Tierra Adentro

Jesús Francisco Conde de Arriaga

Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de Narrativa en las generaciones 2009 - 2010 y 2010 - 2011, y dos veces becario del programa Jóvenes Creadores del Fonca en los periodos 2014 - 2015 y 2017 - 2018, ambos en la especialidad de cuento. Ha publicado cuento, ensayo, reseña y crítica literaria en Laberinto, Confabulario, Este país, Molino de letras, Siembra y Tinta Seca, entre otros. Aparece en las antologías Cofradía de coyotes (La Coyotera Ediciones, 2007); Fantasiofrenia II. Antología del cuento dañado (Ediciones Libera, 2007); Ardiente coyotera (La Coyotera Ediciones, 2008) y Bragas de la noche (Colectivo Entrópico, 2008). Es autor del libro de cuentos Campanario de luz, (UAM, 2013), y de La espantosa y maravillosa vida de Roberto el Diablo (UAM, 2019). Es editor de la revista Casa del Tiempo de la UAM.
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Imperioso, colérico, irascible, extremo en todo, con una imaginación disoluta como nunca se ha visto, ateo al punto del fanatismo Mátenme de nuevo o tómenme como soy, porque no cambiaré.
Heinrich Böll, Wikimedia Commons.
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Aquel caminante, el que en los labios lleva un verso Delicado, que ya ha deambulado por estas líneas en otras ocasiones se ha apostado, ahora, en la planta alta de un vetusto edificio de dos centurias enclavado en el centro del antiguo señorío de Azcapotzalco.
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La Ciudad de México, como tantas otras, se ha construido en la memoria histórica edificada entre tintas, papel y linotipias.
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Apenas pasan de las dos de la tarde del lunes 8 de julio de 1822.
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Si la memoria colectiva es aquella que se construye en las sociedades a través del paso inmisericorde del tiempo, la memoria personal abreva de ésta y la conforma: es hija y hermana, juez y parte.
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Doce horas que son doce días que son, finalmente, el recuento de una vida marcada por la pobreza y el hambre, la lucha intestina y la imposibilidad del amor, el tiempo circular que lo mismo acerca a la muerte que la niega, la crueldad de la carne marcescible.
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En El libro del desasosiego, Bernardo Soares escribió: “mi patria es la lengua”.
Retrato de Carlos Pellicer tomado del archivo del Instituto Nacional de Bellas Artes.
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De oro pálido, el alba misiva acogió entre su cetrino continente plumas y pinceles que configuraron la primera modernidad del México del siglo veinte.