Tierra Adentro
Ilustración realizada por Hilda Ferrer
Ilustración realizada por Hilda Ferrer

I.

“Escribir como sinónimo de resistimos, de aquí estamos y aquí nos vamos a quedar”, es una frase que me repito cuando subo al escenario a leer poesía. Sería idóneo comenzar hablando de representación lésbica y cómo esto nos ha llevado al reconocimiento, pero es cierto que los espacios que pertenecen enteramente a las mujeres lesbianas que escribimos y leemos en voz alta, por muy alentadora que quiera sonar, siguen siendo  escasos, reducidos y difíciles de encontrar. Porque por espacios no sólo  me refiero a los que podría ocupar nuestro cuerpo, sino también a los de estantes de las bibliotecas y librerías, o las estaciones de radio, espacios no tan grandes o (quizás sí) que pertenecen a alguien o algo que no somos nosotras.

Conocí el poetry slam por accidente, caminando por el centro histórico de Puebla; ocurrió curioseando el interior de una cafetería. Primero observé a diez personas sentadas y unas cuantas de pie. Al fondo, una bocina y un micrófono ocupado por un hombre que gritaba y leía una hoja de papel. Eso fue suficiente para atraer mi atención. Había ido a recitales y lecturas de poetas emergentes; sin embargo, jamás había escuchado una interpretación como aquella. No parecía una lectura, era más una especie de performance poético o monólogo. Todo me resultó fascinante, extraño, desde la manera en que el cuerpo se desenvolvía hasta la cantidad de discursos tan diversos enunciados a través del micrófono. Para alguien que jamás había tenido lugar en la literatura y la academia, mucho menos en los recitales, encontrar un punto donde converge la denuncia y la poesía fue sorprendente.

Cuando llegas a un slam comienzas anotando tu nombre en la lista de participantes, al principio lees lo más sencillo que hayas escrito, o lo que más te guste, por supuesto, lo menos escandaloso. Procuras sonar segura de ti misma y sostienes las hojas con las manos para disimular el nerviosismo. Después, casi por inercia, tu voz lo entiende; tu cuerpo reconoce la necesidad de gritar, por instinto, por aquello que te molesta o te pesa.

Antes de continuar con el recorrido, es necesario entender cómo funciona este ejercicio poético: 1. tienes tres minutos, 2. el texto debe ser de tu autoría, 3. solamente puedes ocupar voz y cuerpo: Bailar, gritar, leer, cantar. 4. El público es el jurado y califica del uno al diez, del cero al cinco, ¡con decimales! el texto que más les gustó. Al comenzar, una se engaña pensando en la competencia; sin embargo, con el tiempo te das cuenta que lo único que importa es ser escuchada. Basta reconocerse en algún texto o frase, basta que al final de la noche se te acerque una, (otras) y te digan: “¿Donde te puedo encontrar?”, “me gustó lo que escribiste”, “yo también escribo”, “espero verte la próxima vez”, “ojalá pudieras acompañarnos”, “gracias”, “al contrario, gracias a ti”.

 

II.

Cuando las escenas no son suficientes, cuando los agresores comienzan a llegar, o a ser denunciados, no nos queda de otra que hacer las nuestras, a veces tomar las que ya estaban y convertirlas en seguras, dignas de representar.

Aunque estos torneos, como muchos otros, fueran en su mayoría creados por hombres y para hombres, las redes de mujeres que escribimos y leemos en voz alta son cada vez más grandes.

En el Slam Nacional MX 2019 (evento que reúne a poetas de todas las ligas de slam del país para competir y representar a México en la Word Poetry Slam Organization) llevado a cabo en la CDMX, conocí a una liga separatista de poesía gestionada por y para mujeres: “Slam de poesía para morras” desde Morelia, Michoacán. Proyecto con tres coordinadoras que desde la autogestión creó el primer espacio que nos pertenecía enteramente a nosotras.

Por supuesto que la esperanza y la manera de resistir desde la escritura apareció en mi camino. Reunidas en la capital del país hablamos y convidamos palabra y furia. Caminando por las calles, mientras discutíamos y leíamos textos que hablaban de sus historias, de los sueños y de la rabia. Ese mismo año al unisono se escuchó desde el Museo Universitario del Chopo el: “No estás sola” y “Victoria, Victoria” de todas las mujeres que nos encontrábamos ahí, pues Victoria Equihua, unas de las poetas participantes, resultó ser la campeona nacional y sería ella la que representaría a México, a todas.

 

III.

Puebla es uno de los estados con más ligas en el país, hasta el 2018 la mayoría eran coordinadas y concurridas por hombres que a menudo tomaban discursos que no les pertenecían, pero una de aquellas ligas poblanas, estaba coordinada por una mujer, que apasionada por la palabra y la cultura urbana comenzó a ocupar sitios importantes en la ciudad, sitios que jamás estuvieron pensados para torneos poéticos y discursos de lucha. Cynthia Schnukiputzi, creadora de Voces Urbanas Slam & Spoken Word, la primera en desentralizar y traer el “Nacional MX” a Puebla en el año 2021.

A partir de entonces, ha sido un parte aguas, los slams pasaron de ser encuentros casi clandestinos y pequeños a eventos imprescindibles de carácter cultural y ferias de libros. De la mano de Perraslam (primera liga separatista en Puebla) se han organizado: micrófonos abiertos y slams para mujeres, slams Queer y de lenguas originarias.

A pesar de que el ambiente comenzó a mostrarse más diverso, la representación lésbica seguía siendo poco visible. Fue hasta el Slam AY Cuir de ese mismo año que tres lesbianas por primera vez en México ocuparon los primeros lugares, llenando el teatro de la ciudad con poemas dirigidos a mujeres que escriben, aman y luchan de la mano de otras.

 

IV.

El recorrido es amplio, las representaciones lésbicas siguen haciendo falta para ocupar lo que siempre se nos negó. Para llenar teatros con textos que sí nos atraviesen y nombren.

Tener claro que pertenecer y representar puede cambiar el significado de un ejercicio poético, hacer trinchera. Sepamos que la voz es suficiente para  transformar, que la poesía también combate.

Si me alguien me hubiera dicho hace cinco años que mis poemas  formarían parte de revistas y libros importantes, como la primer “Muestra de poesía lésbica contemporánea Mexicana: Versas y diversas”, coordinada por la poeta Odette Alonso y Paulina Rojas, a quienes conocí en el primer slam queer organizado por la Facultad de Filosofía y Letras BUAP en el 2019, o que los poemas de mis amigas estarían sonando en marchas como consignas y cantos, probablemente no lo hubiera creído. Pero ha sido así.

Entre la multitud hemos logrado encontrar a las que luchan desde varias décadas atrás en busca de escucha y comuna. A ellas habría que agradecerles: Cynthia Franco, Edmeé Diosaloca, Cynthia Schnukiputzi, Salma Ce, Carol Cervantes, Fernanda Tlalolin.

Resulta imposible decir que la escritura es lo mismo para los hombres que para las mujeres y lesbianas, pues claro está que, escribir para nosotras sigue siendo un desafío constante. Peligrosamente necesario. Otra manera de seguir sobreviviendo, de recordar incansablemente que aquí estamos y que aquí nos vamos a quedar.

 

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