Tierra Adentro

 

Los resultados del conteo de taquilla de 1977 fueron contundentes. Tanto los refinados pasos de Travolta en Saturday Night Fever, como la grandilocuente dirección de Spielberg en Close Encounters of the Third Kind protagonizaron una reñida pelea por el segundo lugar de ingresos. Era imposible hacerle sombra al primer lugar: tan solo en EUA, éste había obtenido más del 270% de diferencia a su favor en comparación con el segundo puesto (y un 230% de diferencia en taquilla internacional). No había vacilación alguna en decir que Star Wars se había convertido en el más grande fenómeno cinematográfico del año e incluso en el primer blockbuster moderno; sí, aunque Jaws (1975) es formalmente el primer éxito taquillero, no puede compararse con la celeridad y popularidad masiva que George Lucas inauguró.

Así, con un estudio rebosante de dólares, el anteriormente director de cine independiente logró asegurar las secuelas y crear una de las industrias más influyentes dentro de la cultura popular contemporánea… Pero hay que decirlo, es necesario, estamos hablando de la cultura popular que nace después de la frontera norte, aquella que aglomera la producción de contenidos para el entretenimiento de la gente que, ante el asedio del modo en que se gana la vida, busca refugio en el entretenimiento de ocio. También hay que indicarlo, hablar de cultura popular ya no tiene aquel dejo despectivo del siglo pasado. No, hoy en día es difícil, superfluo, querer hacer una distinción entre la alta cultura y la popular; las técnicas, formas y herramientas se han entremezclado y los resultados no están delimitados. Pensemos, más bien, que el término está ya libre de permutaciones desfavorables y reflexionemos alrededor de algo útil como: ¿qué es lo que engloba a este susodicho “milagro” de la producción cinematográfica con más de 40 años de aguante internacional?

 

Nace una estrella (de la muerte)

A mediados de los setenta, George Lucas recién se enteraba de que el estudio 20th Century Fox había accedido a financiar su proyecto después de que otros como Universal y Disney —¡oh, ironía!— le habían hecho el feo. Dentro del acuerdo, Lucas había exigido quedarse con las semillas necesarias para convertir su película en un gigante de la cultura popular: mantendría el control de las partes no escritas de la historia, así como todas las decisiones pertinentes al merchandising. Para el mismo año de estreno del filme, la cláusula exigida por Lucas se convirtió en un acuerdo con Marvel Comics, otro para producir juguetes con Kenner Products y otro más con Del Rey Books para la novelización de la película. Star Wars, ya sin cursivas, se había iniciado formalmente en la vida cultural de la inocente población aún virgen de ewoks y wookies. Más de cuatro décadas después ninguna de estas iniciativas se ha detenido: los cómics continúan, las nuevas novelas siguen publicándose y los juguetes siguen produciéndose. Los ewoks y los wookies resultaron ser más prolíficos que los conejos.

 

Aunque sea doloroso para los amantes de las películas de arte, el Registro Nacional de Cine (National Film Registry) de la Biblioteca del Congreso estadounidense, seleccionó de inmediato a Star Wars para formar parte de su listado por ser “cultural, histórica y estéticamente significativa”. Sin embargo, especificar con exactitud las razones por las cuales Star Wars se ha convertido en el titán que es hoy no es tarea sencilla. Qizás fueron los efectos innovadores para la época; una historia sencilla con elementos de chile, mole y manteca; el uso de personajes influenciados por todo tipo de películas e historias (como C3-PO por Maria de Metropolis) o una banda sonora con leitmotiv bien usado. Reducir el éxito y la aceptación masiva de un trabajo creativo a tan solo un par de elementos sería ilógico. No. Star Wars, en cada una de sus iteraciones, es producto de su tiempo y el éxito de su recepción, a su vez; de una compleja lista de variables. El resultado es que al día de hoy Star Wars se encuentra en todas partes y un breve examen de este fenómeno resulta no sólo atrayente, sino también hilarante.

 

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Star Wars hasta en las Han-burgers

¿Es posible que exista alguna actividad en la cultura popular que esté exenta de la influencia de las espadas láser? Pues no, la verdad no. El peso de la idea galáctica se propagó de tal forma que ahora es un lugar común, se manifiesta de forma invisible y natural en todas partes al igual que las grandes épicas de antaño se volvieron un tema cotidiano. Estos temas son usados repetidamente y permean toda manifestación cultural. Su presencia sempiterna es tal que no se necesita leer el Quijote para saber, en mayor o menor grado, quién es el viejo que ve gigantes en lugar de molinos; tampoco hay que leer la Divina comedia para entender que un cierto Dante viaja a través del infierno o ver las películas de Lucas para saber quién es el hijo de Darth Vader o reconocer su famosa marcha imperial al escucharla. Estos temas, personajes o composiciones siempre están allí.

¿El fenómeno parece exagerado? Empecemos por cosas obvias, su influencia en expresiones afines como la música, el cine o la televisión. Respecto a la primera, la banda sonora del filme es tan importante para la industria fílmica que el AFI (el American Film Institute), pone a la banda sonora de John Williams como la campeona en una lista de los mejores soundtracks de la historia. Y, claro, como lugar común en la cultura es obvio que aparece en cientos de composiciones de la lírica musical moderna. Sería absurdo citarlas todas, por algo existen los blogs del fandom, baste decir que desde Blink-182 pasando por Eminem, hasta Madonna o Beyoncé han usado personajes, temas y lugares de la franquicia galáctica.

En el cine, la visión que Lucas vislumbraría para su película sería de vital importancia para la ola de filmes de ciencia ficción que se avecinaba. Un “futuro usado”, de apariencia oxidada, sucia y derruida se convertiría en la base para la verosimilitud de la saga, ya no se usarían aquellas visiones futurísticas donde todo era tecnológicamente superior, higiénico, eficiente y estético. Algunos, incluso, cuentan que esta ola de efectos innovadores mezclada con personajes jóvenes, atractivos en plena acción permitió a la década de los ochenta centrarse tanto en los géneros fantásticos como en las explosiones ostentosas. En otras palabras, permitiría el nacimiento del éxito taquillero de verano y con ello el advenimiento del cine hollywoodense moderno. ¡Adiós, señor triste Ingmar Bergman, hola a Don No-me-importa-la-narativa-Michael Bay! Más allá de la compostura del drama, la parodia descubrió un hogar cálido en la saga y, ¿cómo no encontrarlo si toda la producción parece en ciertos momentos un chiste mal contado? El clásico de culto Spaceballs (1987) y el tráiler ficticio de Hardware Wars (1978) se mantienen como hilarantes ejemplos que el propio Lucas elogió.

Por si no bastara, aquel establecimiento de una compañía especializada en efectos especiales llevó a la creación de una empresa especializada en la creación de videojuegos. Lucasarts se erigió con rapidez como una de las compañías más aclamadas al crear títulos como la saga de Monkey Island (1990-1991), Grim Fandango (1998) o Day of the tentacle (1993), todos hoy clásicos de culto. Y sí, entre plataformas tan viejas como la computadora Apple, los celulares y las nuevas consolas, existen cientos de juegos de video basados en el universo de Star Wars.

Y, ¿qué hay de otras disciplinas en donde nada tendría qué hacer Star Wars? Pues tampoco están a salvo. ¿Gastronomía? Por supuesto, sólo basta con revisar una receta de alguno de los libros dedicados a la cocina intergaláctica, como Wookie Cookies: A Star Wars Cookbok, con el que se puede preparar una deliciosa bebida caliente como un Hoth Chocolate o tal vez un sano desayuno como el Twin Suns Toast o los Greedo’s Burritos.

¿Ropa y moda? Por supuesto. De acuerdo con Valerie Steele, directora del Fashion Institute of Technology en Nueva York, el diseño de vestuario para películas de ciencia ficción se basaba en disfraces geométricos, togas o visiones futurísticas de la ropa contemporánea; por ejemplo, Star Trek parecía decirnos que el futuro de la moda eran las minifaldas pero en colores diferentes. En cambio John Mollo, el encargado del diseño de vestuario de Star Wars, se basó en características del diseño japonés: armaduras estilizadas sin adornos, ropa holgada que no se ajustaba al cuerpo y vestidos en forma de V. Este tipo de características resultaron impactantes para la moda occidental que apenas empezaría a vislumbrar las nuevas tendencias de moda japonesa avant-garde, las cuales se estrenarían precisamente en Tokyo por algunos como Yohji Yamamoto en el año en que A New Hope llegaba a los cines. 

Por otro lado, el Museo de Ciencia de Boston, Massachusetts, ganó fama internacional al inaugurar una muestra titulada Star Wars: Where Science Meets Imagination. Sobra decir que millones de visitantes colmaron las salas en donde se mostraba cómo la ciencia se involucra en los fantasiosos artilugios de George Lucas.

Se han exhibido otras muestras alrededor del mundo señalando la importancia del diseño de tecnología, exponiendo los modelos anatómicos de especies alienígenas o cómo la exploración espacial puede obtener ideas de la ficción cinematográfica. Como muestra del poderío ideológico, en 2007 el sable de luz que Luke usó en The Return of the Jedi fue lanzado a órbita por la NASA y después regresado a las manos de Lucas, ¿por qué? Porque la NASA puede. Ya ni hablar de la larga lista de entes nombrados en honor a la saga, desde la bacteria bautizada “midicloriana” hasta polillas mexicanas oficialmente nombradas “Wockia chewbacca”.

Incluso hay quienes creen que si Lucas creó el concepto de la Fuerza a partir del budismo y el taoísmo, ¿quién dice que la verdad no puede estar allí? El Jediismo —o yedaísmo— no es exclusivo de EUA, censos de varios países alrededor del mundo —entre los que destacan Nueva Zelanda y el Reino Unido— denotan que los seguidores ya se encuentran por los cientos de miles y en Texas, ya se encuentra el primer Templo de la Orden Jedi al que se le condonan impuestos por su carácter de asociación religiosa sin ánimo de lucro.

¿Y la industria del porno? Por supuesto, mucho más ahora que además de entretener a la población se ha convertido en reflejo de la cultura popular. La versión porno de Star Wars rompió récord de producción al convertirse en una de las películas pornográficas más caras. ¿Cosplay? Star Wars es prácticamente padre/madre de esta práctica. ¿Día conmemorativo en el calendario? Sin una razón de verdadero peso más que la similitud fonética entre “Force” y “Fourth”, el día se ha oficializado con fuerza desde hace 10 años para convertirse en una celebración anual con no pocos adeptos; por ejemplo, el 4 de mayo de 2015 los astronautas de la Estación Espacial Internacional (ISS) decidieron ver un maratón de películas de Star Wars desde aquel lejano paisaje. ¿Diseño industrial? Sí, también, basta con revisar el listado de Haden Blackman. ¿Memes? Hello there (insertar meme aquí). ¿Parque de diversiones? No olvide visitar este año la inauguración de Star Wars: Galaxy’s Edge en Florida. La lista es tan larga como la actividad humana.

Al parecer, lo único que queda a salvo es lo que existió antes de Star Wars, como la literatura isabelina y Shakespeare… ¡No, tampoco el pasado está a salvo! Ian Doescher tuvo la maravillosa y terrible idea de formar una serie de libros en los que el estilo fuera innegablemente shakesperiano, el autor se dio a la tarea de buscar fragmentos y partes del corpus shakespeariano para adoptarlos y modificarlos al corpus starwarsiano. Aquí una bellísima y horrenda muestra extraída de William Shakespeare’s the Clone Army Attacketh en donde C3-PO se dirige a R2:

 

R2, I’ve had a most rare vision, yea:
I’ve had a dream, past wit of droid to say
What dream it was: aye, I were but an akk,
If I did go about t’expound this dream.
Methought I was–yet no droid can tell what.
Methought I was–and too, methought I had–
But I am but a patchéd fool, if I
Will offer to say what methought I had.
The eyes of droids have never heard, the ears
Of droids have never seen, droids’ circuitry
Not able been to sense, nor programming
Conceive, nor e’en droids’ core to make report
What my dream was. I’ll speak no more of it.

 

May the 4th be with you… always

Las anécdotas acerca del éxito, hoy especie de mito fantástico que ensalza a los nuevos emprendedores, se cuentan por centenas. Por ejemplo, según el propio Spielberg, George Lucas le pidió que le cambiara el 2.5% de las ganancias de su película más reciente por el 2.5% de lo que creía que sería un fiasco colosal, es decir, Star Wars. Al momento de la entrevista, Spielberg on Spielberg (2007), el director de E.T. decía seguir recibiendo dinero de dicha apuesta.

Más allá de las subjetivas preferencias y los mal esgrimidos argumentos que puedan escudriñarse para defender o rostizar a la saga intergaláctica de los Skywalker, el éxito, aceptación e influencia que ha ejercido hasta el día de hoy es innegable. El futuro puede ser incierto para Star Wars, pues su poder mediático, económico y social se ha convertido en el nuevo vellocino de oro y tenerlo, en la máxima aspiración de cualquier organización. Y aunque el esfuerzo es tremendo en términos económicos y humanos, cientos de miles de horas de trabajo y millones de dólares, los resultados parecen tener gran potencial: influir de manera directa dentro de la sociedad, en sus gustos, aversiones o sensibilidades y que estos puedan ser “refinados” a conveniencia de los accionistas. Con una experiencia de más de 40 años y un futuro sin miras a oscurecerse para Star Wars, sólo resta reflexionar acerca de su influencia y, parafraseando a Mel Brooks, que el dinero la fuerza nos acompañe.

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