Este no es mi sitio
Titulo: The Female Man
Autor: Joanna Russ
Traductor: Maribel Martínez
Editorial: Bantam Books
Lugar y Año: Estados Unidos, 1978
Durante años he estado diciendo: Déjame entrar, Quiéreme,
Acéptame, Defiéndeme, Regúlame, Valídame, Sostenme.
Ahora digo: Hazme sitio.
Joanna Russ, El hombre hembra
Durante el siglo XX se consolidó la ciencia ficción, territorio con predominancia masculina en el que sobresalieron escritores como Ray Bradbury e Isaac Asimov, y cuyos temas recurrentes no distaron de los otros géneros literarios, pues los protagonistas eran varoniles e intrépidos mientras que los personajes femeninos eran ornamentos o simples víctimas. Se trataba de una narrativa escrita por hombres para hombres.
Fue hasta 1970, durante la tercera ola del feminismo, que varias autoras hacen suya esta ficción, el sitio ideal para irrumpir y trastocar el futuro a partir de la crítica social: literatura escrita por mujeres para mujeres. Ellas lo tenían claro, la forma más rápida y radical de terminar con los problemas del mundo del hombre era crear uno propio. Idear estos territorios exclusivamente femeninos remite a la época grecorromana y sus amazonas, las guerreras con un imperio que confrontaba a los héroes griegos.
Una de esas escritoras fue Joanna Russ (Nueva York, 1937-2011), feminista y académica enfocada en los estudios de género, ganadora del Premio Nébula al mejor relato corto en 1972. En 1975 publicó la novela The Female Man con la editorial Bantam Books (traducido en español como El hombre hembra [Bruguera, 1978]), cuya trama es vigente. En 1983 obtuvo el Hugo, año en el que vio la luz su ensayo Cómo acabar con la literatura femenina, en el que aborda la censura y el rechazo al que las literatas se han enfrentado durante siglos.
Otro ejemplo de lo anterior fue Ursula K. Le Guin, quien en 1969 escribió La mano izquierda de la oscuridad, novela representativa de su generación. Russ y Le Guin formaron parte de un grupo de creadoras que continuaron por la línea de la ciencia ficción feminista instaurada por Charlotte Perkins en 1915, durante la segunda ola del feminismo, con la aparición de la novela Herland; misma que retrata una sociedad utópica sin varones en la que prevalece la paz.
En El hombre hembra, Russ se enfoca en cuestionar la feminidad y la hombría, en rebatir al machismo y su “inquieta agresividad” hacia la mujer. La autora evidencia lo difícil que resulta sobresalir en un mundo de hombres (término que refiere a la humanidad entera) si no eres uno de ellos, privilegiados con el poder de decidir qué debe ser y hacer una mujer: casarse, tener hijos y “realizarse” cuidando de los demás, sacrificándose para criar a las futuras generaciones sin remuneración económica. En el remoto caso de que destaque en algún aspecto, su intelecto es demeritado si ella no logra compaginar su éxito profesional y personal, según los cánones del patriarcado.
Esta relevante obra está dividida en nueve secciones y es autorreferencial: Joanna, una de las protagonistas, describe el proceso de escritura de la novela y le ofrece al lector un texto que habla sobre sí mismo. Además, se caracteriza por un tiempo no lineal y un enfoque narrativo múltiple, una narradora protagonista que da voz a un personaje escindido.
La trama se construye con la vida de cuatro mujeres que en realidad son la misma, pero en diferentes tiempos y contextos. Russ enjuicia los roles y estereotipos de género donde lo masculino representa fuerza, dominación, inteligencia y agresividad y se rige por el ego, mientras que lo femenino encarna la sumisión, debilidad, ignorancia y pasividad y se guía por el sentimiento. La autora refleja la necesidad del hombre por someter, conquistar y atemorizar, de dominar y recluir a cualquiera que no perciba como a un semejante.
En cuanto a las protagonistas, la primera de las cuatro es Janet, quien viene de Whileaway, una tierra a diez siglos de distancia; esa sociedad está constituida por mujeres que se han reproducido a partir de la fusión de óvulos, pues una plaga acabó con los hombres. Esta utopía no cuenta con gobierno ni con un sistema económico, pero tienen su propio idioma y un Dios llamado “Ella” y otro tipo de instituciones. La familia nuclear está compuesta al menos por treinta miembros. Esta nueva comunidad cercana a la perfección se basa en el respeto y en la sabiduría. Para saber cómo son otras civilizaciones, realizan un experimento en el que envían a Janet a Estados Unidos durante la década de los 70.
La segunda es Jeannine, quien vive en una ucronía en el Nueva York de los años 70 (en una Gran Depresión perpetua). Su pueblo atestiguó el asesinato de Hitler en los años 30, lo que evitó la Segunda Guerra Mundial. Ella cuestiona (siempre por lo bajo y en su mente) las convenciones sociales; no quiere subyugarse, casarse y tener hijos para poder ser feliz y sentirse realizada. Este orden machista ejerce tal represión y condicionamiento hacia las mujeres que Jeannine se considera incapaz de vivir en un lugar donde “la contribución de él es Dame confianza; la de ella Dame existencia”. No se identifica con lo que es “ser mujer”, y murmura constantemente “este no es mi sitio”.
La tercera es Joanna, situada en la misma realidad de Jeannine. Ella persigue el éxito reservado para los hombres y está en desacuerdo con los patrones impuestos por el género: problematiza los roles en la población y se niega a conformarse, por lo que se convierte en el hombre hembra; una persona con cuerpo de mujer que se comporta y piensa como su opuesto. No busca ser una “versión femenina” del héroe, sino ser El héroe.
La cuarta es Jael, quien vive en una distopía: un mundo en guerra desde hace más de cuatro décadas, una Tierra posterior a la de Jeannine y Joanna, pero anterior a la de Janet, en la que la plaga terminó con la mitad de la población y un conflicto bélico eliminó a los desamparados. Después, los territorios se dividieron en Manland, o el país de los hombres, y Womanland, la nación de las mujeres. Jael es un arma mortal modificada genéticamente que se llama a sí misma “vampira”, duda que los varones sean seres humanos y afirma que ellos le temen tanto a la dualidad que esto merma su inteligencia. “Hay que superar generaciones de condicionamiento. Quizá en una década”, dice un sujeto poderoso de Manland. “Quizá nunca”, es la respuesta de Jael, pues sabe que la igualdad de género y la abolición del machismo parecen imposibles. Se refiere a Manland como “…ese mundo sin mujeres perseguido por los fantasmas de millones de mujeres muertas…”.
En nuestro siglo XXI, a más de cuarenta años de haberse publicado El hombre hembra, parece que esa Tierra es la más cercana a la nuestra.
Conforme avanza la trama, las cuatro (llamadas “las Jotas” por Jael) se encuentran y dialogan, exponiendo diferencias extremas de sus sociedades y reconociendo las injusticias y la violencia a las que, de alguna u otra forma, están sometidas en tres contextos. A pesar de que comparten el mismo genotipo, su fisionomía es disímil porque cada una se ha adaptado a un modo de vida distinto: son “cuatro versiones de la misma mujer”, o la Joven, la Débil y la Fuerte, según Jael (quien sería la ágil).
En estos universos de probabilidad, las Jotas visitan futuros y pasados ajenos a ellas, lo que anula la conocida paradoja del viaje en el tiempo. Russ argumenta la existencia de estos multiversos o probabilidades continuum debido a la infinidad de posibilidades a elegir que se nos presentan a diario.
La autora incluye también otros elementos fantásticos como la evanescencia, la existencia de autómatas sexuales y la transformación de Joanna en ente, fantasma o conciencia que narra varias escenas como testigo; una de ellas es un detallado encuentro erótico entre Janet y una joven estudiante que rechaza igualmente las imposiciones patriarcales.
Russ nos da una lección mediante la parodia y el humor negro, fusiona con maestría lo cómico y lo trágico. Inmersa en el análisis de las relaciones de poder entre géneros y su construcción colectiva e histórica, base del entramado social, retrata con ironía a un mundo que se burla de las feministas e invalida su lucha aduciendo que es innecesaria.
A través de casos concretos a los que llama “juegos de sometimiento” como: Tengo que Impresionar a Esta Mujer o La Carrera de la Dominación, evidencia la indignación, la violencia, el menosprecio y las humillaciones que han imperado en el trato hacia la mujer. Expone la rabia y frustración que estas prácticas generan y que suelen interpretarse como locura, lo que ayuda a que la opinión y la voz femenina sean invalidadas de forma pública, invisibilizándolas: una de tantas conductas agresivas perpetuadas junto al acondicionamiento para la obediencia, la sumisión y la dependencia, lo que significa negar su humanidad.
El hombre hembra, novela contestataria, incómoda y necesaria, surge del rechazo hacia el abuso y de la furia que nace de la opresión, es un grito que busca justicia, reconocimiento y una libertad vedada desde siempre.
Russ establece tres fases esenciales para lograr un cambio: la primera es evidenciar, lo que conlleva a la segunda, objetar, y, posteriormente, a la tercera, actuar. Propone que las mujeres se salven a sí mismas, que sean sus propias heroínas.
Finalmente, si al igual que Jeannine, sentimos que este no es nuestro sitio, hagamos lo posible por habitarlo de la mejor manera posible. En palabras de Russ, “Recordad: todas cambiaremos. En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, todas seremos libres. (…) Seremos nosotras mismas”.