Dividir el desierto
El desierto es el eco de un mar extinto, la noche, al igual que este paisaje muerto, plasma en su espejismo un universo de estrellas que ya no existen. Ambos mares a contracara tienen algo en común: el espejismo que muestra lo que antes fue, y una falsa esperanza de vida. El poemario Dividir el desierto inicia con esta proyección ilusoria de vitalidad y concluye con la misma imagen: “Yo no sé desierto/ pero juro que aquí aún hay vida”.1 Y puedo observar a un ser destrozado alzando la mano para alcanzar la utopía donde prevalece la paz, aquel lugar dividido por la frontera y que separa el caos (México) de la paz (Estados unidos). En este último poema, reitero, veo a un ser destrozado alzando la mano para encontrar su identidad. Sin embargo, este desierto despiadado termina por carcomer la ropa, la carne, el nombre y nos recuerda que provenimos de la misma materia y que lo único en que se parecen todos los muertos del desierto es en los huesos. Los que mueren en el desierto cuelgan de la misma estirpe calcárea.
Este poemario me recuerda al viaje que hace Juan Preciado para encontrar a su padre y descubre un lugar de muertos, esos ecos que se le van revelando en cada lugar por el que cruza. Lo mismo sucede en Dividir el desierto, esta lleno de los ecos del desierto, de los pasos de los coyotes, de las balaceras, y estos sonidos se vierten en el caracol del páramo: la cabeza de una vaca. Mikahil Carbajal hace de Dividir el desierto un poemario que es testigo de la realidad que se vive en la frontera. En este texto hay cactus plantados, firmes, que vigilan y se mantienen con las espinas alzadas en estado de alerta. El desierto es un estado de insomnio, un lugar sin reposo, “hablar del desierto ha supuesto a lo largo del tiempo, una construcción simbólica que representa desde el vacío absoluto hasta la tortuosa habitación infernal”.2 Y es aquí en este hades desértico donde el canto de las sirenas llega para enganchar al que se encuentra desolado, herido: “Devastado, pobre suelo:/ aunque en tus confines/ caminen las más bellas ninfas de la república,/ y sin agua, prolifere el canto de las sirenas, no debes ignorar que te han fragmentado”.3
La división, la fragmentación que surge de las dunas es una constante en el texto. Los mojados, los que son deportados lo vuelven a intentar, tratando de pasar el río, “ese coralillo acuoso”,4 ese animal bravo y venenoso que arrastra todo. Esta parte me traslada a mi infancia, a las anécdotas que me contaban mis tíos cuando de jóvenes cruzaban el Río Bravo, ellos decían que las aguas les arrancaba las pertenencias y se las llevaba entre su movimiento agresivo y sin retorno. También recuerdo la imagen de la migra como una persona o grupo de personas que disparaban a todo aquel que intentara cruz la línea y que Mikahil la plasma como el ángel exterminador que vigila y fulmina a quien la atraviese. Los mojados algo tienen en común, siempre persiguen al falso dios becerro, al falso sueño americano que termina por derrumbarse cuando son exiliados del aquel lugar al que no pertenecen. El ser humano siempre busca en quién creer.
Este poemario sorprende por sus hallazgos, por ejemplo: “Acupuntura para el desierto/ miles de cruces clavadas”.5 Nuevamente el desierto se nos presenta como un espacio cargado de dolor, un cementerio de tumbas anónimas donde la tormenta recrea los sonidos entre las dunas, esos sonidos que derrumban las casas, los templos, el interior del ser. El carraspeo de Dios, el zumbido del abejorro, son algunas imágenes que logran también derrumbar mi interior; ya lo decía Plotino, la contemplación es el retorno hacia el interior de uno mismo. Y, al contemplar los escenarios que muestra Mikahil en Dividir el desierto, regresamos a ese espacio de alerta, ese espacio sin reposo que nos hace recordar que “no debemos ignorar que nos han fragmentado”.
Bibliografía:
Carbajal, Mikhail, Dividir el desierto, México, 2021, pág. 71
Ostria González, Mauricio, “Desierto y literatura en el norte grande: una mirada Ecocrítica”, Anales de literatura chilena, Universidad de Concepción, p.p. 171-181
- Carbajal, Mikhail, Dividir el desierto, pág. 71.
- Ostria González, Mauricio, “Desierto y literatura en el norte grande: una mirada Ecocrítica”, Anales de literatura chilena, Universidad de Concepción, pag. 173.
- Carbajal, Mikhail, Dividir el desierto, pág.23.
- Carbajal, Mikhail, Dividir el desierto, pág. 41.
- Carbajal, Mikhail, Dividir el desierto, pág. 24.