Esa mañana del 23 de mayo de 1982, luego de abrir infructuosamente y por última vez el buzón de su casa en el 4 rue Martel, en París, Julio Cortázar y Carol Dunlop entendieron que dos semanas eran más que suficientes para responder a la modesta petición que habían hecho al Señor Director de la Sociedad de las Autopistas.
Durante siglos las cartas han sido una llave para entrar a otros portales del universo subjetivo de un escritor, escritora, artista o personalidad influyente.