Tierra Adentro
Foto fija de La hora de la siesta, Dir. Carolina Platt, ©Olivia Luengas Magaña, 2014.

De ser un género menor a uno capaz de alcanzar a un gran público, los cineastas siguen enfrentándose a trabas económicas y de exhibición. ¿Cómo producir y mostrar material de calidad sin traicionar la ética misma del género?

 

Dicen que el cine mexicano ha mejorado, que el hecho de que cortometrajes y largometrajes ganen premios nacionales y extranjeros es prueba de su auge. Este optimismo se extiende al documental. Es cierto que hay importantes logros en factura y contenidos; sin embargo, al analizar más de cerca esta efervescencia, puede afirmarse que el documental mexicano ha sufrido un deterioro en su calidad y espíritu independiente, debido a que se usa como medio para difundir los intereses de los grandes potentados del país.

La presencia de Michael Moore dentro de la historia del documental fue muy importante. Su estilo revolucionó la forma de hacer documentales al hacer que el género, tachado de aburrido e impopular, fuera accesible a un gran público. El que los trabajos de Moore se vieran en todo el orbe fue positivo porque su postura ante la realidad sociopolítica es crítica e independiente. Sin embargo, el fenómeno Moore también ayudó a ver en el documental una manera de hacer propaganda. Un caso emblemático es De panzazo (Carlos Loret de Mola y Juan Carlos Rulfo, 2012), que si bien sigue el estilo de los documentales de Moore al plantear una probable causa de los problemas educativos en México, fue muy criticada por el patrocinio del grupo Mexicanos Primero, en cuyo patronato figuran dueños y directivos de los principales grupos de medios, como Televisa.

Lo interesante de un documental independiente radica en que puede ofrecer una versión alternativa a la que generalmente recibe el espectador. Al no estar vinculado directamente con los intereses económicos de una empresa o industria, ni con intereses políticos particulares, el realizador puede decir lo que no dicen los medios de comunicación en sus programas informativos. En México, es encomiable la labor de realizadores como Óscar Menéndez y de productoras como el Canal 6 de Julio, cuyos trabajos siempre han mostrado realidades que televisoras y medios impresos no relatan.

Hay otros factores que obstaculizan el espíritu independiente y ético del documental. La dificultad para obtener recursos —muchas veces proveídos por el Estado—, el deseo de ganar premios y el anhelo de ser famoso mediante la difusión masiva determinan las temáticas y las formas que adoptará el realizador para llevar a cabo su proyecto documental.

¿Cómo logra un director mexicano conseguir recursos para realizar un documental social y, además, ganar premios? Una primera vía es la descontextualización. Un proyecto de temática social obtendrá más recursos económicos, toda vez que no perjudique los intereses particulares de algunos hombres e instituciones de poder en México. Puede exponer el problema pero no a sus responsables.

La segunda vía es apegarse a las modas artísticas. Actualmente se ha fortalecido la tendencia del documental contemplativo, de ritmo lento y fotografía preciosista. El discurso, con algunas excepciones, pasa a un segundo plano en este tipo de trabajos.

Ante este panorama, un camino para el que no quiere traicionar su propia ética es tratar de sacar adelante el proyecto aprovechando las bondades que ofrecen las nuevas tecnologías y el internet. Estos realizadores usan cámaras de precios accesibles pero ligeras —lo cual permite realizar proyectos con un grupo de trabajo reducido— y que graban con muy buena calidad. En el caso del registro sonoro también existen dispositivos a un costo relativamente bajo de excelente calidad. Sin embargo, algunos realizadores desean sacar sus proyectos bajo esquemas de producción tradicionales, con cámaras costosas y accesorios de audio sofisticados. Esto encarece la producción.

En lo que respecta a obtención de recursos, internet ofrece nuevas posibilidades. Tal es el caso del crowdfunding. En México existe Fondeadora, que ha financiado propuestas creativas como La hora de la siesta (2014), de Carolina Platt, un largometraje documental sobre dos familias que perdieron a sus hijos en el incendio de la Guardería ABC (2009), tragedia en la que fallecieron cuarenta y nueve niños.

La exhibición es un tema espinoso. Los documentales mexicanos con más espectadores son los cercanos al discurso televisivo, que tienen grandes patrocinadores. Basta recordar Presunto culpable (Roberto Hernández y Geoffrey Smith, 2011), muy cuestionada por su ética pero que contó con una descomunal campaña publicitaria en Televisa.

Para difundir y exhibir un documental independiente, una primera opción es la venta del producto en librerías y otros establecimientos. La segunda alternativa es la proyección en festivales, cineclubes, universidades, cafés o salas de arte. Internet puede ser una tercera vía; aunque sitios como Youtube o Vimeo tienen restricciones para ciertos contenidos, la libertad que prevalece en la red es mayor que la existente en la televisión o en el cine. Desde luego también existe la posibilidad de colocar los proyectos en salas comerciales. Por desgracia, estos no pueden mantenerse mucho tiempo en cartelera ni atraer a un público mayoritario, en parte por la competencia en desigualdad con productos estadounidenses, pero también por el boicot que ejercen los propios exhibidores contra el cine nacional. Esto se debe, por un lado, a que no perciben como un verdadero negocio la exhibición de cine nacional, pero también a que algunos contenidos pueden considerarse incómodos para sus propios intereses o los de ciertos grupos de poder.

Durante la promoción de El violín (2006), el cineasta Francisco Vargas señaló que las cadenas de exhibición aplican una forma de “censura económica” contra las películas mexicanas. Poco después, Luis Mandoki señaló que Alejandro Ramírez, uno de los propietarios de Cinépolis, se había mostrado renuente a exhibir su documental Fraude: México 2006 (2007) por su temática. El realizador Everardo González denunció un boicot contra Cuates de Australia (2011) por parte de los exhibidores, pues se proyectó en horario compartido con otras dos películas desde su estreno y salió de cartelera antes de siete días, pese a que por ley las películas nacionales se deben mantener una semana en exhibición.

La necesidad de explorar alternativas de financiamiento y exhibición que permitan desarrollar proyectos con la mayor independencia posible es imperante. Para ello, podemos aprovechar las bondades de las nuevas tecnologías y las vías de difusión alternativas. Ésta es la mejor forma de abordar temáticas socialmente relevantes y generar obras que presenten visiones críticas de la realidad.