Una geografía perpetua
Titulo: Ella sigue de viaje
Autor: Luis Felipe Lomelí
Editorial: La Pereza Ediciones
Lugar y Año: USA, 2018
Como si se tratara de un mapa que no muestra un destino específico, se abre la geografía de Ella sigue de viaje (La Pereza Ediciones, USA, 2018), libro de cuentos de Luis Felipe Lomelí. El viaje, hay que decir, es una de las estructuras que fundan la narración. Los viajeros actuales se mueven con cámaras para registrar todo a su paso, huellas, indicios que no se terminan de comprender y, más aún, es útil descifrarlos; sin embargo, para algunos autores descifrar tiene la forma de construcción de un relato: crear es resolver enigmas. En este sentido, la escritura del autor de Indio borrado devela signos, marcas en la arena, el croar de las ranas, los pasos perdidos de una mujer en Nueva York; Lomelí reconstruye, a partir de esos rastros, una historia a caballo entre un tiempo y otro.
Este libro de Luis Felipe se inscribe en la gran tradición del polytropos, el hombre de muchos viajes, el que está lejos; para muestra la minificción que abre el conjunto de historias.
“El emigrante”
― ¿Olvida usted algo?
― Ojalá.
Con este texto, Lomelí le arrebató con tan sólo cuatro palabras a El dinosaurio de Augusto Monterroso, el mote del texto más corto; la extensión de éste afecta dramáticamente la trama que condensa, es un inicio preciso para introducirse en la senda de los personajes que la ficción construye.
“No me ignores” presenta un relato que aprovecha los mecanismos del punto de vista interno fijo, en el que seguimos en cada uno de los fragmentos que unifican el texto desde la interioridad de la madre llamada Estela, el esposo Javier, y Carlos, el hijo de éstos. Es una historia que, aunque envuelta en un disfraz, se descubre cruda y angustiante. Lomelí ofrece el modo en que se ha asimilado la ruptura amorosa como rutina al poner sobre la mesa la violencia como una práctica diaria.
“La sombra de los peces en la arena” presenta la infinita soledad que producen algunos aeropuertos. Vemos en este cuento al protagonista, solo, sentado en una mesa de café cualquiera pero con aires de familia, ubicado en el aeropuerto; se desplaza entre sus recuerdos a distintos lugares, cerca del Café Tacuba, el mercado Juárez, un vagón del metro, el Paseo de la Reforma o la playa. El autor propone leer el proyecto de una geografía aparejado a la noción de salida. Un viaje donde la memoria es un puerto fijo lleno de sentimientos profundos, amigos y despedidas; todo esto sucede mientras escribe en la misma mesa donde tantas veces ha estado solo o acompañado con las mujeres de su vida, porque “los lugares, la geografía, son como el pupitre que uno elige el primer día de clases —o que lo elige a uno y del que luego es imposible apartarse—”. Éste es un relato en el que se siente el peso del pasado sobre los hombros y la necesidad de asirlo, sin tener claro de qué se trata para continuar el recorrido.
“Bastoncitos de caramelo” representa la metáfora del laberinto, se trata de una puesta en escena en el largo trayecto del metro que va de Cuatro Caminos a Universidad en la Ciudad de México. Cuenta la historia de una estudiante que busca concluir su tesis y que en el trayecto para encontrarse con su directora se inventa narraciones para lograr salir de ese laberinto simbólico en el que está enfrascada; por medio de la simultaneidad, el autor presenta a un hombre con falda con quien ella intercambia miradas; la historia de una mujer que es como la protagonista y que piensa en ella. Estos relatos que la llevan a un desahogo, donde la repetición parece ser la clave.
El cuento “Abril está en otra parte” es un texto que ofrece un cambio, la literatura del autor de Todos los santos de California presenta un giro en las conductas de la pareja tradicional que implicaban que la mujer debía estar a cargo del cuidado de los hijos. En esta narración, un padre desarrolla este rol, debe proteger al niño de su propia madre; Abril le reclama a su pequeño la pérdida de libertad, pero lo hace por medio de golpes. Si en algún momento el escritor chileno Roberto Bolaño afirmaba que su generación provenía “de la clase media o de un proletariado más o menos asentado o de familias de narcotraficantes de segunda línea que ya no desean más balazos sino respetabilidad”, la obra de Luis Felipe Lomelí, y en particular este texto, nos muestra que las utopías sociales, e incluso las amorosas, están muertas. El escritor nacido en Etzatlán plantea un fragmento de la sociedad donde se ha desmitificado a la familia. Esta historia representa el viaje sin retorno enmarcado por el fracaso matrimonial.
“Un poco de alivio”, narrado en primera persona, pone en escena a un hombre que espera en un café de la Ciudad de México a un cliente mientras rememora un affaire con Dorothy, una sirvienta de origen indígena con quien él y su esposa tuvieron una aventura erótica, pero más allá del recuerdo por Dorothy, se trata de la náusea del alivio que le provoca esa ciudad.
“El cielo de Neuquén”, texto con el que Lomelí ganó el Premio de cuento Edmundo Valadés, es un relato ambientado en Argentina, dividido en cinco partes. El cuento presenta la relación entre la dueña de El cielo de Neuquén, una tienda para turistas, y su empleada. Los dos personajes se desplazan entre sus fantasmas, secretos y obsesiones. Contextualizado en la época de la crisis económica argentina, las dos viven en Bariloche, el sur de aquel país, pero ambas son foráneas, de distintas clases sociales, apenas si mantienen una conversación y poco saben la una de la otra. El texto ofrece un reflejo opaco por mantener vivas las apariencias luego de la devaluación económica; aun así, las dos comparten la misma idea: la que ofrece la huida como si en el fin del mundo existiera un nuevo mapa para recorrer la esperanza.
“Nocturno del Brooklyn Bridge” presenta un texto que nos remite invariablemente al poeta Federico García Lorca, narrado en segunda persona, muestra a un profesor mexicano en Nueva York que por medio de citas poéticas se dirige a Adela, una alumna de Ecuador, y cómo a pesar de que ella está volando a su país, las calles llevan su nombre. De este modo, el personaje la percibe, la recuerda y siente que es un cobarde por no estar con ella. La ciudad es presentada como un ser vivo que nunca duerme y, de ese modo, “no hay ni sueño ni olvido”.
Como un collar que cierra con su mejor broche, el libro reconecta el relato “Dos acequias”, una historia narrada en forma de carta, un texto confesional, en el que el autor recupera el slang colombiano y mexicano para contarnos la primera historia de adioses y nostalgias que se eslabona con “El croar de las ranas”. La primera es la evocación de Alejandra por medio del recuerdo, aquellos años vividos en Colombia por parte del narrador. El autor plantea una metáfora que muestra dos pequeños cauces que se conducen de forma paralela: sin tocarse. Por otra parte, el texto que cierra el libro es el reencuentro entre Alejandra y el narrador en México. Es un relato que se ramifica como lo hacen los recuerdos, por medio de los desplazamientos por Cancún, Chiapas, Xalapa, Ciudad de México y Monterrey, Lomelí crea una atmosfera para hacernos saber que hay algo por debajo de estos espacios, ahí la memoria toma importancia al presentar vestigios de la guerrilla en Medellín, Colombia. El recuerdo, es sabido, emerge como pequeños brotes sonoros que evidencian, por lo menos en este texto, los sentimientos del desapego y la distancia: “El croar ya se oía, seguro, pero hasta que vimos las ranas pudimos notarlo. Creo que lo mismo pasa con los sentimientos, Alejandra”.
Los temas universales planteados y el azar son elementos que hacen del libro un texto vigente; sigue manteniendo una comunicación con el lector. La violencia paramilitar, las desapariciones de estudiantes y la migración, representan una inquietud por parte del autor y los muestra como si se tratara de una narración planteada al revés; es decir, desde el plano amoroso, pero que en la reflexión del final abierto genera un misterio provisto de estos temas; en este sentido, el cuento sumergido es el decisivo, donde la fuerza regresiva saca a flote el final.
Los cuentos que componen Ella sigue de viaje diluyen al máximo la línea que divide ambas tramas, de tal suerte que parecen la misma, el narrador deja el significado profundo como un atributo del lector. Otra de las propiedades del libro que nos ocupa, es la interacción de las historias, por ejemplo, la intriga que se genera en “Dos acequias” y que finaliza con “El croar de las ranas”, donde el relato sugiere diversas mutaciones, y ahí la aparición de “lo real” puede ser interpretada, pero no se modifica. En este sentido, el libro ofrece una lectura circular que presenta un collage de ideas donde, como apunta Emilia Perujo en el prólogo a la edición norteamericana: “Migrar, irse del amor, de los lugares, de la propia biografía…incluso de la felicidad y, sobre todo de lo cotidiano”, es el ingrediente fundamental de Ella sigue de viaje.