La culpa es un calendario de año bisiesto (Este no es un poema romántico)
¿Te acuerdas cuando nos amarrábamos
con las manos vacías
dedos de lodo, hartas las uñas de venenos;
cuando caminábamos pensando
que cambiaríamos el mundo
y el mundo nos aplastó
como a pulgas sedientas de
hasta quince veces su propio peso;
y nos iluminamos los ojos
con diamantinas de colores,
bebimos del tártaro tarro de necesidades mentira
y lloraste abrazando mis pies en casa de mi madre,
y te metiste forzando la chapa
dejaste libros y regalos,
donde supuestamente el hambre
quince veces sentida,
se coaguló en un solo chiquifrasco?
Frasquito de corcho plástico
que aún guardo
en esa caja de madera morada
que no tiro
porque me hace acordarme,
de que finalmente,
forzaste la chapa?
¿Te acuerdas…
…de que bajo la noche del 21 de diciembre,
cuando jugaba a las hadas y bailaba junto al fuego,
sin nombre de tan primitivo,
y tú soñabas mujeres hindúes
se me rompió por primera vez
y como nunca
la noción de amarte?,
¿de cuando supe que tenía que jalarme del centro
el eclipse de mi vientre
y sumirlo a la noche
para no empantanar mi diáfana proyección de vida,
porque tus necedades
y dedos anaranjados,
por los cheetos torciditos,
me hicieron darme cuenta
de que las palomitas que arrojaste en el Oxxo
fueron todo tu ejemplo de vida y mundo
¡y qué cosa,
qué cosa,
de qué le ibas a llenar las pupilas y la cóclea
a los frutos mellizos
que se tragaban mi ombligo?
A veces yo sí me acuerdo,
cuando lavo tranquila los trapos
con que limpié las repisas
donde se duermen los libros
y les veo salir el cochambre a chorros
y pienso en el aire sobando mi nuca,
la sensación de estar tranquila,
la sensación de no merecer
los trapos limpios, la brisa.
Me acuerdo
del complicado compartimento
que instalaste en mi axis y sobrevive aún
cuando roto mi cabeza
para hacerme sentir que “amo”
pero sentipienso que no, pero sentipienso que sí,
y se me va llenando el cogote
de saliva seca y rasposa
se me nublan los puños,
sé que estoy llorando
y no sale ni una gota.
Transmuta la clepsidra en sus poros
perlas de agua en rabia
y quiero “odiar”
como consecuencia antípoda inexorable de ya “no amar”
y sentipienso que no, y sentipienso que sí
y doy cuenta de que planté mal la semilla,
el huevo de obsidiana,
pero con todo y eso
la luna llena me confesó su rizoma:
—Báñate en Hierba de San Juan,
no pienses en el amor/odio (así en redondas
porque son palabras atiborradas).
Llora y lo que nos pasó,
que ya no pase,
que ya no pese.
¿Te acuerdas de cuando me encontré
como alguien para mí,
después de que me arrojara por última vez
al abismo de creértelas todas
y decir que sí jugaba
para no quedarme sola,
como me habías orillado a pendular,
estando contigo
y sin mí?
¿Te acuerdas
de todos los yos
ausentes de mí que te inventaste
con quienes comparabas esencias
y jugabas a las armas biológicas
en territorias ajenas
y nos hacías extrañas la una para la otra,
desde adentro, quebrando tuercas,
fingiendo preguntas
aparentando verdades,
mientras cuerpas y nombres
pintaban tus confusiones en nuestras membranas
de amorcito 14 de febrero, basura de los mares,
tan inocentes como imbéciles?
¡cuando no!
el reflejo nuestro y roto,
sólo sabía dolernos la cabeza,
el orgullo, la nostalgia y la matriz
de llenarnos tanto de ti,
de tus miedos monstruosos
berrinches y ambivalencias;
y de ¿cómo pude enamorarme
y sentir que no traicionaba el caracol de la urna rosa
y quise como el perfume del floripondio besa lo oscuro
y tú pensaste que mi amora,
surgida de mi más honda cripta
y mi más grande promesa de amarme
era una ofrenda para ti?,
otra vez para ti, ¡todo para ti, todo para ti!
¿Y para mí?
Para mí la cicatriz
y el lixiviado
la circunvolución aplanada
el hocico mudo,
los mocos escurridos,
la dignidad tullida,
la confianza un nudo ciego
y la percepción molida.
Para mí eso,
nada más que
el bosque hojas de ceniza,
el madroño y su tronco flaco rotado,
el trabajo apenas germen de un sueño
y el sur un tímpano desahuciado.
Para mí,
que primero aprendí
cómo ser basura
desecho, lo pútrido…
Para mí
el ritmo percutido de mis huesos
en el hueco tuerto de canciones
y las arenas del desierto
como huestes en mis pestañas.
Por eso:
a mí,
el enjambre de moscas
vengan a mí,
que soy composta,
acurrucada lontananza de tierra fértil,
muralla de manzanas rojas;
tiento cientos de aluviones
y llego pronto a la pirámide
a mi olfato cercenado
a mi Amunet interna,
y soy:
destructora del crepúsculo aciago
aureola de Venus naciendo
párpado recogido
en la visión tremebunda
de mi propia altura y potencia…
Apoyo la escoba en la esquina de la casa.
Recién barrida la memoria
abro las ventanas y soplo el alféizar.
A mis alas le nacen palabras y floto,
en la pileta de mi libreta reposo el cansancio
de mi cuerpa lánguida necesitando hundirse:
La instinta me mantiene arraigada al aire,
y sentipienso que no, y sentipienso que sí.
Las letras me escupen a la cara que de todo esto,
lo que más culpa me da,
es el trago por propia voluntad
al jarrón de tu cianuro.
Trenzo los girones del lamento y me incendio coronada:
Con las manos vacías, los dedos de lodo, las uñas hartas de veneno
prospera mi obsidiana como pedregales luminosos en lo yerto
y yerma mi tierra de mí, frugal me leo:
Esto es lo que tengo:
Mi vida, un poema
mi boca, calcárea cueva
mi urdimbre, corazona de agua
mi casa, cuerpa que anda
mi sobra, isoyeta de mi aullido
mis sienes, inundadas de fusiles
mi pólvora, un batallón de fonemas
y tu bendita ausencia
que se abre
igual que la puerta
camino a mi libertad.