Tierra Adentro

No olvido el olor 

de los grandes eucaliptos

que morían

en espera del torrencial de julio.

No olvido con cuánto amor 

con cuánto

mi madre envolvía la brisa

y me decía

cada segundo es siempre

una revelación. 

Pero hay narraciones escondidas, 

fracciones de memoria,

episodios enteros

que por repetición

o por supervivencia

olvidé. 

Sé que no he de volver 

a ciertos lugares que fui:

la piel violácea

tras las caídas,

cierto desborde

en los labios,

las formas de las nubes

cotidianas, las veces

en las que dije un nombre

como si dijera óxido

o traspatio,

la secuencia de notas 

que elegí tocar

aquella noche

y que ahora son parte

de aquella canción 

que no escucharé jamás.

Todo lo abandonado

en el camino,

todo lo frágil.

Algo de mí 

se pierde 

para siempre

cada vez que mi cerebro

elige estacionarse

y algo de mí

se afirma.

¿De qué color 

soñé mi futuro

aquella tarde con fiebre?

¿Cuál es la textura

de lo reprimido?

Hay recuerdos

que nacieron 

para ser amados una vez

y lavandas

a los que es mejor

no regresar.