Tierra Adentro
Still de Chuppan Chupai (Munir y Kahn, 2013).

La primera vez que supe de los hijras fue por el cuento “El ojo Silva”, de Roberto Bolaño: en él, un fotógrafo viaja a la India con la tarea de ilustrar un reportaje sobre la prostitución en aquel subcontinente; en una de sus andanzas, entra a un prostíbulo donde le ofrecen dos niños capados. El fotógrafo se escapa con ellos y viven juntos, en una estricta relación filial, durante año y medio.

Hijra es una palabra que designa a los “hombres transgénero” del subcontinente asiático (con toda la fuerza de las comillas). Muchos, a causa de la falta de apertura laboral, se dedica a prostituirse; sin embargo, y a pesar de Bolaño, pocos están emasculados.

Chuppan Chupai (Munir y Kahn, 2013) es un documental pakistaní que sigue la vida de cuatro personas: Neeli, una luchadora social y líder del único grupo hijra reconocido en Pakistán; Wassen, un campesino tímido; Kami, fiestera celebridad; y Jenny, estudiante de derecho.

El documental trata de la sobrevivencia en un país fuertemente patriarcal. Por ejemplo, Neeli relata la muerte de una de sus compañeras a manos de policías; Kami es arrestada por su activismo; los productores no pueden contactar a Waddi después de la filmación; y Jenny teme que su familia se entere de su vida porque tendría que dejar la escuela.

El paralelo entre los hijras  y los muxes es evidente.

Muxes: auténticas, intrépidas y buscadoras de peligro (Islas, 2005)  narra la historia de un colectivo de muxes que se encarga de organizar la Vela de las intrépidas, de concientizar sobre el sida y sobre la discriminación a la que son sometidos.

Muxes: auténticas, intrépidas y buscadoras de peligro (Islas, 2005).

Muxes: auténticas, intrépidas y buscadoras de peligro (Islas, 2005).

El objetivo de ambos es capturar una diversidad sexual que, por más que se interprete con términos como “travesti”, “homosexual” o “transexual”, no alcanza a ser tipificada por las clasificaciones occidentales

Un muxe o un hijra se consideran un tercer sexo; no son ni hombres ni mujeres.

La cuestión es que Occidente, como describió Derrida, piensa el mundo según parejas, que entre más definidas y menos porosas, mejor. Así, hombre-mujer, bien-mal, activo-pasivo, izquierda-derecha son polaridades que permiten mantener el orden a costa de eliminar el espectro intermedio.

Identidades sexuales como la muxe o la hijra cuestionan la frontera entre esos extremos. Muchos muxes se consideran hombres, pero visten como mujeres y tienen funciones sociales femeninas tradicionales (cuidar a los padres, cocinar, hacer vestidos); otros conceptualizan su corporalidad como equivocada (piensan que debieron nacer mujeres); algunos hijras consideran que el cuerpo deben ser terreno de expresión de un “yo” que no se corresponde con los esquemas bipartitos sociales, etcétera.

Muxes y hijras fueron considerados actores sociales importantes de sus respectivas culturas. El problema surgió, en los primeros, con la llegada de los españoles y la moral católica; en el segundo, con la de los ingleses y el esquema del mundo anglicano.

Ambas corrientes de pensamiento soportan sólo una visión estrictamente dual del ser humano —aunque una cierta interpretación del segundo libro del Génesis complicaría este discurso simplista— y se escudan en la supuesta supremacía de la continuación de la especie. Únicamente la relación sexual heterosexual (y sus consecuencias sociales) puede ser válida porque es fecunda.

Desde estas posturas, todo aquello que no sea fecundo, debe ser elidido (véase la masturbación o el uso de anticonceptivos).

Los documentales muestran que muxes y hijras adoptan bastantes roles de lo femenino, como pasividad sexual (ser penetrados), ir al mercado o maquillarse. Sin embargo, lo que se puede comprobar es que el espacio creado histórica y socialmente por muxes y hijras es otro aspecto denunciado por Derrida. Es una tercera vía que, más que tratar de destruir el orden, pugna por crear otro que permita la inclusión de los intermedios.

Muxes y hijras son la bomba de la libertad que mina las bases de la sociedad occidental, pues cuestionar una de las parejas tradicionales (hombre-mujer) es cuestionar el matrimonio, el concepto de amor, de coito, de roles sociales.

Fotografía tomada de Muxes: auténticas, intrépidas y buscadoras de peligro (Islas, 2005).

Fotografía tomada de Muxes: auténticas, intrépidas y buscadoras de peligro (Islas, 2005).

Desde la hipercodificación a la que han sido sometidos los muxes y hijras (que no son nada heterogéneos, pues la forma de ejercer su sexualidad rompe hasta los mismos moldes que ellos se atribuyen) se puede cuestionar todo rol tradicional: ¿quién atribuyó a lo masculino lo activo y a lo femenino lo pasivo? ¿Quién dijo que sólo existen dos géneros? ¿Por qué no son válidas formas de familia que salgan del esquema doble heterosexual?

A pesar de todos los alcances que ha tenido un movimiento como el LGBT —que a últimas y a falta de representación de ciertos grupos ha tenido que recurrir a la suma de más consonantes como T(transgénero), I(intersexual) o Q(ueer)—, tal vez la clave de la aceptación del mundo como una tremenda escala de grises no sólo se encuentra en un futuro y en una sociedad gay friendly (que también), sino en un pasado cuando el mundo no era un contraste extremo.

El mejor momento de Chuppan Chupai es cuando Jenny habla sobre su emasculación y el arrepentimiento que tiene frente a ese acto. Extirpó su pene, testículos y escroto y, el mismo día que salió del hospital, se arrepintió de haberlo hecho. Aquí la cuestión se vuelve espinosa, porque se podría creer que más bien a Jenny le ganó la imposición social y siente que ha “pecado”. Pero lo interesante es el concepto del error: no existe posibilidad real de la libertad sin éste. Sin la consciencia de que uno se puede equivocar no es posible entender el acierto; la voluntad implica, de manera necesaria, ambas posibilidades. De no ser así, se estaría en el contexto del destino y la predestinación.

Mientras que todos los actores de Muxes: auténticas, intrépidas, buscadoras de peligro terminan en una especie de éxtasis de felicidad y aceptación (el que la película termine con una escena rarísima de los protagonistas que llevan la bandera del arcoíris gay por la playa es síntoma de esto) Chuppan Chupai, con la apertura a un melodrama, plantea una visión más interesante: la condición humana, por desgracia, es irresoluble.

Aunque esto último podría ser desalentador, Chuppan Chupai también implica que, frente a la no solución de la vida, lo que queda —casi como Ficino y su Discurso sobre la dignidad del hombre— es pugnar por la libertad propia y por la apertura social para que ésta dé cabida a la mayoría de mundos posible.

Muxes y hijras son un par de testimonios del inacabable trabajo de crear lo humano.

Hijras in Bangalore, fotografía de Johanan Ottensooser, tomada de Flickr.

Hijras in Bangalore, fotografía de Johanan Ottensooser, tomada de Flickr.