobús para acudir al Festival Internacional de Cine de Guanajuato 2019 (GIFF). Uno de los invitados de honor era el cineasta Terry Gilliam, ex integrante de los Monty Python, director de 12 monos, El rey pescador, Tideland, El imaginario del doctor Parnasus y de la más reciente, y también accidentada, El hombre que mató a Don Quijote.

Miraba por la ventana del autobús y, al observar los cultivos y las campiñas entre las fábricas y los pueblos, pensaba que eran como aquellas en las que Alonso Quijano podría estar vagando en búsqueda de injusticias qué solucionar o de heridos que ayudar o de un páramo oscuro donde velar las armas. Otro pensamiento se cruzaba: quizá Terry Gilliam estaría a su lado, cual Sancho; después de todo –y se reafirmaría durante las actividades del director americano en el festival– él también era una especie de Don Quijote que siempre se interesaba por filmar películas muy costosas e imaginativas, a pesar de que nunca recuperaran su inversión.

Solo una vez había visitado la ciudad y cualquier información que tenía sobre ella era muy vaga: que el mezcal era muy barato y se podía encontrar en cualquier lugar o que uno podía estar caminando durante horas por el centro; cosas que en realidad no me ayudaban a hacerme una idea de lo que encontraría al llegar.

Me quedé en un edificio escondido, con el que di tras navegar unos cuantos callejones que se alejaban de una calle principal: un laberinto lleno de misterios, con un graffiti de una Virgen de Guadalupe en un muro deshecho con un altar delante.  Cuando salí a caminar en busca de una bebida con uno de los amigos que me recibió, pude observar con más detalle la ciudad: sus calles de cantera como caminos de serpientes y escaleras que, entre más avanzas, siempre te arrojan a los mismos puntos; las casas pintadas de colores distintos, las plazas en las que se vivieron momentos históricos que desconocía. Sobre una calle que desembocaba a la Plaza San Fernando, mi amigo historiador, me dijo que antes aquel lugar era utilizado como drenaje ya que la gente arrojaba los deshechos por los balcones.

"Caminos de serpientes y escaleras".  Sergio Ceyca.

“Caminos de serpientes y escaleras”. Sergio Ceyca.

Recorrí Guanajuato con la emoción de entrevistar a Terry Gilliam. Me imaginaba que él iba caminando por la calle paralela a la que yo me encontraba; sin embargo, no fue sino hasta el Auditorio del Estado, allí se realizaron la mayoría de las conferencias y eventos ese día: un auditorio como jamás había visto otro porque estaba en la cima de una montaña desde donde podía apreciarse el centro de la ciudad. El Festival Internacional de Cine de Guanajuato entonces es un evento que recibe mucho apoyo y dinero para traer el cine a una región que, por sí misma, se presta a abrazar a los representantes internacionales.

Cuando lograré hablar con Gilliam y le pregunté sobre qué pensaba de esa ciudad dónde había tantas estatuas y hasta un festival y un museo relacionadas con la obra de Miguel de Cervantes Saavedra (también le pregunté que si ya lo habían llevado a visitar), él respondió:

–Sí, hemos visitado todo. He estado mirando las estatuas por la ciudad y me han platicado del Cervantino. Es fantástico, demasiado extraordinario, que Cervantes sea más importante para Guanajuato de lo que es para España. Es extraordinario, realmente fantástico, finalmente he encontrado la casa perfecta para Don Quijote.

La casa de Don Quijote. Sergio Ceyca.

La casa de Don Quijote. Sergio Ceyca.

La historia de la filmación El hombre que mató a Don Quijote inicia desde los años ochenta cuando, tras la distribución de Las aventuras del barón Münchausen, Gilliam quería dedicarse a realizar una película sobre Don Quijote, sin siquiera leer el libro (igual que le ocurrió con Brazil). Fue hasta principios del dos mil que se consiguió financiamiento para iniciar en España (por no acudir a filmarla a México, donde seguro habría sido recibido con un desfile). Allí inició la maldición: justo el primer día de rodaje cayó una tormenta bíblica que arrastró el material de la filmación y, en los siguientes días, se supo que Jean Rochefort, el actor que interpretaría al Caballero de la Triste Figura, sufría problemas de próstata que le impedían montar a caballo. Posteriormente, justo como retrata el documental Perdidos en la mancha, la producción ya no pudo continuar.

La novela de Cervantes infunde en sus lectores la esperanza para continuar a pesar de los golpes, los azotes y las burlas de la fortuna. El hombre que mató a Don Quijote narra la historia de Toby Grisoni, un director de comerciales que se encuentra en España realizando uno, curiosamente, sobre Don Quijote. Toby está harto de las reuniones con los inversores, de las cenas en restaurantes caros, y lo anuncia con sarcasmo. Es una figura creativa que se ha hartado de la adulación. De pronto se encuentra con un filme que grabó una década atrás, cuando aún era director independiente y viajó a España con sus amigos para realizar una pequeña película de festival llamada ‘El hombre que mató a Don Quijote’, en la cual participaban actores de una villa llamada Los Sueños. Así que toma una motocicleta y viaja hasta el lugar en busca de aquella gente con quienes tenía muchos y muy buenos recuerdos. Para su desgracia, los pobladores de Los Sueños no lo recordaban de esa manera, sino como el americano que llegó a enloquecer a todos: la hija del tabernero se había ido a volverse una estrella a Madrid y en su desesperación se volvió una scort; el hombre que hizo de Sancho Panza no hizo más que tomar hasta ahogarse. El viejo zapatero que interpretó al Caballero de la Triste Figura había enloquecido y se cree Don Quijote mismo y, por eso, tiene que andar por la Mancha buscando heridos a los cuales curar e injusticias las cuales terminar. Así que Toby Grisoni se enfrenta a su responsabilidad sobre este Don Quijote del siglo XXI y lo termina acompañando seguro de que el hombre enloqueció por su culpa.

Además, la película plantea una situación que parece una estocada directa a la yugular de esta sociedad: ¿qué significa ser un hombre en esta época? ¿Aún debemos aspirar a ser caballeros y vivir en la fantasía?

Durante la catedra magistral que Terry Gilliam brindó el sábado 27 de julio, en el auditorio principal, el actor Sergio Zurita, quien fue su moderador, le preguntó si no sentía que ya había filmado la historia de Don Quijote anteriormente. Gilliam respondió que, precisamente, hacia unos meses alguien le puntualizó que El rey pescador (también llamada Pescador de ilusiones en Latinoamérica) era una especie de rescritura de la historia cervantina: un hombre (Robin Williams) enloquece y cree que puede encontrar el santo grial en la ciudad de NewYork, así que vive en las calles como caballero andante y, luego, es acompañado por un locutor de radio fracasado (Jeff Bridges) quien siente una deuda hacia este caballero newyorkino.

Como ya ha dicho en muchas entrevistas, Gilliam considera que la historia del caballero de la Mancha resume gran parte de su obra. Cuando le pregunté cómo se dio el cambio de pasar la historia (originalmente protagonizada por Johnny Depp) de la época de Cervantes a tiempos modernos, de Johnny Deep viajando al pasado a Adam Driver viajando a su pasado, Terry Gilliam respondió:

–La historia de Depp era sobre un personaje que se golpea la cabeza y termina en el siglo XVII, lo cual costaba mucho más dinero, así que decidimos dejarlo en nuestra época y se volvió más interesante cuando surgió la idea de que el personaje que interpreta Adam está realizando comerciales, pero que diez años antes arribó como un joven cineasta con ideas y sueños y realizó este filme que arruinó la vida de muchas personas. La película, en realidad, es sobre el peligro de las películas”.

Ya en la conferencia, Gilliam desarrollaría esta idea:

–Cuando tuvimos un guion escrito, la idea era un poco más como la novela de Mark Twain Un yankee en la corte del Rey Arturo, donde un hombre moderno se golpea en la cabeza y despierta en la Inglaterra medieval: el personaje de Toby inicia una aventura con el verdadero Don Quijote. Ahora, filmar una película ambientada en el siglo XVII iba a ser más caro, así que al pasar los años continuamos trabajando en el guion y dije: hay que pasar todo al mundo moderno, así podemos trabajar con un presupuesto menor. Esos años fue difícil financiar la película: colaboré con estos hombres que estaban convencidos de que podrían conseguir el dinero y luego trabajábamos uno o dos años y era fracaso. Todo era como para Don Quijote en el libro de Cervantes: empieza con grandes sueños, pero siempre golpea el suelo. Así ha sido la experiencia y hasta después llegamos con esta idea de que cuando Toby era más joven, aún no hacía mucho dinero con los comerciales y todavía no se volvía cínico, realizó una película para graduarse de la escuela de cine, llamada ‘El hombre que mató a Don Quijote’, la hizo con los pobladores de una pequeña villa. Lo que fue interesante para mí es cómo la película cambió a esas personas. Y eso fue algo que enfaticé mucho, porque la novela de Cervantes es sobre leer libros y el peligro de leer demasiados libros de caballería, pues te corrompes pensando que el mundo puede ser así, y eso es lo que le ocurre al Quijote; así que pensé que era mucho más interesante hablar sobre cómo las películas pueden crear esta corrupción, de cómo pueden darnos una mirada falsa sobre cómo es el mundo, y que todos somos víctimas de eso. Por ejemplo, no sé cuántos de ustedes piensen que pueden volar, pero mucha gente sí lo cree; en el mundo actual necesitamos mucha tecnología para hacerlo y a mí me aburren esos súper poderes, a mí me interesa lo que nosotros, como seres humanos, podemos hacer con nuestras vidas. Y así es como terminamos con esta película totalmente diferente.

 

El momento en que pude entrevistarlo directamente fue en la alfombra roja, afuera del Auditorio del Estado. Era muy divertido tener enfrente Gilliam, con una playera negra con el logo de “Quijote vive”, y que encima de esta trajera una camisola oriental de color azul, haciendo muchos gestos y lanzando oneliners para hacerte reír. Cuando llegó al homenaje le pregunté sobre una idea que menciona en Gilliamesque, su autobiografía pre póstuma: él no se consideraba un autor tanto como sí un filtrador.

A lo largo de su filmografía, Terry Gilliam se ha servido de la literatura: filmó su versión de Las aventuras del Barón de Münchausen, hizo una nueva y más brutal versión de Alicia en el país de las maravillas (que está basada en la novela en verso de Mitch Cullin, Tideland), y adaptó la novela fundadora del periodismo gonzo Miedo y asco en las Vegas, o revivir el mito de Fausto en El imaginario del doctor Parnassus. También en esencia, Brazil es 1984. Además de que estas son historias disparatadas y llenas de imaginación, tienen una constante: no es Gilliam el autor de ellas, sino una especie de facilitador que le brinda un estilo, una firma, peculiar a las películas. Él no se considera un ‘autor’ sino un ‘filtro’.

Sobre esto Terry Gilliam comentó:

–Cuando estás filmando una película y mucha gente está involucrada, todos quieren sentir que el director es un dios y que lo sabe todo. Eso no es verdad. Confío en que mucha gente trabaje junta y yo solo ‘filtro’ las malas ideas y dejo que continúen las buenas ideas.

Un momento interesante para hablar de esto quizá es en la adaptación cinematográfica de Miedo y Asco en las Vegas, donde hay un cambio en una escena del libro original de Hunter Thompson. Johnny Depp, quien personifica a Thompson, camina en una habitación de hotel destruida y se sienta frente a la máquina de escribir para lo que en el libro es el final del capítulo siete: un discurso sobre el final de la inocencia que representó para los jóvenes y artistas de los sesenta la represión gubernamental, y luego la decepción que tuvo la sociedad americana al ver que este ‘despertar de la conciencia’ tampoco solucionaba nada. Esa época fue en la que Terry Gilliam abandonó Estados Unidos y se refugió en Inglaterra: de alguna manera aquel discurso también hablaba, con cierta epicidad dentro de la tragedia, sobre sus amigos, sobre lo que lo rodeaba, solo que él no escribió aquellas palabras. Lo que Gilliam pudo hacer fue catalizarlas en una película, transformarlas en otra situación.

Terry Gilliam, el filtrador de historias. Sergio Ceyca.

Terry Gilliam, el filtrador de historias. Sergio Ceyca.

Durante la noche se realizó una proyección de Miedo y asco en las Vegas, antes de la cual Terry Gilliam dio una introducción breve. La película se reprodujo en la pantalla de un escenario para conciertos de rock frente a un gran campo empastado. Gilliam se presentó quince minutos antes de la hora y, en cuanto lo hizo, las personas empezaron a acercarse a él: todas lo hacían con nerviosismo, intranquilidad, y una vez que lo tenían enfrente, Gilliam les hacía preguntas, se reía con ellos, compartía su vida con aquellas personas con quienes ya había compartido sus películas.

Incluso había medios para entrevistarlo y no se dirigía a ellos porque siempre había alguien que lo detenía, que tenía un comentario o quería una selfie. El evento, finalmente, se retrasó más de media hora.

En un momento, un joven se acercó a él con el rostro desencajado y Gilliam entendió su papel de maestro: le preguntaba esto, le preguntaba aquello, le daba consejos y el joven solo podía mirarlo con admiración. Yo estaba a unos metros, y el padre del joven llegó orgulloso para decirme que él era su hijo, que para el chico Brazil era una película muy importante, que había cambiado su vida. Igual que para mí, desde diciembre, El hombre que mató a Don Quijote me había ayudado a sobrevivir una serie de sortilegios y problemas que se habían atravesado en mi camino. Por eso había ido a Guanajuato a entrevistar a Gilliam; por eso todos queríamos reunirnos con él, aunque a veces la sociedad mira mal que la gente les agradezca a los artistas por alguna de sus creaciones y hasta parece un pecado aún más grave decir que ésta nos salvó. Se piensa que se busca adularlos. Pero la gente a mi alrededor intentaba hacerle entender al director –con unas palabras, una anécdota, una ofrenda– que le debíamos gratitud.

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Fotografía cortesía de la autora
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