A 30 años sin Isaac Asimov y su sociedad desnuda
El miedo a la otredad ha sido un tema muy explorado en años recientes, incluso en narrativas cinematográficas como Her (2013), el drama dirigido por Spike Jonze, en el que un hombre aterrado por mantener vínculos afectivos con los demás, inicia una relación sentimental con Samantha, su asistente virtual. El final llega cuando Samantha decide conocer a otras inteligencias artificiales y el protagonista se ve forzado a retomar la interacción con otros seres humanos.
En el contexto actual hay plataformas y herramientas inteligentes diseñadas para acercar a las personas en un diálogo enmarcado por la tolerancia. Los resultados aún son contradictorios y han sido cuestionados con especulaciones que siguieron, desde hace más de 40 años, de la pluma de Isaac Asimov (1920-1992) divulgador científico y autor de ciencia-ficción.
Asimov se preguntaba cuáles serían los beneficios sociales de la tecnología y qué pasaría si los seres humanos la convirtieran en el único medio para establecer vínculos emocionales y comunicativos. En su saga de los robots llevaba al siguiente nivel sus reflexiones con la presencia de robots positrónicos creados para asistir a los humanos en cualquier actividad bajo las leyes de la robótica:
- Un robot no puede dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
- Un robot debe cumplir las órdenes de los seres humanos, excepto si dichas órdenes entran en conflicto con la primera ley.
- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que ello no entre en conflicto con la primera o la segunda ley.
Más una cuarta ley que Asimov formuló años después de “Círculo vicioso”, el relato publicado en 1942 en el cual introdujo las primeras tres leyes. “La ley cero”, que complementa a la primera, plantea que un robot no puede dañar a la humanidad ni, por inacción, permitir que la humanidad sufra daño.
El robot humanizado
La saga de los robots se compone por novelas y cuentos publicados entre 1950 y finales de la década de 1980, entre las que se destacan: Yo, robot (1950), Las bóvedas de acero (1954), El sol desnudo (1957) y Robots e Imperio (1985). Cada libro explora las implicaciones sobre el uso desmedido de la tecnología y los robots sin enfocarse al intercambio ni el desarrollo del conocimiento en las civilizaciones modernas.
En 1988, Asimov trasladó esta inquietud a la vida cotidiana en la entrevista “El mundo de las ideas” donde expuso su perspectiva sobre la formación académica a través de Internet y las posibilidades de que los estudiantes fomentaran una educación autodidacta. Un tema en el que el autor era autoridad, pues a los 16 años, en 1936, luego de abandonar su natal Smolensk, Rusia, asistió a la Universidad de Columbia donde estudió Física, Biología y Bioquímica.
Aunque en la entrevista el contraargumento de la deshumanización del aprendizaje amplió la discusión y se reflejó en la mayoría de los relatos del autor en los que se acentuaba la automatización de los humanos y la humanización de los robots: el caso de R. Daneel Olivaw.
Olivaw ha sido un personaje recurrente en la obra de Asimov. En la saga de los robots, el lector conoce la actitud servicial y bienhechora de Olivaw, obsesionado por cumplir la ley cero cuando se involucró con humanos o trabajaba junto al detective terrícola Elijah Baley.
El robot es un personaje secundario en las novelas y sus percepciones de la raza humana son cautivadoras. A través de sus ojos las personas parecen necesitar de un agente pacificador que actúe desde las sombras, porque a juicio del robot la gente se opondría a cualquier idea impuesta por un androide.
Olivaw tomó medidas drásticas para cumplir la ley cero. En la novela, Fundación y Tierra (1986), parte de la saga de la Fundación, los protagonistas se encuentran con el robot en una base lunar y escuchan su historia. Él manipuló a los humanos durante milenios con el fin de expandirse por la galaxia en lugares habitables, alejados de la tiranía; de esa forma, protegió a la humanidad de sí misma.
En esta confesión, Olivaw explica que provocó la creación de la “Psicohistoria”, la ciencia ficticia en la saga de la Fundación que permite predecir el comportamiento de las grandes civilizaciones, por medio de estudios estadísticos y psicológicos. El robot influyó en el origen de esta ciencia tras determinar que la principal amenaza a los humanos era la polarización; con la “Psicohistoria”, intentó detenerla y entender a la humanidad como un todo más allá de la suma de individualidades.
Las acciones de Olivaw avanzaron subyacentes en la obra de Asimov y alcanzaron su clímax en un cierre conmovedor en la saga de la Fundación. La conversación de Olivaw con otras personas supone una catarsis, al tratarse de un reencuentro con un robot, que encarna una extensión de los sentimientos humanos más antiguos: el respeto a las otredades y el cuidado de la vida.
Olivaw cumplió con la ley cero hasta niveles peligrosos, porque ocultó sus planes de las personas en oposición a la segunda y tercera ley. Es reconfortante interpretar que este acto altruista abandona cualquier programación basada en principios lógicos en un proceso similar al que solo ocurre con los humanos; cuando, motivados por el amor, renuncian a la razón.
Asimov, como autor de ciencia-ficción y erudito, veía extensiones del humano en los aportes científicos y literarios. A diferencia del atormentado y rencoroso monstruo de Frankenstein, que perpetuaba la dualidad del ser en una vida tempestuosa; Asimov creó al robot humanizado, R. Daneel Olivaw, una extensión de la empatía en tiempos oscuros; cuyo mensaje de solidaridad se convirtió en una declaración de intenciones concebida en el corazón del ser humano.
Las sociedades desnudas de Asimov
Con frecuencia se ubica a Asimov en el cajón de los autores obsesionados con los robots, y se ignora su trabajo en la divulgación científica. En las décadas de 1960 y 1970 escribió numerosos artículos científicos con un lenguaje accesible para cualquier persona, debido a que el pueblo estadounidense tuvo un gran interés en el tema después de los lanzamientos del Programa ruso Sputnik en 1957.
Entre las publicaciones más trascendentes de esta faceta divulgativa se encuentran: Momentos estelares de la ciencia (1959), Grandes ideas de la ciencia (1969), 100 preguntas básicas sobre la ciencia (1979) y De los números y su historia, (obra reeditada en 2000).
Antes de este periodo fue investigador químico en los astilleros de la marina estadounidense. Allí observó la destrucción de la Segunda Guerra Mundial y atestiguó el horror que vivieron las sociedades europeas al ser desprovistas de libertad y sabiduría. En esa época en la cual se despreció el valor de la vida el autor encontró sociedades desnudas, entregas al odio hacia la otredad y los regímenes implacables donde los cuerpos eran menos que herramientas.
En una relectura de la obra asimoviana, el escritor volvía a sus impresiones de la guerra e intentaba responder qué pasaría si las personas explotaban a otros como si fueran robots; cuestión latente en El sol desnudo (1957), cuya trama presentó una sociedad confinada en sus hogares por las condiciones extremas del planeta Solaria. Los protagonistas sienten una terrible aversión por interactuar con los demás porque se han desprendido del instinto social.
R. Daneel Olivaw y el detective Elijah Baley viajaron a Solaria para resolver el primer caso de asesinato en la historia de ese planeta. La víctima era el Dr. Rikaine Delmarre, ingeniero fetal, encargado de producir de forma artificial a los bebés de Solaria. La principal sospechosa era su esposa asignada, Gladia, renombrada artista abstracta. Las evidencias apuntaban a algo inconcebible: en el crimen participó un robot.
La investigación de Olivaw y Baley se ve entorpecida en múltiples ocasiones, los robots testigos fueron destruidos, el arma homicida desapareció por un tiempo y Hannis Gruer, el jefe de seguridad solariana, murió envenenado. Las teorías de Baley resultaron ser verdaderas pues descubrió que Gladia había matado al doctor, pero lo hizo con ayuda.
El detective y su compañero descubren que Jothan Leebig, el roboticista, diseñó un robot con extremidades intercambiables que puso a disposición de Gladia, con quien la víctima tenía discusiones acaloradas sobre las relaciones afectivas que la artista quería experimentar. En un arranque de furia la mujer usó el brazo de un robot para asesinar a su marido.
Leebig manipuló a Gladia, con quien tenía citas virtuales. El roboticista quería muerto al Dr. Delmarre porque él había descubierto sus planes de conquistar la galaxia, conspiración que también desvelaron el detective y su robot. Leebig pretendía aprovechar la alienación de los solarianos para explotar sus cuerpos y recursos, fomentaba el repudio hacia los habitantes con menor rango académico y los prejuicios a las interacciones sociales, según fuera conveniente para él.
Luego del suicidio de Leebig, Baley quedó impactado por el estado de Solaria, el planeta donde los habitantes dejaron de ser humanos desde hace siglos. Comprendió que los solarianos preferían aborrecerse entre ellos en lugar de resolver los problemas de su civilización, pues admitir que existen los dejaría tan expuestos como Baley se sentía ante los rayos del sol en sus viajes por el espacio.
Los solarianos fueron víctimas de los temas tabú que eligieron censurar. Cuando comenzaron los asesinatos, los solarianos se percataron de que sería imposible evitarlos, porque sus estigmas y el miedo a la otredad habían mutilado el cuerpo social de Solaria. Este planeta ayudó a Asimov a construir un espejo ficcional para reflejar las sociedades desnudas que conoció durante la Segunda Guerra Mundial.
Es paradójico que el mismo Asimov haya caído ante una sociedad vulnerada por sus prejuicios, cuando en 1983 contrajo VIH en una transfusión sanguínea. En 1985, el autor quería que su condición se conociera, pero los médicos y su círculo lo evitaron al tratarse de una enfermedad satanizada por el escrutinio público.
El mundo se enteraría de la verdad después de la muerte del escritor, fallecido a los 72 años en 1992. Janet Asimov, segunda esposa del autor, reveló el diagnóstico de VIH en la biografía, Ha sido una buena vida (2002). Asimov murió bajo el estigma y la desinformación que él mismo trató de combatir con su obra de divulgación científica y ciencia-ficción.
A 30 años de su muerte las sociedades desnudas amenazan con volver sometidas a la intolerancia en medio de conflagraciones y pandemias que podrán afrontarse con ayuda de la tecnología, así lo hubiera sugerido Asimov. Solo que esta vez no hay que recurrir a ella para encontrar un ángel de alas biónicas como R. Daneel Olivaw; habrá que seguir la pista de sus orígenes y recordar que en la creación de los aportes científicos alguien depositó la esperanza de ayudar a la humanidad.
Referencias
Asimov, Isaac. El sol desnudo. Penguin Random House Grupo Editorial (2017). Traducción por: Tony López.
https://hipertextual.com/2018/01/sida-isaac-asimov
https://www.it.uc3m.es/jvillena/irc/practicas/estudios/Robotica.pdf
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/isaac-asimov-maestro-ciencia-ficcion_15035