La dialéctica de la noche, la dialéctica inversa
La poesía de José Revueltas suele pasar inadvertida por la relevancia que tiene su obra en prosa, sean los ensayos o sus novelas. Sin embargo, eso es sólo una excusa para analizar con énfasis la importancia del corpus poético, corto pero constante, de Revueltas. Eduardo Martín del Campo pregunta: ¿cuáles son los temas que conviven en toda su obra? ¿Hay una inquietud por contar la historia? ¿Cómo analizar la estética en una obra donde el mensaje político tiene más visibilidad?
La cuestión
Después de treinta y tres años de su publicación en las Obras Completas (1981), todo el corpus lírico existente (treinta y un poemas, publicados e inéditos) de José Revueltas parece no haber despertado mayor atención ni inquietud crítica, al contrario del resto de su obra (narrativa y ensayística). A cien años del nacimiento de Revueltas, sus poemas permanecen para nosotros en una distendida dimensión histórica. Treinta y un poemas distanciados por meses, años, décadas; poemas que dentro de la particular coincidencia de darse en primavera u otoño, se adhirieron, mediando las prótesis de las fechas, a su propia “singularidad temporal”. ¿Y no es esa la necesidad de ponerle un nombre a algo inusual, de ponerle una fecha, de colgársela como si fuera un cascabel? ¿No es la propia necesidad por hacer lo inusual? El texto poético suele componer dentro de sus categorías espaciotemporales, aptitudes históricas que emanan de la misma poesía. Para mí es inevitable y necesario hacer uso de cierto juego de lentes tallados en su obra no escrita en verso. Pues si bien una actitud histórica puede ya ser adivinable en un texto de José Revueltas, ¿cuáles son entonces las membranas históricas que aún suenan en los versos? ¿Sería también adivinable que estas membranas siguieran vibrando acordemente con algo, ahora, en nosotros?
A mi parecer, junto al factor militante presente en toda la obra de Revueltas, existe la posibilidad de que se haya ignorado un hecho puramente estético en su poesía, aunque para el mismo autor esto sería éticamente imposible. Nunca hubo una resolución estética que empatara su obra lírica con su narrativa, por ejemplo. Además del cuidado y edición de José Manuel Mateo de la antología El propósito ciego, sólo la lectura de Elba Sánchez Rolón destaca por su profundidad. Mateo y Sánchez Rolón coinciden en que la poesía de Revueltas es particularmente reflexiva, cualitativamente trágica. Esta reflexión trágica es quizá una manera menos rígida de referirse a un proceso lógico intelectual (y emocional) que no podría ejemplificarse mejor que en el espejo. Revueltas nos promete, el proceso es determinable: es el método dialéctico.
Por una perspectiva estética y dialéctica de los versos
La poética de Revueltas coincide con una función fundamental para su propia ética; es poseedora de un “secreto” propio —además que común a toda la poesía—. Para revelar tal secreto uno debe comparar la tradición externa y la ética literaria de Revueltas. Esta revelación se lograría describir luego, partiendo del análisis comparativo del que se consideraría un poema clave para este procedimiento, “Nocturno de la noche”. Me valgo de la apelación de este poema hacia la fantasmagórica tradición del nocturno; compare entonces el lector con esta lupa, la dinámica dialéctica de los poemas revueltianos con la dinámica de la mencionada tradición. Lo que trataríamos de imaginar es verlas empalmadas en una coincidencia ético-estética entre el propio nocturno y la preceptiva dialéctica de Revueltas.
No me parece posible que un escritor como Revueltas se permitiera ignorar las formas de la tradición, no con esa conciencia histórica tan determinante en su militancia como en su obra escrita. De esta coincidencia se deriva algo que con poca resistencia simplifiqué como un “secreto” que revela la noche: el tiempo. El problema implícito en este acercamiento es evitar ir en contra de la materialidad necesaria.
El poema es “Nocturno de la noche”. El inicio es la anáfora espaciotemporal de las primeras coordenadas, el tiempo-espacio idóneo para el poema:
Cuando la noche;
cuando los espejos reciben el asombro culpable de los adulterios
y las sillas saben de las torpes pisadas;
[…]
cuando los libros se quedan abiertos como una película de pronto detenida
[…]
cuando la noche;
cuando las pistolas de aire y la soldadura autógena
Los versos finales colman esta tensión temporal y particular del poema:
Cuando la noche.
Cuando la angustia.
Cuando las lágrimas.
Para la voz poética se desprende una materialidad incierta que veremos descrita en el transcurso del poema. Es el tiempo la presencia anafóricamente remarcada. El lector pronto se da cuenta de que algo más que simples imágenes y figuras, de las que yo destacaría el modo del oxímoron, se le presentan en fragmentos de pequeñas historias nocturnas. El “asombro culpable” hace síntesis en “el espejo” (un yo adúltero). Los objetos son usados con oscuras intenciones: “las sillas saben de las torpes pisadas”; y la acumulación de síntesis comparativas elevará al final la tensión temporal (“cuando… cuando…”), donde el espacio-tiempo de la noche es plasmado al unísono con la mirada materialista de Revueltas.
Una coincidencia formal, la precisa anáfora de tiempo, la encontramos en el “Nocturno eterno” de Villaurrutia:
Cuando los hombres alzan los hombros y pasan
o cuando dejan caer sus nombres
hasta que la sombra se asombra
Cuando un polvo más fino aún que el humo
se adhiere a los cristales de la voz
y a la piel de los rostros de las cosas
Otras críticas resaltan que el carácter reflexivo de los poemas de Revueltas sobresale del puramente plástico y que la imagen no es el soporte vertebral de los mismos; en este caso creo que el escenario descrito en los versos de Revueltas va más allá de la paisajística naturalista de cualquier temática romanticista o parecidas. Tampoco se puede pasar por alto esos elementos adverbiales que vemos por todas partes y que, si bien no hacen resaltar al verso o a la imagen, refuerzan la doble vertiente espacio-temporal de los elementos nocturnos aquí presentados:
cuando los números Palmer del mediocre joven meritorio
son un feroz y enloquecidamente acariciado anhelo de abrazarse por sorpresa
a la Amparito o a la Chole
en un mentido vuelco aéreo del Luna Park;
[…]
cuando la gringa en lo alto de un hotel lleno de cafiaspirina
bebe el horroroso brandy desesperadamente sin parar
con el triste frenesí salvaje que cuenta Duhamel;
El registro bajo de los adverbios largos es una tensión del acento que se rompe en “anhelo”, “sorpresa”, “sin parar”. Del verso, la rítmica acentual se da con tan armónica simetría, que poco dudaría de una plástica certera trabajando aquí: es un canto grave y ceremonioso. Es entre otras cosas también, eminentemente, un nocturno citadino… Cuando, por cierto, la anáfora inicial recibe por fin una respuesta:
entonces oigo torrentes furiosos de semen que corre por las
calles
como entre caños de sombra e injurias:
[…]
destilado en las esquinas oscuras, en los pasillos de los cines
y en los mingitorios.
[…]
en el cuarto del hotel donde la joven pareja se ha sepultad para siempre.
Los elementos de la noche están disimulados en una visión decadente de un mundo en el cual se descubre por doquier una falsa percepción de los propios elementos del mundo descrito. El proceso dialéctico se comienza a hacer notorio.
El tono primordial del poema, en una dialéctica de modos temporales, lo podríamos derivar de la anáfora: es en cierto sentido condicional. Quizá gerundio, en una larga tensión de historias llevándose a cabo. El modo condicional produce la tensión desenlazada con el choque, la resolución mecánica contra su propia fuerza condicionante; será el más cercano al imperativo, que es, a propósito, el modo concluyente del poema en cuestión: la concluyente afirmación-negación:
Es preciso, es preciso, es preciso que se caigan los muros,
que cesen los venablos de angustia
que nos han atravesado, que quede nada más un grito clamando, herido eternamente,
y una sobrehumana colérica voluntad como ramas de un árbol furioso
para golpear hasta el polvo y el aniquilamiento.
Los versos finales sostienen la hipótesis de lectura y diálogo descrita aquí: el secreto poético y expresivo, aquel que la escenografía reflexiva y dialéctica de la noche pudieron haber revelado, en el imaginario caso, para el poeta Revueltas: es el tiempo (donde además se ven conjuradas todas sus necesidades de desahogo, en medio de una indignación producida por una historia impune) sobreviviente al polvo, golpeador del aniquilamiento.
La puerta de la noche es sin duda la más amplia, a la que el propio poeta Revueltas pudo haber entrado, en plena conciencia histórica, o no, de su palabra escrita, al escribir un nocturno. Aunque la literatura no es asunto de datos inmediatos, leer los versos de José Revueltas no debe ser menos extenuante. Hay una poética particular, remarcable y ubicable en la función del tiempo dentro de los versos de José Revueltas. Esta función coincide, además, con sus intenciones ético-estéticas, y genera una crítica dialéctica inversa de la historia y el tiempo.
Esta supuesta poética temporal de los versos de José Revueltas revela su propio “secreto”, similar a una mirada poética, en vez de una voz. Gracias a lo que llamo “secreto del tiempo” reconozco las virtudes ideológicas, sociológicas, históricas y culturales que José Revueltas usó como arma contra la deshumanización y la falsa democratización: reconozco su actitud histórica y literaria. ¿Y cuál sería entonces esta derivación crítica dialéctica? Pues bien, este grito de guerra histórico por el espíritu está primordialmente cargado de indignación; “un grito herido, clamando eternamente”; “árbol furioso” de exaltación del sacrificio. Habría que comparar subsecuentes impresiones críticas de los versos en adelante. Sobre todo del lector, así, en general, quien recogerá la efectiva expresividad de estos versos.
Es cierto, el tiempo no es una categoría de acceso inmediatamente plástico pero, ¿qué es más plástico que el mismo tiempo y los órganos con que lo percibimos?