Tierra Adentro

Un hombre de rostro duro, marcado por años de tormentos, duerme en un miserable camastro de la Penitenciaria Federal de Leavenworth, Kansas. Allí cumple una pena de 20 años. Su cabeza de gigante, profundamente negra y rizada, apunta hacia el pasillo. En la misma cárcel un preso enorme, de cuerpo tosco, se prepara: mientras atraviesa el corredor extiende las manos que introduce entre los barrotes de la celda del primer reo. The bull toma al condenado del cuello y con su fuerza de toro lo aprieta hasta que la resistencia se acaba y el sacudimiento del cuerpo maltrecho se detiene.

 

Es 21 de noviembre de 1922. Ricardo Flores Magón, semiciego y enfermo, es asesinado en una prisión del país del progreso, de la legalidad y las libertades.  A los 48 años, al Prometeo de la libertad,[1] al apóstol revolucionario, como lo llaman, le arrebatan la vida.[2] Finalmente esa pluma de fuego se apaga.

 

A The bull podría decírsele lo mismo que Ricardo escribió en 1911 tras la muerte de Práxedis G. Guerrero, el poeta de la revolución: “¡Ah, soldados que militáis en las filas del Gobierno: cada vez que vuestro rifle mata a un revolucionario, ¡echáis otro eslabón a vuestra cadena!”.[3]

 

El homicidio del periodista conmovió a todos. En Estados Unidos, organizaciones obreras, socialistas, comunistas y anarquistas, realizaron mítines y homenajes inmensos. En México, Soto y Gama[4] habló ante la cámara de diputados: “En lugar de pedir a ustedes luto, algo de tristeza, algo de crespones negros, yo pido un aplauso estruendoso que los revolucionarios mexicanos, los hermanos de Flores Magón, dedican al hermano muerto”[5]. Decidieron traer su cuerpo de vuelta a cargo del Estado. Ninguna protesta, hubo una solemnidad religiosa. Cuando el rebelde ya no era peligroso, lo adularon y glorificaron.

 

No fue el Estado, sin embargo, quien se ocupó del traslado; los obreros no permitieron tal burla hacia uno de los suyos. La Confederación de Sociedades Ferrocarrileras de la República Mexicana, sindicatos y asociaciones obreras enviaron delegados con fondos para el traslado.

Después de 56 días los restos llegaron a la capital en tren, pero antes se detuvieron en cada ciudad importante. En Juárez, medio millón de trabajadores realizó una manifestación. Lucille Norman Brousse,[6] en un telegrama del domingo 7 de enero de 1923, dirigido a Librado Rivera[7], describió una de estas escenas:

 

… Nunca había visto un espectáculo tan hermoso en mi vida, cientos de trabajadores cargaron los restos de mi amado padre … En el tren especial la Bandera Roja flotaba por delante, símbolo de la hermandad y la justicia de los desheredados. A lo largo del camino el peón pagó tributo a su compañero martirizado por su causa con cabezas inclinadas… Los maestros llevaron a sus alumnos a que vieran los rasgos de un apóstol cuyas enseñanzas serán cosechadas en las conciencias de los hombres y las mujeres del futuro.[8]

 

Pese al esfuerzo del gobierno por reivindicar la figura del revolucionario, los trabajadores fueron los responsables de la organización del viaje y el entierro.


 

 

Librado rivera y Enrique Flores Magón. Flickr

Librado rivera y Enrique Flores Magón. Flickr

“Todo es de todos –dice Teodoro Flores, indio mixteco, héroe de tres guerras ¡Repítanlo!  y los hijos repiten. ¡Todo es de todos! (…) la tierra, el agua, los bosques, las casas, los bueyes, las cosechas. De todos. ¡Repítanlo! Noche tras noche los niños lo escuchan, hasta que los vence el sueño. Nacemos todos iguales, encueraditos. Somos todos hermanos. ¡Repítanlo”![9]

 

Los tres niños eran Ricardo, Enrique y Jesús Flores Magón. En Memoria de Fuego II, Eduardo Galeano, rescató esta historia, importante para comprender la figura del apóstol de la revolución mexicana. En Peleamos contra la injusticia, de Samuel Kaplan, aparecen dos relatos más de la familia. Enrique Flores Magón cuenta cómo a los ocho años fue con su padre al Zócalo de la ciudad. Allí, se encontraron con un viejo conocido:

 

-Si eres pobre, Teodoro, tú has de saber por qué. (…) ¿Has olvidado que eres dueño de tres haciendas en nuestra tierra?… vende esas propiedades y te haces rico.

-Pero esas tierras no me pertenecen –dijo mi padre- la tierra pertenece a quien la trabaja, su esfuerzo y su sudor la hacen fértil [10]

 

Otra anécdota, esclarece el carácter de la familia: la manera en cómo Margarita Magón y Teodoro Flores se conocieron. Durante la batalla de Puebla contra el ejército francés, la madre de los rebeldes gritaba y daba aliento a los hombres que peleaban: “¡Valerosos compatriotas, adelante! ¡Salvadores de México, derroten al invasor!”. [11] Mientras Teodoro, respetado liberal, dirigía la carga contra los franceses. Entre cañonazos, balas y muerte, se encontraron. Durante el sitio de la ciudad se enamoraron y ya no se separaron nunca.

 

Ricardo Flores Magón, “el luchador alto, recto y firme como la roca en medio del mar embravecido”[12] según lo describe Librado Rivera, nació el 16 de septiembre de 1873 en Eloxochitlán, Oaxaca. Hijo de Margarita Magón, mujer valiente, y el militar liberal, Teodoro Flores. Vivió su infancia en Oaxaca, pero a los 8 años, la familia se mudó a la Ciudad de México, donde unos años después entró a la Escuela Nacional Preparatoria. Cursó tres años de la universidad como abogado, pero la abandonó porque a los 20 años fue detenido por protestar contra la segunda reelección de Díaz. Le bastó pisar una vez las mazamorras para declararle la guerra al dictador y a las injusticias hasta el día en que murió.

 


 

Amigos y enemigos por igual estaban de acuerdo en un punto sobre Ricardo Flores Magón.  Era el luchador más audaz, más enérgico, activo y firme de la historia mexicana. Soto y Gama lo describió como “el gran rebelde, el inmenso inquieto, el enorme hombre de carácter jamás manchado, sin una mácula, sin una vacilación”.[13] Alonso Cravioto, que después de la revolución se convirtió en senador dijo: “… su voluntad tenía algo de extrahumano…de espíritu abierto y fraternal… a nosotros nos tenía deslumbrados por su carácter de hierro”. Para William C. Owen era un “volcán que nunca dormía”.[14]

 

Decir que sus enemigos lo respetaban no es falsedad. Salado Álvarez, muy cercano al dictador Díaz, antagónico declarado de Magón y miembro del grupo de los científicos recuerda cómo se le pidió Ricardo, más como amenaza, que detuviera sus escritos y él respondió: “Bien sé que se me daría una gran suma de dinero si dejara de atacar a Díaz, pero no es enemistad personal la que me guía, estoy cumpliendo una misión y la llevaré a cabo de cualquier manera, aunque sea exponiendo la vida”. Salado escribió en 1922: “… hay un aspecto de su carácter que no sabría yo condenar. La respuesta de Magón fue la de un hombre honrado”.[15]

 

Desde los 20 años, Ricardo Flores Magón nunca detuvo su trabajo por la libertad. Ni las cárceles más obscuras ni las palizas más encarnizadas apagaron el fuego de su pluma. Su eterna batalla no fue solo contra Díaz y el clero sino contra la explotación y las injusticias. Ni Madero ni Carranza ni Wilson, se salvaron de sus palabras de plomo. Por eso tenían que encerrarlo, y finalmente, por eso lo asesinaron.[16]

En las vísperas del cataclismo social de 1910, era el revolucionario más respetado. Madero osó ofrecerle el puesto de vicepresidente de la república y en 1911 escribió: “yo no peleo por cargos públicos… no quiero pues, ser tirano, soy un revolucionario y lo seré hasta que exhale mi último aliento.”[17]


En 1918 Ricardo Flores Magón y Librado Rivera escribieron un manifiesto dirigido a los trabajadores del mundo. Alentaban a la lucha, a tomar parte activa en la historia. El Manifiesto a los anarquistas del mundo y a los trabajadores en general fue la causa de la condena que pagó Magón: 20 años para él y 15 para su eterno compañero. “Todo indica, por la fuerza de evidencia, que la muerte de la sociedad burguesa no tarda en sobrevenir.”[18]

 

Fueron procesados bajo los cargos de sedición y de violación las leyes de neutralidad y recluidos en la Isla McNeil,[19] donde Magón enfermó, y 15 meses después fue trasladado a Leavenworth. Pero allí, su salud no mejoró, los ojos del apóstol de la libertad se apagaron lentamente.

Mientras, la situación política en México no era propicia, el caudillismo había abanderado la revolución de los trabajadores, por la que tanto habían peleado. Y con el establecimiento de Carranza en el poder, comenzaron a institucionalizarse los grupos revolucionarios.

Durante este encierro Ricardo se sintió abandonado y una melancolía agobiante se posó sobre su pecho, así lo expresa su correspondencia. Desde 1893 el gobierno lo había perseguido, pero en estas fechas le ofrecieron una pensión. La enfermedad lo consumía, pero no por eso su fortaleza se doblegaba. En una carta le escribió a Nicolás T. Bernal:

 

Yo no creo en el Estado; sostengo la abolición de las fronteras internacionales; lucho por la fraternidad universal del hombre… todo dinero obtenido por el Estado representa el sudor, la angustia y el sacrificio de los trabajadores. Si el dinero viniera directamente de los trabajadores, gustosamente, y hasta con orgullo, lo aceptaría, porque son mis hermanos. Pero viniendo por intervención del Estado… es un dinero que quemaría mis manos, y llenaría mi corazón de remordimiento.[20]

 

La reclusión de Magón, su deterioro de salud y la nostalgia producto del abandono, no lograron corromper su voluntad de apóstol. En los últimos dos años de su vida, su escritura cambió abismalmente. Ya no eran los fogosos llamados a la lucha, sino las cartas poéticas de un preso que anhela intensamente su libertad. En una carta a Gus Teltsch le escribió fatalmente:

 

¿Por qué ponen águilas en las jaulas? ¿No saben que las alas necesitan espacio, que las alas son sagradas? Un suspiro por la libertad, por la vida, termino esta carta antes de que mis alas se lastimen en este estrecho encierro.[21]

 

Magón nunca conoció el miedo. Pero en esta prisión lo experimentó por primera vez. El hombre que “había nacido para combatir sin tregua,”[22] aquel que estuvo preso nueve veces antes de esta última, y soportó más de 13 años recluido en pocilgas, que empuñó el rifle y emprendió una lucha armada; en su décimo encierro, tuvo miedo. No fue horror por la muerte[23], sino por la ceguera.

 

Lo paralizaba la idea de las tinieblas infinitas. En otra carta le escribe a Gus de nuevo:

… mis ojos están demasiado dañados. Por lo tanto, estoy en la eterna obscuridad que va a envolverme mientras viva. Para mí, el no ver es una positiva desgracia. No ver más luz… la sola idea hace que se me revuelva la cabeza.[24]

 

Una carta más de julio de 1922, revela el estado de ánimo de Ricardo, el destinatario es desconocido, pero dice:

 

Me esforcé, mi querida camarada, por volver a encender en el corazón del hombre, el fuego sagrado (…) Pero cualesquiera que puedan ser mis sufrimientos, me complazco de haber tratado de hacer al hombre, una parte de lo hermoso.[25]


 

Los revolucionarios mexicanos, salvo los amigos más cercanos, lo olvidaron. Detrás de esos muros, se consumió la salud, mas no la energía ni la entereza de Ricardo. Poco antes de morir, dio una última lección de dignidad y honradez. Debido a su deteriorada salud,[26] se solicitó su libertad y su caso se revisó nuevamente. Podía salir libre, recobrarse de su ceguera y gozar de la vida nuevamente, sólo bastaba una solicitud de perdón. En una carta a Nicolas T. Bernal, confesó:

 

…  nada puede hacerse en mi favor si no hago una solicitud de perdón… Esto sella mi destino; cegaré, me pudriré y moriré dentro de estas horrendas paredes que me separan del resto del mundo, porque no voy a pedir perdón. ¡No lo haré!  … No sobreviviré a mi cautiverio, pues ya estoy viejo; pero cuando muera mis amigos quizá inscriban en mi tumba: “Aquí yace un soñador”, y mis enemigos: “Aquí yace un loco”. Pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: “Aquí yace un cobarde y traidor a sus ideas”.[27]

 

Así llegó la muerte a su celda, la gran libertadora de las tinieblas que lo aterraban. La vida de este revolucionario transcurrió tal y como Práxedis expresó: “Vivir para ser libre, o morir para dejar de ser esclavo”. Yo pienso que mientras pataleaba y se resistía en su celda ese 21 de noviembre, mientras los ojos casi inútiles se cerraban para siempre como dos portones gigantes, vio con claridad y en un segundo toda su vida, se sintió libre al fin, recordó sus mejores años, a los viejos camaradas, a sus padres.

 

Seguramente, mientras pataleaba y se resistía, le llegaron las palabras que escuchaba de niño y comprendió que su tiempo había acabado: “¡Todo es de todos! (…) la tierra, el agua, los bosques, las casas, los bueyes, las cosechas. De todos. ¡Todo es de todos! ¡Todo es de todos!”

Ricardo y Enrique Flores Magón. Wikimedia Commons

Ricardo y Enrique Flores Magón. Wikimedia Commons


 

 

[1] Librado Rivera se refiere de esta forma a Magón en el prólogo del libro Ricardo Flores Magón, el apóstol de la revolución mexicana, mientras que Diego Abad de Santillán autor de éste, se refiere al revolucionario oaxaqueño como un apóstol; al igual que Alfonso Cravioto y Soto y Gama.

[2] Librado Rivera aseguró siempre que su compañero Ricardo, al que vio un día antes, fue asesinado, pues “tenía la cara negra hasta el cuello y la frente tendida hacia atrás”, es decir, con signos claros de estrangulamiento. Véase; Librado Rivera, “Persecución y asesinato de Ricardo Flores Magón”, 1923. Disponible en http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/literatura/pqsla/1.html.

Además, sobre la   participación de The bull en el asesinato, véase: Rafael Carrillo, “Ricardo Flores Magón, esbozo biográfico” México, 1945. pp. 52 y 53. Disponible en: http://archivomagon.net/biblioteca-digital/biblioteca-digital-ricardo-flores-magon/.

[3] Ricardo Flores Magón, “Práxedis ha muerto”, Regeneración, 1911, tomo 4, número 20. Disponible en: http://archivomagon.net/periodicos/regeneracion-1900-1918/4ta-epoca/e4n20/.

[4] Antonio Díaz Soto y Gama fue un político, diputado y abogado liberal, se opuso a la dictadura porfirista y fue uno de los fundadores del Club Ponciano Arriaga. En 1912 participó en la formación de la Casa del Obrero Mundial, en 1913, se unió al Ejercito Libertador del Sur y en 1920 fundó el Partido Nacional Agrarista. Véase: Pedro Castro, Antonio Díaz Soto y Gama, agrarista, en Polis,  vol. ll, UAM-I, 2000, p.p. 257-282. Disponible en: https://polismexico.izt.uam.mx/index.php/rp/article/view/535/531.

[5]Carrillo, Ricardo Flores Magón, esbozo biográfico, México, 1945, p. 53.

[6] Lucille Norman fue la hija adoptiva de Ricardo Flores Magón, quién estableció una relación afectiva con Maria Brousse Talavera, madre de ésta. Véase más en: http://archivomagon.net/obras-completas/art-periodisticos-1900-1918/1918/1918-06/.

[7] Librado Rivera fue un profesor, periodista y revolucionario anarquista mexicano. Escribió en periódicos como el Hijo del Ahuizote -donde conoció a los hermanos Flores Magón- y Regeneración. Fue un miembro importante del Partido Liberal Mexicano. Véase: Aurora Alcayaga, Librado Rivera en el movimiento anarquista mexicano 1905-1932, tesis de maestría, México, UAM-I, 1990. Disponible en: http://148.206.53.84/tesiuami/UAM9434.pdf.

[8] Ricardo Flores Magón, el ultimo viaje del anarquista, documental, 15 minutos, productora: Abril Schmucler, México. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=InxuRZG7IWU.

[9] Eduardo Galeno, Memoria del fuego ll, Madrid, Siglo XXl, 1985, p. 201.

[10] Samuel Kaplan, Peleamos contra la injusticia, México, Libro-Mex, 1960, p.p 11 -12.

[11] Ibidem, p. 16.

[12] Diego Abad de Santillán, Ricardo Flores Magón, el apóstol de la revolución mexicana, p. 38.

[13] Carrillo, Op. cit., p. 53.

[14] William C. Owen, La muerte de Ricardo Flores Magón, Freedom, Londres, 1922. Disponible en: http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/literatura/pqsla/2.html.

[15] Salado Álvarez, cit pos Abad de Santillán, Op. Cit., p. 104.

[16] Véase respectivamente: Francisco I. Madero es un traidor a la causa de la libertad, disponible en: http://archivomagon.net/periodicos/regeneracion-1900-1918/4ta-epoca/e4n26/; Carranza traiciona la revolución, disponible en:http://archivomagon.net/wpcontent/uploads/e4n238.pdf; y Las utopías de Woodrow Wilson, disponible en: http://archivomagon.net/wp-content/uploads/e4n176.pdf.

[17] Flores Magón, Francisco I. Madero es un traidor a la causa de La libertad, Regeneración, Tomo 4, número 26, 1911.

[18] Puede leerse completo en: http://archivomagon.net/obras-completas/manifiestos-y-circulares/manifiestos-1918/1918-112/1918-112/

[19] Esta pena debe entenderse en el contexto de la primera guerra mundial. No sólo Regeneración, sino la prensa disidente en general y los revolucionarios que alentaban a sabotear el enfrentamiento bélico eran recluidos en la prisión.

[20] Flores Magón a Nicolas T. Bernal, 20 de diciembre de 1920, Archivo Magón. Disponible en: http://archivomagon.net/obras-completas/correspondencia-1899-1922/c-1920/cor24-2/

[21] Flores Magón a Gus Teltsch, 29 de octubre de 19202, Archivo Magón. Disponible en: http://archivomagon.net/obras-completas/correspondencia-1899-1922/c-1922/cor129-2/.

[22]Abad de Santillán, Op., cit., p. 100.

[23] Antes escribió sobre ésta: “la muerte es la gran libertadora… estoy cansado de ver a la muerte pintada como un gran esqueleto humano. Si yo fuera un artista pintaría a la muerte completamente diferente, como una bella doncella, por ejemplo”.

[24] Flores Magón a Gus Teltsch, 4 de mayo de 1920, Archivo Magón. Disponible en: http://archivomagon.net/obras-completas/correspondencia-1899-1922/c-1920/cor06-2/.

[25] Flores Magón, destinatario desconocido, 8 de julio de 1922, Archivo Magón. Disponible en: http://archivomagon.net/obras-completas/correspondencia-1899-1922/c-1922/cor118-2/.

[26] Magón además de la afección visual, padecía diabetes, su peso era muy bajo y en 1920 enfermó de influencia y pulmonía. A pesar de su grave estado de salud las autoridades estadounidenses aseguraban que estaba sano y dificultaron la atención médica que necesitaba. Véase: Abad de Santillán, Op., cit., p. 134; Librado Rivera,  “Persecución y asesinato de Ricardo Flores Magón”, 1923. Disponible en http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/literatura/pqsla/1.html. ; y la cartas dirigidas a Gus Telstch del 1 de marzo de 1920, disponible en: http://archivomagon.net/obras-completas/correspondencia-1899-1922/c-1920/cor04-2/ y

[27] Flores Magón A Nicolas T. Bernal, 6 de diciembre de 1920, Archivo Magón. Disponible en: http://archivomagon.net/obras-completas/correspondencia-1899-1922/c-1920/cor18-2/.