Poéticas de las lenguas en Chiapas
Sluch sts’ibaik k’opetik ti tsebetike,
ti k’opetike te snka’ sba manchuk me x-ech’ ti abile,
oy te xlajik ta sik.
Ti tsebetike slok’taik ti k’opetike
te xcha’kux tal yo’ntonik ta sakubel osil.Niñas escriben palabras
pero las palabras duermen en los años,
algunas fallecen de frío.
Pero las niñas dibujan palabras
que despiertan con el amanecer.Ruperta Bautista
Sts’umbal ch’ulelaletik / Descendencia de espíritus
I1
Cuando Itzamná enseñó el lenguaje a los pueblos mayas hizo poética: una medida exacta para versificar la existencia. Le dio nombre a las cosas: plantas, animales, oficios, afectos, personas, rituales, creencias y fuerzas anímicas. Nada quedó sin designación. Nombró hetsmek’ y el ritual apareció para proteger el aliento sagrado, la memoria y el buen corazón del recién nacido. Una sola palabra que desprende una acción profunda: fortalecer el ik’ (aliento), el ool (voluntad/corazón) y el pixan (alma) de quien ha llegado a la vida, alguien que adoptará las enunciaciones de su estirpe.
Entre los tseltales de Chanal se dice sk’anel skuxlejal (pedir la vida), y la madre y el padre saben lo que implica: la búsqueda de un jpik k’abil (pulsador de mano), para que haga una limpia del cuerpo con hierbas medicinales al recién nacido. El ritual simboliza la fuerza transferida al ch’ulel (alma-aliento-lenguaje-consciencia) que lo acompañará hasta la muerte. En el pueblo tseltal de Oxchuc se hace algo similar, cuyo nombre es sbejtijib alal (oración de nacimiento al bebé).
Itzamná sabía que nombrar moviliza. Lo supo miles de años antes de que fuera escrito en el libro Cómo hacer cosas con palabras de John L. Austin, donde señala que “un dicho produce un efecto”, al que llamó fuerza perlocutiva. Siempre que se rinde culto a los ajawetik se moviliza algo. Pero lo que se nombra no es posterior a las cosas. Éste supone que todo lo que se enuncia en realidad ya existe. Itzamná lo sabía, pues primero surgió el mundo-vida, luego el nombre. Las cosas preceden al lenguaje y su poética, es decir, a “la composición del verso”. No es pretencioso decir que la poiesis, todo proceso creativo, iniciara con Itzamná, cuando menos si se piensa desde los marcos culturales de las lenguas y culturas que nacen del maya. Infiero que en toda civilización milenaria existe un ser que dio origen a las cosas.
II
En las lenguas mayenses toda metáfora se somatiza en el cuerpo, se corporiza. Nunca un sentimiento ni emoción está desvinculado de quien lo siente. Decir “dolor” no es algo abstracto ni mucho menos un concepto desposeído de sensación. El k’ux o’tanil es el “dolor del corazón”, que no es meramente un malestar físico, sino anímico, sensorial y afectivo que punza por la pérdida, el desasosiego, la desdicha y muerte. El dolor tiene un lugar: el corazón. De allí que el sentimiento siempre está vinculado a él, incluso cuando se expresa su cura, si no se enuncia hay algo vacío o faltante en la oración. “Ya sch’ij ta sikil k’inal te poxil k’ux o’tanile” (la planta que cura dolor de corazón crece en tierra fría).
Entre los tsotsiles de San Juan Chamula, la “tristeza” como concepto y traducción occidental al castellano, no existe. Esto no quiere decir que no se sienta, pero la poética de su sentido se halla en la acción. Cuando alguien dice xkat ko’on (estoy contando mi corazón), es el corazón el que habla. La boca, la palabra, se disponen a él. Ese contar es la revelación del estado emocional de la persona. Algo parecido sucede entre los tseltales, cuando alguien dice ya jmel ko’tan, (mi corazón se divide), alude a que alguien se encuentra entre dos o más estados emocionales que lo desequilibran y lo confunden, que alude a la tristeza, preocupación o angustia si se busca una traducción al español. Esa división de corazón es tan vívida que muchas veces la persona que la sufre se debate entre la vida y la muerte, al no saber cómo actuar.
Es posible que Itzamná predispusiera la ambivalencia de los vocablos, para dejar abierto un modo de significación distinto, irreductible a las palabras: lo que no puede ser traducido y que, sin embargo, trastoca el ser. Esa indeterminación es también una poética, tan inefable como el adjetivo mismo, que permite la posibilidad de un significado, a partir de las circunstancias y la sensorialidad del cuerpo que encarna el sentido. Es una Obra abierta, como dijo Umberto Eco, tan solo unos miles de años después.
La poética no es en sí misma una metáfora, es decir, una correspondencia entre pensamiento y su representación. La metáfora siempre está situada en el lugar en que se enuncia. Muchas veces creemos que algo es una metáfora por el sentido que le damos a partir de la traducción, cuando en realidad, entre sus hablantes, es una enunciación cotidiana. No es fortuito que ciertas palabras no encuentren una traducción, como sucede con el término saudade en portugués y, sin embargo, se traduce como añoranza y nostalgia. Quizá la saudade entre sus hablantes sea algo intraducible y, sin embargo, vivo.
En la lengua tseltal sucede algo similar. Cuando alguien dice be toyiw (camino de la helada), generalmente se toma de modo literal y se significa como una figura retórica al pensarse que la helada tiene un camino, pero esta enunciación se traduce como Vía láctea. Sin embargo, alude a los movimientos del frío a través de la lectura de los planetas. Esto es poética, pero no metáfora, porque su sentido está definido y socializado entre sus hablantes.
Las poéticas son híbridas y heterogéneas. Eso permite la aparición de neologismos, la construcción de nuevos significados para nombrar las cosas. Incluso que en la traducción se construyan metáforas.
III
Toda lengua es poiesis, un ejemplo de ello es en tseltal, que devela la creatividad que compone los significados de ciertas nominaciones: k’in ja’al (fiesta de la lluvia), llovizna. Sakubel k’inal (lucero de la mañana), amanecer. P’ijil o’tanil (corazón sabio), conocimiento. T’ojob (gotas sucias acumuladas en los techos de lámina de la casa y que caen en la mañana por el calor del sol), agua de lluvia. Ts’ujul (los restos de la lluvia que mojan), empapar. Wayel chan (bicho de sueño), un tipo de insecto para dormir. Me’intes (hacer resurgir o reavivar algo), expandir. Hal (algo que es prolongado en tiempo) tardar. Talel (modo de ser de una persona y colectividad que implica carácter, personalidad, costumbre, pensamiento, acción), manera de ser.
Si esto es un breve ejemplo de una sola lengua, sin considerar las variantes lingüísticas del tseltal, ¿qué será de las catorce lenguas que se hablan en Chiapas? De las poiesis en jakalteko, Kakchikel, mame, k’anjob’al, tojol-ab’al, teko, mocho, tsotsil, tseltal, zoque, lacandon, ch’oles, chujes y akatekos. Todo un universo.
Una forma de ofensiva lingüística es también la vitalidad de las poéticas que entrañan las lenguas.
IV
Una breve anécdota.
En el verano del 2021, mi familia y yo viajamos a la casa de mi difunta abuela Antonia. Como usualmente sucedía, llegaba a observar los objetos que habitaban su casa. Recorría el traspatio, la cocina, la galera donde guardaba la leña y las herramientas de trabajo. Luego le preguntaba a ella por el nombre de las cosas, para ampliar mi vocabulario. En esa visita noté algo que me llamó la atención. Era un pedazo de piel de ganado que colgaba de un clavo, tenía muchos raspones. No sé por qué antes no lo había visto, quizá por falta de atención. Por el color y desgaste del objeto supuse que ya tenía muchos años de utilidad.
“Jme’tik, ¿binti sbiil meto? Abuelita, ¿cómo se llama esto?” Pregunté. “Sempat, sbiil. Se llama sempat”. Sempat, prenuncié con mucha extrañeza y gracia. Me resultó una expresión inédita, durante toda la tarde la repetí. Caminaba y lo decía, intentaba encontrar la relación entre la palabra y la cosa. En el Diccionario multidialectal del tseltal se traduce como “protector de la espalda para cargas pesadas”, todo eso en una sola palabra. Por mi parte, quise desentrañar su composición e investigué sus partes. Sem podría derivar de sen, que es acojinar, acolchonar o poner una base suave de algo. Y pat es espalda. En la conjunción de ambas el resultado sería: “algo para acojinar la espalda”. Lo cierto es que el sempat no era nada acolchonado, al contrario, era rígido, pero sí funcionaba como un objeto que evitaba el contacto directo de la espalda y eso suscita mayor resistencia al caminar con carga.
Hace poco volví a la casa de mi difunta abuela. El sempat seguía allí, colgaba del clavo, pero ya nada era lo mismo. Recordé el momento en que supe su nombre y una nostalgia apareció. Mi difunta abuela en realidad fue la responsable de mi vocablo. Nadie podía imaginar que aquella expresión sería la última que aprendería de su boca. Si digo sempat, aparece ella.
Sempat, sempat, sempat, sempat…
V
La cartografía lingüística de Chiapas revela la diversidad poética que comprende cada lengua. Sus hablantes son orquestadores y dadores de los sentidos.
Si se trata de sonidos, por ejemplo, se debe especificar cuál es, nunca un sonido se nombra de la misma manera. En el caso del tseltal se dicen las siguientes expresiones: baj (conteo de los sonidos de golpes de clavar). Poch (golpear a alguien, produciendo un sonido hueco, con algo ancho). P’om (pegar con el puño produciendo un sonido hueco y sordo). Tsan (para contar sonidos metálicos como punteos). Esto suscita cierta cautela en la traducción y en la creación literaria, porque el sonido no es genérico ni homogéneo y esto sucede con muchas otras nominaciones.
Si hablamos de los saludos o despedidas, la poética va más allá del solo hecho de decir “¿cómo estás?” o “cuídate”. En la lengua ch’ol se expresa käñätyan abijlel, que significa “cuida tu camino”, que se dice cuando alguien se va y se pide que vaya con cautela. Pero ese “cuidar el camino” no es únicamente el de la andanza ni los pasos, sino de “saber andar por la vida”.
En tsotsil, cuando una persona se encuentra o visita a alguien, se suele decir ¿k’u xi avo’onton? Es decir, “¿qué dice tu corazón?” Hay algo en la enunciación que no refiere a un simple “¿cómo estás?” Se pregunta por lo que tenemos, sentimos, pensamos en y desde el corazón.
Si la pregunta se respondiera en tojol-ab’al para hacer alusión a un estado de ánimo, podría decir: sik’a jk’ujul, que es “olí o respiré mi corazón”, en una traducción literal. Pero dicha literalidad, leída como una metáfora en su traslación al castellano, alude a un recordatorio de alguna vivencia o persona, que se asocia con la nostalgia. Al decir sik’a sk’ujul ja’ kaltsili’, “suspiró mi alma”, es un soplo liberado del corazón con un sentimiento de añoranza. Todo me permite pensar que cuando Itzamná edificó la lengua puso el corazón en el centro. Y al hablar, sin saberlo, lo encontramos.
¿Qué poéticas se esconden y pueden construirse con las siguientes palabras?
Ek’
Lum
K’inal
K’ajk’
Ik’
Ixim
U
Ja’
Les dejo a ustedes la posibilidad.
Referencias
Austin, John, Cómo hacer cosas con palabras, España, Paidós, 1990.
Eco, Umberto, Obra abierta, Barcelona, Planeta Agostini, 1962.
Polian, Gilles, Diccionario multidialectal del tseltal, tseltal-español, México, Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, 2018.