Tierra Adentro

COVID

Ilustración realizada por Jal Reed
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I Hace dos años, poco más, poco menos, corrimos hacia los interiores y nos tapiamos a piedra y lodo porque allá, del otro lado de los muros, acechaba el contagio.
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A estas alturas de la pandemia, parece cada vez más difícil imaginar otros escenarios que no incluyan el miedo cotidiano a perder seres queridos, a ser una agente infecciosa.
Pixabay
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No tengo recuerdos de mi primera infancia, destellan algunas luces amarillas y el ruido de las máquinas me ensordece antes de mi llegada al hospital.
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Me pregunto si es ético espiar a alguien desde su ventana y con binoculares.
Foto por Carlos Vargas
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“¿Le leemos las cartas?”, pregunta Adriana.
Foto por Jazmín López
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Agarró fiesta.
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    el video me muestra echado y descalzo en un sillón de la sala y detrás de mí hay tantos libros como pobres mi voz suplicante pide que te quedes en casa durante la pandemia y escuches mi poema que empieza muy triste : la ciudad está desolada solo se escuchan los golpes que provocan los camareros con cubrebocas lavacoches con cubrebocas albañiles con cubrebocas jardineros con cubrebocas veladores con cubrebocas cuando caen muertos en la calle no mueren por el virus mueren de hambre y detrás de ellos poetas actrices bailarinas tramoyistas payasos vagos indigentes migrantes también caen muertos de hambre pero sin cubrebocas: y hago una pausa para darle unos sorbos a mi coñac pienso en el príncipe infectado y su karma infiel y vuelvo al poema : ahora la mitad de la ciudad es un hospital y la otra mitad se divide en cementerio y claustro poco a poco en el poema epidemiólogos enfermeras paramédicos geopolíticos sociólogos economistas intendentes de hospital ex presidentes y expertos del tik tok se asfixian en su propio aliento como barcos varados en el océano o ballenas en la playa las carrozas hacen fila igual que los carritos en la caja de un supermarket hay demasiados muertos en el poema que urge ponerle cal a las palabras antes de que la pantalla se pudra unas se infectaron amándose otras al sacudir el cabello otras sin darse cuenta otras decidieron tirarse desde la azotea y el resto son optimistas porque les está pasando lo mismo: el texto no lo dice pero un gargajo ha tumbado la bolsa de valores y mi voz suplicante desde el sillón de la sala pide que te quedes en casa durante la pandemia y escuches mi poema que: ahora es un edificio y tiene virus en picaportes cerraduras barandales cuchillería control remoto cables del tendedero ascensor escalera apagadores abanicos focos ventanas cajones mesas cortinas suelo manijas candados e infecta mis manos e infecta tus ojos: (del libro: #teleo #mequedoencasa #salariodeburócrata).