Tierra Adentro
Imagen tomada de la base de datos de Google

Para Olafa

 Yo no empecé siendo periodista por casualidad —como muchas generaciones— o por necesidad, o por azar.

Yo empecé siendo periodista, porque lo que quería era ser periodista.

G.G.M

Cuenta la leyenda que al final de sus días Gabo regresó a la infancia. Volvió a ser desprevenido, olvidadizo y juguetón. Se convirtió nuevamente en ese niño guajiro y boquiabierto que atendía con avidez las historias de brujas y fantasmas narradas por su abuela Tranquilina para olvidar el calor asfixiante, la soledad y la nostalgia que se respiraba en ese pueblito recóndito de Aracataca (que bien pudiera ser “Abracadabra”, o por supuesto “Macondo”, como se llamaba una de las fincas de banano que abundaban en la zona1), en el Magdalena colombiano.

*

La literatura de García Márquez es más que periodismo embellecido y escritura tapizada de florituras. Su portentoso arte de contar historias lo erige como el Homero de Latinoamérica –si bien la imagen del poeta ciego encaja más con Borges. Su vida excepcional, llena de maravillas y prodigios, parecía guiada por el mismísimo destino griego. No solo supo poner la palabra justa en el justo lugar; también supo, por gracias del azar, estar en el sitio indicado a la hora indicada como los buenos reporteros.

Llegó a vivir en Bogotá apenas para asistir a una histórica efervescencia política por el magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán; lo transfirieron a Estados Unidos en tiempos de fuerte tensión diplomática entre Cuba y Estados Unidos; se instaló en México cuando el exilio de los intelectuales de las dictaduras latinoamericanas florecía: “Tenía un don especial para llegar a un lugar cuando todo comenzaba a suceder”, confirma su biógrafo Gerald Martin2. Quizás por eso su escritura profundizó como pocas el delgado umbral que separa realidad y ficción.

*

Desde niño Gabo jugueteaba con la palabra como un juglar en potencia. A los trece años y en un gesto casi burlesco decidió proponerle matrimonio a Mercedes. Ella no lo supo de inmediato pero aceptaría su petición diociocho años más tarde. La vio por primera vez en Sucre durante una “Cocacola bailable”, una fiesta estudiantil en la que no se bebe licor, y estuvo convencido de que –como dicta el impopular amor romántico– solo colmaría sus días de dicha si los pasaba a su lado.

*

Aunque le hubiera bastado para consagrarse como escritor, García Márquez no se limitó a retratar su vida pasándola por un filtro colorido y tropical (como juzgan algunos); su narrativa agotó las posibilidades de lo biográfico sin usurpar su espacio. Por eso no extraña que su inevitable influencia marque un punto de no-retorno (cualquier escritor de habla hispana nacido después de los años setenta es hijo de su literatura, quiéralo o no), y que su obra sea un precedente obligado de tendencias narrativas postmodernas como la no-ficción o la autoficción, formas que beben no solo de la autobiografía sino sobre todo del uso literario que García Márquez (entre otros autores menos emblemáticos) le dio al oficio periodístico y que transitó una vía paralela a la del Nuevo Periodismo: la senda de Truman Capote, Tom Wolfe y los incontables hijos directos o putativos de la generación perdida.

*

A sus veinte años y siendo aún estudiante de derecho, Gabo salió del clóset literario. Tras la lectura de La Metamorfosis de Kafka, un abogado escritor, escribió un cuento que ya incluye los recursos del sabio narrador de Cien años de Soledad. Con mucho coraje y poca plata lo metió en un sobre y fue a pie hasta las oficinas del único periódico colombiano que alguna vez ha sido independiente en Colombia. Semanas más tarde estaba en un café del centro de Bogotá y al mirar el periódico de un señor que estaba en la mesa de al lado descubrió el título de su cuento La tercera resignación en la portada del suplemento cultural. Loco de contento se dirigió al puesto de periódicos pero no pudo comprarlo; le faltaban cinco centavos para el peso, suceso que sería una constante hasta la publicación de Cien Años de Soledad.

*

Quizás solo Shakespeare pueda compararse a García Márquez en la cantidad de obras cuyos títulos han sido reescritos por periodistas y escritores a lo largo y ancho del globo: “el amor en los tiempos del Covid 19”,“Crónica de una catástrofe anunciada”, “cien horas de soledad”, “el otoño del dictador”, por mencionar solo algunos de los más rimbombantes. Eso muestra que, además de un narrador pantagruélico, era un titulador con una agudeza excepcional que sabía atinar a los puntos neurálgicos del imaginario colectivo para volverlos un arquetipo o un leitmotiv.

*

Sin saberlo, Fidel Castro y Gabriel García Márquez se encontraron por primera vez entre la multitud que invadía las calles del centro de Bogotá la funesta tarde de abril de 1948 en que el caudillo Jorge Eliécer Gaitán murió asesinado y se desató lo más parecido a una guerra civil en la capital del país. Ambos estaban tristes y desorientados: el revolucionario tenía una cita ahora irrealizable con el recién fallecido mártir político y el escritor acababa de descubrir que nunca más podría recuperar su máquina de escribir pues las hordas furibundas habían destrozado la casa de empeño donde la había dejado con la esperanza de volver por ella tan pronto tuviera dinero.

García Márquez recordó esa situación y la mencionó en su célebre crónica periodística Mi hermano Fidel, publicada en 1958 por la revista Momento: “Solo ahora, olvidaba la leyenda de los dos cubanos que se mezclaron a la multitud bogotana el 9 de abril de 1948, se conoce la identidad de unos de ellos, el más espigado, sereno y decidido. Era Fidel Castro”3.

Pero lo importante apenas sucedería en 1959. Fidel y sus rebeldes organizaron un juicio público de los militares del régimen de Batista cuya pena máxima era la muerte. La llamaron “Operación verdad” e invitaron a los periodistas que cupieran en un modesto avión comercial que los llevaría a la Habana. García Márquez presenció el dramático juicio del coronel Jesús Sosa, uno de los jefes militares de Batista, acusado de matar campesinos desarmados entre sus muchos otros crímenes de guerra. En la Ciudad Deportiva de la Habana se dispusieron cámaras, luces, y toda la indumentaria para orquestar un juicio mediático. Pero la presencia de hombres armados dominaba el lugar, pues la atmósfera de guerra civil era inminente. De hecho, al entrar al recinto los guardias no reconocieron al escritor, que carecía de credencial periodística, y lo encañonaron con un rifle hasta que su colega Plinio Apuleyo confirmó su identidad.

Aunque para muchos carecía de validez la acción de los rebeldes, la mayoría consideró justa la sentencia de muerte que cayó sobre Sosa. Antes de la ejecución, su esposa escribió una petición de clemencia firmada por unos pocos  periodistas y diplomáticos entre los que figuraba, desde luego, la firma de García Márquez.

Pese a las diferencias, el revolucionario y el escritor entablaron una amistad innegociable que tuvo sus altas y bajas, pero que nunca les evitó rememorar sus días en la habana, o las noches llenas de política y literatura en que Fidel preparaba sus famosos espaguetis y García Márquez regaba la noche con vinos y palabras.

*

Antes de ser un ferviente opositor de Gabo y darle el célebre puñetazo que rompió sus relaciones, Vargas Llosa fue su amigo cercano y un gran estudioso de su obra. La tesis doctoral del peruano, titulada Historia de un deicidio, se publicó en Madrid en 1971 y aborda el vínculo entre el universo garciamarqueano (palabra que existe y se usa, por poco que pueda extrañar) y su rol en la literatura latinoamericana. Plagada de confesiones, anécdotas personales y juicios de valor que solo podría hacer un amigo, el peruano retoma, entre otras, la hermosa historia de los hoteleros Lacroix sucedida entre París y Madrid en los años cincuenta:

En 1954 García Márquez salió por primera vez del país, algo perfectamente normal para un joven periodista sin dinero. Sin embargo, El Espectador lo comisionó como corresponsal europeo durante un año. Al cabo de ese tiempo el periódico fue clausurado y los siguientes tres años García Márquez los pasó entre la miseria (cuando no tenía opción, comía sobras que obtenía de panaderos, carniceros y verduleros) y la vida del escritor frustrado. Dormía en el barrio latino, en el Hotel de Flandre hasta que ya no pudo pagar. Entonces habló con Madame y Monsieur Lacroix, los propietarios, que fueron sensibles a sus palabras y le dieron permiso de instalarse en la buhardilla de la rue d’Assas bajo la promesa de pago en cuanto recibiera un dinero improbable que iba a buscar cada semana en la oficina postal. En esas noches de insomnio y hambriento frenesí se fraguó El Coronel no tiene quien le escriba.

Cuando finalmente pudo saldar su deuda, García Márquez quiso hacerlo personalmente pero los Lacroix no estaban. Dejó París por varios meses y en sus regresos ocasionales trató de localizarlos sin éxito. Sin embargo, ya en los años sesenta, mientras estaba de paso, Mario Vargas Llosa lo citó en el modesto Hotel Wettler donde se alojaba con su esposa. Qué sorpresa se llevaría el colombiano al encontrarse de frente con los Lacroix, que también manejaban ese lugar y, más pintoresco aún, también le habían fiado la estancia a Vargas Llosa durante meses, mientras escribía La ciudad y los perros.

*

En un cortejo hay varios amigos reunidos en torno a un mismo eje. Son amigos que no se ven desde hace años pero que se quieren mucho. Visten ropa luctuosa, hablan entre ellos, conviven alegremente; se nota que están felices de volver a estar juntos. De un momento a otro la fiesta se acaba y todos empiezan a dejar el espacio lenta pero irreductiblemente. Cuando no queda más que un puñado, Gabo decide irse también pero uno de los salientes se vuelve y le dice que él debe quedarse: es su entierro. Desde que tuvo ese sueño, Gabo esgrimió dos de sus proclamas más famosas; que escribía solamente para que sus amigos lo quisieran más, y que morirse es “quedarse sin amigos”.

*

El 22 de febrero se nos anunció que regresaríamos a Colombia. Teníamos ocho meses de estar en Mobile, Alabama, Estados Unidos, donde el A.R.C. “Caldas” fue sometido a

reparaciones electrónicas y de sus armamentos. Mientras reparaban el buque, los miembros de la tripulación recibíamos una instrucción especial. En los días de franquicia hacíamos lo que hacen todos los marineros en tierra: íbamos al cine con la novia y nos reuníamos después en “Joe Palooka”, una taberna del puerto, donde tomábamos whisky y armábamos tina bronca de vez en cuando.

Mi novia se llamaba Mary Address, la conocí dos meses después de estar en Mobile, por intermedio de la novia de otro marino. Aunque tenía una gran facilidad para aprender el castellano, creo que Mary Address no supo nunca por qué mis amigos le decían “María Dirección“.4

 

La prosa de Relato de un náufrago luego se replicará en Crónica de una muerte anunciada y Noticia de un secuestro –también subyace en la mayor parte de su trabajo periodístico y permea su ficción. Se trata de un estilo único; un lenguaje potente y efectista que logra ser llano y expresivo al mismo tiempo, que echa mano del detallismo literario (la descripción de aquellos elementos que favorecen la trama), con una facilidad inigualable para los juegos de palabras y un sentido de la ironía que identifica prácticamente a cualquier latinoamericano. Además, el “ingrediente secreto”, que según el testimonio nada fiable de García Márquez viene de la narración oral de su abuela Tranquilina, permite convertir lo trivial en fascinante, hermanar lo cotidiano y lo telúrico, estirar las costuras que componen la realidad de todos los días, evocar la maravilla con toda la tranquilidad del mundo. 

 

Sin embargo, originalidad no significa unicidad. No hay nada nuevo bajo el sol y el realismo mágico (llamado alguna vez periodismo mágico) no escapa al eco de las influencias –eso que Harold Bloom llama angustia. Quizás los ascendientes más remarcables de la prosa garciamarqueana son dos: por un lado está Ernest Hemingway, cuyas crónicas de la entreguerra podrían haber sido firmadas por García Márquez si no hubieran sido escritas en inglés. El famoso credo del Usa párrafos cortos al principio. Usa un lenguaje vigoroso, sin olvidar la suavidad. Sé positivo, no negativo.5

 

El segundo ascendente es otro norteamericano: William Faulkner, que el colombiano reconocía como “el más fiel de mis demonios tutelares”6. Lo curioso es que Hemingway y Faulkner son el agua y el aceite de la literatura estadounidense del siglo XX. Es bien sabido que para Hemingway nadie podría leer un libro de Faulkner sin un diccionario y para Faulkner nadie necesitaría un diccionario para leer un libro de Hemingway. Pese al contraste, los juegos espacio-temporales, la fragmentación de las voces narrativas, los extensos monólogos interiores y sobre todo la idea de construir un universo cerrado a partir del conjunto de novelas (La saga de los Buendía y la geografía sentimental de Macondo) cimentaron por igual el realismo mágico que la teoría del iceberg y el show-don’t-tell de Hemingway.

*

A mediados de los años cincuenta Gabo ya era un periodista medianamente conocido a nivel local, pero lo que hizo en 1955 fue extraordinario. En un largo reportaje publicado durante catorce días por El Espectador, el escritor asumió la voz de Luis Velasco, un marino colombiano que vivió una situación que el largo título explica mejor que cualquier paráfrasis: Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre.

Lo impresionante de la situación fue que gracias al texto de García Márquez se descubrió que el accidente del “destructor Caldas” de la armada nacional de Colombia no ocurrió por una tormenta —como aseguraba la versión oficial auspiciada por el gobierno—, sino que en realidad había una pesada carga de contrabando mal amarrada en la cubierta de la embarcación que se desató, cayó al mar Caribe y arrojó a los ocho marinos que murieron ahogados.

No es de extrañar que la publicación del relato era terriblemente osada y constituía una acusación directa contra la “dictadura pacífica” del general Rojas Pinilla en Colombia. Tampoco resulta insólito que tras sellar ventas históricas durante dos semanas el periódico fuera clausurado provisoriamente y Gabo tuviera que dejar el país.

*

Si Alfred Jarry es el fundador de la ciencia patafísica, Gabo es el sacerdote de la escuela del mamagallismo. Este movimiento, a medio camino entre la anécdota graciosa-rimbombante, la greguería y la broma subversiva, se refiere al colombianismo “mamar gallo” que no alude especialmente al acto sexual sino más bien al bromeo, al chiste jocoso y a la ironía punzante. En resumen, mamar gallo es tomar del pelo pero evoca un espíritu popular, festivo y carnavalesco que recuerda a François Rabelais. La imagen definitiva es la de un caribeño renacentista.

La expresión se rastrea a finales del siglo XIX en un periódico caribeño pero está fuera de discusión que el encargado de popularizarla fue García Márquez7.

Concretamente se trata del uso de palabras altisonantes y pintorescas que encajan perfectamente con el mamagallismo pero sobre todo con el realismo mágico como “Damajuana”, “correveidile”, “trapisonda” y “catafalco”, entre tantas, tantísimas otras. De las frases, es inolvidable una sentencia del narrador en El amor en los tiempos del cólera: “El corazón tiene más cuartos que un hotel de putas”.

Si alguien duda de las cualidades mamagallísticas del escritor, puede hacer un habitual experimento: abra Cien años de Soledad en cualquier página y trate de leerla sin sonreír ni una sola vez. Es una labor imposible.

*

El año de 1961 empezó con grandes cambios para el escritor, su familia y el mundo en general: en el mes de enero los García Barcha se instalaron en Nueva York, USA y Cuba rompieron definitivamente sus relaciones diplomáticas y Jhon F. Kennedy, el presidente más joven en la historia, inició su mandato. García Márquez fungió como corresponsal de prensa durante varios meses. Al ver su lúgubre oficina en el Rockefeller Center, pensó con admiración que nunca había visto “un lugar más idóneo para morir asesinado”8. Su abierta postura política, su gran amistad con Fidel Castro y su trabajo periodístico despertaron primero críticas y luego terroríficas llamadas que, según se presume, venían probablemente de disidentes cubanos y agentes de la CIA que lo mantenían vigilado. Esa situación insoportable –Mercedes y los niños habían recibido amenazas de muerte– marcó un punto de giro en su vida. El 2 de julio, el mismo día que Hemingway se suicidaba con una escopeta de doble cañón, la familia colombiana ponía sus pies en México, su segunda patria.

A partir de ese momento la historia ha sido contada una y mil veces. La momentánea precariedad, la concreción de una idea novelesca que llevaba casi treinta años formándose en la cabeza de García Márquez y de la cual ya había escrito varios cuentos y dos novelas cortas: fue el momento de Cien Años de Soledad.

*

Entre los legendarios amigos y seres queridos de Gabo que figuran en el relato de su vida como personajes de una narración romanesca, destacan:

  • El coronel Nicolás Márquez, no solo le enseñó que el diccionario era el único libro que “siempre tiene la razón”, su amor y devoción despertaron la sensibilidad de su nieto hacia lo maravilloso, lo arcano y lo natural. Cada fin de semana asistían a la feria para descubrir las novedades que traían “los gitanos”.
  • La voz de la matrona Tranquilina Iguarán fue el toque secreto del realismo mágico. Su manera de contar, su comprensión de lo inexplicable abrieron definitivamente los ojos y las palabras a su nieto. Murió ciega y loca, como Úrsula Iguarán.
  • Mercedes Barcha, el amor infantil y eterno del Gabo. El sostén moral y emocional. Se hizo cargo de los gastos de la casa y de todas las decisiones administrativas. Al llegar a México y vivir las primeras penurias, su esposo le dijo: “Hagamos una cosa, tú te haces cargo de la casa por dos años, y te prometo que yo me hago cargo por el resto de la vida”. Ambos hicieron lo propio.
  • Fidel Castro, a quien quiso y defendió como un hermano, si bien se distanció un poco de sus acciones políticas hacia los años noventa.
  • Mario Vargas Llosa, que tras una larga y estrecha amistad literaria le dio un famoso puñetazo en 1976 en la Ciudad de México, tras una proyección cinematográfica presentada en Bellas Artes. El motivo del golpe sigue dando lugar a controversias, pero lo cierto es que Vargas Llosa tenía una crisis con su esposa Patricia, que encontró en García Márquez y su esposa un apoyo moral. Lo curioso de la anécdota: tras el golpe, Elena Poniatowska y Mercedes Barcha fueron a buscar un filete helado para ponerlo sobre el ojo del colombiano.
  • Álvaro Cepeda Samudio, probablemente su mejor amigo y su iniciador en el mundo del cine. Le sopló el final de Crónica de una muerte anunciada una tarde en que comían mojarra frita en Barranquilla. Nunca murió; embarco un tren “que nunca acaba de viajar”.
  • Álvaro Mutis, su cómplice colombo-mexicano. En 1954 lo convenció de volver a la fría y para-él-detestable Bogotá, pues le había conseguido trabajo en El Espectador escribiendo críticas de cine y periodismo cultural. Años más tarde se encontraron en el DF y sellaron una entrañable amistad con El Otoño del patriarca.
  • Plinio Apuleyo Mendoza, fue su compañero de idas y venidas entre los cuarenta y los sesenta. Leyó sus ficciones y le reveló los primeros gajes del periodismo.
  • Carlos Fuentes, amigo de correrías romanescas y literarias. Una anécdota los muestra en un coche, por la carretera que va de Cuernavaca a Acapulco. García Márquez le dice a Fuentes que todos están escribiendo la misma novela latinoamericana: “con un capítulo colombiano mío, un capítulo mexicano tuyo, el argentino de Julio Cortázar, el chileno de Pepe Donoso, el cubano de Alejo Carpentier”9.
  • El padre Camilo Torres, un cura anarquista y enamoradizo que se abanderó al ELN (Ejército de Liberación Nacional) no sin volverse un ícono (y cederle su nombre a miles de niños bautizados “Camilo” en los setentas y ochentas en Colombia). Murió asesinado en combates con militares bajo el gobierno de Carlos Lleras Restrepo. Torres bautizó a los hijos de García Márquez y sostenía una correspondencia con él por sus filiaciones políticas.
  • El expresidente, político y mecenas Carlos Salinas de Gortari, que fue su amigo desde 1987, cuando tenían una tertulia que contaba con la presencia de Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska y Héctor Aguilar Camín. Detrás de su relación amical no solo se fortalece la imagen de García Márquez como un escritor que buscaba estar cerca de las esferas del poder sino que también se advierte el método priista de mantener el control sobre las instancias culturales por medio de becas, subsidios y otras prebendas.

*

Hacia 1968 Álvaro Mutis tuvo un inolvidable y fugaz encuentro con Gabo. Una buena mañana apareció a la puerta de su casa en el D.F., con el rostro empapado en sudor y los ojos exultantes.

  • Álvaro, ¿te acuerdas de esa novela que escribías sobre el final de Bolívar y de la cuál publicaste un fragmento?
  • Sí, ya no la tengo. La quemé hace años.
  • ¿Por qué?
  • Había demasiado material, era una historia incontable.
  • Pues bien, yo la voy a hacer.
  • Qué bueno, la idea es toda tuya. En la biblioteca del despacho están los libros de historia. –dijo Mutis señalando una de las múltiples recámaras.

Gabo entró, tomó unos quince libros, metió algunos en una maleta, apresuradamente, y el resto en la cajuela de su BMW. Le tomó más tiempo de lo esperado, pero escribió El Otoño del patriarca. 10

*

Es bien sabido que parte de la leyenda del Gabo es una ficción que se inventó él mismo. Como cualquier periodista, supo siempre esculpir sus testimonios en favor de una imagen titánica que no hizo más que alimentar. Sobre su historia abundan versiones contradictorias salidas de su propia boca. Aunque muchos reprueben esa situación, sería idiota buscar la verdad del notario en las palabras del fabulador. ¿Qué otra cosa podría hacer un contador de historias con semejante relato sino reconstruirlo para tejer otra maraña de hermosa ficción?

  1. Germán Arciniegas, «La era de Macondo», en Imagen, N. 67, Caracas, 15/28 de febrero de 1970, p. 24.
  2. Gerald, Martin, Gabriel García Márquez, una vida, Clearway Logistics Knv, 2009. Disponible en línea en: https://www.researchgate.net/publication/318122035_Gerald_Martin_Gabriel_Garcia_Marquez_Una_vida_Trad_de_Eugenia_Vasquez_Nacarino_Debate_Colombia_2009_762_pp
  3. Tiempo, Casa. “Mi Hermano Fidel”. El Tiempo, 2021, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13854339
  4. Primera entrega de “Relato de un náufrago”, la serie de catorce artículos publicados por el periódico El Espectador en 1955.
  5. “Use short first paragraphs. Use vigorous English, not forgetting to strive for smoothness. Be positive, not negative”. Tomado de: Ernest Hemingway, Carlos Baker, «Ernest Hemingway. A Ufe story», London, Collins, 1964, p. 57.
  6. Ambriz, Mary. “Abecedario De Gabriel García Márquez”. Cultura.Nexos.Com.Mx, 2021, https://cultura.nexos.com.mx/abecedario-de-gabriel-garcia-marquez/
  7. “Gabo, El Mamagallista”. Revista Credencial, 2021, http://www.revistacredencial.com/credencial/noticia/actualidad/gabo-el-mamagallista
  8. Gerald Martin, Íbid, P. 201.
  9. “Biografía Compartida”. Nexos.Com.Mx, 2021, https://www.nexos.com.mx/?p=20679
  10. Tomado del testimonio del propio Álvaro Mutis, aparecido en:  “El Parto Del General”. Nexos.Com.Mx, 2021, https://www.nexos.com.mx/?p=20673