Tierra Adentro
© Laura Morsch Kihn

 

La crítica no debe alimentar el ego del crítico, sino hacer que la gente tenga ganas de ir al cine: entrevista a Edouard Waintrop


 

 

Interesado por el zapatismo, la figura de Pancho Villa y la cultura Yaqui, Edouard Waintrop es un crítico de cine francés con una afinidad especial por el anarquismo, sobre el cual ha publicado dos libros (El Talmud y la República, Los anarquistas españoles (1868-1981). También es un admirador de directores como Roberto Gavaldón, Alejandro Galindo, Guillermo del Toro y Lucrecia Martel, y un apasionado del cine latinoamericano en general. Ha sido miembro del jurado de los festivales de cine de Morelia y Guadalajara durante varios años. Entre 2011 y 2013 fue delegado general de La quinzaine des réalisateurs (los quince directores) del festival de Cannes, una programación paralela a la selección oficial del festival, creada después de mayo del 68 por la Société des Réalisateurs de Films (SFR, Sociedad de directores de películas), una asociación de cineastas independientes que promueve el talento joven y un enfoque alternativo en el séptimo arte. Esta programación, que año tras año propone una selección inusual para el público de Cannes, ha dado a conocer el trabajo de realizadores como George Lucas, Spike Lee o los hermanos Dardenne.

Tierra Adentro tuvo el gusto de charlar con Waintrop durante el Festival Cinelatino de Toulouse, en Francia. Este festival, que funciona desde hace más de 30 años con pocos medios y muchos voluntarios, es la segunda plataforma más importante del cine latinoamericano en Europa –después del festival de San Sebastián– y trata de difundir un cine joven y de autor en el viejo continente.


 

¿Qué piensa de la cultura cinematográfica? ¿Cuál es el papel de la crítica de cine?

 

Me parece que la crítica debe facilitar las cosas al público, debe provocar su interés por seguir la programación en las salas. La crítica debe hacer que la gente tenga ganas de ir al cine y no reducirse a alimentar el ego del crítico o darle gusto al resto de sus colegas. Si a uno le gusta una película, debe tratar de compartir esa pasión con los lectores. Eso lo que yo traté de hacer con mis críticas. Casi nunca escribí sobre una película que no me gustara, pues me parecía, y me parece, algo ridículo. Además es riesgoso; si una película te disgusta, puedes equivocarte al escribir sobre ella, lo cual es vergonzoso; pero si una película te gusta, puedes correr el riesgo de equivocarte sin que sea vergonzoso, porque de todas formas te gustó y te transmitió algo especial.

La crítica debe proponer una cultura cinematográfica de la manera más auténtica y natural posible, casi sin decirlo. Cuando empecé a ver películas, yo no tenía ninguna “cultura del cine” y tampoco la necesitaba. Creo que hablar de esa cultura es algo problemático, porque implica discriminar entre “los que saben de cine” y “los que no saben”. Existe un elitismo idiota, sobre todo porque considero que el cine es un arte popular e inmediato y los grandes cineastas son populares.

El espectador no tiene que conocer ni saber juzgar los elementos de un plano o escena para disfrutarlos. El problema es que desde hace años –hablo de los 60s y 70s en las grandes ciudades de Europa y sobre todo en París– se ha ido expandiendo un tipo de crítica formalista y arrogante que se interesa más por la técnica en un plano que en la historia. Uno va al cine para ver una historia porque al ser humano le gusta que lo hagan soñar. Incluso si desapareciera el cine, se encontrarían otros medios para desarrollar esa tradición narrativa. Todo lo que nos da una excusa para soñar es necesario porque la vida cotidiana no nos lo permite.

 

¿Qué piensas del papel del crítico de cine en nuestros días?

 

Lamentablemente, el crítico de cine no juega un gran papel en nuestros días porque casi no lo leen, o por lo menos así sucede en Francia. Los dilemas son los mismos: ¿Para quién se hace? ¿Cómo se hace? La crítica perdió su valor porque –como decía– cayó en un elitismo sin sentido y la gente empezó a desconfiar de ella hasta el punto de dejar de creerle.

Yo diría que la crítica tuvo un papel importante en Europa desde los 40s hasta los 90s. Conocí esa “cola de la cometa”, ese final del esplendor. Es triste pensar en las estupideces que hicimos en ese entonces, en la obsesión por leernos los unos a los otros, entre críticos especializados, sin pensar en aquellos que nos leían desde afuera de nuestra esfera, sin ser capaces de salir del hermético mundo cinematográfico. A muchos críticos de cine les importaba más –o les daba más miedo– lo que iba a pensar su colega, que lo que realmente entendería el lector.

Así pues, cuando llegó la crisis de la prensa –a comienzo de los 90s–, ese descrédito general de la crítica nos tomó por sorpresa y golpeó en la cara a todos los periodistas.

Por esta razón, entre otras cosas, dejé de ejercer la crítica de cine hace ya varios años. Me di cuenta de que muchos críticos de mi generación eran perezosos y se conformaban con tener sus columnas y sus espacios de opinión en la prensa, sin comprometerse con la mediación cultural que implica su puesto. Estos críticos eran una especie de notarios, unos burgueses con intereses concretos y mentes cerradas; verdaderos parisinos.

 

De acuerdo, pero si usted pasó tantos años escribiendo sobre cine, me imagino que tenía una razón, o una motivación especial para hacerlo…

 

Desde luego, y creo que esta ha sido la pasión. Vengo de una familia amante del cine y desde joven prefería ir a las funciones de cine improvisadas que entrar al salón de clase. De hecho, no sé cómo pasé el bachillerato (ríe). Tuve la suerte de ver el nacimiento del Studio Action, que dispuso las primeras salas populares de cine de París. Recuerdo que como regalo para mis quince años asistí a todo el ciclo de Hitchcock. ¡Pasé una semana metido en el cine y sin ir a la escuela!

 

¿Netflix vs. Salas de cine?

 

Creo que hay que mantener una distancia respecto a la pretensión de que las salas de cine van a desaparecer a causa de Netflix, Amazon Prime y demás.

No es lo mismo ver una película en casa que en el cine, aunque hago ambas casi con la misma frecuencia. Yo soy amante del ritual de atravesar una parte de la ciudad, elegir la película, pagar un boleto, buscar asiento en la sala y dejarse envolver por la oscuridad para luego ser testigo de la magia evocadora del cine.

La deserción en las salas de cine supone un problema y es difícil encontrarle una solución. Los programadores tratan, tratamos, de variar en contenido, de alcanzar a un público cada vez más joven -pues el promedio de edad aumenta cada vez más-y de distribuir en la mayor cantidad de lugares, ya que las salas pequeñas sufren, y eso pone en dificultad a los comerciantes que se ubican en torno a dichas salas.

Sin embargo, no se puede culpar únicamente a las plataformas por la crisis de las salas de cine. De hecho, si Netflix ha tenido tanto éxito es porque ya existían personas que veían streaming mucho antes de que existiera. Lo interesante de esta nueva ola de plataformas es el rol de distribución, producción y dirección que están jugando. Netflix supo muy bien vender la película Roma, de Alfonso Cuarón, que es una película magnífica y muy bien dirigida, pero dudo que hubiera causado tanta controversia sin la presencia ambivalente y los problemas de distribución que supuso la intervención de Netflix.

 

¿Qué le dirías a alguien que prefiere ver el cine en casa?

 

Yo le recomendaría ver las películas en su casa, tranquilamente. Es algo que yo hago a menudo cuando voy a mi casa en el campo. De todas formas, el efecto social de las películas te hace reaccionar. Yo creo que uno siempre termina por ceder. La necesidad por compartir esas historias con otras personas, además del efecto ritual, es lo que te hace ir a una sala de cine.

 

Y para terminar… ¿Roma y Alfonso Cuarón?

 

Oh, no, la pregunta incómoda… Bueno, para comenzar, debo reconocer que no me enoja el hecho de que Netflix haya participado tanto en la película, pues sé hasta qué punto fue difícil para Cuarón terminarla. De hecho, me parece un movimiento muy inteligente, porque la controversia causó un impacto mediático tan fuerte que le aseguró el éxito en taquillas, el lugar en todo tipo de festivales y la atención de la prensa durante muchísimo tiempo.

Reconozco que Roma es una película impecable y muy bien hecha, eso es no se puede negar. Mi problema es más bien moral; me parece una película de burgueses que se enternecen, y eso lo encuentro amable, pero personalmente no me gusta. Confieso que me conmovió mucho la escena del parto. Si uno no llora en esa escena, entonces no llora nunca en la vida. Pero la película no me gustó a causa de su punto de vista, pienso que todavía tiene el de un hijo de mami. Además, conociendo un poco a México, siento que Roma gustó mucho en regiones como Oaxaca, en las familias donde hay empleadas domésticas. Eso me indigna. Sin embargo, es obvio que Cuarón es un gran cineasta y me gusta mucho su trabajo. Es una crítica amistosa (ríe).

 

© Laura Morsch Kihn

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