La semana del arte: notas y papeles sueltos
Desde hace más de cinco años en la Ciudad de México, la primera semana de febrero es esperada por quiénes conforman el campo artístico mexicano. En general la idea de hacer de manera pública la venta de arte en México comenzó con MACO en el 2002 bajo la conducción de Zélika García, quién desde entonces ha formado una plataforma relevante no sólo en nuestro país sino en toda la región latinoamericana.
Desde que la edición de la ahora Zona Maco cambió a estas fechas, el circuito de arte se desplegó prácticamente por toda la ciudad. Cabe decir que de manera paralela a la sede de Zona, que se realiza en el Centro Banamex, diversas ferias han emergido como una forma de dar un espacio a aquellas propuestas que sea por falta de representación por parte de una galería consolidada como OMR, Kurimanzutto, Hilario Galguera, Patricia Conde, Luis Adelantado, por nombrar algunas de las galerías más importantes de la ciudad, o incluso por encontrarse dentro de la emergencia —incluso muchos artistas que han sido beneficiarios con algún programa federal para el impulso de artistas jóvenes como FONCA o PECDA, se encuentran en esta situación— no les es posible entrar al sistema del mercado artístico.
Por ello, la generación de ferias y espacios como Salón Acme o Material Art Fair, con siete y ocho años de creación respectivamente, así como los nuevos espacios creados incluso por artistas jóvenes como Feria de la Acción, creada por el grupo independiente de estancias y proyectos enfocados a propuestas artísticas como videoarte, performance y multidisciplina, así como Maroma y la apuesta de BADA, propuesta de argentina que se incluye dentro de las propuestas por primera vez en México.
En el resto de las galerías de la ciudad, principalmente en el circuito Roma-Condesa y Polanco podrán apreciarse diversas exposiciones colectivas e individuales de artistas instalados ya dentro del mercado. Frente a esto, no es sorpresa que el gobierno de la Ciudad de México haya aceptado integrarse al movimiento de esta semana. La Secretaría de Turismo ha proyectado su participación mediante la instalación de obra en las estaciones Auditorio e Insurgentes, así como la instalación de la estructura habitable Pabellón, del artista colombiano Mateo López en la Glorieta de Insurgentes, misma que contempla la experimentación del espacio público con la estructura, la activación del objeto artístico será mediante los performances de Anaïs Bouts y Tania Solomonoff este próximo viernes 7 de febrero a las 4 p.m.
Hay que decir que la idea de que el arte se presente como uno de los rostros turísticos de la ciudad nos invita a varias reflexiones sobre las maneras en que el arte, sobre todo el contemporáneo, produce diversas formas de comprender los capitales simbólicos así como el flujo económico.
La mirada utilitarista
Hace un año en la conferencia de prensa de Zona Maco se habló del costo que representó para la propia feria tanto el cambio de sexenio, así como la falta de apoyo económico por parte del gobierno de la CDMX.
En términos económicos, incluso políticos, el que la decisión haya cambiado nos habla de las maneras en que esta clase de plataformas inciden en la imagen de nuestra ciudad, es decir, hablamos propiamente de un modelo de negocios que se perfila como una forma de impulsar no el desarrollo artístico, sino el flujo de inversión y el impacto en la industria turística, es decir, el campo artístico y sus quehaceres se observan más como una imagen donde el espectáculo y la especulación del mercado artístico se encuentran por encima de cualquier otro interés, sea artístico o educativo incluso.
Desde luego que el fin de la semana del arte es meramente económico, de hecho sería pueril pensarlo desde otra perspectiva. Lo inquietante es pensar en la producción artística como una campaña publicitaria que el Estado, en este caso la ciudad, vuelve a utilizar como en nuestro vórtice globalizado, es decir 1994 y el uso del arte y la memoria para fines políticos, en ese caso, la firma del TLC y la globalización.
Lo que se encuentra oculto detrás del espectacular despliegue de eventos (tequilas incluidos) es el impacto real en los otros involucrados, es decir, los artistas y en las formas en las que se plantea tanto su producción, como incluso el poder ganarse la vida mediante su trabajo.
Si pensamos en el hecho de que no existe un tabulador o una forma de empleo para los artistas, quizá la idea de que el arte puede ser una postal que venda el rostro rentable de la ciudad, sobre todo para inversionistas nacionales y extranjeros sea una forma de preguntarnos, ¿arte para quién?
Proponer desde la Producción: otras experiencias estéticas
Cada año cientos de propuestas se dan cita en las diversas convocatorias que abren las ferias alternas. Estos nichos como Salón Acme, Material Art Fair y ahora BADA, sostienen que la apertura de su convocatoria ayudan a integrar al mercado, ya de por sí cerrado y clasista, a los artistas emergentes cuyas propuestas muchas veces son prácticamente invisibles fuera del campo.
Jóvenes en su mayoría, egresadas de las escuelas de arte públicas y privadas de esta ciudad y algunos otros puntos del país, algunos incluso beneficiarios de diversas becas federales y de la iniciativa privada, que pese a su juventud y propuesta no han podido tener el apoyo de una galería.
En ese sentido vale la pena no sólo visitarlas en estos días, sino pensar si es posible otras formas de crear espacios tanto de venta, pero también educativos. Cabe mencionar que Salón Acme incluye un programa de mesas de reflexión sobre diversos aspectos de la producción y coleccionismo en México.
En el caso de Maroma y Feria de la acción, llama la atención que son plataformas creadas por artistas y curadores emergentes que consientes de la falta de espacios, aún con las convocatorias antes mencionadas, intentas exponer e incluso vender propuestas absolutamente distintas, como el arte acción, el libro de artista y explorar espacios distintos a otros espacios.
La Feria de la acción se encuentra dedicada a establecer reflexiones sobre cómo la producción es parte de la experiencia estética. De acuerdo a Valeria Montoya, artista mexicana quien dentro de la feria es parte de la selección de mesas informativas de residencias de arte en la Ciudad de México con el proyecto The Lab Program, comenta que incluso la venta de libros de diversos procesos que el proyecto ha acompañado es una parte fundamental para comprender el arte desde otras perspectivas:
“Los libros son una forma de contener la información de un proceso de investigación artística y de desarrollo de obras. Es un poco como el detrás de cámaras por así decirlo, de algunos procesos de artistas que han formado parte de Lab”.
Por su parte, Maroma contempla la exposición de artistas emergentes como Alberto Óderiz, Fernada Caballero y una veintena de propuestas que indiscutiblemente abren otras posibilidades para el coleccionismo de arte contemporáneo.
Desde luego que las ofertas son vastas como la exposición de Maria Conejo en la galería Trastienda Machete y desde luego el Siembra, de la Galería Kurimanzutto, la cual propone un diálogo entre los diversos artistas que presentaran en exposición individual como Gabriel Orozco, Minerva Cuevas o la propuesta de Wendy Cabrera Rubio.
Quedan muchas notas, que en estos días desplegaran diversas preguntas y reflexiones. Quizá la más potente haya sido la que Zombra expuso encima del mural de Sarah Andersen, al final, sin importar quién pague por los espacios, por la ciudad, la impronta de la emergencia e incluso del desencanto termina por reclamar la parte de la polis que al resto nos pertenece.