Tierra Adentro
Ilustración realizada por Mildreth Reyes
Ilustración realizada por Mildreth Reyes

La vida es eterna en cinco minutos.

Víctor Jara

Te recuerdo Amanda, 1969

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Sbajtel k’inal: para siempre.

I

El tiempo es una de las manifestaciones más enigmáticas que la humanidad se ha interrogado, quizá, desde que existe el lenguaje. Cada cultura ha imaginado y construido epistemologías relacionadas con el tiempo. La física y la filosofía, por ejemplo, son disciplinas que desde su invención han ofrecido planteamientos para la comprensión de éste. Una de las premisas sustanciales es que el tiempo “es una magnitud intangible”1, pero perceptible a través de las formas en que se materializa y representa. Por ello, es posible distinguir “la durabilidad, simultaneidad y separación de los acontecimientos”2. Decimos pasado y sabemos que refiere a una época distinta al “ahora”. Decimos tarde, mañana y noche, y comprendemos que se trata de una temporalidad diferente del día. Decimos “años luz” y descubrimos que es la distancia que la luz recorre de un punto a otro durante un año. El tiempo es algo que pasa, que nos sucede, que sentimos.

Pero el tiempo también tiene una base epistémica cultural y lingüística distinta de las ciencias hegemónicas. La cosmovisión y sabiduría de los pueblos envuelven una manera de comprender la expresividad del tiempo en todos los ámbitos de la existencia. La semántica devela una singularidad perceptiva sobre los sentidos del tiempo. En la vida-mundo tseltal el tiempo sucede dentro y fuera de nosotros, acontece en cosas diminutas hasta en las más vastas; se sabe que camina, que se somatiza en el cuerpo, que se encarna en las emociones, que madura como un saber, que se extiende por todo el universo. El tiempo tiene un devenir personal. Pero, además, es colectivo al involucrar a las personas que son parte del mismo momento histórico. El tiempo es algo que nos acontece y que nosotros le acontecemos. La vida difícilmente se puede comprender sin él.

II

La palabra “tiempo” en tseltal tiene varias acepciones. Una de ellas alude a una temporalidad y prontitud en que suceden y se hacen las cosas, es decir, ora. “¿Jayeb ora te tajimale? ¿A qué hora es el juego?”, “spisil ora ya x-at’ejon. Todo el tiempo trabajo”, “oraxtalat ta we’el. Vienes rápido a comer”. Esta palabra también denota la llegada o sucesión de una temporada cuando se agrega el sufijo il3. “Julix yorail takin k’inale. Llegó la temporada de sequía”. “Ay yorail te a’tele, sok yorail kux o’tanil. Hay temporada de trabajo y también temporada de descanso [el corazón]”. Sin embargo, dicha nominación que emplea la letra “r” es un préstamo del castellano que se nativizó al tseltal4. Por lo tanto, puede inferirse que es una forma “occidental” de referirse al “tiempo”, pues la medición de una temporalidad no se basa en una hora precisa ni en su cuantificación ni velocidad.

Ulteriormente, en la vida-mundo tseltal no existían los relojes ni los cronómetros. Se disponía del sol, la luna, la sombra, incluso, el viento —como metáfora— para interpretar la sucesión del tiempo. Esta práctica se materializó en la lengua y es vigente hasta hoy. La comprensión del tiempo adquiere una singularidad cuando se emplea la palabra k’aal, que tiene varios significados, entre ellos: “día”, “sol”, “luz”, “fuego” y “calor”. Cuando se dice hace alusión a ciertos momentos del día, pero únicamente en los lapsos en que hay luz. De allí su relación intrínseca y de significado con el sol: olil k’aal (medio día [mitad del sol]), xmal k’aal (tarde [se derrama el sol]). Sin embargo, para indicar las fases del día en los que el sol se ausenta, se puede decir:  payinaj (antes del amanecer), sab (temprano), x-amet (crepúsculo/preámbulo de la noche), ak’abaltik (noche) y olil ajk’ubal (media noche). El ascenso y descenso del sol, al que también se le dice jch’ul tatik (sagrado padre), supone una particular forma de nominar el tiempo en todas las fases de un día.

Asimismo, de la palabra k’aal deriva otra nominación, de acuerdo con la variante del tseltal, que es sk’alelal, sk’aalil, y sk’ajk’alel5, estas refieren a un conjunto de días, es decir, fechas en que se acuerdan actividades como juntas, fiestas, temporada de siembra, entre otras. “K’opon jbajtik ja’ to ta sk’alelal kuxibal. Nos vemos hasta los días de Semana Santa). A su vez, la misma puede emplearse para referirse al fuego o al calor de algo. Siempre dependerá de la circunstancia en que se enuncia para establecer el significado6. Esta condición del tiempo puede, entonces, resumirse de esta manera: Tiempo: k’aal (día) y k’aalil (días, fecha/temporada), sin olvidar, no como remanente sino como sustancia, el sentido del sol, su movimiento y ritmo.

Pero el tiempo no puede comprenderse sin el espacio, sin ese lugar donde es perceptible y vívido, es decir, el k’inal. Esta es una de las características importantes en la cosmovisión de los pueblos tseltales. El k’inal es acaso una de las palabras más profundas y poéticas. Puede ser traducido como “terreno”, “espacio” y “tierra” en un sentido material. Además, significa “ambiente”, “atmósfera”, “cielo”, “universo” y “cosmos” en el orden de lo inmaterial y espiritual. Y también una condición de “saber estar, pensar y sentir”, que alude al crecimiento y madurez de la persona, a su estado emocional, pues el tiempo se encarna.

Si k’aal tiene una relación intrínseca entre el día y la presencia/ausencia del sol, sucede algo parecido con k’inal, pues al decir sakubel k’inal se hace referencia a la “alborada del amanecer”, a ese instante que en el cielo comienza a dibujarse la luz. Por el contrario, ijk’ub k’inal alude al “anochecer”, al momento en que el cielo/espacio obscurece. Lo mismo sucede con la aseveración k’epel k’inal, es decir, “cielo despejado” y makal k’inal “cielo nublado [cielo cerrado]”. K’inal es el lugar donde acontece la luminosidad y su disipación.

K’inal también tiene relación con la temperatura que se percibe en la atmósfera. Takin k’inal puede traducirse como “tierra seca”, que refiere a la temporada de sequía, derivada del k’ajk’alel k’inal, “temporada de calor”. Lo contrario a esta es la sk’alelal sikil k’inal, “temporada de días fríos”, que también puede aludir a las tierras frías, es decir, altas. K’inal es el espacio donde se plasman los cambios de la naturaleza ante las variaciones climatológicas. Cuando inician los días de lluvia, sk’alelal ja’al, el color amarillento que toman los árboles y las plantas durante la sequía desaparece para recobrar los colores, las texturas y honduras que les caracteriza. Este fenómeno de reverdecimiento se llama yaxal k’inal, que puede traducirse como temporada verde-azul, “referencia a lo verde de la tierra y lo azul del cielo”7. K’inal, por lo tanto, es aquello que une al cielo con la tierra, un horizonte que, en algún punto donde la vista alcanza, se funde como un todo.

En un texto pasado mencioné que la gente tseltal emplea ciertos pleonasmos no como redundancia, sino como reiteración y énfasis de un sentido. Uno de ellos es la conjunción entre lum (tierra, suelo) y k’inal (terreno, espacio, tierra, cielo, universo), que se encuentran unidas para referirse al “territorio, pueblo y población”. Si bien pueden decirse de manera separadas, cobra mayor fuerza al decirse juntas. Cuando las personas afirman: ja’ lek te ya jkanantaytik te jlum k’inaltik, la aseveración puede interpretarse como “es mejor si cuidamos nuestra tierra-territorio-pueblo”. Por lo tanto, el lum k’inal es donde están las milpas, donde se recrea la vida, donde se construyen los vínculos afectivos; donde coexisten la humanidad, la naturaleza, los espacios sagrados y los ajawetik como uno solo. El lum k’inal es lo que se cuida y defiende.

El k’inal no sólo refiere al mundo exterior, sino al que acontece dentro de nosotros, a partir de nuestros estados emocionales, sensoriales y físicos. El k’inal revela lo que sentimos y cómo nos percibimos. Al decir: lamal k’inal se revela la “tranquilidad/calma del día, del ambiente, de la tierra”, es decir, que la persona siente y está en paz, que no alberga en ella la preocupación ni la perturbación de nada. Lo mismo cuando se dice: kuxet k’inal ya ka’iy, “me siento feliz [el día, el mundo, la tierra están en calma]”. Por el contrario, si la persona dice: lubul k’inal ya ka’iy, refiere al “cansancio/agotamiento del día, del ambiente”, pero es una sensación de sí, pues la persona quiere decir que “se siente débil”, como un estado próximo al desvanecimiento debido a la intensidad del trabajo o la aflicción provocada por alguna enfermedad. El descanso es lo que la persona necesita para recobrar el aliento y las fuerzas. 

Asimismo, el k’inal se asocia con la percepción visual de las cosas. Al decir: ma jkilix lek k’inal se traduce como “ya no veo bien [la tierra, el día, cielo, universo]”. Por lo tanto, el k’inal es lo que acontece frente a nosotros. 

Pero el k’inal también comprende un sentido de madurez sobre uno mismo. Cuando la gente dice: ma to sna’ k’inal te kereme, puede traducirse como “todavía el niño no sabe sobre la tierra, el mundo, el cielo, el universo”, es decir, que “el niño aún es inmaduro”, que no tiene consciencia sobre la vida. K’inal se significa, entonces, como una manifestación sobre la existencia, al reconocimiento pleno de la persona propia, a un nivel de consciencia sobre sí. Aquel que puede decir: ya jna’ix k’inal, es afirmar que uno ya sabe sobre sí mismo, que tiene conocimiento sobre cómo conducirse y actuar con respeto, compromiso, solidaridad y sabiduría.

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Sbajtel k’inal: vida eterna.

III

Decir: ch’ay ta k’inal te winike es aseverar que “el hombre se perdió en la tierra, el cielo, el espacio, el ambiente, el universo y cosmos”, pero lo que se intenta expresar es que “el hombre murió”. ¿Acaso el k’inal es el lugar donde la persona se pierde, disipa y desaparece? El k’inal es donde sucede la vida y donde continúa la muerte; es un mundo otro, paralelo al mundo terrenal, donde las ánimas viven. 

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Sbajtel k’inal: tiempo infinito.

IV

Hace tiempo escuché por primera vez la palabra sbajtel k’inal. Estaba en el velorio de una tía. Poco antes de que la lleváramos al camposanto, una persona se acercó al féretro para despedirse de ella. Recuerdo que le dijo: “ya jna’at ta sbajtel k’inal”. Me costó comprender el sentido, pues intenté interpretar las palabras por separado. Entonces, le pregunté a mi madre qué era sbajtel k’inal: “es para siempre, para toda la vida, algo eterno”, respondió. Así comprendí que aquella persona le decía a mi difunta tía “te recordaré para siempre”, una expresión mágica que devela la inconmensurabilidad de un afecto y de un tiempo-espacio interminable. Supe que las palabras separadas pierden su sentido, de allí que están juntas para adquirir dicha connotación. 

Sbajtel k’inal se convirtió para mí en una frase que expresa la vastedad de algo como el universo, como un sentimiento que no tiene fin. Sbajtel k’inal es un acontecimiento del tiempo-espacio inaprensibles, es un acontecer de la existencia, de los planos de la vida-mundo que continúan al morir, de las vidas que están más allá del espacio observable y conocible. Es la evidencia de que en la sabiduría tseltal es posible mantener unidos y vivos los vínculos entre las personas que se quieren más allá del tiempo.

Aprender el significado del sbajtel k’inal me da la certeza de saber la relevancia de vivir. De agradecer a quienes han conformado el devenir de lo que soy, a quienes están y estuvieron, a quienes me acompañan en los otros planos. A quienes me tienen presente y pronuncian mi nombre, a quienes me han enseñado desde la dolencia y la felicidad, el recordatorio de lo frágil y fugaz que es la vida: no hay que darle cabida al odio. 

Por siempre el tiempo es hoy.

  1. Véase “El tiempo desde la filosofía: reflexiones de su existencia”, disponible en: https://lamenteesmaravillosa.com/tiempo-desde-filosofia-reflexion-de-su-existencia/
  2. Véase “Tiempo”, disponible en: https://humanidades.com/tiempo/
  3. En lingüística esto se denomina como “posesión marcada”, con marcada adicional, el sufijo il.
  4. Esta es una hipótesis fundamentada en trabajos lingüísticos. Como ejemplos, están las palabras soral (calle), roxox (rosas), turisna (durazno), ornamento (corneta), rominko (domingo).
  5. Esta palabra tiene una intrínseca relación con el sol y el fuego.
  6. El sentido que se adjudica en su enunciación es una práctica que he nombrado como “metáforas definidas”, para determinar el significado sin hacer un excedente de sentido.
  7. Véase, Gilles, Polian, 2018, p. 686.