Tierra Adentro
Ilustración realizada por Mildreth Reyes

Si debes robar, roba un poquito, y deja lo demás para la nación

–Joseph Mobutu

 

Hoy, 7 de septiembre, se cumplen 25 años de la muerte de Joseph-Désiré Mobutu, dictador de la República Democrática del Congo de 1965 a 1997, figura arquetípica de todos los males político-estatales que aquejaron a dicho país, a muchos otros en el continente africano y en el mundo. Sin embargo, la muerte del dictador no significó el fin de la tiranía, nuestra época todavía experimenta algunos resabios de las cleptocracias hereditarias dentro y fuera de África.

De inicio, me gustaría aclarar algunos conceptos esenciales para comprender cómo un aliado indispensable a la causa independentista se transformó en el principal colaborador de las antiguas potencias explotadoras del país y logró mantenerse en el poder hasta el final de la Guerra Fría.

De manera complementaria y como parte de las reflexiones finales, quisiera establecer algunas características estatales que formaron al Congo de Mobutu y a muchos otros Estados de la región, y si existe alguna alternativa para evitar desenlaces negativos debido a gobiernos tan detestables.

Mobutu en la Independencia del Congo (1960-1965)

El 30 de junio de 1960, Patrice Lumumba y Joseph Kasavubu, fueron elegidos libremente por los ciudadanos como Primer Ministro y Presidente de la República Democrática del Congo. Este suceso provocó un torbellino de independencias que dieron origen a más del 50% de los países actuales en el continente durante la década de 1960.

Desafortunadamente, en el caso del Congo y de muchos otros países africanos, el aparato estatal precedente consistía en un gobierno de corte paternal, autoritario y altamente represivo1, diseñado para responder a las necesidades del mejor postor, ya que su infraestructura estaba enfocada en extraer los recursos naturales del país para satisfacer a otros cruzando el mar. Además de ser un estado cobijado y dependiente de la antigua metrópoli en términos económicos y políticos.

Entre todo este desorden, Lumumba y Kasavubu concebían nuevas propuestas de construcción y desarrollo político y, como resultado, tuvieron un difícil primer año de independencia nacional. Ambas figuras estaban polarizadas, el Primer Ministo se inclinaba hacia la URSS y la ideología socialista2 y frente a la postura del Presidente, más alineada con el bloque capitalista, las autoridades ex coloniales Belgas y el propio Mobutu no interferirían en el asesinato y la posterior desaparición del cuerpo de Lumumba en ácido.3

Por si fuera poco, entre 1960 y 1963, las autoridades Belgas apoyaron la escisión armada del Estado de Katanga, ubicado en el sureste del país con yacimientos minerales importantes. Ante un panorama tan desolador, Mobutu, en calidad de Jefe del ejército nacional congoleño, ya había intervenido a principios de 1960 para destrabar la lucha entre Lumumba y Kasavubu. Poco después decidió tomar acción definitiva para encauzar el destino nacional hacia un nuevo rumbo.

Es así que en noviembre de 1965, ante una nueva disputa política entre Kasavubu, y el nuevo Primer Ministro Moisés Tshombe, y respaldado por el gobierno de Estados Unidos4, Mobutu decidió ejecutar un segundo golpe de Estado para asumir la presidencia y eliminar la figura del Primer Ministro para 1966.

El Congo de Mobutu: 1965-1997

Ya al mando, Mobutu prometió reducir las demandas político-étnicas que se habían presentado en el país desde su independencia; sin embargo, conforme pasaron los meses, las verdaderas prioridades gubernamentales fueron esclareciéndose. Una de ellas sería la centralización total del poder en la investidura presidencial y el desarrollo intensivo de aparatos estatales represivos como el ejército y la policía secreta, los cuales serían las herramientas predilectas del dictador para acallar y eliminar cualquier tipo de disidencia política.

En términos institucionales, todos los organismos civiles y judiciales fueron empleados para el enriquecimiento ilícito e irrestricto de Mobutu y sus directivos. Una parte de esos recursos fue utilizada para sobornar a posibles opositores y mantener de su lado a la élite política nacional.5

Curiosamente, dentro de esta recentralización, sí hubo cierto interés por formalizar e institucionalizar al Estado, aunque el verdadero propósito fuera el control. Entre 1967 y 1974 se crearon nuevas constituciones donde se oficializaron los poderes omnímodos del ejecutivo y se dio el patrimonio exclusivo del Estado al partido del Movimiento Popular de la Revolución (Mouvement Populaire de la Révolution – MPR).

En una de sus múltiples estrategias para ganar el apoyo popular, Mobutu decidió lanzar la “política de Autenticidad”, la cual buscaba abolir el tribalismo y regionalismo mediante el fomento del nacionalismo, aunque solo fue una de las fachadas para el saqueo y robo del país, al igual que las numerosas construcciones que se llevarían a cabo a favor de la “modernización y el desarrollo nacional.6

Bajo la “política de Autenticidad” se reformó la identidad del país, empezando por el nombre de los lugares y de los ciudadanos. Así fue como el Congo fue llamado Zaire hasta 1997. No obstante, el efecto más destructivo de aquella política no se realizaría sino hasta principios de la década de 1970. En el ímpetu de la radicalización del movimiento de autenticidad, Mobutu nacionalizó sectores clave de la economía como la agricultura y la minería, y dejó fuera a los aliados anteriores y a los dueños coloniales.

Esto, aunado a la caída del precio del cobre en 1974 (principal producto de exportación nacional) y al aumento del precio del petróleo durante el final de la década destruyeron por completo la economía del Congo.7 Desde ese año, el país tuvo que someterse a los dictados del FMI y el BM para reestructurar su economía a cambio de préstamos y “ayuda para el desarrollo” que, lejos de mejorar las condiciones políticas y económicas nacionales, sumirían al Congo en un estado de eterna crisis, inflación y pobreza.

Entre los distintos periplos con las políticas externas, Mobutu siempre estuvo orientado a satisfacer los intereses de Estados Unidos dentro del continente africano. Aunque, sin que él lo supiera, esto significó la ruina de su régimen. Tres eventos marcarían el principio del fin de su gobierno:

1) la Guerra de Independencia (1961-1974) y 2) la Guerra Civil en Angola (1975-2002). En ambas, el gobierno de Kinshasa apoyó a la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) frente al bando victorioso del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA). En 1989, el MPLA contaba con la retirada total de todas las fuerzas extranjeras en su territorio, y aisló el régimen de Mobutu que era considerado como “mal visto” durante el fin de la Guerra Fría.

3) la Guerra Civil de Rwanda (1990-1994), a pesar de que hubo un intento local y externo de asirse de aliados valiosos, para Mobutu esto representó el último clavo en su ataúd político. Incluso habiendo cobijado a refugiados hutus durante el ominoso genocidio, Mobutu apoyó al bando rwandés que perdió la guerra civil.

Ante este resultado, el líder del Frente Patriótico Nacional y posterior presidente de Rwanda, Paul Kagame, contaba con un ejército compuesto de múltiples nacionalidades que había ganado una guerra civil. Frente a él, el ejercito congoleño se encontraba debilitado gracias a la crisis económica que perseguía a la nación desde 1975. Una guerra con Rwanda hubiera sido imposible de ganar.

Y así, en el transcurso de un par de meses, el régimen de Mobutu dejaría el mundo igual que como había llegado: bajo un golpe militar liderado por un antiguo opositor, Laurent-Desiré Kabila, apoyado por el mismo gobierno de Rwanda, quién, en el futuro, volvería a intervenir militarmente entre 1998 y 2003 para derrocar infructuosamente, a Joseph Kabila, hijo y sucesor presidencial de la renombrada República Democrática del Congo.

Conclusión: El Congo después de Mobutu

Más de 30 años de un regímenes cleptocráticos y corruptos como lo fue el de Mobutu, y otros tantos de la dinastía Kabila han hecho poco por institucionalizar a este Estado africano. Durante décadas y décadas, el Congo ni siquiera a alcanzado un grado de solidez que pueda dotar de seguridad física a sus ciudadanos.

Este caso, como el de muchos otros estados africanos, forma parte de un interesante texto publicado Jefrey Herbst sobre las ventajas y desventajas de dichas conformaciones políticas en el continente. Las presentaré de manera general para cerrar con algunas propuestas y consolidar una reflexión sobre la condición del continente africano.

En su libro States and Power in Africa: Comparative Lessons in Authority and Control, Herbst establece que los Estados solamente pueden ser viables si son capaces de controlar el territorio definido por sus fronteras por medio de su propia autoridad8 e instituciones coercitivas y de defensa cuyo principal objetivo es la seguridad de la población.

Esto se ve afectado por factores geográficos (extensión territorial) y económicos que principalmente impiden la expansión efectiva de control y autoridad en todo el territorio, y también gracias a la manipulación efectiva de las fronteras, determinadas por los poderes coloniales, para generar legitimidad en la población.9

Y ante la euforia de la independencia nacional durante la segunda mitad del S. XX10, conceptos como la extensión del territorio nacional no fueron cuestionados ni en términos políticos, sociales, ni culturales, por lo cual muchos Estados africanos actuales contienen un sin fin de etnias y grupos que no responden a construcciones principalmente europeas como la nación, componente indisoluble del Estado Moderno.

A partir de esta problemática, es indispensable para cualquier proyecto de reforma institucional estatal, la seria consideración de la relación entre recursos y extensión geográfica en el presente y a futuro para poder crear un Estado que se mantenga en el tiempo, sirva a sus ciudadanos, y se desligue de nociones no propias como la nación homogénea en términos sociales que, como hemos visto en el caso del Congo, genera más divisiones que cohesiones.

Por lo tanto, es a partir de cuestiones tan fundamentales como el tipo de territorio, población y gobierno, elementos esenciales del Estado Moderno, que África debe de empezar a constituir su propio camino en la elaboración de un sistema de gobierno que no replique los modelos heredados de Europa, que eran utilizado para el control y explotación su territorio.

Fuentes consultadas

  • Meditz, Sandra y Merrill Tim, eds., Zaire: a country study, Federal Research Division, Library of Congress, Estados Unidos, 1994.
  • · Kisangani, Emizet François, Historical dictionary of the Democratic Republic of the Congo, Rowman & Littlefield, Reino Unido, 2016.
  • Van Reybrouck, David, Congo: The Epic Story of a People, Harper Collins, Estados Unidos, 2014.
  • Herbst, Jeffrey, States and Power in Africa: Comparative Lessons in Authority and Control, Princeton University Press, Estados Unidos, 2014.
  • Du Bois, William Edward Burghardt, Africa, Its Geography, People and Products & Africa-Its Place in Modern History, Oxford University Press, Estados Unidos, 2007.

  1. Meditz, Sandra y Merrill Tim, eds., Zaire: a country study, Federal Research Division, Library of Congress, Estados Unidos, 1994, p. 18.
  2. Ibíd., p. 32.
  3. Y del cual solamente quedó un diente de oro que recientemente fue devuelto por autoridades belgas en una especie de “ceremonia de resarcimiento del daño” a los familiares de Lumumba. Y que curiosamente es tratado por el siguiente artículo de la BBC: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-61875185
  4. Ibíd., pp. 46-47.
  5. Kisangani, Emizet François, Historical dictionary of the Democratic Republic of the Congo, Rowman & Littlefield, Reino Unido, 2016, pp. 14-15.
  6. Van Reybrouck, David, Congo: The Epic Story of a People, Harper Collins, Estados Unidos, 2014, p. 407.
  7. Meditz, Sandra y Merrill Tim, eds., Ibíd, p. 54.
  8. Herbst, Jeffrey, States and Power in Africa: Comparative Lessons in Authority and Control, Princeton University Press, Estados Unidos, 2014, p. 3.
  9. Ibíd. pp. 252-254.
  10. Ibíd. p. 254.
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