Tu maternidad como herida recién abierta: una reseña sobre Viento de primavera de Alaíde Foppa
Alaíde Foppa, autora de la antología Viento de primavera (Fondo de Cultura Económica, 2022), lleva en su mano las experiencias humanas y las va soltando una por una hasta dejarlas caer sobre aquellos y aquellas que contemplan sus poemas. La primera experiencia que desciende de los dedos de la creadora es la juventud, esta etapa de la vida que la poeta dice que camina por un triste sendero/ tras de haber perdido/ el bien postrero. En estos versos se revela lo difícil que es transitar por la senda juventud, pues la autora advierte que sólo nos queda/ las mudas asechanzas/ de un camino inseguro. En algunos de los versos de Alaíde emerge un sentimiento desolador, sin embargo, a veces se asoma la luz que termina por dar una esperanza: Mas si Dios te ilumina/ serás por un momento/ una pradera en flor/ abierta al viento. Quizá en estas palabras se refiere a que la felicidad es como ese instante que se queda grabado en la memoria de la naturaleza y se repite como la estación donde brota la vida: la primavera.
En Momentos y paisajes hay una voz melancólica y nos habla de recuerdos, del amor al igual que: el fruto que temiste; ese sentimiento que logró por esfumarse: como palomas. Aquí la poeta alude a la decepción de lo que fue y ya no está, de aquello que ya no puede palparse con las manos, pero sí recordarse: ¿Dónde está el momento/ en que mi vida/ como cosa sencilla/ que cabe entre las manos/ te fue ofrecida?
La Sin Ventura es un viaje épico de una mujer joven que se casa y tiene al final un desenlace trágico. De nuevo la poeta retoma el tema de la juventud y de la añoranza de un futuro plagado de abundancia y felicidad: ella sueña en la llama que no se apaga/ en el tiempo largamente compartido/ en la fertilidad de su vientre joven/ Ay, Beatriz enamorada/ la felicidad es un viaje/ sin puerto de llegada. En estos versos, como una advertencia, se revela lo que vendrá: la decepción por la marcha de Don Pedro a conquistar otras tierras, dejándola olvidada en una larga espera: comienza ahora a conocer/ que la espera/ es condición de mujer. En estas palabras se refleja el machismo de la época donde la mujer debía esperar en la casa. Aquello que anhelaba Beatriz, la calidez del amor y el ser madre, se ve opacado por la indiferencia de su marido. La realidad es que ella alza la mano, pero su mano no logra llegar a su esposo y se va tornando helada. El elemento de la mano está presente en la mayoría de sus poemas y tiene diferentes significados, en este caso, podemos interpretar que se refiere a la mujer sin abrigo, sin ser estrechada ni tomada por otra mano para avanzar en el camino del amor, del matrimonio, de la vida. La autora también aborda el tema de la esterilidad: y ese amor sepultado le pesaba/ como el niño muerto/ que dormía en su vientre estéril. Posteriormente, Beatriz queda sumida en la soledad; Don Pedro muere sin haber logrado conquistar América. Y aquí llega un momento interesante para Beatriz: comienza a extrañar a su difunto esposo y la única manera de estar cerca de él, aunque nunca lo estuvo, es colocándose su vestimenta y adquiriendo su comportamiento. El desenlace del poema ocurre con la muerte de Beatriz.
En los dedos de mi mano la poeta aborda el tema de la maternidad y en esta parte extiende la mano para mostrar a sus cinco hijos, los que lleva atados a la palma, a las líneas de su destino. En el poema “Anunciación”nos adentramos al primer descubrimiento de una mujer cuando se entera que está embarazada y nos remonta a la cita con el médico, encontrando los vestigios de vida: Misterioso latido/ en el secreto/ de mi vida profunda/ despertado. A través de las imágenes en estos versos, intuimos que yace un embrión, un útero profundo y la vida, el nuevo ser despertando. Luego, vemos el viaje de una embarazada y cómo el embrión deviene en feto: Criatura/ de mí dependes/ y yo/ asombrada fuente/ solo puedo ofrecerte/ la inconsciente vena/ que te alimenta. En esta parte la voz poética nos habla del cordón umbilical y la madre proveedora que hace crecer a su hijo: Pero soy apenas/ tu ciega morada/ transitoria, es decir el vientre es solo un lugar de paso. Después aborda el momento que se aproxima: el nacimiento; la madre se dirige a su hijo, a quien le dice que pronto dejará de depender de ella: un día/ dejarás de pedirle/ la vida/ al curso oscuro/ de mi sangre. En el poema “Propiciatoria”, la poeta toca un tema tabú: la depresión en el embarazo: ¡Ay, que el llanto no empañe mi pupila!/ Que por furtivo anhelo/ no tiemblen mis pestañas/ ni perturbantes fantasmas me llamen/ mientras vive en mi seno/ la criatura. En estos versos la emoción de la tristeza denota que ella se niega a experimentar estos sentimientos, pues se enfrenta a la romantización del embarazo, como si la felicidad fuera inherente en esta etapa: ¿Cómo puedo estar triste/ si la rama florece? La voz poética se niega a aceptar los sentimientos negativos que la embargan. En “¿Quién eres tú?” La poeta nos habla del hijo no deseado y de la falta de conexión con el nuevo ser mientras se gesta: ¿Cómo vas a llegar/ a este mundo enemigo/ si ni siquiera yo te reconozco? Y en “Para un niño que no llegó a vivir”, toca el tema de la muerte gestacional: Tú, la más débil de las criaturas/ no tuviste asilo seguro/ en las entrañas oscuras. Por medio de estas imágenes transmite el dolor de una mujer que experimenta este suceso. En los siguientes poemas, la autora muestra los miedos derivados de la crianza, de la cotidianidad de una madre, y uno de ellos es el temor a que algo malo le pase al hijo, y a través de cada metáfora percibimos a una madre alerta: y aunque lleve el dolor/ de cinco heridas/ y la amenaza/ de cinco muertes/ crece mi vida/ todos los días. Otro tema que se aborda es el de la madre alejada de sus hijos, ya sea porque debe marcharse para hacer otras actividades o cuando los hijos crecen.
En “Aunque es de noche”, la poeta hace mención a la casa como escenario sombrío donde la mujer se siente como fruto devorado adentro/ por pájaros rapaces; quizá haciendo alusión a los integrantes de su familia. La voz poética añora la luz, ser: una imagen que brilla en el espejo. En estos poemas se asoma la cotidianidad del hogar, la madre que herida sin remedio/ por el sol de la mañana/ empezará a perseguir el día, como una maldición, una rutina inevitable en la que pesa el matrimonio, cuyos siguientes versos lo confirman: hasta temes ahora/ el peso de un anillo. En cada uno de estos poemas podemos sentir la pesadez, el cansancio de la maternidad, de la esposa esforzándose por sobrevivir, pero que inevitablemente es atrapada por la vida doméstica.
En “Elogio de mi cuerpo”, Alaíde Foppa poetiza su nariz, boca, orejas, pelo, manos, pies, senos, cintura, piel, huesos, corazón, venas, senos, sangre y aliento, utilizando, en la mayoría de ocasiones, elementos de la naturaleza, por ejemplo, al cabello lo compara con una Dulce enredadera serpentina; los senos, dos plácidas colinas,y al sexo como Oculta rosa palpitante. La poeta contempla su cuerpo como si fuera un paisaje, descubriendo hallazgos. Este mismo ejercicio lo hace en Elogio de las frutas; en el poema a la Manzana, la compara con una Saludable mejilla ruborosa. En la última parte de la antología, Las palabras y el tiempo, reflexiona sobre la palabra y le da un halo de misterio: No sé/ si nacen en mis labios/ o si alguien/ me las va dictando/ en un mudo lenguaje/ del que ignoro la clave. Es como si nos estuviera revelando que provienen de un nivel superior, de las diosas o los dioses y que difícilmente podríamos comprender su origen. También indaga en el poder de las palabras, las cuales pueden lastimar. Las palabras como si fueran entes, personas, seres persiguiendo un destino incierto. En la parte del tiempo reflexiona sobre los momentos, aquellos instantes que desea retener para recordar. La voz poética anhela retener las horas, lo inatrapable. Alaíde Foppa dice Algo/ se me ha caído/ de la mano/ y no quiero/ mirar hacia atrás/ para buscar la huella/ de lo que no supe retener. Y con estos versos muestra la nostalgia que atraviesa al libro, pues se le escapa el tiempo, se le escapa la conexión con los hijos, el matrimonio idealizado, al igual que el amor, la juventud; se le cae de los dedos, de las manos y descienden sobre nuestros ojos que contemplan y leen para retornar a nuestro interior y mostrarnos esas experiencias que podemos tocar momentáneamente, como si el tiempo se detuviera, como si la palabra de la poeta llegara hasta cada una de sus lectoras y cada uno de sus lectores: Bastaría quizás/ una palabra/ para abrir de par en par/ una ventana. Y por esta ventana, la mano de la autora extiende un secreto, un fruto prohibido: la poesía. ¿Estaremos listas o listos para tomarlo con nuestras manos?