Tierra Adentro
David Bowie en The Hunger (Tony Scott, 1983).

Lou Reed murió recientemente; muchos hasta le pusimos una vela en nuestra ofrenda de este año. Cada vez que alguien de esa talla muere y ocurre el tuit-lamento y se ven todas esas manifestaciones públicas de dolor pop, a mí me da por pensar el día en que muera el rey de todos los pantheones pasados y presentes, Mr. David Bowie. En mi cabeza, éste es un funeral que debe ser coreografiado como las pompas fúnebres de un soberano, transmitido en cadena por todos y cada uno de los canales de comunicación del mundo. Todo el mundo deberá callar, al menos dos o tres minutos y con ese silencio Bowie construirá su última canción.

En música aún tiene mucho que regalar al mundo, lo dejó clarísimo en marzo de este año cuando sacó su vigésimo cuarto álbum de estudio The Next Day. Pero antes de que se vaya y se organicen misas negras, blancas y marcianas en su nombre, creo que Bowie debería regalarnos otro personaje memorable en cine.

A vista de pájaro, su repertorio como actor es extraordinario: Bowie podrá no ser un gran histrión, pero solía escoger endiabladamente bien papeles en los que sólo tenía que hablar, caminar y ver como David Bowie. Ya pasados los 60, seguramente los ofrecimientos de papeles han disminuido y tenemos que su última aparición fue como un malévolo magnate que va a desmantelar la empresa del joven Josh Hartnett en una película que pasó sin pena ni gloria (August, Chick, 2008). Lejos quedó aquel Nikola Tesla que mantiene su gran halo de misterio en The Prestige, (Nolan, 2006), incluso su cameo celebridad en Zoolander (Stiller, 2001). Vamos, hasta la voz que prestó para un capítulo de Bob Esponja o en la película animada Arthur y los Minimoys  (Besson, 2006) era mejor que verlo salir en un papelucho de relleno.

Muchos no lo recordarán, pero Bowie tuvo al menos seis personajes entrañables dentro de películas que parecía seleccionar sin prisas, al estilo Bowie, como queriendo añadir a su intrincada persona llena de capas nunca fijas. El primero de esos personajes es Thomas Jerome Newton, un alien humanoide que llega a la Tierra a buscar agua para su planeta moribundo. No se puede decir que El hombre que cayó a la Tierra (1976) sea una gran película y sin embargo, la sola presencia de Bowie la hace tan extraña, tan sui géneris que se ha convertido en una cinta de culto. Bowie interpreta a T. J. Newton como quien toca un sintetizador viejo. Su atinada distancia y extrañamiento hacia características humanas como la avaricia y el amor lo hacen transitar la película casi sin gesticular, un ejemplo de lo críptico de esa personalidad que tanto le admiramos.

Su siguiente trabajo es El ansia (Scott, 1983). Bowie es John Blaylock el delicado amante de Miriam, la hermosísima Catherine Deneuve. Otro filme de culto, sobre todo por la participación de Bowie y la escena que abre en un club nocturno de Nueva York con la canción de Bauhaus “Bella Lugosi’s dead”. el John Blaylock de Bowie es elegante hasta en su forma de hacerse viejo, quizás una predicción más para la vida de David. Ese mismo año, Bowie apareció en otro filme demoledor, Feliz Navidad Mr. Lawrence (Oshima, 1983), esta vez haciendo al soldado británico Jack Celliers que es llevado prisionero a un campo de concentración japonés. Las dos estrellas del filme son grandes músicos: Bowie y Riuychi Sakamoto, quien además compone e interpreta el soundtrack de la cinta (Forbidden Colours). El amor reprimido que puede expresar Sakamoto es igual de poderoso que la personalidad arrolladora de Bowie como ‘el rebelde’ contenido, mudo ante la represión.

Los 80 es la década en que David logra un pico actoral: después de Feliz Navidad… viene Laberinto de Jim Henson (1986). Pocas cosas se pueden decir de su personaje Jareth The Goblin King  que no lo desmerezca. Hay que verlo bailar y cantar ante docenas de muppets y aparecerse ante una adolescente Jennifer Connely para entender que sólo él pudo darle dignidad a este rey. En 1988, Bowie hizo, a mi parecer, el último papel sorprendente: Poncio Pilato en La última tentación de Cristo (Scorsese, 1988). A la hora de lavarse las manos, Bowie es muy breve y sereno, y aunque sale muy poco tiempo su personaje forma parte de una historia contada magistralmente por uno de los más grandes directores de nuestro tiempo. En los noventa vino un singular Andy Warhol en Basquiat, bajo la mano de Julian Schnabel, pero ya nada podía remontar esa gran racha de la década anterior.

Sé que nadie quiere oír esto, pero sí: David Bowie también morirá. Mi deseo es que pudiéramos recordarlo también desde el cine como lo que es, un hombre que está metido en la imaginación de la mitad del planeta. ¿Qué papel me imagino? Quizás Lucien el bibliotecario de los sueños para la inconcebible adaptación del cómic The Sandman a la pantalla. Quizás cada uno de ustedes tenga algún papel perfecto para el Bowie de sesenta y tantos. No cuesta nada imaginar.


Autores
nació en un hospital público de Av. Toluca (ciudad de México, 1973) pero creció en la Calzada de Las Águilas, lo que supone una infancia feliz aunque cuesta arriba y llena de topes. Le da un poco de pena decir que estudió Comunicación (pero se la aguanta porque no hizo la tesis en balde). Ha escrito algunos guiones y dirigió un cortometraje premiado por IMCINE. Escribe en muchas revistas pero su comentario mensual sobre cine aparece en Chilango. Este año publicará su primera novela en una editorial catalana. En su cabeza revolotean cómics y canciones de los Flaming Lips todo el tiempo.

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