Tierra Adentro
Portada de "Ciudad Copyright". Conrado Romo. FCE, Colección Tierra Adentro, 2024
Portada de “Ciudad Copyright”. Conrado Romo. FCE, Colección Tierra Adentro, 2024

Vieja ciudad de hierro…

Te han quitado la promesa de ser viento.

Te han quebrado las entrañas y el silencio…

Tu limpieza clara y en tu par de espejos

han morado colores que son añejos

y ahora ya no brillan más.

Rockdrigo González 

Ciudad Corporativa… digo, Creativa, Digital

Conrado Romo García trabajaba en una agencia de comunicación cuando el fundador de la empresa lo llamó, junto con otros compañeros, para dar una “gran” noticia: estaban por participar en un proyecto que rescataría la zona del centro histórico de Guadalajara e impulsaría el inicio y expansión de industrias creativas en el área, convirtiéndola en un cluster para la generación de software, videojuegos, cine y video. El título de la iniciativa no podía ser más rimbombante: Ciudad Creativa Digital (CCD), pero lo cierto era que, más que rescatar el primer cuadro de la urbe, la propuesta pretendía desplazar a los habitantes y pequeños negocios, que llevaban varios años en el lugar; limitar demarcaciones abiertas o ampliamente transitadas, como la Calzada Independencia o el Parque Morelos, y transformar espacios comunes o de viviendas, para erigir las infraestructuras y oficinas de un puñado de corporaciones. No se trataba de un plan para impulsar la innovación, sino de una utopía neocolonial y desarrollista donde el único beneficiado sería el capitalismo.

Desde entonces, Conrado, quien decidió cambiar el branding por el activismo y la discusión crítica, se ha vuelto un referente en la lucha contra los urbanismos depredadores y la desposesión. Además de haber incursionado en el periodismo, los estudios latinoamericanos y las ciencias políticas, ha sido ponente en foros con sede en Brasil, República Dominicana o España; residente del centro de cultura digital y participativa Medialab-Prado (hoy Medialab-Matadero), en Madrid; colaborador en publicaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el Gobierno de la Comunidad Autónoma de Aragón y el colectivo chileno Toda la Teoría del Universo (TTU); director del Órgano Técnico de Asuntos Metropolitanos, del Congreso de Jalisco, y, recientemente, director de la Unidad de Información de Gobierno, Seguridad Pública e Impartición de Justicia del Instituto de Información Estadística y Geográfica (IIEG), de la misma entidad. Asimismo, ha formado parte de asambleas populares, defensas territoriales, protestas pacíficas y reformas legislativas, en pos de la soberanía tecnológica e intelectual, porque considera que, si bien la tierra es de quien la trabaja, las ideas también.

No obstante, Romo sabe que, como dijera Gramsci, los movimientos sociales deben combinar la acción directa con el debate teórico.1 Para poder derrocarlo, se requiere de una reflexión incisiva sobre las imposturas que sostienen el pensamiento hegemónico; desarticular los conceptos y presuposiciones que se usan para someter o desinformar, polemizando con esas (pseudo)ideologías que disfrazan la desigualdad y el encarecimiento en los centros urbanos como sacrificios necesarios, detrás de una falsa premisa de modernidad y civilización.

Por eso, la batalla de Conrado también ha sido cultural. Sus textos cuestionan las bases de la razón neoliberal y evidencian las artimañas de gobiernos e inversionistas privados, tanto mexicanos como extranjeros, que utilizan la máscara de los edificios cristalinos y centros comerciales, para ocultar el extractivismo más vil. En ese sentido, Romo promueve que una ciudad debe servir a sus transeúntes y moradores, que son quienes la conocen y aprovechan, y no a los poderosos que la exprimen, denunciando que la destrucción rapaz de los hábitats no es únicamente producto de la fuerza ni del dinero, sino consecuencia de todo un arsenal de discursos afines a formas materiales e inmateriales de explotación.

Urbanistas contra la urbanización

Con su reciente libro, Ciudad Copyright (FCE, 2023), Conrado ingresa a un largo linaje de urbanistas combativos que han indagado sobre la corrupción de las metrópolis a manos del mercado. Ejemplos sobran: desde el pragmatismo humanista de Richard Sennett, que ha relatado cómo la construcción de Central Park supuso la aniquilación de los vecindarios afroamericanos de Manhattan,2 hasta la revisión histórica que hiciera Lewis Mumford, quien afirmaba que el crecimiento industrial, tecnológico y comercial de las megaciudades de hierro y concreto trajo consigo la disolución de las áreas verdes y plazas abiertas, provocando el surgimiento de fenómenos demográfico-culturales graves para cualquier población, como el hacinamiento de las familias en condominios estrechos, las aglomeraciones o la indigencia y el crimen en las calles.3 Mumford expresaba que no bastaba con un nuevo modelo de planeación urbana —el cual, según este autor, debía basarse en el sueño socialista de una ciudad-jardín, llena de enormes unidades habitacionales, circundadas por espacios comunes—, sino que había que desmontar toda la mitología capitalista del progreso, priorizando a la gente y su calidad de vida, por encima de los negocios.4  

Refiriendo otro caso, es posible hablar de Henri Lefebvre, quien encontraba en cada ciudad confrontaciones simbólicas entre las trayectorias abigarradas y espontáneas de la persona de a pie y las estéticas utilitarias y estridentes de las arquitecturas empresariales, como los aparadores, las marquesinas de las tiendas departamentales o los anuncios espectaculares. Así, las dinámicas citadinas se podrían leer como una disputa permanente por el dominio de los lugares y sus significados, concluyendo que el espacio no solo es algo que está ahí, ni debe darse por sentado, sino que se gana (o arrebata), para poder reinterpretarse. Se convierte en un instrumento de control o de resistencia, por lo tanto, todo espacio es político.5

También, podríamos enlistar entre estos grandes nombres a Jane Jacobs, quien demostró que toda la glosa del desarrollismo urbano —esa que incluye términos como regeneración, rehabilitación o el antes mencionado rescate de áreas— no es más que un lenguaje del pretexto y del engaño, para hacer justo lo contrario: acabar con ecosistemas, reducir y privatizar corredores o descansos naturales, y cambiar las lógicas barriales, con su vitalidad y autonomía, por trazos rígidos que nos obligan a caminar, trabajar o vivir bajo determinados estándares.6

De igual forma, tendríamos que considerar las etnografías de Loïc Wacquant sobre la distribución espacial de la riqueza y las periferias pobres, o los aportes de Saskia Sassen sobre cómo llegar al cosmopolitismo sin pasar por las garras de la globalización.7 Sin embargo, a partir de mi lectura, la influencia más marcada de Conrado Romo es David Harvey: un geógrafo y marxista, profesor en la City University de Nueva York (CUNY), quien ha dedicado su carrera a evidenciar que la injerencia del capitalismo en la estructuración de las ciudades ha traído consecuencias nefastas para las economías cotidianas.

David Harvey tapatío

Para Harvey, los efectos degenerativos del urbanismo tienen repercusiones antropológicas, al modificar nuestra percepción del tiempo y espacio; acelerar los ritmos de trabajo y consumo, y discriminar quiénes pueden acceder a ciertos servicios públicos —como el transporte de calidad o los botes de basura en la calle—, a partir del capital acumulado en cada colonia o distrito. También, este geógrafo ha establecido que algunos de los postulados fundamentales del neoliberalismo, como la meritocracia, la ocupación permanente, el estatus basado en el salario o la personalidad individualista, se refuerzan a través de los entornos físicos.8

Para ello, basta comparar los espacios y recursos destinados dentro de una torre corporativa al acomodador de autos, al guardia de seguridad, a la recepcionista, a la oficinista promedio y al alto ejecutivo. Ahí, pareciera que, según la localización de cada persona o el tamaño de su cubículo, se definieran sus derechos o su horizonte de posibilidades. Por eso, en un magistral cortometraje dirigido por Brett Story, David Harvey sale a pasear, con la brisa neoyorquina y costera sobre la cara, y compara los rascacielos con “grandes monumentos de la estupidez humana”, mientras anhela la llegada de una revolución socialista de los espacios, capaz de redefinir la ciudad a favor de la equidad.9

En Ciudad Copyright, Romo analiza, tal como lo hiciera Harvey, que existe una economía política del despojo, basada en el afán capitalista de obtener ganancias de todo, todo el tiempo. Sin embargo, lo que en las ideas del teórico británico era un mal augurio, en el libro de Conrado se convierte en la pesadilla neoliberal de todos los días. Romo explora que, si bien el capitalismo permite el usufructo de los suelos y las construcciones, también utiliza a su favor aquellos conocimientos, inventos o desarrollos tecnológicos que se obtienen e intercambian en los lugares que coloniza, discriminando las poblaciones que son creativas y vanguardistas, con proyección y futuro,de las que no lo son. 

Más allá del espacio: “Todo está a la venta”

Si los terrenos y las ciudades no producen réditos, son inservibles; lo mismo pasa con las comunidades, personas e ideas. En el capitalismo, el propósito último de cada cosa o actividad es la creación de plusvalor, no obstante, si recordamos al viejo y confiable Marx, es imposible generar esta plusvalía sin explotación, porque no hay acumulación sin el abuso de la fuerza de trabajo ajena o sin la propiedad exclusiva de los medios de producción.10

Según Romo, si el imperialismo era la fase superior del capitalismo, el neocolonialismo de las ciudades inteligentes es una fase súper-superior, porque retoma el extractivismo industrial, la fabricación en serie o la maquila, pero desdibujando por completo las fronteras entre espacios públicos y privados. Convierte a una ciudad, en su totalidad, en un ensamblaje donde cada pieza está al servicio del capital. La ubicación de las colonias, las vías rápidas, los colosos de oficinas y los outlets no es espontánea, sino una estrategia para potenciar la producción y el consumo. Parafraseando a Hartmut Rosa: la aceleración y la alienación van de la mano.11

En las ciudades de los siglos XIX y XX, había dominios de los capitalistas, como las fábricas, pero también áreas para la o el pequeño comerciante, zonas habitacionales y espacios comunes. Romo nos explica que las ciudades de hoy se han privatizado, volviéndose “epicentros del desarrollo económico global”.12 Así, no solamente los supermercados, call centers o constructoras sirven al capitalismo, sino también el reparto de las escuelas, áreas verdes o sitios de entretenimiento, pues se condicionan según el papel o la utilidad de las personas en el “organigrama social”. Toda la urbe favorece a las corporaciones, y son ellas las que deciden dónde vivirán los habitantes de primera clase, que son los inversionistas o los que tienen altos puestos; los de segunda, los administrativos y trabajadores profesionalizados, y los de tercera, los proletarios que mueven la maquinaria, sin contar a los desclasados que ya no le interesan al engranaje, como la población no escolarizada, adultos mayores, inmigrantes, vendedores informales, comunidades autóctonas o población sin techo. 

Las dos caras de la depredación: territorio y propiedad intelectual

La tesis central de Ciudad Copyright podría resumirse en:


las autoridades ven […] una oportunidad para atraer inversión extranjera (excedentes de capital), convirtiendo a las metrópolis en mercancías, desviando la mirada de su valor de uso (espacios para la dignificación y el empoderamiento humano) para centrarse en su valor de cambio (qué tan atractiva es una ciudad para que los grandes capitales inviertan sus excedentes en la ciudad).13

Pero, ¿cómo es que los gobiernos ofrecen las ciudades al mejor postor? Si bien no pueden anunciarlas arbitrariamente para la venta, Romo explica que se siguen dos procesos: la gentrificación, por un lado, y la apropiación intelectual de espacios, por otro, generando que, donde antes había dinámicas comunitarias y vernáculas —es decir, lo típico e identitario de cada ciudad, como sus tianguis, corredores gastronómicos, plazas, prados o viviendas populares—, ahora se instalen eventos y edificaciones para la lógica del mercado.

Por ello, la ciudad copyright que da título al libro puede definirse como un nuevo modelo urbano, donde se limita el derecho de cualquier persona a ocupar y disfrutar la ciudad, y, por el contrario, se privilegian estrategias para el bienestar de las empresas. Esto, mediante la explotación física de los sitios, los recursos naturales y el trabajo, y la explotación cognitiva de las ideas, los conceptos, los hábitos y las artes.14

Gentrificación, ¿o le diremos mejor, despojo?

Cuando las corporaciones llegan a las ciudades pretendiendo tomarlas, estas no se encuentran deshabitadas; tienen parques, avenidas, locales o vecindarios, con varias décadas de tradición. Por ende, una de las tácticas de las grandes empresas consiste en el desplazamiento de las comunidades de habitantes de ciertas zonas, aprovechando que los gobiernos se hacen de la vista gorda. Sin embargo, no se trata de una expulsión repentina ni violenta, sino de un desahucio gradual. Más que un desalojo con tanquetas y cuerpos policíacos (aunque hay lugares, como Barcelona, donde sí ha ocurrido así, después de que los alquileres o créditos hipotecarios se volvieron impagables, tras la burbuja inmobiliaria), hablamos del encarecimiento paulatino del uso de suelo y la llegada de restaurantes, clubes nocturnos y otros negocios, que convierten las colonias en áreas comerciales, y del levantamiento de edificios inteligentes o campus industriales, en recintos vecinales. A este fenómeno se le denomina gentrificación, pero bien se le podría llamar, tal cual, despojo, o hasta limpieza territorial o de clase (cleansing), en términos de Neil Smith.15

De acuerdo con el capitalismo, los espacios que no están alineados a las arquitecturas de la hiperproductividad y del mercado son feos e inseguros, por eso deben ser reorganizados y convertidos en hoteles de gran turismo, malls o torres de condominios de lujo. A veces, incluso el Estado contribuye mediante concursos de intervención urbana, concesiones de predios, remozamiento de fachadas, barrios marginales pintados de colores o proyectos que suplantan a los residentes de toda la vida por pobladores de estratos acomodados, como los extranjeros que compran terrenos y departamentos en dólares o euros. De esta manera, la gentrificación hace honor a su nombre, pues proviene de los gentry, que eran una clase de caballeros, terratenientes y pequeños nobles británicos, que despojaron a “la plebe” de sus viviendas en la economía postmedieval, y establece estándares de lo elegante, chic, cool o vanguardista, sin importar que no sea rentable o conveniente para las mayorías.16

Sobre esto, Romo señala que suena genial cuando los gobiernos enuncian que “todos tenemos derecho a la ciudad”, pero contrapone que esta máxima no es congruente con los procesos gentrificadores. En cambio, si bien la privatización y el aburguesamiento de múltiples barrios de Puebla, Monterrey, Ciudad de México o Guadalajara no se han completado, es debido a que subsisten resistencias: colectivos que defienden el procomún o las áreas de acceso masivo, los servicios básicos baratos y la propiedad cooperativa.

El objetivo, según Conrado, está en plantarle cara a las demagogias falsas, que aseguran que la llegada de las industrias creativas como nuevos gentry traerá riqueza y empleo; en cambio, hay que demostrarles a las autoridades que, en las ciudades, quien manda es la gente y no las transnacionales. “El conflicto y la ciudad son inseparables”, dice Conrado. Y destaca:


mucha de la potencia creadora que da identidad a lo urbano es el conflicto. [Pero,] aquí resulta importante señalar la disparidad de la batalla entre quienes tienen el poder del Estado, el capital y los medios de comunicación, frente a quienes solo tienen su compromiso en defensa del territorio.17

® Todos los derechos reservados 

Mientras se lleva a cabo, por un lado, la acumulación por despojo de la gentrificación, por otro, se utilizan inversiones, patentes, marcas y contratos millonarios para legitimar la desposesión. Es en este punto que llega, de acuerdo con Romo, el engaño de la ciudad creativa. Se trata de una utopía, donde las ciudades incorporan centros dedicados a la producción tecnológica, las ingenierías, el arte, la música y el espectáculo, con el fin de volverse polos de atracción de finanzas y consorcios globales. No obstante, esto no es más que una ilusión privatizadora, porque nadie habla de la creatividad en sentido amplio, considerando las artesanías, las historias locales, la oralidad o las costumbres de un lugar, sino que hay una relación cercana entre lo creativo y lo capitalizable, donde el acto de creación implica generar registros de derechos reservados.

Así, las ciudades creativas echan mano de la explotación de ideas y conceptos, pertenecientes a una clase precarizada que se dedica a la publicidad, el diseño o el desarrollo de software —es decir, el cognitariado—, y amedrentan a las y los miembros de este ejército laboral, por medio de técnicas bioeconómicas. Es decir, se les condiciona el costo de la vivienda, la alimentación y el transporte, o sea, la supervivencia misma, según el tipo de trabajo que puedan o estén dispuestos a realizar.

Por otra parte, las ciudades neoliberales se promueven como inteligentes (smart cities), debido a que “buscan intermediar los procesos políticos y urbanos mediante tecnologías, gestadas con iniciativas privadas, para la generación de datos, los cuales serán del interés de organizaciones que busquen entender la interacción urbana, a fin de generar un valor mercantil”.18 Es por esta razón que, en el neoimperialismo de lo creativo, el extractivismo de la información está a la orden del día. 

Las ciudadanías no solo son fuerza e intelecto para producir, sino también son proveedores de datasets en directo, gracias a que, en las ciudades cyborg —equipadas con cámaras, satélites y rastreadores—, las corporaciones adquieren acceso sin restricción a encuestas, censos, bancos de registros personales e interacciones en línea. Por ello, Conrado llama a combatir la lógica del copyright con el conocimiento libre o la creatividad abierta (copyleft), y la supervisión incesante de las tecnologías digitales, con actividades colaborativas que no puedan ser capturadas, codificadas ni almacenadas por las corporaciones, apostando por otra cultura posible.

GuadaLa La Land: Subjetividades en contienda

Antes de finalizar, conviene una reflexión adicional: la batalla por nuestras ciudades no es solamente un duro combate contra la gentrificación, el copyright, el enriquecimiento de corporaciones globales o la corrupción de los gobiernos, sino una disputa por las subjetividades.

Si entendemos lo subjetivo como el entramado de discursos, memorias, sensaciones corporales, emociones e intuiciones que componen al sujeto, comprenderemos que, detrás de que se nos vendan iniciativas de urbanización como la Ciudad Creativa Digital, en Guadalajara está un proyecto perverso para (re)diseñar lo que es un hábitat, una o un ciudadano y, a grandes rasgos, cuánto y por qué valemos los humanos. Por lo tanto, lo difícil, además de participar en organizaciones de desplazados y armar protestas y luchas barriales, es crear un nuevo sentido común; convencernos y convencer de que la cosmópolis privatizada que nos ofrecen, “emprendedora, sofisticada, trendy y socialmente responsable”,19 no es más que el maquillaje de ciudades pauperizadas y colonizadas, y que, lejos de anhelar lucir como los obreros nerd de Silicon Valley o ser hípsters citadinos en cafeterías caras, tenemos el reto de pensar urbes donde quepan tantas comunidades como se pueda, ejerciendo su autonomía y resguardando su bienestar.

We built this city 

Ciudad Copyright es muchas cosas: un análisis de las prácticas nefastas de la planeación urbana capitalista; un manifiesto por urbanizaciones más justas; un llamado a ejercer la ciudadanía y una defensa de la libertad en el espacio, las ideas y la creación. Pero, también es una memoria breve de movilizaciones recientes y dignas, como la resistencia de las y los vecinos del Parque Morelos, que frenaron el acaparamiento de colonias tapatías, en tiempos de los Juegos Panamericanos. Sobre todo, el libro nos muestra que, ante el control capitalista, nos queda hallar intersticios y fugas, y que, ante el orden imperante, que busca industrializar y empaquetar todo, resistirán los ámbitos comunitarios, el ingenio, la escucha, la solidaridad y el intelecto colectivo. En todo esto, y no en una ciudad cristalina, es donde reside la verdadera creatividad.

Portada de "Ciudad Copyright". Conrado Romo. FCE, Colección Tierra Adentro, 2024
Portada de “Ciudad Copyright”. Conrado Romo. FCE, Colección Tierra Adentro, 2024

Link para adquirir el libro

  1. Antonio Gramsci, “Socialismo y cultura”, Por una reforma moral e intelectual. Antología, comp. de Francisco Fernández Buey y Manuel Sacristán, Madrid, Catarata, 2023, pp. 43 y 44.
  2. Richard Sennett, Construir y habitar. Ética para la ciudad, Barcelona, Anagrama, 2019. También, Heather Gilligan, “An Entire Manhattan Village Owned by Black People was Destroyed to Build Central Park”, https://medium.com/timeline/black-village-destroyed-central-park-6356723113fa 
  3. Lewis Mumford, La ciudad en la historia. Sus orígenes, transformaciones y perspectivas, La Rioja,Pepitas de Calabaza, (1961) 2012.
  4. Acerca de la ciudad-jardín: Lewis Mumford, “Introducción”, La cultura de las ciudades, La Rioja, Pepitas de Calabaza, (1970) 2015, pp. 15-29. La idea fue tomada a partir de los diseños urbanos del socialista utópico Ebenezer Howard, quien proponía una ciudad circular, donde las edificaciones convivían con superficies verdes. Sobre esto: Peter Hall, Ciudades del mañana. Historia del urbanismo en el siglo XX, Barcelona, Ediciones del Serbal, 2002.
  5. Henri Lefebvre, La producción del espacio, Madrid,Capitán Swing, (1974) 2020.
  6. Jane Jacobs, Muerte y vida de las grandes ciudades,Madrid, Capitán Swing, (1961) 2013. 
  7. Loïc Wacquant, Parias urbanos. Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio, Buenos Aires, Manantial, 2001. También, Saskia Sassen, Territorio, autoridad y derechos. De los ensamblajes medievales a los ensamblajes globales. Buenos Aires, Katz, 2006. 
  8. Estas ideas aparecen en David Harvey, “The Theory of Rent” y “The Production of Spatial Configurations: The Geographical Mobilities of Capital and Labour”, The Limits to Capital, Londres, Oxford, 1982, pp. 330-370 y 373-413; David Harvey, “El neoliberalismo como destrucción creativa” y “El espacio como palabra clave”, David Harvey. La lógica geográfica del capitalismo, comp. de Nuria Benac y Abel Albet, Barcelona, Icaria, 2019, pp. 148-225; David Harvey, “El nuevo imperialismo: acumulación por desposesión”, El nuevo desafío imperial, ed. de Leo Pantich y Colin Leys, Buenos Aires, CLACSO, 2005, pp. 99-129; y David Harvey, “Desarrollos geográficos desiguales”, Breve Historia del Neoliberalismo, Madrid, Akal, 2007, pp. 131-167.
  9.  Brett Story, David Harvey y la ciudad, https://www.youtube.com/watchv=iPGvXhicF2M&ab_channel=antipodeonline
  10. Karl Marx, “El modo de producción capitalista”, Textos Selectos, comp. de Jacobo Muñoz, Madrid, Gredos, 2010,pp. 217-361.
  11. Hartmut Rosa, Alienación y aceleración. Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía,Buenos Aires, Katz, 2016.
  12. Conrado Romo, Ciudad Copyright, México, Fondo de Cultura Económica, 2023, p. 28.

  13. Ibid, p. 29.
  14. Ibid, pp. 9-16.
  15. Neil Smith, “Toward a Theory of Gentrification: A Back to the City Movement by Capital, not People”, en Journal of the American Planning Association, 45, 4, 1979, p. 546. También Neil Smith, “Global Social Cleansing: Postliberal Revanchism and the Export of Zero Tolerance”, en Social Justice, 28, 3, 2001, pp. 68-74.
  16. Sobre los orígenes de la gentrificación ver Ruth Glass, London: Aspects of Change, Londres, McGibbon and Kee, 1964.

  17. C. Romo, op. cit., p. 74.
  18. Ibid., p. 62.
  19.  Ibid., p. 15.