Habacuc está más vivo que nunca
La obra artística de Habacuc Guillermo Vargas le ha concedido a su autor un curioso apelativo: el de el artista más odiado. Su primer gran controversia se dio en 2007, cuando llegó “Exposición No. 1”, a la Galería Códice, en Managua, Nicaragua. Durante la inauguración se quemaron piedras de cocaína y marihuana en un incensario, una bocina reprodujo el himno sandinista al revés, y un perro estaba amarrado a una pared en la que se leía, escrito con comida de perro, “Eres lo que lees”. Días después, se anunció la muerte del perro, escandalizando a los medios de comunicación.
Sin embargo, el trasfondo era más complejo de lo que los medios entendieron: el perro había sido bautizado Natividad en honor a Natividad Canda, migrante nicaragüense que murió en Costa Rica a merced de perros guardianes mientras policías, bomberos y transeúntes observaban cómo moría, y los medios grababan su agonía.
En las entrevistas en torno a “Exposición No. 1”, Habacuc se negaba a afirmar o negar la muerte del perro. Sus palabras, casi siempre, eran “murió Natividad”. La misma dueña de la galería confirmó que el perro, al que Habacuc había recogido de la calle, había escapado y que no había pasado hambre durante su estancia en la galería. A pesar de esto, los medios pedían justicia a gritos, condenando con repudio al artista, a quien tachaban de asesino, mientras miles de perros (y de migrantes) se encontraban en situación de calle sin que nadie hiciera nada.
La descontextualización de su obra, su antagonismo de frente a la audiencia (como en Exposición #2, obra en la que se preparó comida con el sudor de seis migrantes, la cual se sirvió secretamente en la inauguración) y la fuerte respuesta emocional a sus piezas, que los medios masivos de comunicación no dudan aprovechar, han hecho de Habacuc Guillermo Vargas algo más que el antihéroe o un villano en el mundo del arte en el que se pretende convertirlo.
La obra del artista costarricense nos deja mucho más que supuestos perros muertos: en ella se encuentra la demanda por justicia social y la conciencia lúcida del contexto en que su arte se desenvuelve. En esta entrevista a distancia, Tierra Adentro charla con Habacuc sobre la violencia, la corrupción y su más reciente obra, tan polémica como las anteriores.
TIERRA ADENTRO: Nos gustaría empezar hablando de tu obra más reciente. ¿Nos podrías hablar un poco sobre Pesticida (2019)? ¿Qué significa para el contexto costarricense? ¿Tiene alguna significación para el contexto latinoamericano?
Habacuc Guillermo Vargas: La obra consistió en fumigar con agroquímicos legales en el mercado agrícola la entrada de una institución gubernamental, específicamente la asamblea legislativa. El hecho rápidamente se difundió en medios ya que es un lugar donde hay cámaras que están atentas a la entrada y salida de los diputados. Un periodista me preguntó por mensaje de audio: “¿Podrías explicarme rápidamente de qué se trata tu expresión? ¿Fue una protesta contra las piñeras y el medio ambiente o más por el lado de la corrupción?”
Costa Rica es un país que se jacta de políticas ecológicas amigables y de preservación del medio ambiente –una imagen que se vende alrededor del mundo–, pero en realidad es un país que cada vez más sacrifica los recursos ambientales en pro de una economía insostenible, voraz, que no deja nada a las comunidades cercanas a esta; muy al contrario, deja personas estériles, con problemas respiratorios, nacimientos con malformaciones, condiciones de trabajo que rayan la esclavitud, con sueldos muy por debajo del costo de la canasta básica, creando poblaciones dependientes con muy poco desarrollo humano, educativo, económico y social.
Debido a un sistema educativo deficiente, que termina por beneficiar a la industria agroquímica, se crean nuevas generaciones de mano de obra barata, un círculo que apunta a no detenerse hasta llegar a aniquilar al medio ambiente, contaminando cuencas hidrográficas, aire, suelo y los alimentos. Según datos, Costa Rica es uno de los países a nivel mundial que más envenena el suelo con agroquímicos. No es tan ajena esta realidad a otras en otros países latinoamericanos, donde por intereses económicos se ve el desplazamiento forzado de comunidades nativas para la extracción de recursos naturales, con procesos como la extracción de petróleo, la minería y la deforestación.
Habacuc adjuntó a esta respuesta la siguiente lista, que corresponde a los y las ecologistas asesinados en Costa Rica entre 1975 y 2019:
Olof Wessberg; Gil Tablada; Pedro Lara; Varios campesinos; Eduardo Juárez; Luis Rosales; Juan Bustos; Franklin Guzmán; Parmenio Medina; Viviana Gallardo; Armando Chamorro; Jorge Aguilar; Antonio Prendas; Porfirio Céspedes; Antonio Zúñiga; Víctor Vargas; Óscar Quiróz; María del Mar Saborio; Óscar Fallas; Jaime Bustamante; David Maradiaga; Álvaro Monge; Miguel Trejos; Álvaro Aguilar; Carlos Fletes; Randal Muñoz; Gerardo Moya; Kimberly Blackwell; Jairo Mora; Diego Saborio; Sergio Rojas.
TA: Me he dado cuenta que muchas veces tu obra funciona con base en la relación entre distintos símbolos y el significado que les atribuyes. ¿Cuál es el proceso creativo que sigues para llegar a la crítica –tan difamada por los medios– que haces a través de estos símbolos?
HGV: Entre los recursos que utilizo, busco generar una tensión entre conceptos distintos, así como re-pensar lugares comunes como la moral y los buenos principios, lo normal y lo correcto, el bien común y la sensibilidad, la belleza y la fealdad, las instituciones y su relación con las ideas de democracia, libertado, soberanía nacional, patriotismo, etcétera.
Por eso procuro que el proceso creativo no parta de ninguna limitante; por el contrario, me interesa revisar esos lugares comunes a los que vivimos sometidos y que, en su mayor parte, son falazmente construidos, al vaciarlos de su contenido o ser utilizados con fines manipuladores y de control. Por ello me permito replantearme estos lugares comunes, asumidos como únicos modelos establecidos, no para construir nuevos valores o paradigmas, no para generar mensajes claros –desconfío de los mensajes claros– sino para ponerlos en tensión y generar un producto que, en algún momento, llamo arte.
Es en medio de esta revisión y tensión dialéctica del sistema político, económico, social y cultural donde se inscribe mi trabajo, pues es ahí donde además se genera una coyuntura y posibilidad donde a la vez el artista es juez y parte. Partiendo de las vanguardias como proyecto inconcluso que fue totalmente domesticado por el sistema artístico, el artista hoy en día tiene la capacidad de leer la historia y trabajar desde una lógica consciente del medio en el que se desenvuelve, pero es una decisión que cada quien asume desde el conocimiento de esos medios y qué quiere o puede hacer con ellos.
Dentro de esas tensiones, intento crear mecanismos donde la obra se desligue de una conveniencia provisional, que la convierte en una reflexión política correcta y ética conductiva o producto cultural dulcificado, domesticado y acorderado (de cordero). Por eso intento siempre dinamitar cualquier salida fácil o complaciente, y más bien busco priorizar las contradicciones y confrontaciones, que casi nunca alcanzan resolución.
Como es de imaginar a partir de esos preceptos anteriores, me muevo casi siempre dentro de la polémica. Generalmente se habla de la censura como algo que se nos impone; creo que la peor censura es la que nos imponemos a nosotros mismos. Cuando trabajo no pienso en la censura; me he encontrado con ella revisando discursos establecidos e intocables, esta es una de las herramientas del poder con la cual se busca salvaguardar los intereses de un grupo; algunas a veces se manifiestan como proyección de un sentimiento de complicidad que no tiene ningún interés en que se ventilen ciertas dinámicas y temáticas de las que todos somos partícipes.
Está implícito que la creación ética y estética genera diversas manifestaciones discordantes entre sus espectadores, las cuales van desde el rechazo y la aversión, a la aceptación y reflexión, la censura y la polémica, hasta involucrar el tan menospreciado proceso mediatizador, el cual es hoy en día el mayor formador de opinión sin criterio, pero sobre todo el mayor poder del sistema capitalista: si en los años sesenta se decía “el medio es el mensaje”, hoy podríamos decir que “los medios son el poder”. Por eso, si bien las temáticas que nutren mi trabajo están relacionadas a la explotación, la xenofobia y en general las relaciones de poder, es evidente que estas son producto de la sociedad en que vivimos y no particularmente de las características de mi trabajo mismo.
TA: ¿Cuál es el criterio que tienes para elegir el público al que van dirigidas tus piezas?
HGV: A la hora de pensar en el espectador de la obra no discrimino a ninguna persona como público; me gusta que la obra no parezca obra y que el espectador no piense que está viendo arte quitándole esa aura y hermetismo ceremonial con que las personas predispuestas ven las manifestaciones artísticas en espacios convencionales y eventos donde la gente va a ver arte. Me acerco más al acontecimiento y a la sorpresa que al evento ya la liturgia.
TA: ¿Qué rol tiene la violencia en tu obra?
HGV: El mismo que tiene en la sociedad.
TA: ¿Consideras la posible moral del público como algo necesario para tu obra, o prefieres pensar en tus obras desde sus propios marcos morales?
HGV: La moral es un producto de la sociedad en que ivimos inmersos; las ideas que pongo en tensión cuestionan esa moral y de alguna manera manifiestan mi ética personal.
TA: ¿Cómo se relacionan para ti –que has recibido amenazas de muerte, entre otros mensajes– la moral del público y su hipocresía?
HGV: Perro que ladra no muerde.
TA: ¿Hasta qué grado pretende tu obra le da al público una lección moral sobre su doble moral?
HGV: Generalmente trato de situar la obra en tensión entre conceptos distintos, buscando generar una duda clara sin llegar a un mensaje claro.
TA: ¿Hasta qué grado es necesaria para tu obra la legitimación/deslegitimación mediática?
HGV: Es necesaria en el sentido que son los medios de comunicación de nuestra época, encontrando en ellos un público más amplio y general. Es parte de las dinámicas sociales de nuestra época donde el artista encuentra un público más amplio.
TA: Para Kierkegaard, una parte intrínseca de la comedia es aquella en que los personajes en una obra piensan que sus acciones son heroicas, mientras que el espectador percibe la ridiculez de tal postura. ¿Hasta qué punto consideras pertinente esta definición aplicada a tu trabajo? ¿Quiénes son tus personajes y quiénes tus espectadores?
HGV: En ese caso, imaginémonos la escenografía de dicha comedia como una sala, un caleidoscopio de espejos, donde los papeles se confunden, subvirtiendo roles de sujeto y objeto, convergiendo personalidades, personajes y personas. Relaciones estas inmediatas y a mediano y largo plazo.
TA: Pregunta obligada: ¿Qué artistas han dejado su marca sobre tu obra?
HGV: Generalmente mis referencias son de obras y no tanto de artistas. Podría citar La familia obrera, de Óscar Bony, La insurrección solitaria, de Carlos Martínez Rivas y las canciones que escucho en el bus. De México, Semefo. También reviso los conceptos situacionistas.