El desierto es el eco de un mar extinto, la noche, al igual que este paisaje muerto, plasma en su espejismo un universo de estrellas que ya no existen.
Desde el punto más alto de la ciudad contábamos las luces que se iban apagando, imaginábamos las manos apretándose en lo oscuro, las palabras pronunciadas en los oídos, la sensación de estar parados en el borde de un sueño y contemplar el salto.