Pretendamos que son un ensayo
Fran Lebowitz recorre temas y calles, y por eso buena parte de los siete episodios de Pretend it’s a city, la serie que Martin Scorsese ha filmado acerca de ella para Netflix, la presenta caminando por Nueva York: entrando a The Players Club, bajando unas escaleras eléctricas, apagando las luces de Grand Central Station. Por eso mismo, esos tramos ilustran también la manera en que se edifica la serie: cada recorrido es el detonador de una idea, tan sólo un poco menos elocuente que la de ella caminando por la maqueta de Nueva York en el Queens Museum of Art que mandó a construir Robert Moses, otrora gran enemigo de los neoyorquinos de pie porque, como dice Lebowitz, “todo lo demás que hizo no fue en miniatura”. A partir de esta premisa, y a pesar de que las charlas que sostienen Lebowitz y Scorsese son mientras están sentados, la tesis fundamental de Pretend it’s a city es que andando se perciben mejor las cosas y las ideas se producen de mejor manera.
En una entrevista, Scorsese cuenta que la idea de la “docuserie” era que Lebowitz hiciera comentarios acerca de la cultura, pero no desde una columna de revista, sino como si pasara por tu departamento, tocara a la puerta y te diera una opinión. Siempre está en la calle comentando cosas, explica Scorsese, y eso es lo que vemos mientras Fran recorre la ciudad y charla en torno a tópicos como el tránsito metropolitano y los servicios bibliotecarios, entre otros, ya que como ella misma dice, “no tengo poder pero estoy llena de opiniones”. Antes, cuenta también, otra gente se percataba de lo mismo que ella. Pero ahora todos miran la pantalla de sus celulares, de modo que es como si le hubieran dejado la ciudad a ella sola.
El neurocientífico Shane O’Mara sostiene en Elogio del caminar que un buen número de pensadores, así como del surgimiento de un corpus científico, dan cuenta de la existencia de una relación vital entre el movimiento del cuerpo y el flujo del pensamiento. “En el momento en que mis piernas comienzan a moverse, mis pensamientos comienzan a fluir”, escribió Thoreau para ilustrarlo. En su caso, caminar le permitía centrarse en un pensamiento enfocándolo más de cerca y, luego, distanciarse situándolo en un contexto más amplio junto a otras cosas. Vagamos como vagan las ideas y a veces, incluso, la caminata adquiere una dimensión social propia cuando intercambiamos ideas con quien camina a un lado y charlamos.
Al igual que Pretend it’s a city, también las primeras líneas de How to with John Wilson afirman que siempre se puede charlar –tener una “small talk”– en las grandes ciudades, y que éstas son “lo que nos une y protege de nuestros pensamientos más oscuros”. Semejante a la de Scorsese, la “docuserie” de John Wilson se construye con una premisa semejante: recorrer tópicos y calles. Cámara en mano, por lo tanto, a lo largo de seis episodios el cineasta estadounidense recorre Nueva York (y un par de ciudades más) para elaborar una suerte de tutorial sobre diversas tareas cotidianas a través de imágenes de la vida urbana, entrevistas y un relato en off que va hilando sus ideas. Cómo colocar andamios, por ejemplo, lo lleva a preguntarse de qué manera nos acostumbramos a algo que no nos gusta y cómo mejorar la memoria lo lleva a decir que “cuánto más recuerdas las cosas, menos las reconoces”.
¿No se convierten así ambas “docuseries” en un nuevo modo del ensayo? Pretend it’s a city y How to with John Wilson parten de enmarcar un tema o idea, pero muy pronto las conversaciones o las escenas redireccionan un poco el asunto. Abordar las bibliotecas, en tal caso, pronto conduce a Lebowitz a percatarse de los cambios en la ciudad, y lo mismo ocurre con la indagación para mejorar la memoria de Wilson que deviene en un retrato de los creyentes del Efecto Mandela. Textuales o audiovisuales, en este punto los clásicos ensayos se asemejan a cierta navegación libre en la que corresponde estimar dónde es probable que te encuentres argumentativamente, basándote en ciertos puntos o ideas fijas ya conocidas, ya sea para llegar a un objetivo o volver al punto de partida. Ensayar, igual que estas “docuseries”, es una suerte de integración de ruta.
En Wanderlust, Rebeca Solnit dice que el ritmo del caminar genera un tipo de ritmo del pensar y que el paso a través de un paisaje resuena o estimula el paso a través de una serie de pensamientos, por lo que “la mente es también una especie de paisaje y caminar un modo de atravesarla”. En consecuencia, así como el flujo óptico se altera si vamos a pie o detrás de un cristal, ¿podríamos decir que se producen diversos trenes de pensamiento en la caminata y el auto? Si Jerry Seinfeld en lugar de charlar en automóvil en Comedians in cars getting coffee lo hiciera caminando, ¿llegaría a otros puntos? La ciudad es un paisaje que atravesamos de una manera u otra y, como dice Solnit (y como acentúa la serie sobre Lebowitz), “caminar por el mismo camino es reiterar algo profundo”.
Si uno recorre una ciudad, muy pronto descubrirá que el relato secreto en el trayecto es el de los cambios. Y por eso tanto Fran Lebowitz como John Wilson constatan que ahí donde antes había un sitio que frecuentaban, ahora hay otro comercio. En el último episodio de Pretend it’s a city, se dice que no hay nada que represente más el cambio en Nueva York que el hecho de que el solía ser un lugar siempre abierto, el quiosco de periódicos de Columbus Circle, sea ahora un punto de alquiler de bicicletas. El aspecto de Nueva york cambió totalmente: antes solía estar lleno de periódicos. Lo mismo, de hecho, le ocurre a Wilson, quien en “How To Improve Your Memory”, el tercer episodio de How to with John Wilson, se percata de que en la esquina donde estaba el Mars Bar al que solía ir hoy es una sucursal del TD Bank.
El pasado que recordamos, dice, no siempre es el que vivimos. En la memoria como en la ciudad, las calles y las ideas se reordenan y cambian su aspecto con el tiempo. Todo registro es un intento por conservar intacta la memoria, para que los hechos no se diluyan o pierdan entre adoquines. En un afán por recordar, Wilson también cuenta que durante una década ha anotado en una libreta lo que ha hecho cada día de su vida. Su esfuerzo se parece al de otro caminante de Nueva York, Matt Green, quien sistematizó sus caminatas diarias con el propósito de cubrir cada calle de la ciudad. El documental The World Before Your Feet (2018) muestra cómo cada día sale a caminar un tramo registrándolo en un mapa y cómo, al final del día, aquello que vio se anota en su blog. Ya sea en el apunte de una libreta, en el archivo audiovisual o en una bitácora web, los pasos se registran y se resignifican desde lo hallado.
Confieso que yo nunca he caminado Nueva York. De hecho, el viaje con que planeábamos celebrar los treinta años de mi pareja se aplazó por la pandemia. Habíamos visto videos, leído al respecto y pedido consejo a familiares y amigos para trazar diversas rutas para los días que pasáramos allá. Pero los planes, como casi todo, se aplazaron. Durante la pandemia, sin embargo, sustituí las caminatas con un amigo por largas llamadas de teléfono (con él he sostenido las mejores pláticas mientras caminábamos por Ecatepec, Chapultepec o Coyoacán) y de vez en cuando nos recomendamos series, podcasts o libros, sobre todo si son, como él dice, “de personas hablando” (en una llamada me contó que encontró confort durante el encierro escuchando las caminatas ficticias que un periodista deportivo hacía en su podcast y que yo le recomendé; las escuchaba, me contaba, mientras caminaba dando círculos en la cochera). No sabría asegurarlo, pero creo que el amor y la amistad están influenciadas por los miles de pasos que hemos compartido con las personas a las que amamos y a las que llamamos amigos. Y ahora, acaso porque estamos parcialmente encerrados y tenemos nostalgia de una vida abarrotada, tanto la serie de Scorsese como la de Wilson han resultado los relatos seriales más celebrados en el tránsito de un año a otro. Ambas entroncan no sólo en su espacio geográfico, la Gran Manzana, sino en una vocación por hacer de lo mundano un tema donde lo sencillo deviene monumental, ya sea traído a cuenta con palabras o presentado con una imagen. Las conversaciones como las caminatas se parecen a un ensayo: uno fija un punto hacia el cual echar a andar, traza una ruta, se desvía a medio camino… Imposibilitados como estamos de salir a caminar como antes, no resulta extraño que veamos una serie con personas recorriendo una ciudad donde muestran trayectos como símiles de los pensamientos.