Tierra Adentro
Hospital La Raza. Tomada por el Dr. Damesio.

               

 

Desde hace un par de meses, estoy terminando una tesis que habla del género de terror en cuatro cuentistas mexicanos. En un capítulo de esta, reflexiono sobre el fin del mundo y el terror que eso supone, tanto para los personajes de las historias como para los lectores que son afines a este tipo de literatura. Me es inevitable no pensar en el fin y en lo que he leído a partir de los acontecimientos que estamos viviendo con el COVID-19, porque sí: muchas o la mayoría de las historias que se han narrado sobre sucesos apocalípticos, comienzan con una pandemia que se sale de control, con el miedo al contagio y desde luego, con la supervivencia de unos cuantos posterior al fin.

Lo que vivimos con esta pandemia nos coloca ahora en el centro de la historia. Hoy no estamos protegidos por las pantallas, las hojas o las pastas de los libros, por escritores o por historias predecibles, esta vez no tenemos la distancia adecuada para disfrutar del terror que esto supone, esta vez estamos inmersos en la narrativa y somos los personajes principales de lo que pueda o no pasar. Quizás por eso estos últimos días me dediqué a preguntarle a gente cercana cómo es que está viviendo en medio de todo esto y su sentir por lo que sucederá una vez que pase todo.

Esto que escribo a continuación es un poco del sentir de la gente que habita la ciudad, la que está en el foco de un virus invisible que puede desmoronar el mundo que conocemos en tan solo unos días.

 

Italia sucumbió al virus

El pasado 6 de marzo recibimos una videolladama de Fernanda y su esposo Pío, unos amigos que viven en Bolonia. Nos marcaron porque estaban tomando unas coronas en honor, nos dijo, al coronavirus que en ese momento comenzaba a esparcirse por Italia y el resto de Europa. Hablando ya más seriamente, Fer nos comentó que estaba molesta, pues su empresa, previniendo la baja de trabajo que tendrían, le descontaría a ella y a sus compañeros el 30% de su sueldo por unos tres meses al menos en lo que todo volvía a la normalidad. Nos comentó que, por el momento, la zona en la que estaba no corría tanto riesgo pues está alejada de donde comenzó todo: “En Lombardía, donde está Milán, Bérgamo y otras ciudades, es donde todo está más pesado”. Pío y Fernanda parecen tener las mejillas rojas, a pesar de todo ambos se ven contentos.

Un par de días después el virus estalló desproporcionadamente y el 9 de marzo declararon a Italia en cuarentena. Le escribimos a Fernanda y nos dijo que sí, que empezaron a cerrar todo y que no se podía salir, con las excepciones de ir al trabajo, al hospital o a comprar cosas al súper, similar a lo que estamos viviendo hoy en México con la anunciada fase dos. “Yo tengo que seguir yendo a trabajar. No me dejan trabajar desde mi casa. Como yo vivo y trabajo en Bolonia puedo ir sin problema, pero si tuviera que ir, por ejemplo, a Venecia, necesitaría un permiso, un papel que diga que trabajo ahí y que tengo que desplazarme hasta allá. No te permiten dejar la región en la que habitas. Esto del virus no creo que sea grave todavía, no creo que se vuelva una situación muy difícil y si sí, pues les aviso y hacemos una colecta”, cerró Fernanda con tono de broma. Al siguiente día los medios anunciaron que en Italia todos los locales cerraban excepto las tiendas de alimentos y farmacias: el virus parecía salirse de control. Fernanda nos dijo que, por fin, en su empresa permitieron el trabajo desde casa, solo tenía que ir un día más para resolver algunos pendientes. A partir de ese momento el llamado home office comenzaría con mayor fuerza en toda Italia.

Pasó una semana y Fernanda nos confirmó que seguían encerrados, pero que de vez en cuando salían a la montaña que está detrás de su casa a dar la vuelta, caminar, despejarse. Ella y su esposo viven a las afueras de la ciudad de Bolonia, por lo que están más aislados. Nos dice que solo pueden ir al súper y que le ha puesto más atención a su jardín y a las plantas que ha cosechado y que se llevó de México. Nos pregunta que nosotros cómo vamos y contestamos que, en general, todo sigue normal: no han cerrado negocios y, es más, “ni siquiera suspendieron el Vive Latino y yo sigo yendo al gym”, añade mi esposa Gabriela. Fernanda nos confirma que allá el ejército estará muy pronto en las calles porque la gente no entiende y el virus se propaga rápidamente. Según los medios, esto fue porque muchos italianos que vivían en la región lombarda, al norte de Italia, regresaron a sus pueblos o ciudades de origen para resguardarse por la cuarentena, haciendo inevitable la propagación del virus. Ese 18 de marzo, en México muchos amigos y familiares aún se debatían con sus jefes para que los dejaran trabajar desde casa y el miedo en nuestro país comenzó a surgir con casos confirmados de COVID-19 de personas que viajaron a Europa y Asia.

Casa de Fernanda en Bolonia. Tomada por Fernanda Pichardo.

Casa de Fernanda en Bolonia. Tomada por Fernanda Pichardo.

 

 

 

La primera medida: las escuelas en México

Unos días antes, el sábado 14 de marzo, la SEP y el Gobierno Federal anunciaron el adelanto de las vacaciones de Semana Santa más dos semanas adicionales ante la inminente propagación del virus en el territorio mexicano. Al menos un mes las escuelas estarán cerradas y en espera de una muy posible postergación. De esta manera se anunció la primera medida seria en torno al coronavirus, sin embargo se hizo en un fin de semana largo en donde muchos aprovecharon para salir de la ciudad y, aunque los medios inundaron todo con esta información, muchos ni siquiera se enteraron.

Mi papá es director de una escuela secundaria pública en la alcaldía Gustavo A. Madero, y este anuncio, lo condicionó a él y a su equipo a preparar las medidas que el gobierno pidió.

“Ese día por la noche, gran parte del domingo y el lunes de puente, estuvimos organizándonos con todo el personal para hacer lo recomendado por las autoridades. Nos pidieron dos requisitos indispensables sumados a la suspensión del recreo y la educación física que ya se había impuesto. El primero fue que los padres revisaran que sus hijos no tuvieran síntomas y que, si los tenían, no los llevaran porque se les negaría la entrada. El segundo fue una carta firmada por los papás en la que aseguraban que sus hijos estaban sanos. Para agilizar la entrada nos dimos a la tarea de imprimir una carta hecha un día antes por las secretarias para que los padres sólo la llenaran con sus datos personales”.

Le pregunté si no se puso nervioso o temeroso ante el caos que esas medidas pudieron provocar: “no podíamos asustarnos, solo estar atentos”. Me dijo que afortunadamente los padres de familia son muy colaboradores, que siempre están al pendiente de las necesidades de sus hijos y de la escuela, pero que, como en todo, a veces hay padres que llevan prisa y son renuentes a seguir las reglas, sin embargo en esta ocasión no hubo de otra y tuvieron que cooperar.

El martes 17 de marzo “las autoridades me citaron una hora antes de la entrada de los niños para darme gel antibacterial para los 500 alumnos que tiene mi turno, el colmo fue que sólo me dieron un litro, un litro para todos —dice mi papá aún incrédulo—. Ya lo veía venir, lo bueno fue que llevamos más”.

Le dije que me platicara más del asunto, si había pasado alguna otra cosa inusual. “A la hora de la entrada pusimos filtros, el primero fue para que los papás llenaran la carta en la que nos decían que sus hijos estaban bien. El segundo filtro era para que, con ayuda de algunos padres y maestros de la escuela, les pusieran gel antibacterial a los niños y de paso les dieran una checada más por si notaban a alguien con síntomas. El tercero fue indicarles a los profesores estar atentos en el salón de clases por si veían algún enfermo, lo cual sucedió. Creímos que se nos había colado uno pues un niño empezó a toser y el pánico comenzó. Sus compañeros de grupo lo acusaron de estar moqueando y tosiendo todo el tiempo y, además, de que usó cubrebocas desde el inicio del día. Lo hizo de broma confesó más tarde, sin embargo lo llevaron conmigo, llamamos a sus papás y se lo llevaron. Les pedimos que, si quería volver, trajera un documento del médico en donde se verificaba que no tenía problemas. Al otro día lo llevaron como siempre y sí, estaba sano, solo fue una broma, pero no hubo de otra, teníamos que asegurarnos”.

Le pregunté si los alumnos comenzaron a faltar y de inmediato me respondió que sí, “el primer día llegaron 370 alumnos junto a unos 300 padres y madres aproximadamente. Creímos que sería un caos, pero tanto niños como adultos se comportaron a la altura de las circunstancias. Las cartas se siguieron entregando a diario y los niños fueron disminuyeron más: el miércoles 270, el jueves 220 y finalmente el viernes 90”.

Le cuestiono si la ausencia de un mes será algo perjudicial para sus alumnos y me responde que no lo ve de esa manera, ya que los maestros dejaron diversas actividades y tareas para que los jóvenes no se descuiden tanto y que, además, únicamente faltarán dos semanas si se restan las dos semanas de vacaciones que ya estaban contempladas por Semana Santa. En mi mente dudo sobre si los alumnos harán lo dicho por los maestros, me parece difícil. Un vecino que tiene una papelería me dice que, aunque no hay ventas como de costumbre, muchos niños están comprando mapas y monografías para hacer las tareas que les dejaron. Aun así, lo escucho y no lo creo.

Mi papá piensa que la problemática será otra “el problema será más bien psicológico, causado por el estrés que sentirán los niños por no salir de casa; muchos viven en espacios muy pequeños y se juntará con la convivencia día a día con sus padres y hermanos, muchos de ellos tienen familias disfuncionales lo que podría volverse un riesgo enorme si hay alcoholismo, desempleo y violencia intrafamiliar, ojalá que no sufran mucho. Eso sí, creo que cuando regresen lo harán gustosos. Será interesante ver el regreso”.

 

La ciudad se está vaciando

El anuncio de la SEP, aunado a otros como el cierre parcial de fronteras y la cancelación de vuelos de varios países alrededor del mundo, hicieron que en México comenzaran las compras de pánico, que algunas empresas despidieran o descansaran “voluntariamente” a su personal y que otras tantas mandaran a trabajar a sus empleados a casa. También comenzó la petición para que la gente no saliera a menos de ser necesario. Los medios empezaron a inundar todo con noticias de lo que pasaba en otras partes del mundo y las medidas que tomaban en cada país frente al virus, provocando miedo e incertidumbre en parte de la población mexicana, porque según aquí, no se estaba haciendo nada.

Gabbo es un amigo que conozco desde hace bastante tiempo, trabaja como taxista en la Ciudad de México y los fines de semana es coach de un equipo juvenil de americano. Le pregunté cómo le ha afectado todo esto del COVID-19 en su rutina diaria, especialmente en su trabajo. “Empezó sin bronca, pero ya este fin (20 al 22 de marzo) los lugares abiertos, bares, restaurantes, ya están vacíos, la gente tiene mucha incertidumbre, no sabe qué es verdad y qué no. Esta semana (23 al 29 de marzo) creo será la más crítica, nadie va a andar en la calle, va a estar muy complicado, ya dijeron hoy (22 de marzo) que se cierra todo. En la calle no hay nada de chamba. Va a estar muy complicado, a ver cómo nos va. Nosotros no tenemos sueldo, vivimos al día, va a estar cabrón. Sí juntas una lana, pero con el paso de los días se va acabando y no generas nada, está cabrón”. Gabbo regularmente es alegre, dicharachero, pero esta vez noto en su voz mucha preocupación. “Nos han pasado varios comunicados de la SEMOVI de que tenemos que seguir chambeando, nosotros no podemos parar, ahora sí que lo que puedas sacar, ya va a ser para la papa”.

Le pregunto si les dieron recomendaciones diferentes a los del resto, pero me dice con un tono de tedio que son las mismas: “que no te agarres la cara, que llegues y te laves las manos, que desinfectes el carro y pues sí, darle una limpiada no está de más, y lo del tapabocas, pero que lo usen las personas que están enfermas no las que no, porque se genera más pánico del que ya está”.

Hospital La Raza. Tomada por el Dr. Damesio Jonh.

Hospital La Raza. Tomada por el Dr. Damesio.

 

 

Le pregunto cómo es que le ha salido trabajo ante la ausencia de gente en las calles, me responde que “con las aplicaciones sale algo, porque en la calle definitivamente se muere. Ahorita la de la CDMX ya está funcionando, la oficial, pero esa apenas inició el 15 de marzo y no tiene mucho jale todavía. Sí suena, pero muy leve, como una vez al día. La de Cabify está mejor, pero suena cada media hora, cada hora. El pedo es que a la de Cabify hay que meterle saldo; si no, no te llegan servicios para cobro con efectivo”.

Le pregunto por la gente y sonríe: “a la que me ha tocado llevar, la veo muy quitada de la pena. Se sube con gripa, con tos, pero estamos en los meses para que se den esas cuestiones estacionales, entonces pues eso es lo normal en estas fechas.  Además muchos no se la creen; nadie conoce a alguien que esté infectado. Sí toman sus precauciones, pero hay mucha incertidumbre: le tiran más a que no existe, que son farsas de los gobiernos, pero no sé, yo también siento mucha incertidumbre. Con el H1N1, todo y nada pasó, ni se murieron todos y seguimos aquí. Si de verdad fuera una contingencia pues no te esperas. ¿Por qué no parar todo desde el momento en que hay infectados?  Por eso la incertidumbre de saber si es o no verdad o qué chingados. Yo veo al gobierno como si nada, si realmente fuera una pandemia como dicen no habría nadie en la calle; implementas al ejército para que nadie salga de su casa y listo, pero eso tampoco puede ser porque la economía colapsaría en días si nadie saliera. Eso es lo que no me convence mucho. Si realmente la cosa está como dicen que está, no se están tomando las medidas que deberían. En otros países, si la policía te ve afuera te multa y te mete a tu casa. Más bien como que medio hacen algo para complacer a la OMS y que digan a pues México sí hizo para que no los tachen de irresponsables. Y ya si hablamos de las redes sociales, pues ya no sabes tampoco, hay muchas fake news, como dicen”.

Le pregunto a Gabbo si recuerda algo de lo que pasó hace 11 años con el H1N1: “sí, nos hicieron parar una semana, pero antes de eso la SEMOVI nos hizo usar tapabocas, guantes de látex —que era una pendejada porque a los 30 minutos ya estaban todos negros por el sol— y que desinfectáramos constantemente el carro. Sí la hicieron más de a pedo. Dijeron que paráramos una semana y con eso era suficiente y así fue: en la calle no había nada. Yo salí a trabajar, pero no cayó nada. Ahora dicen que un mes y pues no, va a estar cabrón. Yo digo que no nos pueden dejar todo el mes, no mames, ¿qué vamos a hacer?” responde resignado.

No sé qué más decirle, su preocupación es la de millones de personas que se quedará sin ingresos por la cuarentena y eso, aunque no se acabe el mundo como tal, puede ser el final para familias enteras. Le digo que gracias por su tiempo y le pregunto a modo de broma que me recomiende un lugar abierto, es domingo por la noche y me responde que “la Cervecería Chapultepec a lado del Imperial está abierta”, sonrió y le digo que ya será para la otra.

 

El comercio al pie del cañón

Revisando Facebook el sábado 21 de marzo por la tarde, vi que Carlos, otro amigo de muchos años, publicó una foto con el titular que decía “Al pie del cañón, los esperamos amigos”. La foto mostraba el puesto en el que vende diversos productos de su marca Mex Diseño Frenético en el Tianguis Cultural del Chopo. Vi los comentarios y varias personas le publicaron la hora en la que irían a comprar o recoger algún pedido. Al parecer, “la banda del chopo” estaría como cada ocho días resistiendo, como dicen los punks que cada sábado están ahí.

Recordé que Carlos también fue a vender su mercancía al Vive Latino y decidí marcarle para ver cómo la estaba pasando. “Pues si bajó la gente en el Vive, hubo bandas que cancelaron y muchos, por paranoia, estaban vendiendo sus boletos en Facebook para ya no ir. Según esperaban 70 mil y dijeron que nada más fueron 40 mil. La pandilla que entró al principio se veía medio temerosa, como viendo qué pasaba, pero ya después en el desmadre ni se acordaron del virus. Una cosa que sí fue bien rara es que mi carnal entró a las 7 de la noche y me dijo que afuera estaba todo vacío, nada de gente para entrar, a pesar de que todos los años siempre está bien lleno”.

Le pregunto por las ventas y me responde que le fue bien a medías, pero porque metió productos nuevos, si no, otra cosa hubiera sido. En el chopo, comenta que no había gente, pero que a las 3 de la tarde todo mejoró, algo raro pues regularmente el tianguis se llena por el medio día. “Unos cuantos sí, iban con su tapabocas, otros más andaban con precaución, pero a la mayoría le valía madre”.

Le comento que Sheinbaum anunció ese día que en el DF todo se cerraría y me responde sorprendido “no mames, cuándo dijo eso”. “En el Chopo nos pasaron el comunicado de que cumplieramos con las medidas de prevención que ya todos sabemos y que cuando tenga que ser, va a ser (el no poner sus puestos), pero la mitad de México es informal hay un chingo de tianguis, de mercados, va a valer verga”.

Tianguis Cultural del Chopo. Tomada por Carlos Olivares.

Tianguis Cultural del Chopo. Tomada por Carlos Olivares.

 

 

Le pregunto que qué pasó con los envíos de mercancía que hace a otros estados y países y me responde que “con lo que dijo Trump del cierre de fronteras ya no se podían mandar ni recibir nada, pero para el viernes se retractó y dijo que el comercio si se podía, el flujo de personas no. Eso ya es un paro porque sí me compran mucho de allá (EUA) y, aunque se tarden las cosas, sí van a llegar. Uno como comerciante tiene que moverse porque si no, no sale, y vender por internet pues es una opción. Imagínate horita con el dólar alto a ellos les sale bien bara y yo subsisto. Tenemos que buscarle, porque no tenemos injerencia en este pedo, quien sabe cuándo se restablezca todo, nosotros valemos verga, los que vivimos al día, sí guardas algo, bien, pero si no hay chamba, ¿cómo le haces?”

“Creo ante todo que el gobierno hizo todo por chingar lo menos posible. Mientras muchos se estaban quejando de que no se tomaban medidas, se cerraba todo y que ya nadie saliera porque todo era riesgo, el gobierno aguantó. Sí no imagínate, pinche recesión nos va a cargar, por eso digo, si ya esta semana se cierra todo, este gobierno nuevo hasta donde pudo aguantar aguanto y eso yo lo respeto. Además, no es la misma intención que todos los gobiernos anteriores han tenido de chingarse a la gente, no digo que Andrés Manuel no la cague, pero tiene mejor intención. A los otros les valíamos verga y nos chingaban cuando podían, y si el gobierno de ahorita tiene errores no se comparan con los anteriores la neta: que el Solidaridad de Salinas, que el error de diciembre de Zedillo, esas mamadas. Ahorita el de salud no es un pendejo, tiene un chingo de estudios y se ha movido, está actuando bien, mejor que antes. Pero eso sí, la gente y muchos comerciantes que, como te dije, viven al día, no aguantarán y ese va a ser un pedote, somos un chingo”.

Nos ponemos especulativos y mencionamos que está la teoría de que EUA mandó el virus a China y viceversa, ambos reímos y Carlos dice que cuando ya se sospecha de dos gobiernos a nivel mundial es porque hay algo de razón. Le pregunto por su mamá y me dice que “no la he podido ir a ver porque tiene diabetes y como está todo no vaya a ser la de malas”. Nos acusamos de hacer compras de pánico y ambos lo negamos, reímos, recordamos algunas cosas de cuando íbamos en la universidad y pactamos el reencuentro una vez que pase todo, ojalá sea pronto.

 

Poca afluencia en hospitales

Carlos me comenta que apenas vio a mi primo y le comento que justo le hablaré al día siguiente para pregúntarle cómo le va en el hospital en el que trabaja con todo esto de la pandemia.

Le escribo a mi primo por la mañana y me dice que lleva prisa porque va rumbo al trabajo, pero que me irá contestando mis dudas conforme pase la tarde. Lo primero que le pregunto es si aumentó o no el flujo de gente que va regularmente al hospital. Un par de horas después me explica que “el Centro Médico Nacional La Raza (donde él está de domingo a jueves) es un complejo de varios hospitales y debido a eso la afluencia de gente es abundante, recuerdo alguna cifra de propaganda: 5000 trabajadores para “servir y proteger” a 100 000 000 ingresos por año. No he notado un incremento en lo absoluto, sino todo lo contrario. Cada hospital es igual a una fábrica. Dentro de los distintos departamentos que lo componen he notado que algunos están vacíos, la resolución oficial la desconozco por ahora”. Pienso que entonces la gente está tomando enserio eso de no ir a los hospitales o clínicas si no es necesario. Mi esposa y su hermana me lo confirmaron hoy, una fue por unos estudios agendados hace un mes y la otra por alguna medicina que no le dieron la semana pasada; ambas me dicen que “no hay personas esperando consulta, están atendiendo rapidísimo”.

Le pregunto a mi primo si le recomendaron algo más para protegerse del contagio y si están contemplando mandar al personal a descansar algunos días. Me dice que no, que eso no se contempla ni se contemplará y que las recomendaciones son las mismas, sin embargo, me dice con un poco de fastidio que “desde hace unos días están turnándonos para ir y ver una proyección con algún fin de demostrar acción en estos momentos, el contenido exhibido no es objetivo y es carente de utilidad para la práctica hospitalaria”.

Hospital La Raza. Tomada por el Dr. Damesio Jonh.

Hospital La Raza. Tomada por el Dr. Damesio.

 

 

Le pregunto si ha notado algún cambio en los médicos y el personal con el que labora y también me dice que no, que a lo largo de los tres años que ha trabajada ahí, ya asimiló el ritmo de andar por el hospital y nada ha cambiado a pesar de lo que se vive con la pandemia, que más bien el cambio es por parte de “personas externas que nada tienen que ver con la medicina o el hospital como los medios de comunicación o personajes del ámbito social que crean tensión y provocan conductas y sensaciones de vulnerabilidad en la población. Lo distinto quizás, son las bromas que he escuchado últimamente en el trabajo, todas son referentes al virus”.

Le pido su opinión sobre el COVID-19, si cree o no que existe y tajante responde que “el virus es real, el cómo se le describe y se le intenta connotar social y económicamente no. A diferencia de otros elementos patógenos, los virus no son entidades producto del desarrollo natural. Su uso nos invita totalmente a pensar diferentes escenarios”. Le pregunto que cómo se siente él con todo esto, pero me dice que no lo había pensado, promete responderme luego. Me comenta que él también fue al Vive Latino, específicamente a ver a Guns N´ Roses, “estuvo bueno, tenía que ver a Slash”. Recuerdo que ya tiene un par de meses que no lo veo y, al parecer por cómo vamos, serán algunos meses más. Le deseo suerte y le pido que se cuide, que si necesita algo no dude en hablarme.

Hospital La Raza. Tomada por el Dr. Damesio Jonh.

Hospital La Raza. Tomada por el Dr. Damesio.

 

 

 

El gobierno endureció las cosas en Italia

Fernanda nos llamó hoy (24 de marzo), estaba cocinando con su esposo la cena mientras Gabriela y yo preparábamos la comida. Nos platicó que desde el jueves pasado (19 de marzo) no había podido salir a comparar cosas porque no tenían mascarillas especiales y solo con ellas se les estaba permitiendo salir. La hermana de su esposo les mandó por paquetería unas mascarillas que no han llegado  ni llegaran: los envíos están cancelados en todo el país. Hoy se arriesgaron a ir por algunas cosas y no les fue mal, trajeron lo que necesitaban. Nos comentan que en Italia las restricciones se pusieron más duras, que el gobierno ya implementó multas de 400 a 3000 Euros si sales de la zona en la que vives y que, si estas contagiado y te andas paseando la sanción es de 5 a 12 años de prisión. Gabriela y yo nos sorprendemos, ojalá que no lleguemos a tanto aquí en México.

Nos platicó que el gobierno hizo una integración salarial, o algo así, y que se hará responsable del sueldo de todos en Italia (las empresas no pagaran durante la cuarentena), aunque sólo pagaran el 80% y se retrasará por un par de semanas. Fernanda dice que “ojalá no se tarden mucho porque si sí, nos vamos a empezar a quedar sin dinero”. Ahora ella nos pregunta que cómo vamos nosotros, que “qué dice mi peje”. Sonreímos y le decimos que apenas empieza la fase dos y que mucha gente se está poniendo paranoica influenciada por muchos medios politizados; que apenas empezaremos a encerrarnos, pero que no todos podrán hacerlo. Ella nos recomienda quedarnos en casa para que no pasé como en Italia: “es muy raro no poder salir, ya llevo dos semanas de encierro, hasta el 3 de abril estaremos así pero no creemos, pensamos que será más tiempo. En Bérgamo hubo muchos muertos en poco tiempo para una ciudad tan pequeña. Hay muchos videos de militares llevando ataúdes. Es como empiezan las películas de zombis, que miedo. Ya no vemos noticias, antes estábamos todo el tiempo viéndolas, pero ya no. Pasan imágenes horribles de que en España hay gente tirada en el piso porque ya no caben en los hospitales, está muy feo, amiguitos, cuídense mucho”. Nos despedimos prometiendo videollamar el viernes, ojalá que no lleguemos a tanto en México.

En La industria del fin del mundo, Ignacio Padilla comienza diciendo que emprendió la escritura de ese ensayo en “una de esas tardes borrascosas que el mundo suele elegir para acabarse”. Nos dice que eso sucedió la tarde en que se desató hace once años, la pandemia del H1N1. En la misma introducción de ese libro y sin tratar de ser repetitivo (de mi parte), narra algo similar a lo que sucedió o está sucediendo ahora alrededor del mundo: “las cadenas locales y extranjeras transmiten sin cesar imágenes que cualquiera juzgaría escatológicas: comercios cerrados y avenidas desiertas, estaciones de autobús repletas de trásfugas con cubrebocas, la semifinal de fútbol en un estadio vacío, el desfile de funcionarios que llaman a la calma sin que nadie acabe nunca de calmarse”.

Como Padilla aquella tarde, yo también reescribo estas charlas que tuve con gente que me importa, temeroso del futuro y preocupado como muchos, en estas tardes en las que, de nueva cuenta, el mundo (precario y desigual para la mayoría de sus habitantes), está decidiendo acabarse.

 

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Fotografía cortesía de la autora
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