Complicaciones: mudanza a Taiwán en la pandemia
Hace poco más de dos semanas estaba a punto de emprender mi viaje a Taiwán, para ese entonces los memes del coronavirus ya eran virales en las redes y un problema real en China. La mayoría de las personas que sabían acerca de mi viaje a Asia se preocupaban y recibía sus mensajes alarmantes preguntando “¿Estás segura que irás?; “¡Qué miedo ir a China en estos momentos!”; “No vayas, es muy peligroso”. Mi respuesta inmediata era: primero explicarles que Taiwán y China son dos países diferentes, y segundo que el primer país contaba con muy pocos casos del virus.
Sin embargo, conforme se acercaba el día del viaje, crecía mi pánico e hipocondriasis, y más tomando en cuenta que Taiwán no forma parte de la OMS. Mi mente continuaba divagando, ¿qué pasaría si se necesitara la ayuda de esta organización? En el peor de los casos, en mi situación personal, buscaría ayudar en conjunto con una ONG a la que me siento muy conectada y cuya labor de ayuda en desastres naturales, y la cual ha estado presente alrededor del globo. Aun con esos miedos llegó el día de viajar; en mi maleta, además de dulces típicos y ropa, contaba con una paca de cubre bocas, pues había escuchado de la escasez en el país de destino, también por recomendación de la universidad a la que iría.
Una vez en el aeropuerto el viaje comenzó sin algún inconveniente. Mi vuelo al venir de Estados Unidos no contó como una amenaza en ese momento (no diría lo mismo el día de hoy), incluso el oficial de migración estadounidense me dijo algo similar a “aquí estás segura” con tintes de mansplainingy aires de supremacía blanca o como parece que ellos están acostumbrados a explicar “you’re in ‘Merica, everything is fine here”.
Casi veinticuatro horas después del viaje logré llegar a mi destino final, fue en ese momento cuando mi paranoia aumentó, pues el proceso para poder pasar por migración (que había experimentado dos veces anteriores en los últimos dos años), el cual usualmente contaba de un solo paso, ahora contaba con al menos dos más, los cuales eran, pero no estaban limitados a: la identificación de procedencia de tu vuelo para descartar si habías llegado de un lugar “peligroso” o no; llenar un formulario en el cual afirmabas no haber viajado a China o Hong Kong en los 14 días previos y si se diera el caso de tener algún síntoma del coronavirus, eras responsable de dirigirte con las autoridades de salud oficiales para ser examinada; el último paso fue el más normal, el cual era pasar con un oficial de migración y que revisara mis documentos.
Por la procedencia de mi vuelo pude pasar el primer filtro de manera rápida, al llenar el formulario me estaba haciendo a la idea de que debía de prepararme para una extensa línea de personas en el resto de los filtros. Mi asombro fue grande cuando llegué a la fila de migración que usualmente es larguísima y ahora no pasaba de las 10 personas, entonces el proceso que me tomaba de 40 minutos a 1 hora, en esta ocasión me tomó solo 5 minutos.
Antes de salir al área de llegadas internacionales además de recoger mi maleta, tuve que buscar un lugar donde pudiera comprar una tarjeta SIM. Durante esta serie de tareas noté de que tanto oficiales, trabajadores de limpieza, de los duty free y del aeropuerto en general contaban con un cubre bocas. Fue ahí cuando me di cuenta: yo también estaba usando uno. Después de casi veinticuatro horas de vuelo el cansancio me hizo olvidar que lo traía puesto.
Fui al encuentro de las personas que irían por mí, al verme me saludaron con una amabilidad recatada la cual se demostró con una escasez de contacto físico: nada de abrazos, besos en la mejilla ni un simple apretón de manos. Más que un rasgo cultural, era el miedo colectivo de contraer coronavirus.
Después del viaje, he tenido el tiempo de poder adaptarme a una vida “normal” de una estudiante en el extranjero, con pequeñas diferencias como tener que registrar mi temperatura corporal en los diferentes puntos de control distribuidos en la universidad que cuentan con un termómetro y un spray desinfectante; así como portar un sticker que cambia diariamente, que muestre que mi temperatura está bien para poder estar dentro de la universidad.
En los últimos días que el virus se ha propagado exponencialmente desde su llegada a Europa, el miedo colectivo ha crecido de manera global y Taiwán no es ninguna excepción. Hasta hace una semana y media estaba muy orgullosa y me sentía igualmente segura estando en este país, incluso había descubierto en un artículo del BusinessInsider que afirmaba que el número tan bajo de casos de infectados con coronavirus se debía al excelente plan de contingencia con que contaba el país desde el brote de SRAG (Síndrome respiratorio agudo grave) de 2003 y que ahora se adaptaba al Coronavirus. Este plan cuenta con cuatro partes:
- Llevar a cabo medidas preventivas, pues se menciona que de no tener hacer este esfuerzo los casos aumentarían exponencialmente.
- La introducción de nuevas reglas para minimizar el riesgo de infección entre los trabajadores del sector salud.
- Los recursos médicos son puestos a disposición de manera estratégica para asegurar que lleguen a las personas que más lo necesiten.
- Se trata de reducir el número de personas que busca cuidado médico no esencial.
Aún con todas las medidas fue inevitable la llegada de nuevos casos. La ansiedad y pánico colectivo simplemente ha seguido aumentando y he sido testigo de cómo el papel higiénico se ha ido acabando con una rapidez inusual.
Un tema importante de estudio y que quizá en esta época de cuarentena, podamos considerar y analizar sería el posible cambio del poder hegemónico actual, que depende de las decisiones de Estados Unidos ante esta situación. Ya que como lo escribió Organski y su teoría de la transición del poder, a nivel global suele hablarse de una serie de eventos cíclicos con referencia a las relaciones de poder, en contraposición a un Estado de anarquía. Otra teoría similar es la escrita por Modelski, la cual habla de igual manera de un ciclo de liderazgo en la arena global.
Ambos Modelski y Organski explican que para que el poder hegemónico actual (X) sea desafiado, tiene que haber un nivel de insatisfacción en el panorama internacional, y que esta insatisfacción tiene que ser desafiada, por el segundo partido (Z) el cual busque subir al poder. De manera irónica mientras X y Z se encuentran en conflicto un tercer jugador(A) es el que logra tomar el poder, ya que X y Z se encuentran rezagados por el conflicto. Un claro ejemplo de esto es el caso de la segunda Guerra Mundial, donde Gran Bretaña (X) entró en conflicto con Alemania (Z)y Estados Unidos (A) terminó como el poder hegemónico.
En la imagen global no nos encontramos dentro de un conflicto bélico internacional, pero sí ante una crisis económica y de salubridad. Donde actualmente se ha estado esperando ver la toma de responsabilidades y asistencia de Estados Unidos con otros Estados, pero su presencia es nula debido a la dificultad con la que está sobrellevando la pandemia. Este tipo de acciones son similares a la de casi todas las potencias mundiales las cuales están buscando salvaguardar el bienestar de sus ciudadanos y sus Estados antes del poder ayudar a algún otro Estado. Esto refleja un estado de anarquía, donde no hay alguien quien marque el orden.
Sin embargo, en los últimos días hemos podido observar una mejoría en la situación de China, y con esto la manera en que ofrece su apoyo y el compartir sus métodos para prevenir la propagación del virus. Así, China podría demostrar que sus capabilidades de ayudar y establecer un orden global son mayores a las de Estados Unidos en este momento.
Otro tema importante dentro del cambio del poder hegemónico tiene que ver con la inminente recesión global que parece que se avecina conforme el valor del peso se va devaluando, y la cual ya ha comenzado en ciertos mercados como el americano el cuál ha caído más de un 30% en el mes de marzo. El gobierno de este país busca mitigar los posibles efectos con la reserva federal. Por su parte, durante los últimos años China ha estado comprando oro para poder respaldar el valor de su moneda, lo cual muestra nuevamente una posible rápida recuperación en su mercado. Aún tomando estos factores en cuenta tenemos que buscar al tercer partido que posiblemente sea el que realmente logre consagrarse como el próximo poder hegemónico.
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Mientras avanza esta situación concuerdo con las palabras de una persona muy querida, “durante estos momentos podremos observar muchos actos de gentileza y de egoísmo”. Yo personalmente apuesto a que serán más los actos de gentileza y empatía, ya que el ser humano tiene la capacidad de buscar el bien comunitario. Entonces, después de un viaje internacional durante una pandemia y la experiencia de vivir esta situación en un país diferente a México, quiero exhortar a todes a mantener la calma. Me gustaría terminar este texto compartiendo el siguiente aforismo:
“Cuando los menos afortunados no pueden encontrar ayuda, aquellos que son bendecidos deben ayudarlos”.
Maestra Cheng Yen