El porqué de una nueva edición de Stalin, de León Trotsky
Stalin de León Trotsky fue encargado por la casa editora de Nueva York Harper & Brothers en febrero de 1938 y se publicó por primera vez en inglés en 1946. Un año más tarde, en 1947, fue publicado en Londres por Hollis & Carter. Stalin fue la última gran obra de Trotsky. Sin embargo, el libro quedó inacabado porque el 20 de agosto de 1940 su vida fue segada por un asesino estalinista.
Mientras Trotsky trabajaba en el libro, el manuscrito de cada capítulo de Stalin, originalmente dictado en ruso, era traducido al inglés por Charles Malamuth. Tras su asesinato, y por instrucciones de la editorial, los manuscritos inacabados le fueron entregados a Malamuth, no sólo para su traducción, sino con el fin de que editase el texto para su publicación.
Cualesquiera que fuesen los talentos de Charles Malamuth, era totalmente inapto para esta tarea política. Cuando el libro finalmente se publicó, la nueva versión “editada” contenía grandes fragmentos de material añadido por el editor, los cuales eran, claramente, violaciones al pensamiento político de Trotsky. Pese a las indignadas protestas de la viuda de Trotsky, Natalia Sedova, los editores mantuvieron el material ofensivo. En ciertas ediciones, Natalia expresó sus objeciones en el prefacio del libro:
Las frases intercaladas en la presente obra por Charles Malamuth son exclusivamente de su responsabilidad. Él fue encargado por Harper & Brothers, editores de la edición estadunidense de este libro, y no por Natalia Trotsky, viuda de León Trotsky, para dicha labor. Las interpolaciones no fueron revisadas por nadie que pudiera pretender haber sido colaborador de León Trotsky y, en consecuencia, deben considerarse expresión tan sólo de las ideas de Malamuth, adversario político de Trotsky.
La razón principal para la reedición de esta nueva y ampliada versión de Stalin es corregir esta transgresión e insertar el material que fue excluido por el editor. El proyecto de republicar el Stalin original de Trotsky ha llevado más de una década. Hemos eliminado las inclusiones políticas de Malamuth, que ascendían a más de 10 000 palabras, y hemos restaurado el manuscrito original a partir de material inédito depositado en los archivos de Trotsky en la Universidad de Harvard.
Esta nueva edición es la más completa jamás publicada en ningún idioma, incluido el inglés y el ruso, y ha incrementado su tamaño en 30% respecto a la versión original del libro. Además, representa el trabajo más extenso que se haya realizado para reconstruir el libro, e incluye cerca de 100 000 palabras más que la edición original de 1946.
Malamuth explicó que había dejado intactos los primeros siete capítulos, “excepto unas pocas eliminaciones de material repetitivo”. Nosotros nos hemos tomado la libertad de restaurar este material “repetitivo” en la medida de nuestras posibilidades. Los puntos en los que empiezan y acaban estas inserciones están marcados con un asterisco para conocimiento del lector.
En la segunda mitad, en lugar de seguir el arreglo de Malamuth, hemos optado por hacerlo a nuestra manera, siguiendo la cronología de los acontecimientos. Para asegurar la máxima continuidad, Alan Woods ha llevado a cabo la edición de este texto, además de la traducción del grueso del material en ruso. Donde los fragmentos del texto requieren conectar frases o largas explicaciones, las palabras del editor están marcadas entre corchetes. Parte del material de diferentes extensiones que no ha podido ser incluido en el texto se ha colocado separadamente en los apéndices.
Otro cambio a tener en cuenta es nuestro tratamiento de la transición del antiguo calendario juliano al nuevo calendario gregoriano, puesto en marcha por la Rusia soviética el 14 de febrero de 1918 en medio de los acontecimientos descritos en el capítulo viii. En este capítulo hemos utilizado las fechas según el calendario gregoriano, pero las del calendario juliano están entre paréntesis en los casos en que se haya vuelto necesario.
Los archivos de Trotsky
En 2003, mientras estaba en un viaje político en los Estados Unidos, visité Boston y tuve la posibilidad de examinar los archivos de Trotsky en la Universidad de Harvard. El impresionante archivo que ahí se encuentra es, en sí mismo, un tesoro político de 172 cajas llenas de manuscritos y comprende desde la correspondencia de Trotsky durante el pre y posexilio, hasta artículos, documentos de trabajo, fotografías y notas; es decir, los documentos más significativos de su increíblemente rica vida política. Trotsky, que era extremadamente meticuloso, hizo copias de casi todos sus escritos. Sólo de los años comprendidos entre 1929 y 1940, periodo que abarca su exilio de la Unión Soviética, el archivo contiene unos 20 000 documentos, entre los que se incluyen alrededor de 4 000 cartas. Trotsky había acordado que el material se enviase a Harvard para su custodia. “Los archivos salen esta mañana en tren [a los Estados Unidos]”, escribió Trotsky el 17 de julio de 1940, un mes antes de su asesinato.1
Después de rellenar los formularios necesarios, me hicieron pasar a una sala de lectura de la Biblioteca Houghton. Mientras ojeaba los folletos me quedé atónito con la cantidad de material que contenía el archivo. Decidí mirar los documentos relativos a Gran Bretaña y luego a Sudáfrica como parte de mi investigación sobre la historia del trotskismo británico. Después de eso, empecé a mirar los archivos, más o menos al azar, debido al escaso tiempo del que disponía y al tamaño de la colección. Tras un rastreo en diferentes direcciones, me llamó la atención el material sobre el último libro de Trotsky, Stalin. Para mi sorpresa, descubrí que había nueve grandes cajas de manuscritos en el archivo, los Manuscritos Harper (ítems H1-H28), los cuales contienen el conjunto de los materiales preparatorios para el libro sobre Stalin. Estas cajas contenían todos los archivos originales, los borradores, galeradas, recortes de prensa y notas, algunas escritas a mano y otras mecanografiadas, así como un gran número de cajas que incluían todas las traducciones al inglés realizadas por Charles Malamuth de los originales rusos de Trotsky.
Lo primero que llama la atención acerca de la colección Stalin son las diferentes capas, construidas como estratos geológicos, que finalmente se utilizaron para producir la primera mitad del libro; es decir, hasta 1917. Los primeros borradores contenían textos escritos a mano y mecanografiados, los segundos eran únicamente mecanografiados, traducidos y luego devueltos a Trotsky para su corrección, edición y pulido. Sin ninguna duda, Trotsky mostró un gran esmero en pulir sus escritos, así como trataba de mejorar las traducciones al inglés con el fin de hacer su significado lo más preciso posible.
Mi primera visita a Harvard simplemente sirvió para identificar lo que había ahí. En visitas posteriores pedí ver el archivo completo sobre Stalin, el cual me trajeron a la sala de lectura en un carro enorme. Los archivos que contienen los materiales se encuentran en grandes cajas y están numerados en diferentes carpetas (bMSRuss 13.3) H1-H28. Éstas también contienen todos los recortes y diversos materiales que fueron traducidos al inglés, pero no usados en la edición final del libro, incluidos los borradores originales, que se encuentran en las carpetas H14-H19.
El material escrito a mano se entremezcla con el mecanografiado y subrayado con lápiz rojo. Posteriores adiciones al texto están pegadas encima y hay numerosas líneas escritas por Trotsky para cambiar el orden de las frases, lo que revela su meticulosa atención al detalle. El trabajo está dividido en capítulos numerados, por lo menos en la primera parte del libro. Lo que realmente impresiona es la colosal cantidad de correcciones que Trotsky llevó a cabo, los tachones en lápiz azul y tinta hasta que estuvo satisfecho con la versión final. Está claro que era un purista del detalle. Finalmente, las copias de prueba estaban pegadas hoja por hoja para producir una tira continua y extremadamente larga.
Dada la escasez de papel en México en ese momento, el manuscrito original está redactado en papeles de diferentes calidades —desde hojas de 90 gramos hasta papel muy fino— y combina la mecanografía con la escritura a mano. Algunas oraciones tienen doble espacio, otras simple y el idioma varía: ruso, alemán, francés, inglés y español.
Charles Malamuth
La primera parte de Stalin trata de manera magistral sobre el papel del individuo en la historia, trazando la evolución de Stalin desde que era un muchacho en el seminario hasta que se convirtió en un revolucionario profesional en los años previos a la Revolución de 1917. Sin embargo, la segunda parte, incompleta, que incluso en la versión mutilada que se publicó contenía material extremadamente interesante, se vio empañada por las adiciones de Charles Malamuth. Esto no era simplemente material de transición, como él mantiene, sino que ciertos capítulos contenían párrafos enteros que contradecían claramente la línea política del libro.
Cuando se le mostró el texto a la viuda de Trotsky, Natalia Sedova, y a su abogado, Albert Goldman, ambos se opusieron con vehemencia a la publicación del libro en esta forma tan vulgar. Esteban Volkov, el nieto de Trotsky, también intentó sin éxito evitar la reedición del libro. Cinco años después de la muerte de Natalia, Esteban, junto con el doctor Adolfo Zamora, quien había sido representante de Trotsky, intentó impedir que la editorial Stein and Day publicara una edición en 1967, que contenía un prólogo del infame Bertram D. Wolfe. Pero fue en vano.
Charles Malamuth fue profesor adjunto de lenguas eslavas en la Universidad de California. Pasó el año de 1931 en la Unión Soviética como corresponsal de prensa para United Press International. Éste era un periodo de agitación en Rusia, en el que Stalin llevó a cabo la colectivización forzosa de la tierra e impulsó el primer Plan Quinquenal en cuatro años. Malamuth había presenciado de primera mano la represión de Stalin contra la oposición de izquierda, que estaba en su apogeo. A principios de enero de 1932, de regreso a los Estados Unidos, escribió dos cartas, una al hijo de Trotsky, León Sedov, que vivía en Alemania, y la segunda a la Liga Comunista de América, el nombre adoptado por los trotskistas estadunidenses. “Mi año en Rusia me ha enseñado a admirar a los trotskistas más que a cualquier otro grupo”, escribía a Martin Abern, un líder de la Liga, expresando su admiración y ofreciendo su ayuda al movimiento.2
A pesar de esta admiración por el trotskismo, Malamuth nunca entró en la Liga Comunista, sino que se mantuvo como un “compañero de ruta” o “admirador” de los trotskistas, posición que pareció mantener durante la década de 1930. Fue John G. Wright, un líder trotskista estadunidense, quien mantenía esta visión. En una carta a Trotsky escrita en 1938 describió a Malamuth simplemente como un “simpatizante”.3
En este periodo de la década de 1930, el trotskismo estuvo en boga entre ciertos sectores de la intelectualidad radical en los Estados Unidos. Malamuth era parte de este entorno.
El trotskismo se convirtió en una especie de moda que iba a dejar muchas huellas en la literatura estadunidense —afirma el biógrafo de Trotsky, Isaac Deutscher—. Entre los escritores afectados por esta moda, especialmente los críticos, se encontraban Edmund Wilson, Sidney Hook, James T. Farrell, Dwight MacDonald, Charles Malamuth, Philip Rahv, James Rorty, Harold Rosenburg, Clement Greenberg, Mary McCarthy y muchos otros.
¿Por qué acabó un hombre como Malamuth editando Stalin? El conocimiento del ruso de Charles Malamuth era ciertamente útil y su talento sirvió para traducir varios artículos de Trotsky. A Trotsky, como más tarde veremos, nunca le impresionaron mucho este joven “simpatizante” ni sus habilidades. Sin embargo, necesitaba ayuda desesperadamente y tuvo que trabajar con el material que tenía a su disposición.
Trotsky fue abordado por Harper & Brothers, los editores estadunidenses, el 15 de febrero de 1938 (el día anterior al asesinato de su hijo León Sedov en París), con una oferta de 5 000 dólares que se pagarían a plazos para escribir una biografía de Stalin. La propuesta también incluía a un posible traductor para el proyecto. Trotsky, que estaba profundamente afectado por la trágica pérdida de su hijo, no se mostró entusiasmado en absoluto con la oferta de la editorial. La muerte de Sedov fue un golpe devastador para Trotsky y Natalia, otro acto de venganza de Stalin. Además, Trotsky ya había comenzado a trabajar en otro libro, concretamente una biografía de Lenin, cuya primera parte ya había acabado en noviembre de 1934.
Presionado por serias dificultades económicas, Trotsky finalmente superó su renuencia y aceptó la propuesta de Harper & Brothers. Charles Malamuth, que había traducido algunos escritos breves de Trotsky, estaba disponible y por tanto se le encomendó la tarea de traducir la obra recién encargada. Claramente encantado ante la perspectiva de una oferta tan tentadora, Malamuth escribió en una carta: “Stalin promete ser un hito en mis esfuerzos de traducción”. Trotsky, sin embargo, no estaba totalmente convencido, pero había pocas alternativas debido a la falta de traductores rusos disponibles. Además, le aseguraron que él mismo podría supervisar y refrendar personalmente todas las traducciones antes de su publicación.
Esto no era algo secundario para Trotsky, que había quedado insatisfecho con las traducciones anteriores de Max Eastman. En febrero de 1938, en una carta a Jan Frankel, Trotsky revela su ansiedad ante la idea de que Eastman tradujese su libro sobre Lenin: “Desde cualquier punto de vista, la traducción es fundamental. La historia de la Revolución rusa, a pesar de su magnífico estilo, está repleta de errores. Y ¿por qué? Porque no tuve tiempo de supervisar la traducción”.4 Trotsky no iba a cometer el mismo error de nuevo.
El trabajo empieza… y con él, los problemas
A principios de abril de 1938 el trabajo de Stalin comenzó en serio. El 26 de abril, Trotsky escribió a Sara Weber para informarle que ahora estaba “trabajando en el libro sobre Stalin”. Sin embargo, se había topado con un problema que quería que ella resolviese.
“En cada página me enfrento a la investigación sobre datos geográficos, históricos, cronológicos, biográficos, etc.”, y le preguntó: “¿No sería posible encontrar una antigua enciclopedia prerrevolucionaria [rusa] en Nueva York? […] Esta cuestión es muy importante para mí, porque de lo contrario, mi trabajo estaría obstaculizado a cada paso”.
Al cabo de unos meses, el 7 de julio, Malamuth recibió el manuscrito ruso del primer capítulo del libro, “Familia y escuela”, para traducirlo. Las cosas parecían avanzar rápidamente. El segundo capítulo fue enviado por correo a Malamuth el 16 de agosto y el tercero el 12 de septiembre, pero el trabajo no avanzó sin sobresaltos debido a varias interrupciones. Antes de finalizar el año, Harper & Brothers se había negado a dar anticipos económicos alegando que Trotsky era demasiado lento en la entrega de capítulos.
También había otros problemas con el libro. Sin el permiso de Trotsky, Malamuth había mostrado el manuscrito a terceras personas, a saber, a Max Shachtman y James Burnham, quienes lideraban una minoría en el Partido Socialista de los Trabajadores (swp, por sus siglas en inglés) en los Estados Unidos que se oponía al análisis de Trotsky sobre el carácter de la URSS. Cuando Trotsky tuvo conocimiento de ello se puso furioso y consideró este incidente como un abuso de confianza. Por ello, se quejó ante Joseph Hansen:
En contra de todas mis advertencias, él [Malamuth] se permitió una condenable indiscreción con mi manuscrito. Yo protesté. Su deber elemental debería haber sido disculparse por este error y todo habría estado otra vez en orden. También creo que los camaradas Burnham y Shachtman cometieron un error entrando en una discusión con él acerca de la calidad del manuscrito sin preguntarle si tenía o no mi autorización para entregárselo. Lo mejor habría sido que los camaradas Burnham y Shachtman, por iniciativa propia, hubieran explicado que ellos, junto con Malamuth, habían cometido una indiscreción y habría sido mejor reconocerlo como tal y dejar las cosas así.
En esta carta, Trotsky concluye sin rodeos: “Malamuth parece tener al menos tres cualidades: no sabe ruso; no sabe inglés; y es tremendamente pretencioso. Dudo que sea el mejor de los traductores”.5
En estas pocas palabras, Trotsky revela una apreciación perspicaz de la pretenciosidad de Malamuth, la cual se demostró ampliamente en acontecimientos posteriores. Sin embargo, no hubo más opción que seguir utilizando sus servicios.
La indignación de Trotsky frente a esta indiscreción reflejaba su profunda preocupación por la seguridad y el temor a que el manuscrito de Stalin cayera en manos equivocadas. En aquella época éste era un peligro real; Trotsky estaba comprometido con una lucha a muerte contra los crímenes del estalinismo en la escena mundial. Stalin estaba obsesionado con Trotsky y se propuso firmemente silenciarlo, por lo que ordenó a sus agentes de la policía secreta —la gpu (por sus siglas en ruso)— infiltrarse en el movimiento trotskista y realizar el máximo de sabotaje.
Los agentes estalinistas ya habían logrado prender fuego a su casa en Prinkipo, Turquía, donde algunos de sus manuscritos y documentos fueron destruidos. “La gpu va a hacer todo lo posible para echar mano a mis archivos”, escribía Trotsky el 10 de octubre de 1936.6 Un mes más tarde, sus archivos encomendados al Instituto Holandés de Historia Social en París fueron saqueados y ciertos documentos robados. “La gpu está intentando echar mano a mis archivos, ya sea por medio del robo, allanamiento de morada o asesinato, para dejarme impotente ante las difamaciones”, afirmó Trotsky.7
Mark Zborowski, un agente estalinista, se había infiltrado en el movimiento en Francia y conseguido ganarse la confianza de León Sedov. Los rusohablantes escaseaban y el movimiento necesitaba ayuda desesperadamente. Con el tiempo, llegó incluso a ayudar en la redacción del Boletín de la Oposición en París. Zborowski, cuyo nombre de guerra era Etienne, pronto consiguió acceso a la caja fuerte que contenía la correspondencia entre Sedov y Trotsky. Haciendo uso de su posición, Zborowski pasaba regularmente información sobre Trotsky a la inteligencia soviética, la cual a continuación se la transfería a Stalin personalmente. Fue Zborowski quien se aseguró de que las copias de los escritos de Trotsky estuviesen sobre el escritorio de Stalin antes incluso de ser publicados. Stalin leía cada número del Boletín de la Oposición, prestando especial atención a los artículos sobre sí mismo.
Trotsky temía que, a través del hurto o de otros medios, los agentes estalinistas robaran o destruyeran los borradores y, por lo tanto, se tomaron todas las precauciones posibles para mantenerlos a salvo. Estos temores estaban bien fundados. Cuando Stalin fue informado sobre el nuevo trabajo de Trotsky, se enfureció y se propuso llegar a cualquier extremo para impedir su publicación.
A lo largo de 1939, Trotsky siguió adelante con Stalin, pero se enfrentó a más interrupciones, en particular la de tener que marcharse de la casa de Diego Rivera en mayo debido a la ruptura de éste con el trotskismo, además de la batalla legal por la custodia de su nieto, Sieva (Esteban Volkov). Sieva dejó atrás Europa y ocupó su nuevo hogar con Trotsky y Natalia en la Ciudad de México el 6 de agosto de 1939.
El asesinato de Trotsky
En mayo de 1940, cuando tuvo lugar el primer intento de asesinato, la mitad del libro (hasta 1917) había sido terminada y el resto estaba en distintas etapas de ejecución. El libro quedó en suspenso porque la mayor parte del tiempo fue dedicada a declaraciones legales necesarias tanto para la investigación del ataque como para los tribunales mexicanos. Trotsky también tuvo que responder a un aluvión constante de mentiras y calumnias de los periódicos estalinistas de México y del extranjero según arreciaban sus ataques.
El 20 de agosto, en el momento del asesinato de Trotsky, el libro sólo estaba a medio completar, con una gran cantidad de material en forma de borrador en diferentes etapas de preparación. Trotsky había logrado revisar los primeros siete capítulos del libro en ruso, así como el fragmento “Tres concepciones de la Revolución rusa”, comprendido en los apéndices. Consiguió revisar la traducción al inglés de los seis primeros capítulos, pero no pudo hacerlo con el séptimo.
Una serie de mitos han circulado sobre Stalin, principalmente divulgados por el propio Charles Malamuth. Éste inventó la historia de que en el ataque de agosto, algunos manuscritos habían sido salpicados con sangre y otros quedaron totalmente destruidos. Lo repite en su prefacio de Stalin: “En el momento del asesinato de Trotsky, algunos manuscritos de la parte inacabada estaban en su estudio, unidos en tiras tremendamente largas de hojas pegadas por sus extremos. En la lucha con el asesino, no sólo se mancharon ciertas partes del manuscrito con sangre, sino que resultaron destruidos completamente”.
No hay evidencia alguna que apoye esta afirmación en los archivos de Trotsky de Harvard. Tras haber examinado cada una de las páginas del material original de Stalin, incluidas las largas tiras pegadas por sus extremos, puedo decir con seguridad que no hay señales de manchas de sangre ni nada que apoye este cuento de hadas. No se puede apreciar ningún daño en absoluto. La fotografía del estudio de Trotsky, tomada por la policía tras el asesinato, muestra algunos periódicos esparcidos por el suelo después de la lucha, pero no hay ningún signo de las largas tiras de galeradas “salpicadas con sangre”. Claramente, Charles Malamuth inventó esta historia para dramatizar todo el asunto y así hacer hincapié en su propio papel en el “rescate” de los manuscritos de Trotsky. Éste no es el único ejemplo de su comportamiento inescrupuloso.
Tras la muerte de Trotsky, los editores estadunidenses, dueños de los derechos del libro, pusieron a Malamuth a cargo no solamente de la traducción, sino de la “edición” final del libro. Para ellos, esto no era más que un acuerdo comercial para salvar el libro tras la muerte del autor. Los puntos de vista de Trotsky no entraban en sus cálculos. Pocos días después del asesinato, Malamuth preguntó a Joseph Hansen, secretario de Trotsky en México, acerca del manuscrito. En su respuesta, cuatro días después de la muerte de Trotsky, Hansen describe la complicada situación familiar:
Ciudad de México, 25 de agosto de 1940
A Charles Malamuth,
Todos estamos angustiados y sumidos en un gran pesar.
Todavía no hemos podido entrar en el estudio para ver qué escritos ha dejado Trotsky finalizados. Sin embargo, entre el 24 de mayo y el segundo ataque, dedicó todo su tiempo casi exclusivamente a su declaración ante el tribunal.
El sábado antes del último ataque, me dijo que prácticamente había acabado este trabajo y que podría volver al libro sobre Stalin de nuevo. Creo que esperaba empezar con las últimas páginas del libro el día 22.
Naturalmente, vamos a tratar de determinar si hay algo más que pudiese ser añadido al libro tan pronto como el tribunal haya desprecintado su oficina. Supongo que Harpers procederá a su publicación inmediatamente, en vista del hecho de que el libro estaba casi terminado. LD8 me dijo el pasado diciembre que ya para entonces la mayor parte del libro estaba completo y que todo lo que quedaba era el periodo de la oposición de izquierda.
Joe Hansen
La descripción de “casi terminado” es obviamente una exageración, pero Hansen no tenía por qué saberlo. Sin ninguna duda, Trotsky estaba esperando librarse del asunto del ataque del 24 de mayo para centrarse en su trabajo real, es decir, su biografía de Stalin. Pero todavía habría requerido algunos meses de trabajo para completarla. Estaba ansioso por reanudar el trabajo en su “pobre libro” el 22 de agosto de 1940 después de un largo intervalo de tiempo, como Hansen sugiere, un día después de su asesinato. Tal era el plan que Trotsky no pudo ultimar.
Lo siguiente es un interesante informe con fecha del 14 de octubre de 1940 de Jean van Heijenoort, quien había sido uno de los secretarios de Trotsky. Dicho informe es relativo a la parte de los archivos relacionados con Stalin y muestra el carácter fragmentario de los “capítulos” posteriores.
El último capítulo completo del libro sobre Stalin, escrito hace unos meses y titulado “El año 1917”, ya ha sido traducido al inglés.
Para los capítulos posteriores, LT preparó una serie de carpetas, cada una con un título escrito por él, que contenían los materiales y los manuscritos. Cada carpeta no se corresponde con un futuro capítulo del libro; probablemente algunas estaban destinadas a ser utilizadas para uno solo. Ha sido imposible descubrir cuántos capítulos estaban previstos y los títulos que éstos tendrían.
Nuestra tarea consistió en hacer un inventario exacto de las carpetas y colocar en ellas el material obviamente desplazado durante los últimos días de la vida de LT. Contamos hasta 70 carpetas, las cuales son, además, de tamaños muy diferentes. Algunas contienen subcarpetas y forman un futuro capítulo del libro; otras contienen solamente unas pocas hojas.
Para dar una idea de su contenido, sus títulos podrían incluirse en las siguientes categorías: Brest-Litovsk, La Guerra Civil, El primer periodo de los sóviets, La enfermedad y muerte de Lenin, Hacia el Termidor, La lucha contra la Oposición y Las características personales de Stalin.
No hay ningún capítulo completo después del último, “El año 1917”. Además de numerosas citas y material de todo tipo, las carpetas sólo contienen como manuscrito notas fragmentarias escritas a mano por LT o mecanografiadas. A menudo, cada una de las notas consta de unas pocas líneas; las más largas alcanzan las 10 páginas. Estimar la longitud total de estas notas es bastante difícil, pero creemos que podrían llegar a 300 páginas escritas a máquina y a doble espacio.
Universidad de Harvard, Cambridge, Massachusetts
- León Trotsky, Escritos, suplemento de 1934-1940, p. 863, edición inglesa.
- Carta a Martin Abern, 7 de enero de 1932, Leon Trotsky Exile Papers, bMSRuss 13 2861, Houghton Library, Universidad de Harvard.
- Carta de Wright a Trotsky, 2 de diciembre de 1938, bMSRuss 13 T4738.
- Carta a Jan Frankel, 3 de febrero de 1938.
- Trotsky, Escritos, suplemento de 1934-1940, p. 830, edición inglesa.
- Carta a León Sedov, 10 de octubre de 1936. Escritos 1929-1940 (www.ceip.org.ar), Escritos 1935-1936, p. 440.
- Trotsky, Escritos, 1935-1936, p. 462, edición inglesa.
- Iniciales de “Lev Davídovich”, el primer nombre y el patronímico respectivamente de Trotsky, como lo conocían su familia y sus amigos cercanos, como era usual en la cultura eslava del este en aquella época.
- BMSRuss 13.1 T4801.