Un futuro que ya sucedió
Estas historias las he contado un chingo de veces
Hiram de la Peña
Escribir ciencia ficción en países en vías de desarrollo es casi condenarse a no ser leído o tomado en cuenta por el resto de tus colegas. Se tiene la idea que este género implica la relación directa con el dinero para el desarrollo de tecnología; por lo que, solo puede darse en países anglosajones. Sin embargo, luego de terminar la ola de ciencia ficción utópica, la llegada de los temas apocalípticos y las distopías, el género comenzó a volverse más común en aquellos países sin tradición.
La ciencia ficción en México siempre ha sido un género denostado, marginal y no porque no haya habido ejemplos memorables, como es el caso de Pepe Rojo, Bernardo Fernández Bef o Mauricio-José Schwarz, sino porque lo que busca la Gran República de las Letras Mexicanas es el realismo a ultranza.
Este conjunto de cuentos de Hiram de la Peña entra al género de manera periférica, como no queriendo decir que forma parte de él, aunque conforme uno avanza en la lectura, se va dando cuenta que ya tiene las piernas hundidas. El señuelo es la creación de un mito, de un hablar, de una leyenda, de un decir… Porque en todas las historias hay mitos fundacionales que derivan en relatos que acaban envolviendo todo.
En el primer cuento, la llegada, real o no de un extraterrestre, sirve como punto de referencia para todo un pueblo. “Ese haber visto todo incluye la peculiar historia del árbol de la sombra fría, que tiene hartas versiones, pero cuya trama principal es algo así: era el verano de 1997, cuando doña Eva o eso dice la vieja, avistó lo que pensó que era un meteorito o un cohete. Como la Eva es de las que no se aguantan, se acercó a ver el cráter y, para su sorpresa, se encontró con un gigante de fierro que lloraba a moco tendido”.
Después de verlo, Doña Eva se convierte en una especie de Casandra, solo que ella no ve el futuro, sino el pasado. Así, el cuento que le da nombre al libro ya tiene todos los elementos que tendrán el resto de las historias: la narración y la agilidad de la primera persona, sumados a la aparición de los adelantos tecnológicos como algo dado y no como algo utópico.
Uno de los personajes del primer cuento dice: “Curiosamente, una maquiladora agarró un cráter detrás del árbol como vertedero: tarjetas madre de computadora quemadas, monitores viejos, todo tipo de cables inútiles y basura electrónica que hacían mucho más enigmático el sitio”.
En la siguiente historia, la ciencia dura se adentra de lleno en el subgénero espacial. El hecho que justifica la llegada de un mexicano a una estación cósmica es una especie de reclutamiento de braseros galácticos eso sí, cualificados. Un etnólogo, junto a otros estudiosos de ciencias sociales de países periféricos son contratados para entender el lenguaje de planetas próximos a conquistar. “Mi especialidad era la lingüística y eso, en gran medida, determinaba mis objetivos: decodificar la lengua escrita de AN-73”.
Una vez más el mito vuelve a ser importante, ya que explica cómo entender el idioma de los oriundos servirá para colonizarlos. Tomando en cuenta que al comprender su mitología podrán presentarse frente a ellos de cierta manera, como lo hicieron en su momento los conquistadores españoles con Mesoamérica o los soldados ingleses en China.
El tráfico fronterizo en el siguiente cuento titulado: “Cervecería Polvo Lunar”, vuelve a incluir esta ciencia ficción hechiza, en la que nada es reluciente, sino decadente. Aquí, una vez más el protagonista no tiene prueba de sus dichos; solo su propia experiencia. De esta manera leyenda y realidad se entremezclan en una trama de tráfico interespacial.
“¿Que desde cuándo se hace cerveza aquí en la ciudad? Uy. No pues no sabría decirte de más para atrás, pero mi papá, en paz descanse el viejo, me contaba que siempre hubo pisto aquí en la frontera. Según que hasta el Al Capone anduvo por acá echándose sus cheves, pero a mí se me hace que eso ya es pura mentira, para decir que pasó algo interesante acá. Se dicen tantas cosas que uno ya no sabe qué creer, y luego el gobierno se inventa otras para abrir una plaza, mover una pagoda o decir que tenemos centro histórico.”
A esta creación de mitos, se une como ejemplo muy evidente, los corridos, uno dedicado a los visitantes espaciales:
El tripulante lejano
Muy buenas tardes, señores,
vengo a cantar un corrido.
No se me asusten ni espanten,
que es la verdad lo que digo.
Rumbo pa San Felipe,
se apareció un ovni, amigos.
El siguiente relato, “El archivo global”, es el que más refleja el tema central de todo el libro. Un hombre toma una terapia de choque, la cual lo conecta completamente con los recuerdos de su pasado, experimentándolos de manera vívida. “Los anexos indicaban que la clave del método era un procedimiento conocido como “catarsis délfica” que permitía acceder a un registro que solo podía ser descifrado con la ayuda de una potente computadora encargada de traducir las impresiones pasadas del cerebro en nítidas imágenes que se podían proyectar frente al paciente”. De esta manera el hombre ya no enfrenta los fantasmas que su cabeza recuerda, sino atestigua realmente lo que sucedió, rompiendo de esta manera el mito.
De la Peña aborda los temas básicos de la ciencia ficción trayéndolos a un terreno local, jugando con el barroquismo propio de nuestro país, en donde todo se asimila y se adapta a nuestra realidad. Dice Itala Schmelz que en América Latina la distopía no habla del futuro, sino del presente y en estos cuentos eso es vigente.