Tierra Adentro
Foto tomada de Correo del Libro.

Desde el punto de vista de la arquitectura, este libro muestra la relación entre diversas edificaciones de la Ciudad de México y la manera de ser de los mexicanos. En Arquitectura del fracaso, de Gerogina Cebey (Ciudad de México, 1982), se abordan de manera reflexiva (fruto de la investigación de la autora) “algunas iniciativas emblemáticas” de la Ciudad de México, en cuanto a los elementos que las componen, como el Monumento a la Revolución, el Metro Insurgentes, el Museo de Arte Moderno, la Torre Latinoamericana y la Cineteca Siglo XXI.

Como especialista en el tema, Georgina Cebey se mete a fondo y desmenuza cada una de las obras arquitectónicas elegidas, al tiempo que analiza el contexto político y social en que surgieron y para el que fueron hechas. Ella misma reconoce: “cuando comencé a trabajar con arquitectura, me impresionó la capacidad comunicativa del objeto construido, así como la posibilidad de interacción entre el sujeto y el objeto”.

Georgina Cebey actualmente realiza un posdoctorado en el extranjero, y accedió a hablar acerca de estas exploraciones por las que obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos 2017:

Georgina, ¿qué significa para ti este reconocimiento?
Ganar el Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos 2017 me dio mucha alegría. Pero también fue la conclusión de un proyecto que llevaba varios años preparándose, y que desarrollé durante el periodo de una beca del Fonca. Ver el libro publicado y distribuido en librerías de todo el país significa, de algún modo, un cierre del proceso de trabajo literario, aunque por otro lado la reflexión siga.

De los ocho ensayos incluidos en Arquitectura del fracaso, ¿cuál te costó más trabajo y por qué?
Detrás de cada uno de los ensayos del libro hay mucho trabajo, desde horas de investigación y lectura, hasta momentos prolongados de reflexión y diálogo. Más que costarme trabajo, creo que hubo ensayos que me llevaron a cuestionar muchos temas que no había trabajado antes. Por ejemplo, con el ensayo del memorial de las víctimas del narcotráfico me pasó que comenzaba a investigar un tema y terminaba en asuntos que no estaban relacionados, así que tenía que ir en reversa, encontrar ese punto donde me había perdido y retomar.

Cuando escribía sobre el metro Insurgentes, por ejemplo, la pregunta constante era cómo se podía escribir de un sitio sobre el que ya había mucha reflexión y además muy buena. Creo que cada uno de los ensayos del libro tiene su propia dificultad, plantea retos específicos y lo interesante fue el proceso de enfrentar esas dificultades.

De formación eres historiadora, ¿cómo nació tu interés por la arquitectura?
Siempre me interesé por la historia del arte, desde el inicio mis inquietudes apuntaban hacia la pintura, el cine, la fotografía. Cuando comencé a trabajar con arquitectura me impresionó la capacidad comunicativa del objeto construido, así como la posibilidad de interacción entre el sujeto y el objeto —recorrer un edificio, tocarlo, oler los materiales, incluso percibir su deterioro—. Me gustaba la fuerza simbólica de los edificios y llamaba mucho mi atención la idea de un sujeto capaz de jugar con el espacio, tirando y levantando construcciones. Supongo que de ahí mi interés.

Aunque al inicio pudo parecer un lugar genérico, como lo explicas en tu libro, la operación de la Cineteca Siglo XXI ha mejorado en los últimos seis años…
Cuando menciono que la Cineteca Nacional es un lugar genérico, lo digo en el sentido de que ha dejado de ser un espacio que presenta cine distinto y se ha convertido cada vez más en un cine convencional; es decir, en un lugar que, como cualquier cine, busca incrementar las cifras de espectadores y vender más boletos. Esto se manifiesta en cambios arquitectónicos muy visibles: el mayor de todos es un enorme estacionamiento que más bien parece una muralla, que privilegia el acceso en automóvil y a la vez desconecta al edifico del contexto que lo rodea, el Pueblo de Xoco. Debido a esta espacialidad genérica, es posible ver a la nueva cineteca incorporarse con facilidad a la explosión inmobiliaria que ocurre alrededor, de torres y centros comerciales. Para mí, parece más centro comercial que cineteca y, considerando la historia y la importancia de este recinto, no sólo para la historia urbana sino también para la de la cultura cinematográfica, y debido también a la función de las cinetecas en general, me parece que la Cineteca Nacional Siglo XXI se ha vuelto incapaz de comunicar su trascendencia en términos espaciales.

Si se considera un “error” usar el cristal como elemento principal, entre otras cuestiones arquitectónicas, ¿qué se necesitaría para adecuar el Museo de Arte Moderno?
El museo lleva más de cinco décadas funcionando. Desde el inicio se incorporaron películas a los cristales para filtrar la luz, así como cortinas. Los museógrafos también han aprendido a manejar el interior de este espacio, que es ya un símbolo de la arquitectura moderna. La adecuación tal vez tiene que ver con ampliar los espacios, proporcionarle al museo más espacio para bodegas, talleres y oficinas. Recuerdo que el año pasado el inba convocó a un concurso para la ampliación del museo. Si pensamos que desde el inicio, una de las premisas del mam fue que pudiera ampliarse conforme fuera incrementando el acervo, es lógico pensar en una ampliación, pues hoy en día, junto con la colección, también las necesidades del museo se expanden y cambian.

¿De qué forma se podría terminar con la arquitectura del fracaso?
Me gusta pensar que los fracasos no tienen por qué terminar. La ciudad está viva y sigue construyendo historias, muchas de ellas con fallos. Fracasar implica un aprendizaje, mirar el error arquitectónico es un ejercicio de crítica y de aprendizaje que no sólo se refleja en la escala urbana, sino también en la social o cultural.

Hay partes de la Ciudad de México que son una joya desde el punto de vista arquitectónico, ¿qué es más urgente, tirar o reconstruir?
Tirar lo que se tenga que tirar y reconstruir lo que se tenga que reconstruir. Hay que privilegiar la escala humana y al ser humano. Los edificios existen para nosotros, no al revés.

¿A qué se debe el auge de los rascacielos en toda la ciudad?
Los rascacielos se reproducen por varias razones, pero la principal tiene que ver con el ánimo especulativo de las constructoras, que pueden ganar muchísimo dinero con proyectos de este tipo. El metro cuadrado de oficina en la Ciudad de México ha alcanzado precios muy altos en años recientes, incluso se cotiza en dólares. Por otra parte, detrás de cada rascacielos suele haber leyes laxas, autoridades sobornables, reguladores que se hacen de la vista gorda. Así que se trata de una combinación perfecta entre autoridades sobornables y empresarios que ven una enorme oportunidad de ganar dinero.

¿Qué se debe hacer con el Centro Histórico?
El Centro Histórico alguna vez fue el corazón del país. Esa posición ya la perdió. Incluso el nombre lo revela: cuando dices que es “histórico” sugieres que sus mejores tiempos estuvieron en el pasado. Creo que el Centro tiene muchas comunidades y personas que siguen incidiendo en la cultura y el tejido urbano, y en ese sentido sigue siendo un lugar importante, aunque ya no sea el centro del poder económico del país. No sé qué hacer con el Centro, pero sí sé qué no hacer: convertirlo en una maqueta turística como han hecho con los centros de las ciudades de Europa.

En estos momentos, ¿cuál es el problema más grave de la Ciudad de México en materia de arquitectura?
Hay un enorme problema de corrupción que involucra a autoridades, constructoras e incluso arquitectos. En el sismo de 2017 cayeron edificios que no tenían ni siquiera las columnas necesarias para sostenerse. ¿Cómo fue posible que algo así se autorizara y construyera? Más allá de pensar que en la Ciudad de México la corrupción inmobiliaria no sólo genera incomodidades como tráfico, construcciones ruidosas, pérdida de patrimonio, contaminación, sino incluso la muerte de personas. Así que si me preguntas cuál es el problema más grave, diría que es el sistema corrupto que coopta a autoridades, arquitectos, ingenieros y una larga línea de actores que al final conforman ese tejido de corrupción.

Finalmente, ¿qué viene profesionalmente para ti? ¿Piensas seguir con el mismo y apasionante tema?
Sí, soy historiadora del arte y desde hace algunos años mi tema de investigación es la arquitectura, pienso seguir por ahí. Ahora estoy haciendo un posdoctorado, y luego de eso me gustaría continuar trabajando como investigadora, dando clases y escribiendo.