Tierra Adentro
Ilustración realizada por Julissa Montiel
Ilustración realizada por Julissa Montiel

“Resistir”: la palabra se pronuncia hoy en día como parte de un discurso romantizado respecto a la supervivencia. Las otredades cuyo posicionamiento político y social ha logrado agenciar una identidad fuera de los esquemas establecidos por la cultura dominante, son quienes ofrecen un vestigio del significado de este concepto con el que las comunidades y pueblos originarios han existido en la Ciudad de México (CDMX).

Sirva de ejemplo los 12 pueblos indígenas de Milpa Alta, cuya historia es similar a los demás en la capital. De acuerdo con el artículo “Pueblos originarios, formas de comunalidad y resistencia en Milpa Alta” las revueltas y represión marcaron el inicio de la Revolución Mexicana. A raíz de las protestas contra los nuevos impuestos en febrero de 1911, los enfrentamientos con las fuerzas federales comenzaron.

La situación empeoró en 1913, cuando San Pablo Oztotepec, es uno de los 12 pueblos originarios de la alcaldía, fue atacado y quemado por las fuerzas gubernamentales, y continuaron los fusilamientos públicos de supuestos partidarios zapatistas hasta 1914. Para julio de ese mismo año, cuando Oztotepec acogió a los rebeldes y reafirmó el Plan de Ayala. Dos años después, el ejército carrancista atacó. Así, la población migró a otros puntos de la CDMX, Morelos y Guerrero.

Esta migración masiva generó una desarticulación en la estructura productiva de Milpa Alta y otras regiones cercanas, que se prolongó hasta el final de la lucha armada en 1920. La historia de Milpa Alta se vio moldeada por la violencia y la resistencia durante aquellos años tumultuosos de la Revolución Mexicana. 

La existencia es lo que está en juego. Se tiene el registro de 139 pueblos y 58 barrios originarios distribuidos en las 16 alcaldías de la CDMX 1

Las distintas formas de permanencia con las que estas comunidades han perdurado en la actualidad atraviesan desde el territorio que ocupan hasta las lenguas maternas con las que enuncian su existencia. Aunque los pueblos y comunidades indígenas hayan afianzado un lugar en la representación social, aún quedan obstáculos por enfrentar.

Lengua y escolarización: retos de las comunidades indígenas

“Quizás los retos más grandes sean los procesos de escolarización a que se enfrentan las nuevas generaciones de miembros de las comunidades indígenas residentes en la Ciudad de México”, explicó en entrevista Carlos Bravo Vazquez, Director de Pueblos y Barrios Originarios.

Bravo ha observado que en las escuelas de la Secretaría de Educación Pública (SEP), solo se habla, piensa y se convive en español.  Las repercusiones cobran factura en las hijas e hijos de integrantes de comunidades indígenas residentes. Al prescindir de sus lenguas maternas en otros núcleos sociales tampoco se hablan en el hogar.

En la valoración de Bravo se trata de un problema cultural tanto de los integrantes de las propias comunidades indígenas y de la SEP, pues carece de contenidos sobre la diversidad étnica cultural y lingüística de la Ciudad de México en sus programas de estudio.

“El asunto es más complejo que la asignación de recursos financieros” se refirió a la advertencia del Movimiento de Pueblos, Comunidades y Organizaciones Indígenas de la Ciudad de México (MPCOMN), que se ha distinguido por informar sobre la permanencia de las lenguas originarias en el país y la capital.

En febrero de 2023 alertó que al menos la mitad de ellas están en peligro de extinción. El principal motivo es el bajo presupuesto de 64 millones 696 mil 287 pesos que el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INLI) recibió para  cuidar del desarrollo de esta riqueza lingüística.

Los esfuerzos de preservación culturales y económicos en la CDMX mantienen vivos las lenguas originarias entre las que resaltan Náhuatl, Mazateco, Mixteco y Otomí. Son las que tienen más presencia en la capital, donde hay 125 mil 153 hablantes de lenguas indígenas. A nivel nacional, hay  7 millones 364 mil 645 personas de “tres años y más de edad” que pertenecen a este grupo, de acuerdo al censo elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) durante 2020.

Una de las iniciativas gestionadas desde la Secretaría de pueblos y barrios originarios para detener la extinción de las lenguas maternas es la serie “Lenguas en resistencia”, en el canal once, que se elaboró a partir de entrevistas a integrantes de estos lugares. Además, en coordinación con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), se ha realizado la consulta para establecer la Universidad de las Lenguas Indígenas de México, en la alcaldía Milpa Alta. 

Dos sujetos: los pueblos originarios y las comunidades indígenas residentes

Aunque las estadísticas y estudios sobre indigenismo junten a los pueblos y barrios en una categoría, se trata de dos entes distintos en el caso particular de la CDMX. En los primeros, aun cuando se trata de pueblos que en su mayoría descienden de la cultura nahua, “pocos, muy pocos conservan el uso de la lengua náhuatl como medio de comunicación y de construcción de identidades”, enfatizó Bravo.

El lugar donde tiene mayor presencia esta lengua es en el pueblo de Santa Anna Tlacotenco, Milpa Alta, donde los habitantes intentan transmitirla a las nuevas generaciones y otras comunidades. Además juega un gran papel La Academia de la lengua náhuatl, entre otras organizaciones que han conformado los propios pobladores. En este caso se puede hablar de una permanencia autogestionada desde la tradición oral.

En cuanto a las comunidades indígenas residentes en la capital, habría que mencionar distintas características: “En primer lugar que se trata de población que ha migrado de su lugar de origen a la CDMX”. En los territorios que ocupan desempeñan sus actividades económico laborales.  

En la mayoría de los casos, de acuerdo con Bravo, los habitantes son residentes de hasta tercera generación. Significa que nacieron en la ciudad de México y el vínculo que mantienen con sus prácticas y lengua es distinto al que tuvieron sus antepasados.

Los vínculos con la tierra y sus creencias religiosas perduran

Si bien, el tiempo ha cobrado factura en la preservación de las lenguas originarias y la urbanización ha representado una amenaza para los territorios, persisten algunas prácticas que han recuerdan los orígenes de los pueblos indígenas. “En Xochimilco conservan su relación con la tierra y los recursos que les ofrece el medio ambiente, para la práctica de la agricultura”, mencionó Bravo.

En Milpa Alta aún se implementan prácticas agrícolas tradicionales, como la milpa (cultivo de maíz, frijol y calabaza). Este  agroecosistema mesoamericano respeta los ciclos naturales y permite la preservación de la biodiversidad local, lo mismo ocurre con Tlalpan y Tláhuac.

Bravo también explicó que todos los pueblos originarios tienen sus ciclos anuales de festividades religiosas. Tláhuac resalta por sus grandes carnavales; mientras que los de Xochimilco, se caracterizan por las festividades en honor a su Deidad principal: en NiñoPa.

Permanencia desde la identidad cultural

A lo largo de la historia, los pueblos y barrios originarios han permanecido debido a la reproducción de su cultura en las generaciones nuevas de habitantes. Se han adaptado a los cambios en la sociedad mexicana y mantienen sus actividades agropecuarias pese a cohabitar un entorno urbanizado.

Sin embargo, algunos autores como Emiliano Gómez Izaguirre, advierten que romantizar el concepto “resistencia” es también una forma de discriminación, pues se corre el riesgo de minimizar o ignorar los verdaderos desafíos de estas comunidades. De esta forma, se podría pensar en los pueblos indígenas en meros objetos exóticos de admiración, lo que perpetúa estereotipos y actitudes paternalistas hacia ellos, de acuerdo con el texto “Romantizar las resistencias Indígenas también es discriminación”.

El principal peligro de romantizar la resistencia de las comunidades indígenas es la complacencia o la satisfacción con gestos simbólicos; mientras se ignoran las necesidades reales y  se evita brindar un apoyo real y sostenible.

Para Bravo, los pueblos y barrios originarios de la CDMX, han existido y sobrevivido a los impactos del crecimiento urbano: “Reproducen sus ciclos festivos de la religión católica, sus tradiciones y cultura, con ello sus propias formas de organización social, que se encargan precisamente de esa reproducción”, concluyó. 

Los procesos de preservación de cada comunidad también están amparados ante la ley de la CDMX. Uno de los objetivos de estas legislaciones es prevenir los actos discriminatorios en un proceso incluyente dentro de la sociedad mexicana. Los ciudadanos de la capital que hablan una lengua indígena son reconocidos ante la Constitución Política de la Ciudad de México por el artículo 57, de acuerdo con el número ocho de la revista Ciudad Defensora.

El artículo 59 establece que los pueblos y barrios originarios tienen derecho a la libre determinación para definir su condición política y el desarrollo económico, social y cultural. Por último, se menciona que el gobierno de la CDMX debe garantizar el acceso al trabajo, a la salud, educación y representación política.

Fuente de información:

  • Cultural Survival: “Romantizar las resistencias indígenas también es discriminación” (https://www.culturalsurvival.org/news/romantizar-las-resistencias-indigenas-tambien-es-discriminacion)
  1. Álvaro Obregón (10 pueblos), Azcapotzalco (25 pueblos), Benito Juárez (10 pueblos y un barrio), Coyoacán (7 pueblos y 7 barrios), Cuajimalpa de Morelos (5 pueblos), Cuauhtémoc (2 pueblos y 2 barrios), Gustavo A. Madero (9 pueblos y 7 barrios), Iztacalco (1 pueblo y 7 barrios), Iztapalapa (15 pueblos y 11 barrios), Magdalena Contreras (cuatro pueblos), Miguel Hidalgo (5 pueblos), Milpa Alta (12 pueblos), Tláhuac (7 pueblos), Tlalpan (11 pueblos y 7 barrios), Venustiano Carranza (2 pueblos), Xochimilco (14 pueblos y 17 barrios). Fuente:  Ciudad Defensora. Número 8, año 1. Septiembre-Octubre 2020.