Instantes robados
El 2025 comenzó feroz. En nuestro país se sigue recrudeciendo la violencia, problemas ambientales, económicos y otros muchos menos graves. Al mismo tiempo, suceden las incontables pugnas globales como lo de Palestina o la crisis en el continente africano. En el contexto global y en todos estos escenarios, las personas siempre más vulnerables son las mujeres, queers y otras minorías. Así, en conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la revista online Tierra Adentro me invitó a congregar a escritoras y artistas para compartir sus textos creativos y críticos. Mientras iba recibiendo y leyendo sus colaboraciones, me rencontré con Silencios de la escritora norteamericana Tillie Olsen. En esa conferencia de 1962, cuenta los embates de su propia escritura entre largas y pesadas jornadas laborales como mecanógrafa, los cuidados de sus cuatro hijas y labores del hogar; donde recuerda esos momentos de imposibilidad para seguir escribiendo. Silencios forzados combinados con frustración que no brotaban en un deseado texto fértil, sino todo lo contrario. Repasa la biografía de varios escritores de la literatura universal, varones que estuvieron dedicados en cuerpo y alma a la producción literaria. Estos, aunque sufrieron del bloqueo creativo, nunca postergaron su objetivo por las funciones familiares o sociales; lo cual hizo que estuvieran entregados a su oficio. En cambio, menciona Olsen, la historia fue y ha sido distinto “para aquellas creaturas que deben de luchar por cada minuto de su existencia; esos de escasa formación, analfabetos y mujeres”. Conforme han pasado estos primeros veinticinco años del siglo XXI, aún reverbera una de las tantas preguntas de Tillie Olsen: “¿cuáles han sido y son las circunstancias internas y externas que se opusieron y oponen a las necesidades creativas de las mujeres?”. En este especial de Tierra Adentro tal vez no encontremos respuestas, pero sí las potencias que confluyen en la disertación del proceso creativo y propósito de una obra. Temas como la maternidad, cuidados, enfermedad, violencia, penuria, interpelan al status quo económico y las necesidades de los demás, que de alguna u otra manera se siguen anteponiendo. Y como históricamente ha sucedido, las mujeres artistas siguen despojándose del cometido femenino e insisten en crear. En los espacios cuando sucede la escritura en medio de las labores domésticas, de cuidado, administrativas, sociales; Tillie Olsen las nombra instantes robados. Momentos que se substraen entre los quehaceres diversos que poco a poco obstaculizan, agotan la imaginación, el deseo, las ganas de decir. Después pienso en Una carta a escritoras tercermundista de Gloria Anzaldúa cuando nos exhorta a nosotras, las mujeres de color tercermundistas; escribir, crear desde cualquier espacio, cualquier circunstancia, como una manera de restituirnos: “la escritura me salva de esta complacencia que temo. Porque no tengo otra alternativa. Porque tengo que mantener vivo el espíritu de mi rebeldía y de mí misma. Porque el mundo que creo en la escritura me compensa por lo que el mundo real no me da. Escribo para grabar lo que otros borran cuando hablo, para escribir nuevamente los cuentos mal escritos acerca de mí, de ti. Para ser más íntima conmigo misma y contigo. Para descubrirme, preservarme, construirme, para lograr la auto autonomía. Para dispersar los mitos que dicen que soy una profeta loca o una pobre alma sufriente. Para convencerme a mí misma que sí soy valiosa y que lo que yo tengo que decir no es un saco de mierda. Para demostrar que sí puedo y sí escribiré, no importan sus admoniciones de lo contrario. Finalmente, escribo porque temo escribir, pero tengo más miedo de no escribir”. Las creadoras aquí reunidas siguen transitando por la escritura desde la desventaja colectiva frente a lo dominante. Todas están produciendo, escribiendo y compartiendo insubordinadamente desde distintas geografías, realidades e identidades. Este dossier es un recordatorio para conmemorar por qué debemos seguir robando al tiempo espacio. Y porque existimos escribiendo, en esos instantes con perpetua terquedad ante condiciones de rancia normalidad. Porque supongo, tenemos más miedo de no escribir. Porque seguimos soñando, sonriendo y luchando entre nosotras y para todas. Les agradezco a las autoras y artistas sus colaboraciones. Por hacer ruido y soltar la lengua y el lenguaje.