El hábitat de un lector
Titulo: El limonero real
Autor: Juan José Saer
Editorial: Elefanta
Lugar y Año: México, 2017 [1974]
«Amanece y ya está con los ojos abiertos». Con esta oración, Juan José Saer hilvana los retazos que conforman El limonero real, una novela que, en una primera vista, retrata a Wenceslao, un pescador y agricultor argentino, acosado por el luto de su único hijo. En una segunda mirada, encontramos que el valor de esta narración no radica en la trama, sino en su construcción y tratamiento del tema principal: la vida y la muerte. Aun así, este acierto puede generar una barrera entre el lector y el libro.
El limonero real es una novela complicada por el uso exhaustivo de descripciones —aunque preciosistas y poéticas. Pareciera que el epígrafe que abre el libro es una advertencia adelantando que Saer prioriza lo que circunda a la esencia, creando un tejido grueso que obliga al lector a mirar entre los hilos y así descubrir lo realmente importante, lo que, finalmente, es imposible ignorar: brilla como el limonero detrás de la casa de Wenceslao. Es precisamente el descubrimiento lo que hace que el lector entre de lleno en el festejo familiar para recibir el año nuevo.
Si pudiéramos dibujar la novela, descubriríamos un círculo que se cierra en diversos puntos. Así es como el autor crea la humanidad de sus personajes: el continuo cierre de ciclos en una vida que termina siempre en el mismo resultado, la muerte. Algunos terminan cerrándose inesperadamente, como el del hijo de Wenceslao. El interés del autor se centra en la sobrevivencia de los personajes a la pérdida del hijo: en el aletargamiento de la esposa de Wenceslao y en la continuidad de Wenceslao. En ambos sólo existen reacciones silenciosas ante el mismo hecho, después de seis años sólo quedan certezas, como el porqué de su distanciamiento. Situaciones a las que no hay nada más que agregar. El lector presencia el silencio, lo mira y termina conviviendo con él; es cuando las descripciones responden a lo que se cuenta, lo importante es lo visible y lo que se calla no es prioritario, porque para los personajes dejó de serlo.
Aunque la novela tiene como centro el luto y el silencio, existen más círculos que complementan la vida de Wenceslao: las peripecias de su familia; las hijas perdidas de Agustín, su yerno; el alcoholismo y el trabajo como estrategia para olvidar; las inquietudes de los niños y los personajes del campo que hablan sin sentido aparente. Es así como la novela tiene dentro de sí, respirando con vida propia, un universo verosímil. El narrador funge como ojos para el lector, creando conjuntamente un testigo sin injerencia.
La descripción minuciosa complica la lectura, pero la persistencia, enmarcada en un ambiente estrictamente poético, recompensa con una historia entrañable que, sin tregua, obliga a cuestionarse sobre la muerte y la vida. Una travesía delimitada por el goce estético que permea en el testigo, y concluye en la comprensión del lugar al que pertenece el lector que, casi sin notarlo, habita esta compleja historia.