Agnès Varda: L’une Chante, L’autre Pas, una oportunidad de reflexionar sobre la amistad.
Los amigxs – sin partido, sin instituciones,
sin referencias fuertes de identidad —
sirven para pensar la vida.
Amador Fernández Savater
En los últimos años he pasado muchas horas reflexionando sobre la amistad y el hacer comunidad: ¿Qué es un amigx? ¿Por qué y para qué nos vinculamos?
Dice Bifo que la amistad “es el placer de la relación con el cuerpo del otro”, para él es necesario re-erotizar la comunicación social. Salir al encuentro, exponerse. La amistad como problema político a enfrentar.
En este texto propongo utilizar la película de Agnès Varda L’une Chante, L’autre Pas (1977) como eje crítico y de pensamiento para repensar la importancia de la creación vincular entre mujeres. La amistad como problema político, sí, pero también como registro de nuestra sensibilidad y feminidad.
La amistad como resistencia. Amistad como generación de posibilidad, de accionar y desaccionar la catástrofe. Amigas que nos ayuden a caminar con el dolor y transitar la oscuridad. Amistad como cultivo de afectos alegres, de risas y abrazos. Amistad para continuar la lucha y encontrar espacios desde donde resistir. La amistad para permitirnos ser, encontrarnos y perdernos las veces que sean necesarias. Amistad para reinventarnos juntas, para pensarnos y encontrar libertad y soberanía en nuestros actos y cuerpxs. Amistad que acuerpe, re-apropie y emancipe.
Andar el camino: sobre la potencia del encuentro.
En su libro A nuestros amigos, el comité invisible escribe:“Nadie sabría decir lo que puede un encuentro”, refiriéndose a los encuentros que dan lugar a acontecimientos, movimientos que recorren brechas desde lo común. Tomo la cita anterior como trazo y lenguaje para observar la película de Agnès Varda filmada en 1976, L’une Chante, L’autre Pas: es un retrato del vínculo entre dos amigas que pone en marcha devenires-revolucionarios.
El filme transcurre entre el encuentro y la correspondencia de Suzanne y Pomme. Pomme a sus 17 años, en un gesto estremecedor, consigue el dinero para que Suzanne, quien vive en condiciones precarias con Jerome, pueda abortar, ya que no puede costear tener un hijo más. Su amistad se ve interrumpida por el suicidio de Jerome que obliga a Suzanne a regresar a casa de sus padres y empuja a Pomme a independizarse y seguir sus sueños. 10 años más tarde, se encuentran en una marcha feminista a favor del aborto. A partir de ahí, y durante varios años, comenzarán a compartir correspondencia y su amistad será objeto de resistencia, amor y feminidad.
La película sigue la militancia y el activismo de las dos mujeres como un retrato histórico del movimiento feminista en la década de los 70s, evidenciando el inicio del quiebre de la subordinación de las mujeres. La búsqueda de ambas por encontrarse a ellas mismas y ser libres de relaciones de sometimiento. Un reencuentro con la feminidad que funciona como espejo para ambas protagonistas de esta historia. La potencia de la amistad entre ellas radica primordialmente en su primer encuentro y cómo a través de él, se dan las condiciones de posibilidad para romper la opresión y el control de los cuerpos femeninos. Es a partir de ahí que se acompañarán en varias etapas de sus vidas, culminando con la maternidad elegida de Pomme. La figura de la mujer en este filme es grandiosa: la que materna y la que decide no hacerlo, ambas poderosas.
Las figuras que nos presenta Varda me recordaron el ensayo No Viajaban Solas de Olivia Teroba, en el cual hace un recuento de la amistad como una condición social y política del ser humano. En él se establece una crítica a los filósofos griegos y a algunos contemporáneos por haber excluido a las mujeres en sus reflexiones filosóficas sobre la amistad (recordemos que para los griegos las mujeres no tenían cabida en la amistad, su lugar era únicamente dentro de las labores domésticas). Teroba realiza un repaso sobre la amistad femenina basándose en los escritos de Janice Raymond, narrando los obstáculos a los que se han enfrentado las mujeres a lo largo del tiempo para poder mantener vínculos y cómo los registros históricos han invisibilizado estos lazos.
A su vez, nos incita a tener cuidado para no caer en “idealismos y falsas expectativas” y nos advierte, siguiendo el hilo del pensamiento de Raymond, que no todas las mujeres podemos ser amigas, pero sí tenemos el potencial de establecer “amistades vitales” con más mujeres. Es ese potencial el que importa. “Las mujeres juntas no están solas”, nos dice Teroba. Imaginarnos en y desde la otra, ejercitar el cuidado mutuo: Varda tenía claro el proceso que constituía una amistad entre mujeres, consciente de las alianzas que la amistad puede poner en marcha.
Caminar juntas.
Ya lo dice también Vivian Abenshushan cuando escribe sobre la relevancia del encuentro con el otrx: “lo importante es vincularse con alguien con intereses comunes para resolver problemas comunes”, menciona que es necesario regresar a la cooperación mutua, al establecimiento de diálogos en los que nos encaremos. Presenciar el encuentro de los cuerpos para que se de la oportunidad de un diálogo verdadero. Los encuentros entre mujeres son y serán la forma de crear mundos alternos posibles que, contrario a la dominación, liberen el deseo de establecer otros mundos posibles.
Al igual que cuando Pomme decide ir a Amsterdam a abortar y se siente conmovida por la compañía de todas las mujeres que conoce en el centro de abortos. Al igual que Suzanne ejemplifica en su labor diaria en el centro de planificación familiar. Los encuentros entre muchas de nosotras, esa comunidad, pueden ejercer ciertas condiciones macropolíticas para emprender y exigir condiciones que favorezcan nuestras cuerpas. Pero la amistad es ese vínculo micropolítico que incluso puede pasar desapercibido, pero que a posteriori puede generar múltiples condiciones de posibilidad tan solo en un encuentro. Varda, nos muestra el camino hacia una nueva política del cuerpo. Desde su militancia detrás de cámaras, traza imaginarios que construyen lazos sensibles.
Blanchot, al final de su libro La amistad, dedicado a su amigo Bataille, armoniza el desbordante palpitar y devenir de lxs amigxs, escribe que la amistad se relaciona mutuamente en la diferencia y en el silencio de la palabra, haciendo alusión a la relevancia del encuentro que mantiene esa individualidad. Por que lo que separa, nos dice, se convierte en relación. L’une Chante, L’autre pas comulga con esa aseveración, con la presencia de ambas, resistiendo, generando un acontecimiento. Las imágenes, devienen lenguaje, y el lenguaje a su vez, memoria de la lucha que nosotras no olvidamos y perpetuamos.
El encuentro en los silencios. En el ruido y el bullicio. No sucumbir a la potencia del encuentro. Porque nunca debemos subestimar cuánto puede una amistad.