Tierra Adentro
Foto de Pao Martina

Durante el día los militares andaban por los torrentes de las calles, con los pantalones enrollados a media pierna, jugando a los naufragios con los niños. En la noche, después del toque de queda, derribaban puertas a culatazos, sacaban a los sospechosos de sus camas y se los llevaban a un viaje sin regreso. Era todavía la búsqueda y el exterminio de los malhechores, asesinos, incendiarios y revoltosos del Decreto Número Cuatro, pero los militares lo negaban a los propios parientes de sus víctimas, que desbordaban la oficina de los comandantes en busca de noticias. “Seguro que fue un sueño”, insistían los oficiales. “En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz”.

Cien años de soledad, G.G.M.


En la historia de las sociedades hay días cargados de intensidad política extraordinaria. En esos días, la población civil despierta de su hipnosis y aprende más que en décadas de democracia somnolienta. Estamos llegando al comienzo de los años veinte con uno de esos insólitos momentos. La efervescencia de las luchas sociales en países como Chile y Ecuador son los estertores de un cuerpo latinoamericano que convulsiona. Ahora es el turno de Colombia, un país de lamentable tradición intervencionista (¡el aliado más importante de Estados Unidos en el continente!) y con una historia de gobierno marcada por la extrema derecha y un modelo económico feudal y vetusto.

 

El pasado 21 de noviembre iniciaron una serie de manifestaciones políticas cuya fuerza no ha hecho más que aumentar. Las marchas multitudinarias en ciudades como Cali, Medellín, Barranquilla y Bogotá continuaron en medio de irresponsables toques de queda, actos ocasionales de vandalismo y una estrategia mediática para difundir el pánico que haría enorgullecer a Joseph Goebbels (largas cadenas de whatsapp alertan sobre una supuesta “invasión inminente” que amenaza las residencias pero que nunca se produce). No sobra mencionar que los migrantes venezolanos fueron los primeros señalados en esta ola de confusión y caos pero, ¿realmente a quién le conviene sofocar las manifestaciones?

 

Foto de Pao Martina

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Hasta la fecha de hoy el paro nacional continúa de manera indefinida y tiene además un terrible agravante: el asesinato de Dilan Cruz a manos de la policía antidisturbios (ESMAD) en un brutal uso de la fuerza. El estudiante de 18 años, a quien le habían negado un crédito para estudiar (en Colombia las becas son prácticamente inexistentes), se manifestaba pacíficamente en las calles de Bogotá cuando un policía antidisturbios disparó un proyectil de cilindros lacrimógenos que impactó en su cráneo y lo dejó en estado crítico. El lunes 25 de noviembre hacia las 8pm se declaró la muerte del joven, que se convirtió en el símbolo de la manifestación y de una juventud sin derechos que el Estado margina y aplasta. Tampoco sobra decir que Colombia tiene una larguísima lista de asesinatos a líderes sociales (855), indígenas (cada 72 horas muere uno) y la cifra más escalofriante de ejecuciones extrajudiciales por parte de miembros del ejército o grupos paramilitares (más de 2200 jóvenes).[1]

Foto de Pao Martina

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Ahora bien, ¿Qué más se protesta en Colombia? ¿Cuáles son las razones de fondo para la indignación general de la población civil? El Comité Nacional del Paro se opone al “paquetazo” legislativo impulsado por el gobierno del presidente Iván Duque, que contiene reformas laborales, pensionales y tributarias, así como la privatización del aparato productivo del Estado y del sector financiero estatal. ¿Y esto que quiere decir? En resumidas cuentas:

 

Que los jóvenes menores de 25 años podrán tener un SALARIO IGUAL AL 75% DEL SALARIO MÍNIMO LEGAL.

 

Que será posible la CONTRATACIÓN DE PERSONAL POR HORAS

 

Que el salario mínimo de los trabajadores SERÁ DIFERENTE SEGÚN LA PRODUCTIVIDAD DE CADA REGIÓN

 

Que la edad de jubilación subirá de X a Y

 

Que el fondo de pensiones del Estado se privatizará

 

Que se creará una agrupación de empresas estatales en el sector financiero que podrán aportar capitales al mercado pero SIN EL CONTROL DIRECTO DEL ESTADO.

 

Que las grandes empresas y multinacionales obtendrán rebajas en los impuestos bajo la condición de crear más empleos (que podrán ser contratos por horas o al 75% para jóvenes)

 

Que se aumentará el 35% en las tarifas de energía eléctrica para algunos sectores de consumo en favor de la empresa Electricaribe.

 

Lo más grave de todo esto, es que el presidente se ha sumido en el solipsismo. Anunció un diálogo nacional en marzo de 2020 (¿acaso no es una clara falta de respeto posponer una conversación urgente hasta dentro de 4 meses?). Peor aún, impuso los cinco ejes de los diálogos sin siquiera escuchar a las organizaciones sociales o al Comité Nacional del Paro. ¿En qué clase de diálogo los interlocutores no tienen derecho a decidir los temas del mismo?

 

Es claro que, por ahora, el presidente Iván Duque no ha entendido que debe trazar una agenda conjunta. Probablemente piensa que todavía vivimos en Macondo, ese pueblo feliz donde no ha pasado nada ni nunca pasará nada. Se equivoca.

Foto de Pao Martina

Foto de Pao Martina

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Para más información, consultar:

 

https://www.perfil.com/noticias/internacional/contra-el-paquetazo-por-que-colombia-marcho-contra-el-gobierno-de-ivan-duque.phtml

 

https://www.elespectador.com/noticias/politica/manual-para-entender-las-marchas-del-21-de-noviembre-articulo-891802

 

https://www.semana.com/nacion/articulo/paro-nacional-vocero-dice-que-sera-indefinido-si-es-necesario/641964

 

https://www.semana.com/nacion/articulo/muere-dilan-cruz-las-reacciones-tras-la-muerte-del-joven-agredido-por-el-esmad/642048

[1] Estadísticas provenientes del INDEPAZ (Instituto de estudios para el Desarrollo de la Paz), y del informe de la Fiscalía colombiana entregado a la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz) en mayo de 2019.

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