Vociferar a favor de libros, apuntes de un Bestiario del Bibliófilo (y otras fieras literarias) de Ricardo E. Tatto
Ricardo E. Tatto captura de manera evocadora la esencia de un verdadero amante de los libros, aquel que encontrará material de lectura en cualquier lugar, desde el reverso de las cajas de cereales hasta los panfletos encontrados en la calle. Este concepto de un niño cuya sed insaciable por la lectura lo lleva a consumir todo texto escrito que caiga en sus manos es tanto un testimonio de la curiosidad innata como un reflejo de las circunstancias a veces limitantes en las que muchos lectores crecen.
En México, y particularmente en Yucatán, la descripción de Tatto resuena con profundidad cultural y social. Yucatán, con su rica herencia literaria —que incluye figuras como Juan García Ponce y escritores contemporáneos— ofrece un escenario único donde el contraste entre la tradición literaria y la modernidad tecnológica es palpable. En un lugar donde los cuentos y leyendas mayas aún se transmiten oralmente, el acto de leer cualquier material disponible refleja una transición desde la antigua oralidad a la escritura y, más recientemente, al contenido digital. Este último pensado en su potencial externo del bibliógrafo, cuya pasión por hojear, palar y coleccionar resultan intrépidamente necesarias. Tatto abre preguntas por medio de su cartografía de la variación del tipo de lectores que somos o que en algún momento seremos.
Esto plantea preguntas sobre la evolución de la lectura en la era digital: ¿es el e-book simplemente una nueva “caja de cereal” para el lector imposible, o representa un cambio fundamental en la forma en que consumimos y valoramos la literatura? Desde una perspectiva crítica literaria, la descripción de Tatto acerca del “lector imposible” invita a reflexionar sobre teorías de la recepción y la estética de la recepción, como las propuestas por Hans Robert Jauss. Jauss sugiere que la experiencia literaria de un lector está influenciada por sus expectativas y el horizonte histórico en el que se sitúa. Así, el “lector imposible” no solo está leyendo textos; está también reinterpretando y redefiniendo lo que significa leer en su contexto sociocultural específico.
Además, la figura del “lector imposible” podría ser analizada a través de las lentes de la teoría del “lector implícito” de Wolfgang Iser, que se centra en la participación activa del lector en la creación de significado a partir de un texto 1 La descripción de Tatto amplifica esta teoría: muestra cómo un lector, incluso en un entorno aparentemente estéril de estímulo literario, puede encontrar y crear riqueza de significado en los textos más mundanos y cotidianos. Dicho encuentro entre el lector y el objeto (libro) permite que tengamos una intimidad hacia la nostalgia y el coleccionismo.
El concepto del “lector imposible” que Ricardo E. Tatto expone en su obra, encapsula una verdad fundamental sobre la lectura como práctica: no se limita a los libros y a los entornos tradicionalmente literarios, sino que abarca todo texto que el lector pueda encontrar. Esto resuena especialmente en contextos donde los recursos literarios son escasos, como lo describe Tatto:
El lector imposible es un niño que, una vez que aprende a leer, no puede detenerse. No importa si en su casa no cuenta con una biblioteca o con lecturas a la mano. El niño comenzará a leer al reverso de las cajas de cereal, las etiquetas del shampoo, las medicinas y, si llega al hogar, el periódico del día (p.31).
Además, este fenómeno se puede explorar desde la perspectiva de la teoría del “horizonte de expectativas”, de Hans Robert Jauss, que sostiene que la interpretación de un texto depende en gran medida de las expectativas y el bagaje cultural del lector. Jauss argumenta que “la experiencia estética de la literatura está basada en la diferencia entre el horizonte de expectativas del lector y el horizonte implícito del texto” (Jauss, “Toward an Aesthetic of Reception”). 2 Para el “lector imposible”, el horizonte de expectativas puede ser inusualmente flexible y abarcativo, permitiéndole encontrar placer y significado en textos que otros podrían considerar no literarios o triviales.
Tatto utiliza su sarcasmo para cuestionar si la facilidad de acceso a los libros digitales realmente enriquece nuestra experiencia de lectura, o simplemente alimenta una acumulación desenfrenada de información que raramente se procesa profundamente. Este tono sarcástico no solo añade una capa de entretenimiento a la obra, sino que también desafía y provoca. Al emplear el sarcasmo, Tatto no solo entretiene, sino que también educa, forzando a los lectores a examinar las implicaciones de sus hábitos de lectura en un mundo cada vez más digitalizado. La sátira se convierte en una estrategia efectiva para explorar temas complejos de forma accesible y memorable, permitiendo que el mensaje de Tatto resuene con mayor impacto.
Además, el uso del sarcasmo refleja un profundo amor y respeto por los libros y la lectura, incluso mientras se burla de sus excesos. Este enfoque es particularmente efectivo en una era caracterizada por la paradoja de la sobreinformación y la atención fragmentada. Al final, la obra de Tatto, a través de su tono sarcástico, no solo es una crítica a ciertos aspectos de la cultura literaria, sino también un homenaje humorístico a la pasión por los libros, que sigue siendo relevante y vital en un mundo dominado por lo digital. Finalmente, la representación del “lector imposible” como alguien que sortea la adversidad y encuentra oportunidades de leer en todas partes también dialoga con ideas sobre el capital cultural de Pierre Bourdieu. Este concepto podría ser crucial para entender cómo los individuos utilizan la lectura para navegar y ascender en estructuras sociales, aun cuando comienzan con recursos limitados. Recomiendo Bestiario del Bibliófilo como una forma de dialogar con el placer y el amor hacia la lectura.