Tierra Adentro
Fotografía anónima. Ficha policiaca 2198, Ricardo Flores Magón. 07/JUL/1912. ARCHIVOMAGON.NET. Recuperada de inehrm.gob.mx.
Fotografía anónima. Ficha policiaca 2198, Ricardo Flores Magón. 07/JUL/1912. ARCHIVOMAGON.NET. Recuperada de inehrm.gob.mx.

Los imaginarios e ideologías son esponjas que absorben cualquier figura incómoda para desactivarla, neutralizarla, domesticarla. Los 150 años que nos separan del nacimiento del revolucionario anarquista Ricardo Flores Magón (1873-1922) se han encargado de apagar el incendio que pudo haber sido la intervención del “sembrador de ideales”. El pensamiento político de Ricardo Flores Magón fue una amenaza tan grande en su época que fue víctima de una larguísima persecución y gran parte de su vida adulta la vivió dentro de los confines de cárceles en los Estados Unidos. Era una amenaza flagrante para el porfiriato, para los caudillos de la Revolución mexicana y para el gobierno norteamericano que quería acallar las voces de las células anarquistas transnacionales. A siglo y medio, sin embargo, la amenaza se convirtió en un estandarte que se legitima como un supuesto “precursor” de la Revolución mexicana (a pesar de que fue contemporáneo de la misma).1 De esta manera, una serie de gobiernos que se dicen herederos de los ideales revolucionarios han institucionalizado y descontextualizado sus incendiarios lemas y críticas.

Hay distintas muestras de la recuperación de la imagen de Ricardo Flores Magón, siempre en momentos clave a lo largo de los años y de parte de ideologías políticas en ambos lados del espectro. En 1945, por ejemplo, se trasladaron sus restos a la Rotonda de los Hombres Ilustres, en el contexto de la consolidación del Estado mexicano bajo el PRM (Partido Revolucionario Mexicano). Más recientemente, en 1999, durante la transición de la política mexicana hacia la alternancia, se usó su nombre en una estación del metro de la CDMX por ninguna otra razón más que, quizás, estar cerca de la colonia Revolución. En el año 2000 se inscribió su nombre con letras de oro en la Cámara de Diputados. El año pasado, el actual presidente declaró que el 2022, por su aniversario luctuoso, sería “el año de Ricardo Flores Magón: precursor de la Revolución mexicana”.2 Y para colmo de alguien que se oponía al culto a la personalidad, el anarquista acabó recientemente hasta en un billete de lotería.3

Es una ironía un tanto trágica que la figura de un anarquista y revolucionario haya sido institucionalizada de tal manera. La crítica incendiaria de Ricardo Flores Magón fue particularmente incisiva precisamente en contra de la institucionalización y sistematización gubernamental de los movimientos que surgieron desde “los desheredados”, los “derechos del proletario”. En numerosas ocasiones advierte acerca de los peligros de la consolidación del impulso revolucionario, en esencia rebelde, pues “la ley defiende el derecho de los detentadores de la riqueza” y por lo tanto la revolución fácilmente se degenera “en un movimiento simplemente político, en el que encontrarán garantías solamente los jefes de ella y la clase rica” o, en su defecto, acabaría en “reformitas que no salvan”. Los discursos y panfletos de Flores Magón regresan una y otra vez a la idea del antagonismo y el desacuerdo, a la superioridad de la acción sobre la representación, a la rebelión y abolición de la propiedad privada y, en sus últimos escritos, a la supresión de la innecesaria idea de la “patria”. Y, sin embargo, parece que su espíritu anárquico está siendo encasillado precisamente en aquello que de lo que quería prescindir: el culto a la personalidad, la patria, la propiedad privada, la revolución como un movimiento político de reforma y el consenso democrático representativo.

Las razones por las cuales el desacuerdo se captura fácilmente como imaginario ideológico de la retórica democrática que busca “contar a los incontados” es un argumento que ya se ha planteado.4 En el caso de Flores Magón, adivino que sus enunciados en busca de cierta disolución o aniquilación, a veces sin una visión para una alternativa más allá de la ruptura radical, son presa fácil para que la ideología de los que dicen ser contestatarios se aproveche de la retórica. En su época, el movimiento maderista representaba todo lo que Flores Magón despreciaba de la política: un tibio juego electoral y de lucha por el gobierno, una farsa de parte de los que siempre han sido contados. En un artículo de Semilla libertaria dirigido a los maderistas y a los mexicanos en general cuestiona: “¿Va a terminar este grandioso movimiento con una farsa de elección?… ¿Vamos a tomar la tierra y la maquinaria llevando en nuestras manos las boletas electorales?” Lo que más teme Flores Magón es que las fuerzas revolucionarias vayan a “degenerarse en un simple movimiento político”. Es decir, que pierdan su potencia y autonomía radical, su fuerza violenta. Así pues, en el momento más álgido de la coyuntura de la Revolución, el 19 de noviembre de 1910, Flores Magón plantea ir más allá de los gobiernos y aboga por la acción directa: “Son ustedes quienes tienen que conquistar esas ventajas, tomando desde luego posesión de la tierra, que es la fuente primordial de la riqueza, y la tierra no se las podrá dar ningún Gobierno”.

En cuanto a la idea de la “revolución” cabe destacar que hay al menos dos lecturas canónicas de la historia del movimiento revolucionario. La primera, asume a la Revolución como un momento de transición en el proyecto de la fundación de un Estado “democrático”. La segunda, propone más bien que la Revolución tuvo en su base un bastión impulsado por la lucha de clases agraria que buscaba el reparto de la tierra y cierta autonomía regional. Por eso es que hoy, pareciera que la ideología revolucionaria (y la figura de Ricardo Flores Magón) “aparece” casi como un fantasma en momentos en los que le conviene ya sea al Estado, a la resistencia de “izquierda” o al personalismo de un líder que invoca al fantasma, siempre ausente. Así, se podría decir que el fantasma que representa Ricardo Flores Magón se puede capturar en el título de su periódico, Regeneración, que es el momento de un nuevo comienzo —que nunca llegó—.

 A diferencia de estas dos lecturas, para Flores Magón el acto revolucionario no debe caer en la tentación de ser partícipe del sistema que aboga por la democracia representativa. El rechazo a la integración en tal sistema abre el camino hacia un verdadero acto capaz de cambiar la realidad de los desheredados, a través de la tenencia de la tierra que garantiza la libertad. El exiliado político parte de una reflexión de su tiempo y de la realidad de la tiranía impuesta en México tanto por el dictador en el poder como por los terratenientes y capitalistas nacionales y extranjeros que explotaban (y siguen explotando) permanentemente a los trabajadores. Plantea, al principio de su trayectoria, su versión particular del liberalismo y, al ver las consecuencias del caudillismo revolucionario, acaba por radicalizar su discurso que desemboca en el anarquismo. Ya desde un inicio, Flores Magón se adhiere al lema anarquista que condensa su posición en contra del Estado y la prerrogativa de la propiedad privada: “¡Tierra y libertad!”

En su fase más radical y anárquica, se podría incluso proponer que el camino de Flores Magón lo llevó a plantear la disolución de la política en tanto estructura, programa o proyecto organizado. En esta etapa, hacia 1914, dado el escenario político en México, el pensador regresa a los orígenes transnacionales de su impulso crítico y propone la abolición misma de la “patria” como un ideal o ideología. Regresa así al principio anárquico de la “tierra”. Si el concepto de patria se basa en la tierra, la condición del enunciado es enteramente ideológica y burguesa dado que las leyes y la tenencia de la tierra están en manos de la clase dominante. Así, llega a decir que la patria “es algo que no es nuestro, y por lo mismo, en nada nos beneficia”, “fue inventada por la clase parasitaria… para tener divididos a los trabajadores en nacionalidades y evitar… su unión en una sola organización mundial”.

En el breve esbozo que he planteado hasta aquí, lo que queda claro es que se ha despojado al espectro de Ricardo Flores Magón de toda capacidad de aterrorizar o inquietar al presente, se le despojó de todo potencial crítico, de cualquier vínculo real con un pensamiento anárquico verdaderamente revolucionario. Un presidente que declara “el año de Ricardo Flores Magón” o que hayan inscrito su nombre por decreto en el lugar que el mismo combatía, el centro de la democracia representativa, la ley y sus “reformitas”, revela que el hecho de que es ahora un ícono institucional o un fetiche con mucho caché. No es ya una tragedia, sino una farsa o muy bien pensada o meramente accidental. En el país de las contradicciones no queda más que reírnos a carcajadas de la tragicomedia del fantasma siempre ausente pero seriamente institucionalizado de la Revolución.

  1. Esta es la lectura precisamente de Claudio Lomnitz en El regreso del camarada Ricardo Flores Magón.
  2. Ver el siguiente video con la declaración
  3. Ver esta imagen.
  4. Ver Jacques Rancière, El desacuerdo. Política y filosofía.