Tierra Adentro
Fotografía de José Revueltas, tomada del Archivo General de la Nación, Fondo Hermanos Mayo, concentrados sobre 7533.1.

Para conmemorar el centenario de José Revueltas, esbozamos diferentes facetas del escritor cuya obra es imprescindible para leer el México de hoy. En esta Conversación abierta, “Tres rostros de Revueltas”, escritores e ilustradores arrojan luz sobre la poesía y los ensayos políticos del autor de Los errores. Iniciamos este ejercicio multidisciplinario con una conversación entre Elena Poniatowska y Vicente Alfonso, compilador de El vicio de vivir (FETA, 2014), libro de ensayos sobre el escritor duranguense.

 

Durante su discurso de recepción del Premio Cervantes, Elena Poniatowska evocó a tres autores mexicanos que debieron recibir ese galardón: María Luisa Puga, Rosario Castellanos y José Revueltas. La mención del duranguense era apenas necesaria, pues durante décadas ha estado presente en la obra de la escritora: no sólo porque aparece como personaje en al menos cinco de sus libros, sino porque le debemos a Poniatowska tres entrevistas que nos permiten trazar un vívido perfil del escritor y militante. Para abrir la charla le pregunto sobre esas entrevistas, publicadas entre 1970 y 1976 en La Cultura en México. Resulta evidente el cuidado con el que la escritora y periodista preparaba sus entrevistas: “Lo entrevisté en su casa, que estaba en la avenida Insurgentes, con su mujer, Emma Barrón, que era una maravilla”, me cuenta, y después evoca la forma en que Revueltas solía beber vino blanco en una taza. “Yo leía sus novelas, sobre todo El luto humano, y a partir de ahí comenzaba a hacer preguntas”.

 

Personaje de novela

Leyendo La piel del cielo, novela que le valió a Poniatowska el Premio Alfaguara en el año 2000, nos encontramos con un Revueltas joven que acaba de perder el borrador de su primera novela y que está escribiendo Los muros de agua. “Soy un inconforme, un aguafiestas, un acérrimo enemigo del gobierno”, dice Revueltas al protagonista, Lorenzo de Tena, alter ego del astrofísico Guillermo Haro. No obstante su juventud, Revueltas ya fue llevado a las Islas Marías y durmió en calabozos. Según la misma novela es un voluntario incansable que “dormía tranquilo en la banca de cualquier parte, y que aguantaba hasta cuatro días sin comer”.

De esa manera lo recuerda: “Así era Revueltas. Siempre fue un hombre que se maltrataba, maltrataba su cuerpo. Había días en que no comía, que dormía en una banca, a veces no tenía ni siquiera para pagar el autobús. En dos de mis libros, La piel del cielo y El universo o nada, aparecen los viajes de Guillermo Haro con José Revueltas. Cuando era muy joven, Haro se acercó al Partido Comunista y desarrolló una enorme admiración por Narciso Bassols, quien lo invitó a repartir en los pueblos más distantes la revista Combate, labor que hacía con Revueltas”. Revueltas también aparece en Paseo de la Reforma como uno de los intelectuales que visitan la casa de Ashby, un millonario cuya visión del mundo cambia a raíz de un accidente. Cuando leo en voz alta ese fragmento, la autora dice: “Lo metí simplemente como un homenaje para no olvidarlo, porque él nunca estuvo en el campanario. Él luchó siempre desde el margen, desde las orillas, nunca tuvo un papel protagónico”.

 

Tlatelolco y Lecumberri

Entre preguntas y respuestas, arribamos a un tema clave en la vida del país: 1968. En La noche de Tlatelolco, Revueltas es mencionado varias veces. No podría ser de otra manera, pues para nadie es un secreto que el duranguense, aprehendido el 16 de noviembre de aquel año, era considerado por el gobierno el principal ideólogo del movimiento. Poniatowska insiste en que “en 1968 se echó la culpa de lo que pasó en el movimiento. Era un hombre que quería correr la misma suerte que todos, que pasaba tiempo con los muchachos, que jamás buscó tener un papel especial ni una situación de privilegio”.

Tras su arresto, Revueltas fue recluido en Lecumberri. Para entonces la prisión no resultaba un sitio ajeno para la periodista, quien conocía el lugar desde 1959, cuando a sus veinticinco años comenzó a visitar el Palacio Negro para entrevistar a los huelguistas ferrocarrileros que ese año, encabezados por Demetrio Vallejo, paralizaron el país (de ahí nace El tren pasa primero). La autora volvió para visitar a Álvaro Mutis, para entrevistar a David Alfaro Siqueiros y, por supuesto, para conversar con José Revueltas. “En Lecumberri lo fui a ver sólo a él unas tres o cuatro veces”; fue con Guillermo Haro después de que apareciera La noche de Tlatelolco. Rememora también que en los días de visita “las restricciones para las mujeres eran mucho mayores: no usar pantalones, no llevar bolsa de mano… para las mujeres más pobres que iban a ver a sus hijos la situación era más humillante, porque a ellas les hacían revisiones, las examinaban para ver si no llevaban droga en la matriz. Era muy injusto”.

Señala que en una celda de Lecumberri, Revueltas escribió El apando, un testimonio de que el rigor en la prisión se extendía a los visitantes: “Como a todo el mundo, El apando me parece una obra maestra, una pequeña joya”.

Precisamente en La noche de Tlatelolco, Poniatowska consigna un episodio brutal ocurrido en la prisión de Lecumberri: el primero de enero de 1970, un grupo de presos por delitos del fuero común irrumpió en la crujía de los presos políticos, donde un grupo de intelectuales llevaba veinticuatro días en huelga de hambre. Varios de los manifestantes fueron heridos con navajas, tubos y varillas. Además confiscaron, entre otras cosas, los manuscritos y los libros que Revueltas guardaba en su celda.

En otra crónica, escrita diez años después de aquellos hechos e incluida en Fuerte es el silencio, Poniatowska escribe que el mayor acierto de José Revueltas fue pertenecer al movimiento del 68, pues los jóvenes son quienes pueden cambiar este país. Le pregunto si para ella sigue siendo cierta esta premisa: “Claro, tengo muchísima fe en los jóvenes. Siempre he ligado a los jóvenes al progreso, siempre los he convertido, al menos en mis libros y en mi imaginación, en salvadores de México. Está el ejemplo del #YoSoy132: ahí hay una esperanza de que va a haber crítica al gobierno y rechazo a la corrupción”.

 

Más Paz y más Revueltas

En este año de conmemoraciones, imprescindible hacer referencia a otro autor que, junto a José Revueltas y Efraín Huerta, celebra su centenario: Octavio Paz. Le pregunto qué opina del mensaje que circuló hace unos meses en las redes sociales, aquello de Menos Paz y más Revueltas: “Es una visión muy simplista de las cosas. Hay que recordar que en ‘Posdata a El Laberinto de la Soledad’, Octavio Paz llamó a Revueltas ‘uno de los mejores escritores de mi generación y uno de los hombres más puros de México’”.

Después añade: “Un día, Octavio Paz me dijo que quería ver a Revueltas. Le conté cómo había que ir, qué llevar, cuáles eran las restricciones que había para pasar”. Y efectivamente, Paz lo visitó. “Creo que no coincidía con sus planteamientos, creo que pensaba que Revueltas se la jugaba, que se sacrificaba demasiado por esta cuestión de la que hablábamos hace un momento: que en vez de entregarse a su propia obra, se entregaba a todas las causas de la izquierda en México; además exponía su salud, incluso a su matrimonio y a sus hijos”.

 

Víctima del ninguneo

Desde los años sesenta, varios escritores como José Agustín, Gerardo de la Torre, Vicente Leñero y Carlos Monsiváis señalaron que había una especie de “veto literario” contra Revueltas. Pareciera que, para muchos, las inquietudes del militante eclipsaban los méritos del escritor. A casi cuarenta años de la muerte de Revueltas, Elena Poniatowska considera que el veto sigue: “Siempre hay una actitud de desprecio hacia los militantes. Pero además hay que considerar otra cosa: con las inquietudes que tenía, era muy fácil perder la concentración en su propia obra”.

Añade que las impugnaciones, los ataques y el ninguneo se debieron también a la izquierda indignada por los cuestionamientos que el duranguense lanzaba contra los comunistas dogmáticos, ciegos, sobre todo en Los días terrenales y en Los errores: “A Revueltas todo el tiempo lo juzgaban, estaba en el asiento del culpable, ya de por sí tenía una tendencia a sentirse culpable de todos los males de esta tierra”.

 

La herencia de Revueltas

Cuando le pregunto cuáles serían las enseñanzas literarias que le dejó Revueltas, responde de inmediato: “Primero, esta inclinación hacia los hombres y las mujeres que están fuera de la bonanza de México, un poco los condenados de la tierra, como les llamaba el sociólogo Frantz Fanon. Inclinarse hacia gente que en general no tenía ninguna oportunidad en la vida. Este era un aspecto de la literatura mexicana que José Revueltas abrió… Creo que él tuvo también mucha influencia en Juan Rulfo, porque Rulfo también escribió sobre esas personas de las que nadie quiere saber cómo piensan ni cómo son. Claro que ahí está Azuela con Los de abajo; igual se puede decir que eso hizo en su momento Rosario Castellanos, aunque a ella no le gustaba que le llamaran indigenista, que le pusieran etiquetas a su literatura. Y también lo hizo Elena Garro”.

Aunque no lo menciona, esta preferencia por los que no tienen oportunidades, los que viven situaciones desesperadas, también es un rasgo esencial en lo que escribe Elena Poniatowska: mucho antes de que se pusiera de moda defender los derechos de la mujer, ella estaba involucrada en esas luchas. Recibía en su casa a las mujeres que andaban tocando puertas en busca de sus hijos desaparecidos durante el periodo conocido como la “guerra sucia”.

Otro rasgo por el que desde muy joven ha destacado la más reciente ganadora del premio Cervantes es su capacidad para mezclar dos ámbitos de la palabra escrita: la literatura y el periodismo. Su obra nos recuerda que estas dos esferas no son agua y aceite. En busca de material para sus novelas, Elena Poniatowska se adentraba en las vecindades del Distrito Federal, concretamente en las calles de Morazán y Ferrocarril Cintura, para entrevistar a Josefina Bórquez, una mujer que lavaba ropa y que se transfiguró, por las astucias de la literatura, en Jesusa Palancares, la protagonista de Hasta no verte Jesús mío: “Escribo de lo que veo, de lo que oigo y de lo que me dicen. Escribo con una inclinación natural hacia todo lo que es distinto a mi vida. Me interesa contar las historias de los que no tienen, que no han tenido oportunidades ni privilegios. Tengo más curiosidad por esas historias que me sacan de mí misma y de mi medio social, porque al final, nadie me ha dado lo que me dio Jesusa Palancares”.

Fotografía de José Revueltas, tomada del Archivo General de la Nación, Fondo Hermanos Mayo, concentrados sobre 7533.1.

Fotografía de José Revueltas, tomada del Archivo General de la Nación, Fondo Hermanos Mayo, concentrados sobre 7533.1.


Autores
La redacción de Tierra Adentro trabaja para estimular, apoyar y difundir la obra de los escritores y artistas jóvenes de México.
es narrador. Ha sido becario de la Fundación para las Letras Mexicanas. Con Partitura para mujer muerta (2008) obtuvo el Premio Nacional de Novela Policíaca.