Descolonizar la escritura: “una crítica literaria feminista”
Escribo con pleno conocimiento de que la mayoría de los analfabetos del mundo son mujeres, de que vivo en un país tecnológicamente avanzado donde el 40% de la gente apenas puede leer y el 20% son analfabetos funcionales. Creo que estos hechos tienen una relación directa con las fragmentaciones que yo misma sufro y que es un asunto que nos concierne a todos. Porque puedo escribir —y pienso en todas las formas en que se ha impedido escribir a las mujeres—, porque mis palabras se leen y se toman en serio, porque considero mi trabajo como parte de algo más grande que mi propia vida o la historia de la literatura, siento la responsabilidad de seguir buscando maestros y maestras que me ayuden a ampliar y profundizar las fuentes y a examinar el ego que habla en mis poemas; no por “corrección” política, sino por ignorancia, solipsismo, pereza, deshonestidad, o por escribir de manera automática.
Adrianne Rich
Este ensayo reflexiona sobre la escritura de mujeres desde una perspectiva literaria crítica feminista, profundizando en el análisis de cómo el sistema patriarcal se manifiesta en la literatura. La intención es cuestionar y analizar el papel de las mujeres y las poetas en la literatura, destacando los desafíos históricos que han enfrentado las escritoras. Se abordarán reflexiones sobre la literatura de mujeres, incluyendo el trabajo de Buenahora (2016), Garrido (2015), entre otras.
El papel de la mujer en la escritura ha sido históricamente eclipsado por el sistema patriarcal arraigado en la literatura. En este ensayo, desde una perspectiva crítica literaria feminista, reflexiono sobre los desafíos y dificultades que enfrentan las mujeres como escritoras. Exploro cómo nuestra identidad de género y los roles impuestos por el patriarcado influyen en nuestra labor creativa.
La crítica literaria feminista ha sido fundamental para desvelar las políticas sexuales subyacentes en la supuesta neutralidad de la literatura. Esta corriente de análisis ha revelado cómo se construyen los discursos literarios sobre la base de cuerpos con identidades específicas: género, etnia, clase social, entre otros aspectos, como refiere Buenahora:
…develaron las políticas sexuales bajo las cuales se construyó la supuesta neutralidad de la literatura, permitiendo la ubicación política de los discursos y narrativas literarias al ubicar como centro el cuerpo; un cuerpo con nombre, con género, con condición étnico racial, perteneciente a una clase social y a un contexto sociohistórico específico.
Tal como señala Adrienne Rich (1984), esta práctica se conoce como la política de la ubicación, que sitúa al cuerpo como centro de la narrativa literaria. El enfoque feminista en la crítica literaria ha buscado deconstruir las estructuras de poder inherentes al lenguaje y a las interpretaciones literarias. Se ha utilizado el análisis crítico para desafiar las representaciones patriarcales de la mujer, que han perpetuado estereotipos y limitado su participación en la esfera pública. Como señala Buenahora, la literatura ha sido un instrumento para asignar identidades, roles y ocupaciones a las mujeres, relegándolas al ámbito privado y perpetuando su subordinación.
La crítica literaria feminista ha desafiado la representación tradicional de la mujer en la literatura, la cual ha sido utilizada para asignar identidades, roles y ocupaciones específicas a las mujeres, confinándolas al ámbito privado y subordinado. Este enfoque busca deconstruir las narrativas patriarcales que han encasillado a las mujeres, cuestionando constantemente su papel en la escritura y promoviendo una des-situación que les permita liberarse de las limitaciones impuestas por estas estructuras. Al seguir este camino, se busca derribar las ideas preconcebidas sobre la feminidad y la escritura, buscando una representación más auténtica y equitativa en la literatura.
La crítica literaria feminista desafía la visión convencional del lenguaje y las interpretaciones literarias que perpetúan la construcción patriarcal de la mujer, utilizándolas para asignar roles e identidades. Su objetivo es derribar estas nociones que encasillan a las mujeres como inferiores y las confinan al ámbito privado, cuestionando constantemente su lugar en la escritura. Para lograrlo, es necesario desvincularse de las estructuras patriarcales y rechazar las narrativas que buscan disciplinarnos. Siguiendo el llamado de Buenahora, adoptamos una postura crítica que nos permite desafiar las percepciones convencionales sobre la feminidad y avanzar hacia una representación más auténtica y equitativa en la literatura.
Desde la perspectiva de la crítica literaria feminista, es crucial desaprender lo aprendido y abordar la escritura y la lectura con una mirada más crítica y analítica. Esto implica, para Buenahora, “dejar de leer y escribir de manera patriarcal, lo que implica una nueva manera de enseñar literatura”. Este proceso presenta un desafío significativo, ya que el patriarcado está arraigado en nuestra cultura desde temprana edad, y la historia de la escritura ha sido dominada por hombres. Es difícil deconstruirnos, desaprender, des-situarnos y desvincularnos de lo que hemos aprendido en nuestro camino literario.
Mi labor como poeta mujer se ha vuelto compleja en muchos aspectos, ya que la mayoría de los talleres a los que he asistido han sido impartidos por hombres y las lecturas recomendadas son principalmente de escritores masculinos. Además, se sigue una estructura occidental en los poemas que no considera ni centra su análisis en la temática abordada, dejando de lado el mensaje del texto. Por eso escribe Buenahora que es necesario reflexionar y cuestionar “los universalismos que terminan siendo parámetros de análisis para la literatura producida por mujeres, es decir, criticamos el canon”. Las reflexiones deben ser más profundas y políticas, ya que la escritura y la literatura refuerzan las jerarquías de género y sociales, así como las imposiciones raciales, sexuales, étnicas y de clase, deshumanizando y relegando a las mujeres a una posición abyecta.
Por tanto, es necesario descolonizar la problemática genérica impuesta por el patriarcado y lograr una literatura sin sesgos de género para ampliar el abanico de interpretaciones y evitar que la creación-representación se vea reducida al aparataje androcentrista patriarcal. En otras palabras, se necesita una rebeldía epistémica para ser respetadas, escuchadas e impactar los andamiajes disciplinadores en los que hemos sido formadas.
Muchas mujeres han tomado la pluma y se han convertido en artistas y creadoras, se han colocado como sujetas epistémicas, desafiando los obstáculos históricos que han enfrentado en la literatura. Sin embargo, es importante reconocer que es más “difícil escuchar a las indígenas, negras, mulatas y mestizas, solo reseñadas en las páginas judiciales o como elemento exótico”, de acuerdo con Buenahora. Este entramado de opresiones y barreras afecta nuestra labor como escritoras, y nosotras luchamos constantemente por la defensa de nuestra autoría, la capacidad de elaborar un pensamiento original y diferente al patriarcal, y la afirmación de unos precedentes históricos de este pensamiento. Es una defensa de nuestro saber y un reclamo por la propiedad del saber escritural literario que históricamente ha sido atribuido a los hombres.
Cada vez más mujeres han decidido adentrarse en el mundo de la escritura, reconociendo el instinto artístico que las ha impulsado desde tiempos antiguos. A lo largo de la historia, Buenahora menciona:
Desde la más remota antigüedad vemos a la mujer dando muestras de que nació dotada del instinto artístico, que había de salvar al cabo cuantas murallas se le opusieran. Las musas mitológicas eran, probablemente, apoteosis de mujeres ilustres de los primeros tiempos, iniciadoras de las artes; pero sin necesidad de recurrir a hipótesis… ¿quién ignora que Safo fue celebre entre los más célebres poetas griegos de su época…?
Hemos estado presentes durante siglos, enfrentando obstáculos y abriendo caminos, escribiendo con la fuerza de nuestras ancestras silenciadas, exigiendo nuestro lugar en la literatura para poder narrar nuestras percepciones y formas de ver el mundo.
A pesar de nadar contra la corriente, muchas mujeres no han desistido y han convertido la escritura en un acto político, una forma de lucha constante que implica un deseo entre lo poético y lo político; es una escritura activista que nos permite narrarnos a nosotras mismas, subvirtiendo el rol tradicional asignado y convirtiéndonos en narradoras de nuestras propias vidas. En palabras de Rich (1986), se trata de ser una “poeta política”, ya que lo personal es político. Necesitamos seguir generando un proceso de resistencia activa desde la escritura y la oralidad.
Para seguir resistiendo activamente desde la escritura y la oralidad, necesitamos “re-leer, y re-ver para re-crear”, según Garrido. Esto implica reflexionar, tomar conciencia, repensar, replantear y proponer nuevas formas y puntos de vista más amplios, ocultos por el dominio de lo establecido. La crítica literaria feminista nos invita a ver desde otros ángulos, a leer no solo las obras de los hombres sino también las de las mujeres, a renombrar nuestra propia realidad en el mundo femenino, sin basarnos únicamente en lo establecido, y a fomentar un diálogo abierto y activo.
Escribir es un acto de poder, un acto de reivindicación de nuestra voz y nuestra existencia. La escritura no es exclusiva de los hombres, como nos han hecho creer; es nuestro derecho y nuestra herramienta para narrarnos a nosotras mismas, para expresar nuestras luchas individuales y colectivas; necesitamos escribir para escribirnos, para tomar la pluma sin miedo, porque las letras nos pertenecen tanto como a los hombres.
La escritura debe permitirnos desafiar este sistema patriarcal, donde podamos hacer oír nuestra voz, hablar sobre nuestra realidad diaria, trascender los roles asignados y escribir sobre nuestras luchas y resistencias. Debemos reconocernos como sujetas de conocimiento, a pesar de que se nos haya dicho que escribir “como hombre está prohibido, ya que se considera que perderíamos nuestra feminidad” (Vallejo, 2006 citado en Buenahora). La propuesta es trascender el género en nuestra literatura, romper con las estructuras establecidas por el canon literario.
La poesía no es el único camino; aunque en el siglo XIX se consideraba aceptable que las mujeres escribieran y leyeran poesía como parte de su feminidad, ser “escritora (novelista, ensayista) era visto como un desafío a los modelos sociales dominantes” (Mataix, 2003 citado en Buenahora). Por eso, debemos es necesario seguir desafiando las normas y nadando contra la corriente en el mundo literario.