Cumpleaños 70 de Clive Barker: Nuestra es la carne
Al escuchar el nombre “Clive Barker” vienen a la mente torturas, sangre, sadismo y mucho sexo, además de portentos que solo la imaginación de un genio podría concebir. El narrador, dramaturgo, dibujante, productor y director inglés nacido en Liverpool en 1953 es conocido dentro del género de terror, tanto literario como cinematográfico, y en el de fantasy, como uno de los creadores más interesantes y extraños que surgidos en los años 80.
Con todo y los problemas de salud que Barker había sufrido y, según parece, superado, dio cabida a novelas como Scarlet Gospels (2015), una continuación de Los libros de sangre, especialmente sobre el detective de lo oculto: Harry D’amour, y de Hellbound Hearts (mejor conocida como Hellraiser) y su historia de los cenobitas. A pesar de la calidad vacilante, y de que la fantasía fuera constante en la novela, fue nominada a los Premios Bram Stoker (los más importantes en el género de terror), donde perdió contra la también interesante y propositiva A head full of ghosts de Paul Tremblay.
La salud de Barker comenzó a medrar en 2008, sufrió de pólipos en la garganta que lo mantuvieron alejado del medio literario y cinematográfico. En 2012 empeoró debido a una infección en la sangre que casi le cuesta la vida. Desde entonces, los rumores sobre su salud cada vez más deteriorada se han mantenido, así como los rumores sobre su falta de capacidad creativa. Sin embargo, Barker ha asegurado, tanto en su página oficial como en redes, que trabaja en una novela: Deep Hill, una historia “halloweenesca”, “muy oscura” y situada en Pennsylvania, además de una nueva colección de relatos que se llamará Fear Eternal.
Hablar de la obra barkeriana es remitirnos a una basta producción, tanto en cine como en literatura, donde últimamente ha imperado la veta de fantasía que el autor inglés mantiene en sus obras desde el principio, aunque exacerbándolas hasta invocar mundos pletóricos de maravilla con toques macabros en su ambientación, más que propiamente de horror. Sin embargo, si atendemos a los inicios del autor, cuando escribía y dirigía obras de teatro, es fácil entender cómo la mente creativa de Clive Barker siempre ha contemplado varios frentes.
Stephen King, al publicar la primera edición de los Books of Blood (1984-1985), hizo una declaración colmada de esperanza: “He visto el futuro del horror y su nombre es Clive Barker”. A pesar de la facilidad con la que el autor de Maine suele sorprenderse, la exaltación de King no fue una mera cortesía hacia Barker, sino una manifestación de que algo tremebundo ocurría dentro de los libros del escritor inglés.
A pesar de la fama de algunas de sus novelas posteriores, como Cabal (transformada en Nightbreed para el cine, con una pobre aceptación de parte del público) o Abarat, donde la literatura juvenil y la fantasía se mezclaban con elementos siniestros, el reconocimiento por la prosa barkeriana se debe a la serie de seis libros titulada Books of Blood, que en español podían conseguirse en cinco tomos. Los primeros tres titulados Libros de Sangre, editados por Planeta, y luego por Martínez Roca, y Sangre y Sangre 2, también en Martínez Roca, bajo el sello icónico “Gran Super Terror”. La editorial madrileña Valdemar, reeditó la serie en dos volúmenes, en su colección Gótica, cada tomo contenía tres libros. Como adenda, las novelas Hellraiser (Hellbound Hearts) y The Scarlet Gospels (ambas traducidas por Hermida Ediciones), son ejemplos claros de la fantasía onírica y sádica de un escritor preocupado por las pesadillas.
El estilo de Barker es amplio y variado, con influencias tan vastas como Burroughs, Sade, Melville y Poe, que amalgaman una narrativa cargada de estéticas sublimes, siniestras y grotescas. No solo son las temáticas que viran hacia lo fantástico (sus visiones del infierno, de los reinos perdidos del sueño o de las regiones desérticas muy cercanas a los cuentos de Las Mil y una Noches), ni el tremendismo de sus descripciones sádicas y sangrientas. Su escencia recae en la utilización de descripciones explícitas al lado de construcciones sugerentes que atisban un interés por el vertiginoso vórtice de sentimientos humanos, relaciones tensas y esperanzas perdidas. Además de una serie de personajes que se encuentran, en un estado de decadencia palpable desde el establecimiento de las tramas. Lo que logra Clive Barker es rasgar ese velo de “bienestar cotidiano”, similar al American Dream, a pesar de su nacionalidad, y hurgar en el lado oscuro de la mente, el deseo y las relaciones interpersonales.
Empezando por Hellraiser, que ha gozado de popularidad con diez adaptaciones y un reboot anunciado con Jamie Clayton como Pinhead. La actriz trans llevará a cabo el papel uno de los cenobitas o guardianes de un infierno bastante peculiar, apelando al carácter hermafrodita del personaje encargado del placer y del dolor de quienes se atreven a cruzar la frontera del otro mundo. Sin duda podremos apreciar la naturaleza onírica y dionisiaca que viene de la mente creativa de Barker.
La novela plasma la historia de una pareja conformada por Rory y Julia, quienes no están en su mejor momento, a pesar de los pocos años de su matrimonio, y de Frank, el diletante hermano de Rory, que siempre está en búsqueda de los placeres más intensos y profundos sin importar las consecuencias. La historia de “la configuración del lamento” o “la caja de Lemarchand” se entrevera en la trama principal como un artefacto capaz de invocar a los miembros de la Orden de la Incisión, así como rasgar el velo de una realidad anodina e insuficiente. Frank piensa que el placer prometido por aquellos cenobitas representa un epítome para la experimentación; sin embargo, ese placer no es el que imagina, ya que dentro de una visión sadomasoquista los cenobitas conciben al dolor extremo como un particular y exquisito avatar del placer más excelso. Frank es llevado a ese mundo de sangre, carne, sexo y excreciones, y se olvida de este plano para siempre. Es Julia, la esposa insatisfecha, quien accidentalmente encuentra la manera de traer de vuelta a Frank desencadenando.
Se nota que Barker es conocedor de la vieja tradición de la literatura de terror ya que, entre otras cosas, en Hellraiser recrea a un personaje “de corazón puro”, arquetipo del gótico: Kirsty, la joven enamorada que está ante la perversidad de Julia y Frank. El autor triunfa al utilizar recursos variados como la visión religiosa, las leyendas urbanas y los mitos, todo combinado con sus habilidades creativas. Hellraiser es una muestra cruenta sobre la naturaleza del deseo, el dolor y el placer imaginativo, aunque sirva ésta para alimentar las pesadillas.
En los famosos Libros de Sangre, Barker contempla decenas de posibilidades entreveradas en las tramas de cuentos cercanos y a la vez disímiles a sus intereses. Los libros cuentan con una introducción que enmarca el símbolo de la sangre y el sufrimiento como leitmotivs de la sabiduría barkeriana: “Todo cuerpo es un libro de sangre; dondequiera que estemos abiertos, somos rojos.” La tintura de la fuente de la vida no es ya un símbolo tan solo del vampirismo o de la enfermedad, sino un disfrute y una sapiencia a la que puede accederse desde otros puntos de vista, especialmente aquellos enmarcados en el “otro lado”.
El siguiente relato que abre la colección como una declaración de su estética salvaje y gore. A pesar de la belleza con la que entinta sus relatos, es “Tren de carne a la medianoche”, donde se cuenta la historia de un asesino en el metro, y de un universo oculto en los andenes subterráneos. Barker convierte algunos miedos ancestrales del ser humano: el miedo a sufrir dolor corporal, el miedo a la oscuridad en la otredad de la criatura citadina, a través de un ejercicio de folklore tan propio de las leyendas contemporáneas, algunas urbanas y otras situadas en el campo.
La existencia de seres ancianos, anteriores al ser humano, ha sido explorada en la literatura de terror desde las novelas góticas, donde la existencia del Diablo no se ponía en duda. Tiempo después también pasó lo mismo con las criaturas pertenecientes al folklore: djinnes, vampiros, momias. Algunas de estas manifestaciones encontraron su punto medular con los narradores de finales del XIX, con Drácula levantaron de sus mausoleos a viejos dioses, seres preternaturales o naturales, y criaturas que siempre han estado ahí, en la tierra y en los campos, o más allá como en las visiones de Lovecraft y su círculo.
Clive Barker encontró esta veta después los años 50 y 60, una época repleta de los miedos a la hecatombe nuclear, a los “rojos” y de la paranoia de no saber quién realmente era el vecino de al lado. El deslumbre de las fantasías demoniacas (El Bebé de Rosemary, El Exorcista, Juicio a Satán) dio paso a narrativas como las de King, enfocada en la cotidianidad del horror. Lo que construye Barker no es mera fantasía, pues los personajes que sufren el rasgado del velo son investigadores, hombres de negocios, familias londinenses, parejas homosexuales, corredores o aficionados al cine. La diferencia radica en el tipo de horrores que a los que ellos se enfrentan: en la naturaleza verdadera de un hombre que se aparece en una zona habitacional diseñada para situar a la población negra pobre, o en la realidad tras un mito romano, con un balneario como protagonista, o en la historia detrás de viejas leyendas que hablan de “Padres” en el desierto o bajo las ciudades.
Stephen King no mentía cuando profesó su admiración por su colega; sin embargo, se equivocaba, para bien o para mal, pues Barker no representó una piedra fundacional para que otros narradores. El autor inglés no es la puerta de entrada a un universo conformado por una serie de escritores maravillados por la sangre y el placer sádico. Existen mentes como las de John Saul pasando por Richard Laymon, hasta al mexicano Mario Cruz, pero Clive Barker es su propio universo, y se abre y se cierra con él mismo, como si el único Libro de Sangre verdadero fuera el de su narrativa, y nada más.