Quino sin Mafalda y Mafalda sin Quino
Era la 40ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y Quino había sido invitado a dar el discurso inaugural tras 41 años de haber dejado de publicar las tiras cómicas de Mafalda. Seis años antes había anunciado su retiro, pues tenía la intención de renovarse para no dibujar siempre la misma viñeta. La verdad, que anunciaría años después, era que estaba perdiendo la vista debido a un glaucoma.
El mundo se le iba oscureciendo, pero se presentó en la feria del libro, y en lugar de un discurso, fue entrevistado por Cristina Mucci y Carlos Ulanovsky. Se habló de su trayectoria, de su estilo de dibujo, de su amor por el cine, y cuando el tema volvió inevitablemente a Mafalda, Cristina Mucci rememoró una pregunta que le habían hecho a Quino en una entrevista en Francia “¿Qué diría hoy Mafalda?”.
Las personas le preguntaban eso frecuentemente, dijo Quino, le reclamaban también el haber terminado la tira cómica, el haber matado a Mafalda, como si los comentarios sagaces o el humor político se hubieran terminado ahí. “Mafalda siempre dijo lo que digo yo” dijo Quino, “Mafalda soy yo”.
Hijo de migrantes españoles, Joaquín Salvador Lavado Tejón, Quino, nació en Mendoza, Argentina en 1932. Inspirado por su tío Joaquín, que era ilustrador, inició su carrera como comiquero en el semanario Esto es. Pronto acumuló más colaboraciones en otras revistas y publicó su primer libro recopilatorio, Mundo Quino, pero ese era solo el inicio de una larga y homenajeada trayectoria.
Era 1963 y Quino acababa de publicar su primer libro cuando la empresa de electrodomésticos Mansfield le encargó crear una serie de personajes que formarían parte de una campaña publicitaria. Quino entregó una propuesta que fue rechazada y el proyecto terminó sin haber comenzado, pero entre los personajes diseñados para ser parte de la publicidad de la empresa estaba Mafalda.
Del material entregado, Quino decidió rescatar a la entonces aún sin nombre niña de cabello abultado para reutilizarla como personaje de una tira cómica para la revista Leoplán. La tira fue publicada y después se cambió al semanario Primera plana, donde durante los siguientes nueve años Mafalda y Quino obtendrían amor y reconocimiento internacional inigualables.
Podemos hablar mucho del éxito que siguió, de cómo Mafalda pasó a formar parte de la infancia de cientos de miles de personas a lo largo del mundo, de las críticas políticas y sociales que la tira cómica hizo durante las dictaduras latinoamericanas de los años sesenta o de cómo su primer libro recopilatorio se agotó después de cinco días.
Podemos hablar largo y tendido de premios, condecoraciones, felicidades y dificultades, o de cómo cuando dejó Mafalda, argumentando la necesidad de ser libre de dibujar siempre el mismo personaje, su popularidad y la de la misma Mafalda no hicieron más que seguir creciendo. Pero ahora, tras haber perdido a Quino el miércoles pasado, es importante recordar al hombre detrás del cómic, a esa persona que décadas después de haber dejado Mafalda, volvió a ella para participar en una campaña por los derechos de los niños en colaboración con la Unicef.
O de ese Quino que al ver que el movimiento Provida estaba usando la imagen de Mafalda con un pañuelo azul publicó el siguiente comunicado:
Hay que recordar al hombre que tuvo que dejar Mafalda, y poco después Argentina, por el aumento de la violencia en toda latinoamérica: “Luego del golpe (de Estado) de Chile la situación latinoamericana se puso muy sangrienta (…) Si la seguía dibujando me pegaban uno o cuatro tiros”.
Si vamos a recordar a Quino, debemos hacerlo más allá de la nostalgia que nos provoca la niña de cabello abultado y odio por la sopa. Quino, por medio de Mafalda y más allá de ella, nunca dejó de hablar de lo que creía en sus tiras cómicas, de criticar los regímenes políticos injustos con humor e ironía. En sus obras posteriores (A mí no me grite, Gente en su sitio y muchas otras más) realizó críticas aún más potentes y nunca permaneció callado ante la injusticia.
No perdimos a Mafalda cuando Quino dejó de trabajar en su publicación porque, como dijo en esa 40º edición de la Feria del libro de Argentina, él era Mafalda.
Quino se ha ido y el mundo pierde un poco más de la ironía y el humor que todos necesitamos, pero su trabajo no caerá en el olvido. En los pocos días que han pasado desde su muerte, la escultura de Mafalda, sentada en una banca y acompañada por Manolito y Susana en Buenos Aires, ha ido lentamente llenándose de flores.
En esa entrevista inaugural de la 40º edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, Quino dijo que dibujaba con la intención de que el mundo cambiara “para el lado bueno, el de los Beatles, el de John Lennon”. Pero que el mundo no había cambiado “a lo largo de leer la historia uno se da cuenta de que el mundo repite siempre los mismos errores”.
Quizás, como dijo aquella vez, el mundo siga repitiendo sus errores hasta el infinito. En ese caso, por lo menos, sus cómics seguirán siendo tan vigentes ahora como cuando fueron pensados y entonces tendremos siempre el oasis de humor y astucia en el que Quino supo refugiarnos.