Versículos atómicos
[Lucas 10:25-37]
La última vez que me sumergí en las Escrituras estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras. Revisábamos en clase los evangelios apócrifos con espíritu universitario y ya no recordaba cómo ubicar pasajes en un libro sagrado, como solía hacerlo en el catecismo: sábados de nueve a doce en la parroquia de San Judas Tadeo en Torreón, hace casi veinte años.
Todavía recuerdo la parábola del buen samaritano en voz de un catequista que lloró cuando vimos La pasión de Cristo, dirigida por Mel Gibson. Desde luego, la mía era una biblia vaquera forrada con mezclilla y en formato de bolsillo. Sus páginas siguen pegadas por el sudor del papel cebolla. Para mí, las historias encerradas en los números que significaban los versículos, siempre fueron maravillosos cuentos de hadas con los que los adultos se comportaban misteriosamente. Los niños, en cambio, teníamos que descifrar el simbolismo a partir de analogías muy curiosas.
Cuando comencé a leer La biblia encarnada me volví a enfrentar a la simbología bíblica. Cada uno de las veinticinco historias con las que Danush Montaño ganó el Premio Nacional de Cuento Breve, Julio Torri 2020 vienen acompañadas por un fragmento del libro sagrado como epígrafe.
En esta ocasión, sin embargo, descargué una app en el celular que me arroja el pasaje exacto que cito en un buscador: libro, dos puntos, capítulo y versículo. Esto no es del todo necesario —qué freak busca cada rastro que encuentra en el paratexto—, pero vaya que enriquece la lectura. No es doctrina ni didáctica, sino la enorme creatividad de Montaño Beckmann para construir su libro como un mosaico de citas, desde donde absorbe el lenguaje de las Escrituras y lo transforma en un nuevo texto.
«El final de los tiempos es cotidiano», por ejemplo, encuentra su reflejo en [Apocalipsis 6:12-14]: “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí que hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento”.
Sin embargo, a diferencia del último apartado del Nuevo Testamento, en La biblia encarnada de Montaño Beckmann, los inquilinos de una unidad habitacional observan la superluna de sangre desde la azotea de un edificio en la ciudad. El discurso del narrador es libre, casi un monólogo, mientras describe a sus vecinos y chismorrea con sus peculiaridades, los describe y transmuta el pasaje bíblico en voyerismo citadino.
Sucede en todos los cuentos, pero en cada caso, la transformación es diferente de acuerdo a la selección del versículo y a la estructura del relato en palimpsesto. La biblia encarnada presenta cuentos que bien podrían funcionar como perfomance, tal como en «Jueves 2×1», cuyo eje central es un diálogo en torno a [Proverbios 14:23]: “En toda labor hay un fruto; mas las vanas palabras de los labios empobrecen”.
Yo incluso leí en voz alta la plática entre los oficinistas, con cambios de tono y hasta de postura. Lo mismo me sucedió con «Hierba santa» y «Te adoro porque haces caca», que son textos sin narrador que funcionan como atajo hacia las Escrituras. El primero convierte la zarza ardiente en mariguana [Éxodo 3:2-3]; el segundo, la mierda en amor y literatura [1 Corintios 13:4-6].
Una preocupación constante de la obra , sin duda alguna, tiene que ver con el carácter intersubjetivo del lenguaje y la cosmovisión que cada cultura vierte en sus relatos. El autor propone un caleidoscopio temático que indaga en los versículos y de ese modo actualiza las parábolas.
Todos sus cuentos son atómicos, es decir, breves, con una escenificación directa y generalmente in media res. Las nociones de polifonía y palimpsesto funcionan como dominantes en la estructura de las historia. Además, sumado a esta red de conexiones transtextuales, el texto también es metaliterario.
En la historia «Estrategias para la correcta difusión de la literatura», el narrador problematiza el quehacer literario a partir de su conexión con la Torre de Babel [Génesis 11:6-9]. Un personaje escritor se hace preguntas filosóficas —o necias, que es lo mismo— en cuanto a la finalidad de la literatura. Considera el factor de la concepción, el proceso de lectura y el acto creativo para definir lo literario, esa categoría teórica en debate perpetuo: “¿Qué si fue un error restringir la literatura a lo escrito? […] ¿Qué si en lugar de escribir me dedico a platicar?”
En el clímax del libro están el lenguaje y la comunicación: “El humano es un simulacro de la evolución, absurdo, inútil y grosero; por su parte, la literatura, es el acto más extravagante de esas mentiras que nos creemos”.
Con La biblia encarnada, Danush pone en evidencia el carácter polifónico del pasaje bíblico y lo actualiza en crónica urbana, educación sentimental, historia de aventuras, hasta en ciencia ficción y fábula.
La unidad temática de los cuentos de Montaño Beckmann se encuentra en el epígrafe, la parábola y el palimpsesto. Voces enmarcadas que construyen todos los relatos del mundo. A su vez, La biblia encarnada bebe del principio atómico del versículo y transmuta un texto en otro texto, y por supuesto, reivindica el papel de la comunicación al proponer una lectura abierta del imaginario popular y colectivo en Occidente.