Historia del Village
Hace poco más de 56 años, el 21 de abril de 1966, tres activistas gays se propusieron desafiar un reglamento del estado de Nueva York que prohibía servir bebidas alcohólicas a homosexuales. El plan consistía en asistir a un bar acompañados de periodistas, anunciar su orientación sexual, pedir copas y que les negaran el servicio. Como el reglamento era aplicado discrecionalmente y desconocido para la mayoría de los neoyorquinos, el acto buscaba echar luz sobre la medida discriminatoria.
Los activistas y miembros de la Sociedad Matachín (organización pionera de los derechos gays) eran Dick Leitsch, Craig Rodwell y John Timmons. Seguidos por los periodistas, al mediodía fueron al Ukranian American Village Restaurant, conocido por tener un letrero que decía “Si usted es gay, por favor váyase”. Pero encontraron el local cerrado, pues el dueño se había enterado de la acción que pretendía realizarse.
Caminaron a Howard Johnson’s, un bar en las inmediaciones, donde Leitsch leyó la declaración que llevaban preparada. El gerente del bar se rio y dijo que les sirvieran, pues, hasta donde él sabía, no existía ningún reglamento que prohibiera servir alcohol a homosexuales. Intentaron en un tercer bar, el Waikiki, donde, de nuevo, les sirvieron a pesar de la proclama de homosexualidad.
Intentaron, por último, en Julius’, donde se encontraron con Randy Wicker, examatachín radical que se unió a la acción de protesta. En Julius’ también estaban dispuestos a servirles, así que Leitsch le pidió al gerente que les negara el servicio. El gerente aceptó y negó el servicio a los activistas frente a los reporteros. “Creo que es contra la ley”, les dijo.
La nota periodística y la fotografía de la acción lograron su cometido de popularizarse y mostrar a los estadounidenses que, a un año de que fueran totalmente revocadas las leyes Jim Crow, una minoría del país seguía siendo abiertamente discriminada.
Desde el jueves pasado, una placa en la fachada de Julius’ lo designa como sitio histórico:

“SORBO” DEL BAR JULIUS’ El 21 de abril de 1966, miembros de la Sociedad Matachín, organización pionera de los derechos gay, desafiaron un reglamento que prohibía a los bares servir a personas LGBT actuando un “sorbo de protesta” en Julius’, un bar con una clientela mayoritariamente gay. Frente a unos reporteros acompañados por un fotógrafo, los activistas anunciaron que eran homosexuales, pidieron bebidas y se les negó el servicio. Esta acción temprana a favor de los derechos gay y la publicidad que obtuvo ayudaron a crear conciencia respecto a la magnitud de la discriminación y el acoso antiLGBT.
Inaugurado en 1864 y con una clientela mayoritariamente homosexual desde los cincuenta del siglo pasado, Julius’ es el bar gay más antiguo de Nueva York que sigue abierto. Y su centralidad en la historia de la lucha LGBT en Estados Unidos solo le es disputada por el mítico Stonewall, que está apenas a una cuadra.
En el 2000 Helen Beauford y su esposo compraron el bar, luego de haber tenido otros establecimientos con clientelas mayormente LGBT en Grenwich Village. “Dado que estaba en un matrimonio interracial, entendía las dificultades de ser diferente. Podía entender la lucha de las personas LGBT”, le contó a Tierra Adentro. En el 2009 Helen quedó viuda, y desde entonces dirige sola a un equipo de trabajo que hace las veces de familia y forma una comunidad solidaria con sus clientes, entre los que se incluye el propio Randy Wicker, quien asistió a la develación de la placa.
El evento coincidió con una tradición de Julius’: la Fiesta Matachín. Helen la describe como “una fiesta para recordar, conmemorar y celebrar la libertad de las personas LGBT de estar abiertamente en un bar, tomando copas y pasándola bien”. La fiesta, que se celebra cada penúltimo jueves del mes, fue iniciada en 2005 por John Cameron Mitchell, quien quería salvar el bar, amenazado por la crisis económica. “John Cameron Mitchell asiste como DJ a todas las fiestas cuando está en la ciudad y no está filmando una película. Aunque el bar tenía una clientela de adultos mayores, John quería mostrarlo a una nueva generación, lo que hizo que desde entonces la clientela y los empleados de Julius’ sean un grupo ecléctico de todos las edades y nacionalidades”.
El jueves pasado John Cameron Mitchell (Hedwig and the Angry Inch, Shortbus) cumplió 59 años. Así que, además de pinchar éxitos de los ochenta y noventa, repartió mini cupcakes entre los asistentes de la Fiesta Matachín, un postre ideal tras una jugosa hamburguesa de Julius’ acompañadas con papas a la francesa ahumadas. Aunque la carta incluye tragos y cocteles, el ambiente es de camaradería cervecera. Un antídoto contra la disneyficación de Stonewall.
David Scott, testigo del Village por más seis décadas, le contó a Tierra Adentro cuál era la diferencia entre Stonewall y Julius’ a finales de los sesenta: “en Julius’ los clientes iban de traje, tenían el cabello corto, pero en Stonewall la mayoría éramos hippies que fumaban marihuana”. Mientras que Julius’ era el bar para los adultos que buscaban cierta respetabilidad, Stonewall era para los entonces jovencísimos boomers.
En el caso de David, Stonewall tuvo un papel fundamental en su formación: “cuando empezaba a salir del clóset, una amiga lesbiana me llevó a bares gays que no conocía, y cuando me llevó a Stonewall me empujó hacia un hombre y me dijo “baila con él”. Y me puse a bailar con él una canción de Diana Ross and The Supremes y de pronto me di cuenta de que estaba en casa, era donde pertenecía, Stonewall”.
Durante los disturbios de Stonewall, David vivía en San Francisco, así que no tiene información de primera mano sobre los eventos: “esto sucedió un millón de años antes de internet y de los celulares. Así que escuché al respecto en las noticias y le hablé a mis amigos en Nueva York, y a John”.
John es John Jagwadowsky, pareja de David desde hace medio siglo y su esposo desde 2011. Aunque David y John no se consideran militantes, han participado en movimientos LGBT como la lucha contra la Iniciativa Briggs en California.
Tierra Adentro le preguntó a John qué recordaba de los disturbios. Su respuesta se reproduce íntegra, debido a que se trata de un testimonio de primera mano de un episodio crucial de la lucha LGBT, cuya discusión sigue abierta.
La primera noche estaba parado en Christopher Street platicando con unos amigos cuando llegó la policía. Y no sé tú, pero al menos yo cuando veo llegar a la policía a algún lado no corro para participar en lo que pase. Así que al principio no quería acercarme. Pero algunos jóvenes que estaban en la calle se asomaban para ver qué sucedía. Uno de ellos tenía un cachorro y me dijo “¿te encargo mi perrito en lo que voy a ver qué pasa?”
Así que ahí me quedé cargando un cachorro y empecé a preguntarme si iba a volver su dueño, y me quedé esperándolo por más de veinte minutos, hasta que finalmente volvió por él. No recuerdo exactamente qué hora era. A veces las personas parecen recordar exactamente a qué hora sucedió cada cosa, pero eso lo saben porque leyeron el libro de David Carter. Cuando la gente me pregunta “¿exactamente a qué hora llegaste?”, les digo “no estaba viendo mi reloj”.
Pero creo que llegué cuando la policía ya estaba dentro. Las camionetas de la policía llegaron y se fueron. Hasta que en cierto punto había mucha gente, la mayoría éramos hombres gays. Muchos estaban ahí para hacer cruising, así que estábamos en Christopher Street viendo a quién nos llevaríamos a casa. Cuando llegue allí venía del trabajo. No se entendía bien qué sucedía. Ahora la gente dice “las mujeres trans de color nos lideraron”, pero nadie lideraba nada, nadie entendía qué pasaba. En cierto punto volvió la policía y ya todo se calmó.
A la mañana siguiente pasé en mi bicicleta camino a mi trabajo a las seis y media y ya no había nada. A diferencias de las películas donde se quema el edificio. Trabajaba en un estudio de grabación, tenía un buen trabajo. No era prostituto, no vivía en la calle, había salido del clóset con mis amigos, no había salido del clóset en el trabajo pero si lo descubrían no importaba. Busqué si había aparecido algo en los periódicos y no había nada.
Y ese día escuché que iba a haber algún tipo de manifestación, así que fui, y eso sí fue una locura. La policía tenía barricadas y nos perseguía por las calles y nos golpeaba con macanas, fue horrible. Y fue provocado por la policía, habría sido una manifestación pacífica pero la policía estaba molesta porque se sentía humillados por una bola de maricones.
La noche siguiente hubo otra manifestación que creo que no fue tan grande, pero no estuve todo el tiempo porque tenía que levantarme temprano para ir a trabajar.
La Fiesta Matachín de Julius’ es un recordatorio de la importancia del diálogo intergeneracional LGBT. La historia de la lucha LGBT sigue viva y para las nuevas generaciones todavía es posible dialogar con sus pioneros. Y esto es tan cierto en Estados Unidos como en México.