En la época de la segmentación y la hiperespecialización, el arte contemporáneo se abre paso como un caballo desbocado que corre en contrasentido: para apreciar el trabajo de Merce Cunningham no hace daño saber un poco de Léon Bakst, para hablar de arquitectura nunca sobran las referencias a la teología o al constructivismo ruso, de la misma forma en que, para sacar del lugar común la obra de Louise Bourgeois se necesita algo más que rezarle fervientemente a la cofradía de santos patronos de la crítica actual con todo y su advocaciones locales: Danto, Debord, Benjamin, Paz y un amplio «et al», internacional, actualizado y de rigor.